Mucho
más que el comediante de cara triste de la época del
cine mudo, Búster Keaton fue un artista integral: director
de vanguardia, escritor de gags para Abbot y Costelo y los hermanos
Marx, veterano del vaudeville y la cámara de cine, dejó
un legado al celuloide mucho más impactante que sus famosas
rutinas de baile por las que usualmente es recordado.
Criado
en el vaudeville, entre actos, chalupas y enormes ropajes, volando por
el aire, aprendiendo a caer correctamente, sin escuela ni hogar fijo,
viajando de ciudad en ciudad durante toda su infancia, desarrollando
la improvisación ante el error, perfeccionando rutinas y manejando
la adrenalina de actuar en vivo desde su niñez, fue el bagaje
que le permitió a Buster Keaton, con tan sólo
21 años, aparecer por primera vez ante las cámaras con
la soltura de un veterano del cine.
Su ascenso fue rápido y siendo aun muy joven tuvo su propio estudio,
donde dirigió , entre 1920 y 1928, 19 cortos y 11 largometrajes,
sin limitaciones, dejando volar libremente su enorme talento. Logró
plasmar en la pantalla grande la emoción del acto en vivo, quizás
porque no usaba guión, ni dobles en sus acrobacias, diseñando
increíbles trucos y escenarios por momentos surrealistas.
Cuando la fachada de un edificio se desploma sobre él, dejando
pasar su cuerpo por una ventana apenas mayor que su contorno, o cuando
se toma de la baranda de un autobús, avanzando varios metros
en el aire para soltarse y seguir su rumbo, con la expresión
impasible y el sombrero puesto, uno capta la emoción del riesgo,
la valentía del actor, su vuelo y sin duda la provocación.
Keaton,
amante de mecanizar e impactar, planificaba y plasmaba complejos escenarios
para sus producciones, y a cualquier costo captaba el realismo. De hecho
durante la filmación de ‘The General’
(1927), hubo varios heridos, dentro de los extras que no eran mas que
verdaderos soldados contratados para simular la batalla, usando explosivos
y material de artillería: un caos que termino en un incendio
accidental en medio del set situado en el bosque.
En otra oportunidad casi se ahoga cuando se negó a ser doblado
en una escena rodada en un río de corrientes peligrosas. La cuerda
que lo sostenía se soltó y si hubiese muerto, habría
quedado registrado en película ya que los camarógrafos
tenían la orden de cortar solo cuando él propio Keaton
lo indicaba. Afortunadamente en dicha ocasión, se salvo agarrándose
de un tronco.
‘....La historia de una película puedes escribirla
en una postal...’ era el lema de Búster,
quien dejaba los detalles del guión a sus colaboradores y se
concentraba en las acciones, trucos y escenarios. Pare él, la
comedia estaba absolutamente ligada al acto físico: era capaz
de decirlo todo sin palabras y de hacer reír sin ellas.
Casi todos lo recuerdan por la expresión seria de su rostro y
la expresividad de sus ojos tristes. Otros recuerdan sus caídas,
su comicidad, sus rutinas de baile, pero su versatilidad como director,
creador de gags, excelente acróbata y escenógrafo, entre
otras virtudes, quedaron aplastadas con la llegada del cine sonoro.
No solo el sonido cobró importancia, sino que el guión
se convirtió en el protagonista, la clave de las risas y fuente
de la comedia. Los trucos y expresiones corporales se convirtieron en
accesorios del explicativo verbo, o ‘cosa de payasos de circo’.
Se perdió la frescura de la improvisación y el cine se
alejo del concepto del vaudeville para convertirse en otra cosa.
El cine mudo era lo viejo, lo descartable, fue archivado como parte
de la historia, siendo subestimado por largos años.
Keaton, quien se había quedado sin su estudio y trabajaba contratado
por la M.G.M, llegó a realizar para la naciente compañía,
la recordada y aun muda ‘The Cameraman’
(1928). Con el lanzamiento oficial del sonido, La Metro decidió
cambiar el perfil de Búster, convirtiéndolo en cada película,
en algo que el jamás había sido. Su libertad creativa
fue coartada y su talento desperdiciado.
Ante tan triste panorama, Keaton cayó en una gradual depresión
que lo llevo al alcoholismo y con apenas 37 años, luego de una
discusión con Mayer, fue expulsado de la compañía
quedando vedado y silenciado dentro de la industria del cine. Recordemos
que para esta época los actores contaban con pocos derechos y
debían actuar en las películas que el estudio decidiera
y si se negaban a hacerlo eran prácticamente eliminados de la
pantalla, imposibilitados de trabajar para otro estudio.
Muy a pesar de las circunstancias Búster siguió actuando
en pequeñas producciones, cortos educativos y comerciales. Recién
en 1949, cuando Hollywood decidió hacerle un tributo al cine
mudo, nuevamente su trabajo fue reconocido, aunque siempre a la sombra
de Chaplin, quien era considerado la estrella y el director por excelencia
de ese período de la cinematografía a pesar que Búster
Keaton prácticamente lo igualaba en talento mas no en la arrolladora
personalidad.
En
un sótano, de una de sus antiguas casas, fueron encontrados rollos
y rollos de películas, que fueron restaurados y exhibidos con
gran éxito. En 1959, se le otorgó un Oscar honorífico
por haber llevado al cine comedias inmortales, pero a su avanzada edad,
pocos estaban interesados en invertir en una película que lo
tuviese como protagonista.
El resto de su vida lo pasó actuando en proyectos independientes,
con la ‘suerte’ que su aporte fue reconocido antes de su
muerte en 1966, víctima de cáncer de pulmón.
Buster Keaton, fue un creativo integral, con una enorme versatilidad
que se ve reflejada en sus films. Fue mucho más que un simple
cómico aunque casi todos lo recuerden solo por su particular
rostro. Es hora de reconocer sus increíbles dotes de director
y creador de gags memorables.
Sin duda, se trata de un artista que vale la pena recordar.