FICHA TÉCNICA DE 'GRUPO
7'
+
Dirección: Alberto Rodríguez
+ Guión: Rafael Cobos
+ País: España
+ Año: 2012
+ Duración: 95 min.
+ Interpretación: Antonio
de la Torre (Rafael), Mario Casas (Ángel), Inma Cuesta (Elena),
José Manuel Poga (Miguel), Joaquín Núñez
(Mateo), Julián Villagrán (Joaquín), Estefanía
de los Santos (La Caoba), Alfonso Sánchez (Amador), Carlos Olalla
(don Julián), Lucía Guerrero (Lucía).
+ Producción: José
Antonio Félez y Gervasio Iglesias
+ Montaje: José M.G. Moyano
+ Dirección artística:
Pepe Domínguez
+ Música: Julio de la Rosa
+ Fotografía: Alex Catalán
+ Vestuario: Fernando García
Una película
policíaca, de acción e intrigas criminales, de persecuciones
y arrestos, pero también un drama de lealtades y mentiras de
un grupo de hombres arrogantes y desvalidos, vulnerables y violentos.
El grupo lo componen: Ángel, un joven aspirante a inspector;
Rafael, un policía expeditivo, contundente y arrogante; Miguel
y Mateo, los socarrones del grupo. Para el Grupo 7 no existe la delgada
línea que separa los recursos poco éticos de los abiertamente
ilegales.
Tras 7 vírgenes seguimos en el entorno andaluz para
adentrarnos en un territorio turbio y difícil. Es el mundo del
narcotráfico en su versión más callejera, donde
consumo, extorsión y negocio corren parejos a prostitución,
SIDA y corrupción.
Alberto Rodríguez forma su ‘Grupo
7’ con cuatro policías encargados de perseguir ese mercadeo
y desarticular las mafias en que todos son víctimas y verdugos,
porque la línea que separa la lucha por sobrevivir y la moralidad/legalidad
se hace muy delgada. Violencia y brutalidad extremas, métodos
inadmisibles y humillantes, persecuciones y venganzas se dan cita en
las calles de Sevilla en los años previos a la Expo del 92, cuando
nuestros cuatro hombres de Harrelson cruzan ese límite en su
necesidad de ascender profesionalmente, de curar una herida sin cicatrizar
o de dar alicientes a su vida anodina.
La opción por el realismo en la puesta en escena permite a Alberto
Rodríguez conseguir una ambientación convincente y auténtica,
con cámara muy nerviosa y planificación descuidada, con
imágenes de archivo que sitúan la historia, con montaje
vertiginoso que se acelera en los momentos de persecución al
ritmo de una música trepidante que aporta la tensión necesaria,
y con una fotografía sucia y fría que retrata no solo
los bajos fondos sino también el alma triste y solitaria de sus
protagonistas (buen trabajo de Alex Catalán).
No escatiman el director ni los protagonistas en golpes y sangre, en
violencia física y verbal… para radiografiar unos círculos
donde todo se entiende a partir de amenazas, sobornos o mentiras, vengan
de los delincuentes o de la misma policía. Bien rodada, sin embargo
la cinta no escapa del mundillo sórdido de los suburbios y por
momentos se empantana narrativamente en una intervención tras
otra, en una venganza seguida de otra penitencia, en un intento de huida
hacia adelante que termina por hundirse más en la soledad.
Siendo la descripción de atmósferas
el mayor logro de la cinta, abundan los tópicos del subgénero
a la hora de dibujar los personajes marginales: policías duros
y con un problema interior, periodistas intrépidos que buscan
la verdad, confidentes que se venden al mejor postor, yonquis sin voluntad
-verosímil papel de Julián Villagrán como Joaquín-…
Sin embargo, es justo destacar la contenida interpretación de
Antonio de la Torre como Rafael, policía expeditivo y de respuestas
contundentes que responden a una vida perdida desde… lo de su
hermano Pablo. Oír ese nombre y sentir el dolor de su alma reflejado
en el rostro es todo uno, y en su mirada se adivina un duro pasado que
le dejó marcado para una vida de soledad y de encerramiento en
sí mismo.
Su falta de escrúpulos y frialdad encuentran cierto respiro al
encontrar a esa chica que consigue inicialmente despertar su alma…
porque es una persona buena y sensible, y eso se aprecia en su actuar
en las detenciones desde la mitad de la trama. Será un renacer
a la luz de las velas que pone a su Cristo sevillano… pero con
una llama pequeñita.
Un camino inverso sigue Ángel, a quien Mario Casas presta su
fuerza y físico pero cuyo rostro no transmite la misma hondura
y sutilidad de su compañero de reparto. Este joven aspirante
a inspector, casado y con un hijo, pasa del respeto a las normas y de
la compasión inicial a las mayores brutalidades, desbocado y
enrabietado en su ira, en permanente huida de sí mismo hacia
un futuro que apunta al precipicio, pues sus métodos están
siendo investigados. Como Rafael, Ángel trata de sobrevivir a
su modo entre la miseria del mundo de la droga y la falsedad de unos
políticos ‘que miran hacia otra parte’… porque
la Expo no puede ser un fracaso y hay que limpiar la ciudad. Pero su
conciencia le recrimina y cada vez se vuelve más brusco e insensible,
algo que notan su mujer y sus compañeros.
Con todo, parece que el director no
quiere dejar salir a esos ángeles exterminadores de su mundo
de mediocridad y de su cárcel interior (uno coloca alarmas en
su casa, mientras el otro echa el cerrojo), pero tampoco condenarles…
porque en el fondo son también ángeles caídos,
sin demasiada culpa personal.
Por eso, el final -lo mejor desde el punto de vista cinematográfico-
es esclarecedor de ese universo de soledad y tristeza al que parecen
condenados, donde reina un gran pesimismo a la hora de vencer al hampa
(la miseria humana) y al político de turno… y donde el
individuo parece sentenciado a seguir siendo víctima y a apagar
la vela que había encendido.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón
(Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética
de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro
del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de
la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La
Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales
Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador
de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona),
Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad
y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004),
de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci
(Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos
publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno
al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos
de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid
(SEMINCI).