DATOS
TÉCNICOS
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Dirección: Chiqui Carabante.
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Paíse: España.
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Año: 2002.
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Duración: 91 min.
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Interpretación: Julián Villagrán (Carlos), Victoria
Mora (Madre), Juanma Lara (El primo), Silvia Rey (Eva), Manolo Solo (Moi), Práxedes
Nieto (Jesules), Fany de Castro (La tía), Agustín Maraver (Nacho),
Aisha Villagrán (Marga), Mariano Peña (Abogado).
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Guión: Paco R. Baños.
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Producción ejecutiva: Álvaro Alonso y Antonio Lobo.
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Fotografía: Alfonso Parra.
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Montaje: Ángel Hernández Zoido.
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Vestuario: Salvador Carabante.
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Música:Lucio Godoy y Julián Villagrán.
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Estreno en España: 31 Enero 2003.
Muchas veces lo más excitante
de sentarse tranquila a ver una película es no tener ni la más remota
idea de qué es lo que esta vez alguien tiene que contarte.
En este
caso, Chiqui Carabante marca la sorpresa al mostrarnos el retrato de una Málaga
desconocida. Una Málaga que no es la típicamente turista del que
quiere quemarse al sol y ligotear por los clubs nocturnos, sino que es la viva
representación de lo amargo, de lo agónico y de lo marginal de una
ciudad que, desde este foco, deambula por el lado agrietado de las cunetas intentando
sobrevivir a sí misma.
Y el eje de esta historia es, por supuesto,
Carlos. Un Julián Villagrán que se despoja de artificios humorísticos
a los que tan bien acostumbrados nos tenía en sus apariciones en la Paramount
Comedy, para autosuperarse a sí mismo interpretando a un joven al que va
a tocarle enfrentarse a su condición de perro alado, a su asilvestrado
talante y a sus propias limitaciones.
Partiendo de una preciosa fotografía
simbólica a lo Leôlo Louzone (de Jean-Claude Lauzon) sumergiéndose
en el mar de sus pasiones, la película presenta la desgracia: El padre
de Carlos muere repentinamente debido a una caída en un profundo badén
en mitad de la carretera por la que conduce su vespino bajo una lluvia dorada
que parece presagiar la desdicha.
Tras
esto, Carlos deberá asumir el papel de padre de familia y, por tanto, deberá
ser él el encargado de mantenerla económicamente. Una familia formada
por su hermano, un inocente niño de buen corazón, y su madre, la
personificación en estado puro de la agonía más desagradable,
la que se mofa de los demás haciéndoles culpables de sus propias
desventuras. Y por ella será por quien Carlos construya su propia historia,
su juego de niños contra la pesada carga de la sociedad, de corresveidiles
y de la inesperada madurez, la que le ha llegado sin avisar, sin ganas de recibirla
y bajo el nombre de 'auxiliar administrativo'. Ese es su mundo y contra él
irá Carlos arrojando su cabalgata compulsiva de embustes. La rabia, el
móvil. La niñez y su añoranza, la salvación. Una niñez
congelada que nos trae a la cabeza la mítica portada del Nervermind
de Nirvana.
Lejos de acercarse a moralinas éticas sobre ciertas
conductas autodestructoras, el barrio no puede presentar una panorámica
más desoladora: una familia engordada de soberbia y malos modos, unos amigos
que, convertidos a sus nuevas vidas en pareja, barren su parcela-hipoteca, una
novia que deja voluntariamente de comprenderle porque la vida es mucho más
fácil de la mano de los billetes, una madre que desprecia todo cuanto ocurre
y una justicia que, una vez más, deja claro que, aún cuando se trata
de sus propias negligencias o de las de sus 'amigos de tráfico', la ineptitud
y la poco profesionalidad se presenta del mismo modo que siempre, anulándoles
nueva y sistemáticamente de aquello que consideran su trabajo. Justiexcusa
barata para no dejar una mancha deshonrosa en los credenciales de la gran DGT.
Coger,
por tanto, de la mano a la delincuencia barriobajera no es la opción más
acertada, pero sí un modo de hacer que el nudo vaya deshaciéndose
antes de que descubran la inoperancia de Carlos ante un sistema que le repugna
y al que no quiere pertenecer. Un sistema que le invita a saborear su amarga e
incluso a veces cómica situación bajo el más representativo
complejo de Peter Pan.
Así,
Carabante, director premiado por los cortometrajes 'Bailongas' y 'Los días
felices', lanza la bala allá donde mejor encaja y, sin mirar retrovisores,
nos pega una buena pasada sobre la sobreinjusticia más cercana, la que
mejor conoce, saliendo airoso de su propuesta. Orgulloso de aquellos que, conociendo
la vida y sus desavenencias, no se abandonan en el badén, sino que escalan
el agujero con el humor más sabio que existe, el de la sonrisa resignada
y certera de la realidad, que se nos muestra, de cuando en cuando, en pequeños
pedazos de verdades bien contadas. Historias como 'Astronautas' (2004) de Santi
Amodeo, 'El traje (2002) de Alberto Rodríguez, o incluso la exitosa 'Los
lunes al sol' (2002), que bien podríamos incluir en esta tartera actual
que va haciendo ganar posiciones al ignorado cine español.