DATOS
TÉCNICOS:
+ Dirección:
Fernando Meirelles.
+
Codirección: Katia Lund.
+ País: Brasil.
+ Año: 2002.
+ Duración: 135 min.
+ Interpretación: Matheus
Nachtergaele (Sandro Cenoura), Seu Jorge (Mané Galinha), Alexandre
Rodríguez (Buscapé), Leandro Firmino da Hora (Zé
pequeño), Phellipe Haagensen (Bené), Jonathan Haagensen
(Cabeleira), Douglas Silva (Dadinho), Roberta Rodríguez Silvia
(Berenice), Gero Camilo (Paraíba), Graziela Moretto (Marina),
Renato de Souza (Marreco).
+ Guión: Bráulio Mantovani;
basado en la novela de Paolo Lins.
+ Producción: Andrea Barata
Ribeiro y Maurício Andrade Ramos.
+ Música: Antonio Pinto y
Ed Côrtes.
+ Fotografía: César
Charlone.
+ Montaje: Daniel Rezende.
+ Dirección artística:
Tulé Peake.
+ Vestuario: Bia Salgado e Inés
Salgado.
+ Más información:
www.cidadededeus.com.br
He de confesar que no conozco
bien el cine brasileño, no por que no quiera, sino por la sempiterna
ocupación de películas estadounidenses -que no americanas,
puesto que los americanos son muchos más aparte de los EEUU-
del mercado cinematográfico. A pesar de eso Brasil tampoco destaca
por su producción de películas (por lo mismo de antes:
no por que no quieran, sino porque no pueden).
Uno de los filmes brasileños más conocidos de los últimos
años es la magnífica Estación central de Brasil
de Walter Salles, y desde este no se nos ha vuelto a avisar de casi
ningún estreno de este país. Hasta ahora que llega Ciudad
de Dios de Fernando Meirelles, un magnífico retrato de lo
que puede ser la vida en una favela para unos niños totalmente
indefensos y con una educación social muy perjudicada por el
ambiente que les rodea.
Es una película dura, muy dura, tanto que es casi irreal, pero
no es así, te das cuenta cuando te encuentras a ti mismo pensando
"y lo triste es que todo esto sucede".
Visualmente es extraordinaria, con aires a Pulp Fiction pero
mucho más exagerado y continuo, y rastros de El Padrino
y otras películas de la cosa nostra. No sé dónde
leí que "esta película es de denuncia social con
efectos a lo Matrix", esta afirmación no es del todo
acertada, pero sí es cierto que los efectos son de lo mejorcito
y de lo más útiles en el desarrollo del film, no están
puestos para impresionar, sino para cumplir una función, como
dejarnos ver todo lo que sucede alrededor de algo o lograr hacernos
sentir la angustia de alguien obligado a ver algo que no quiere.
La historia se estructura en tres partes, finales de la década
de los 60, los 70 y principios de los 80. Los protagonistas son, entre
otros, Buscapé y Dadinho, uno honrado y con miedo cuyo sueño
es ser fotógrafo y otro salvaje y despiadado, dispuesto a conquistar
y controlar toda la favela. Hay tráfico de droga, de armas,
de vidas. Una vida en la favela de Ciudad de Dios no vale nada.
En épocas como esta en la que surgen aires belicistas y violentos
nos son mucho más útiles películas como esta que
hacen que uno decida ser mejor persona.
Sería un fallo darle valor a este film solo por ser de denuncia
social, lo cierto es que tanto la realización como la interpretación
son magníficos y absolutamente realistas. Debe ser, es cierto,
una de las películas con más contenido violento del último
año, pero esa violencia, aquí y sólo aquí,
es totalmente necesaria para conseguir el sentimiento de asco, de impotencia
y de asombro que seguro Meirelles estaba buscando al adaptar la novela
de Paolo Lins, también llamada Ciudad de Dios.