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CARLOS CONTRA EL MUNDO
Sara Manzano Cuadrado
31/08/2005


DATOS TÉCNICOS

+ Dirección: Chiqui Carabante.
Carlos contra el mundo+ Paíse: España.
+ Año: 2002.
+ Duración: 91 min.
+ Interpretación: Julián Villagrán (Carlos), Victoria Mora (Madre), Juanma Lara (El primo), Silvia Rey (Eva), Manolo Solo (Moi), Práxedes Nieto (Jesules), Fany de Castro (La tía), Agustín Maraver (Nacho), Aisha Villagrán (Marga), Mariano Peña (Abogado).
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Guión
: Paco R. Baños.
+ Producción ejecutiva: Álvaro Alonso y Antonio Lobo.
+ Fotografía: Alfonso Parra.
+ Montaje: Ángel Hernández Zoido.
+ Vestuario: Salvador Carabante.
+ Música:Lucio Godoy y Julián Villagrán.
+
Estreno en España:
31 Enero 2003.

Muchas veces lo más excitante de sentarse tranquila a ver una película es no tener ni la más remota idea de qué es lo que esta vez alguien tiene que contarte.

En este caso, Chiqui Carabante marca la sorpresa al mostrarnos el retrato de una Málaga desconocida. Una Málaga que no es la típicamente turista del que quiere quemarse al sol y ligotear por los clubs nocturnos, sino que es la viva representación de lo amargo, de lo agónico y de lo marginal de una ciudad que, desde este foco, deambula por el lado agrietado de las cunetas intentando sobrevivir a sí misma.

Y el eje de esta historia es, por supuesto, Carlos. Un Julián Villagrán que se despoja de artificios humorísticos a los que tan bien acostumbrados nos tenía en sus apariciones en la Paramount Comedy, para autosuperarse a sí mismo interpretando a un joven al que va a tocarle enfrentarse a su condición de perro alado, a su asilvestrado talante y a sus propias limitaciones.

Partiendo de una preciosa fotografía simbólica a lo Leôlo Louzone (de Jean-Claude Lauzon) sumergiéndose en el mar de sus pasiones, la película presenta la desgracia: El padre de Carlos muere repentinamente debido a una caída en un profundo badén en mitad de la carretera por la que conduce su vespino bajo una lluvia dorada que parece presagiar la desdicha.

Tras esto, Carlos deberá asumir el papel de padre de familia y, por tanto, deberá ser él el encargado de mantenerla económicamente. Una familia formada por su hermano, un inocente niño de buen corazón, y su madre, la personificación en estado puro de la agonía más desagradable, la que se mofa de los demás haciéndoles culpables de sus propias desventuras. Y por ella será por quien Carlos construya su propia historia, su juego de niños contra la pesada carga de la sociedad, de corresveidiles y de la inesperada madurez, la que le ha llegado sin avisar, sin ganas de recibirla y bajo el nombre de 'auxiliar administrativo'. Ese es su mundo y contra él irá Carlos arrojando su cabalgata compulsiva de embustes. La rabia, el móvil. La niñez y su añoranza, la salvación. Una niñez congelada que nos trae a la cabeza la mítica portada del Nervermind de Nirvana.

Lejos de acercarse a moralinas éticas sobre ciertas conductas autodestructoras, el barrio no puede presentar una panorámica más desoladora: una familia engordada de soberbia y malos modos, unos amigos que, convertidos a sus nuevas vidas en pareja, barren su parcela-hipoteca, una novia que deja voluntariamente de comprenderle porque la vida es mucho más fácil de la mano de los billetes, una madre que desprecia todo cuanto ocurre y una justicia que, una vez más, deja claro que, aún cuando se trata de sus propias negligencias o de las de sus 'amigos de tráfico', la ineptitud y la poco profesionalidad se presenta del mismo modo que siempre, anulándoles nueva y sistemáticamente de aquello que consideran su trabajo. Justiexcusa barata para no dejar una mancha deshonrosa en los credenciales de la gran DGT.

Coger, por tanto, de la mano a la delincuencia barriobajera no es la opción más acertada, pero sí un modo de hacer que el nudo vaya deshaciéndose antes de que descubran la inoperancia de Carlos ante un sistema que le repugna y al que no quiere pertenecer. Un sistema que le invita a saborear su amarga e incluso a veces cómica situación bajo el más representativo complejo de Peter Pan.

Así, Carabante, director premiado por los cortometrajes 'Bailongas' y 'Los días felices', lanza la bala allá donde mejor encaja y, sin mirar retrovisores, nos pega una buena pasada sobre la sobreinjusticia más cercana, la que mejor conoce, saliendo airoso de su propuesta. Orgulloso de aquellos que, conociendo la vida y sus desavenencias, no se abandonan en el badén, sino que escalan el agujero con el humor más sabio que existe, el de la sonrisa resignada y certera de la realidad, que se nos muestra, de cuando en cuando, en pequeños pedazos de verdades bien contadas. Historias como 'Astronautas' (2004) de Santi Amodeo, 'El traje (2002) de Alberto Rodríguez, o incluso la exitosa 'Los lunes al sol' (2002), que bien podríamos incluir en esta tartera actual que va haciendo ganar posiciones al ignorado cine español.