DATOS
TÉCNICOS:
+
Título original: The Story Of The Weeping Camel.
+ Dirección: Byambasuren
Davaa, Luigi Falorni.
+ Año: 2003.
+ País: Alemania y Mongolia.
+ Interpretación: Janchiv
Ayurzana, Chimed Ohin, Amgaabazar Gonson, Zeveljamz Nyam,
Ikhbayar Amgaabazar
+ Género: Documental.
+ Productora: Karma Films.
+ Música: Marcel Leniz, Marc
Riedinger, Choigiw Sangidori.
+ Fotografía: Luigi Falorni.
+ Montaje: Anja Pohl.
+Duración: 93 min.
Esta
historia es mágica. Hay una leyenda, y con esta comienza la película,
que dice que Dios le dio cornamenta al camello, puesto que era un animal
con gran corazón y se la merecía. Entonces llegó
un ciervo y se la pidió prestada. El camello, tan bueno que es,
se la dejó, pero el ciervo no volvió. Desde ese momento
los camellos siempre otean el horizonte, esperanzados y convencidos
de que el ciervo un día volverá a devolverles
la cornamenta que les pertenece.
Esta
historia no tendría sentido si no se entendiera dentro su contexto,
el desierto del Gobi en Mongolia, donde viven de forma sosegada unos
pocos nómadas. Crían ovejas, cabras y camellos, animal
este último que les ofrece una gran parte de lo que estos mongoles
poseen: lana, transporte y leche. Esta dependencia del camello hace
que valoren a cada uno de ellos de una manera especial. Aquí
es donde entra lo mágico de este 'documental': Existe una tradición
según la cual si un camello rechaza a su cría sin remedio,
se llama a un músico y se canta y se toca para ellos, para la
madre y la cría, haciendo así que se reconcilien tras
las necesarias lágrimas ¡y es que lloran!. Uno diría
que es de alegría por el reencuentro (casi primer verdadero encuentro),
de emoción por el sentir del amor necesario.
Hacen
falta películas como ésta que descubren la vida de personas
remotas pero cercanas por serlo. No se te cuenta ni se te explica, se
te muestra. Cuando se hace esto se corre el peligro de caer en la manipulación
al no enseñar lo justo y necesario, pero aquí no tienen
problema con esto, cada imagen retrata lo que se necesita, sin banalidades
ni obscenidades. Es una historia sencilla pero con múltiples
matices de los que sorprenderse y aprender. Los 'actores', sin actuar,
están esplendorosos, me preguntaba durante la proyección
cómo podían no estar cohibidos frente a la cámara.
El
sosiego y el intentar resolver problemas cotidianos pero importantes,
vitales, es algo de lo que muchas veces nos olvidamos, hace falta pararse
y hablar. El pequeño quiere una televisión, pero sale
muy cara, además el abuelo lo considera un aparato endemoniado,
'no vale la pena pasarse las horas viendo imágenes de cristal',
pero realmente lo malo no es ver esas imágenes, sino obsesionarse
con ellas, como con casi todo. Puede que al final la televisión
entre en el hogar, ¿es esto el fin de algo?
Una
vida ritual, pacífica y tranquila reforzada por antiguas creencias
en los espíritus de la naturaleza que el hombre muchas veces
rechaza. Me parece infinitamente más necesario un dios o unos
dioses como estos espíritus, que simbolizan la tierra que heredamos
y que dejamos. Es curioso como esta población, con lo pequeña
y alejada que está, y viviendo en un desierto, donde el florecer
de la naturaleza se nota menos que en otros lugares, es mucho más
consciente que cualquier población occidental de su responsabilidad
frente al mundo y su futura conservación.
Se
ha dicho que si existiera un oscar para actores no humanos, estos camellos
serían los primeros en llevárselo. Pareciéndome
esto una exageración es cierto que los sentimientos (obvios)
que demuestran son sobrecogedores. Se reabre el sempiterno debate sobre
los sentimientos del animal y se cierra tras esta prueba conclusiva.
Los lloros de la cría al saberse rechazada, el gesto corporal
de depresión, los "berridos" de la
madre y las quejas durante los intentos frustrados del hijo de mamar
son identificables sin problemas, algo revolucionario en cuanto a la
demostración de la existencia del sentir de los animales y cinematográficamente
en la manera pausada y estratificada de mostrarlo.
Los
realizadores Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, el primero original
de Mongolía y el segundo Italiano, eran estudiantes de la escuela
de cine de Munich hasta hace poco y es de ese lugar de donde salió
la idea de la película, la cual se ha convertido en uno de los
descubrimientos del año.
Plantean
un estilo de documental diferente, desde dentro con la cámara
pero desde fuera con el ojo. Es cierto que engaña el hecho de
que se diga que son unos estudiantes, lo cual casi da a entender que
acaban de salir del cascarón, los dos directores nacieron en
1971 y traían muchas experiencias detrás. Esto no quiere
decir que alguien más joven no pueda hacer algo comparable a
esto, que de hecho se hace, si no que para alguien
más joven y sin el bagaje profesional que tienen estos dos, sería/es
mucho más difícil conseguir financianción y espacio
para un proyecto tan arriesgado.
Piezas
como esta son las que quiero: películas que apuestan fuerte por
la originalidad y por retratar un tema que no está 'de moda'.
La moda, un estigma del que casi no podemos escapar, que modela - ya
lo dice la propia palabra - nuestras conversaciones, que nos hace comportarnos
de maneras determinadas, que muchas veces no nos deja ni
respirar de verdad. Por esto necesito ver a un camello paciente sin
ambición de superar al resto del mundo en las más absurdas
clasificaciones, y a su cría llorando y demostrando que el amor
existe incluso allá donde parece que sólo hay rechazo.
Después entra en juego el arte, la metáfora, la poesía
que cura, la canción y el armónico canto de dos cuerdas
que consiguen lo impensable.