DATOS
TÉCNICOS
+
Dirección: Ki-Duk Kim (AKA Kiduck
Kim).
+
Países: Corea del Sur/ Japón.
+ Año:
2004.
+ Duración:
88min.
+ Interpretación:
Lee Seung-yeon (Sun-hwa), Jae Hee (Tae-suk), Kwon Hyuk-ho (Min-kyu),
Joo Jin-mo (Detective Cho), Choi Jeong-ho (Funcionario de prisiones),
Lee Dah-hae (Ji-eun), Park Dong-jin (Detective), Moon Sung-hyuk (Sung-hyuk),
Park Jee-ah (Jee-ah).
+ Producción:
Ki-Duk Kim (AKA Kiduck Kim).
+ Guión:
Ki-Duk Kim (AKA Kiduck Kim).
+ Fotografía:
Jang Seung-beck.
+ Montaje:
Ki-Duk Kim (AKA Kiduck Kim).
+ Vestuario:
Alzette Samazeuilh.
+ Música:
Slvian.
+ Sonido: Dolby Digital.
SINOPSIS: Tae-suk (Jae Hee)
es un joven que, sin noticias de su pasado, deambula de casa en casa
'abierta por vacaciones' hasta que conoce a Sun-hwa (Lee Seung-yeon),
una joven atrapada en una de ellas, que decide seguirle en sus ansias
de vivir. Ambos continuarán un viaje sin regreso hacia las
profundidades de los sentimientos, la inadaptación y la insignificancia
de las acciones en pos de restaurar la felicidad perdida.
Si a estas alturas alguien modorrea ante la posibilidad de ir a ver
una película asiática, Hierro 3 levanta el polvo a toda
jungla de perezosos y subraya, una vez más, valores y virtudes
que bien podría dedicarse a importar Occidente en vez de absorber,
con tanta insistencia, la stupid american school.
El
coreano Kim Ki-Duk vuelve a dejarnos en esta cinta con la retina pegada
en un discurso iluminado, transparente y completamente cautivador. Si
ya en La isla (Seon, 2000) fibrilaba al espectador conectando
su brutal carga temática a ánodos-cátodos dispuestos
del revés, Hierro 3 (Bin-jip, 2004) hace del gotero
emocional su mejor herramienta.
Esta
vez el autor nos presenta a un joven misterioso que mata sus días
allanando moradas a las que accede mediante la perspicacia de pegar
publicidad en las puertas de los hogares para volver días después
a ocupar sólo aquellas en las que los panfletos no han sido retirados.
Buena técnica la suya. Casas vacías, casi muertas, a las
que dota de vida, arrulla y mima como si fueran criaturas, y donde la
única huella que deja a su paso es saber que, cuando sus dueños
regresen, se encontrarán la ropa sucia lavada, los aparatos,
antes estropeados, ahora funcionando y la sensación de que su
casa ha sido habitada por un 'ángel caído'.
En
este deambular errante al que los postmodernistas podrían llamar
tiempo muerto, Tae-suk descubre a una joven escondida, azotada por su
acomodada vida y por un marido castrante, que la retiene cautiva tras
el umbral de una desesperación pasiva. Ver a Tae-suk danzando
por su casa le ayudará a abrir todos los cerrojos de su alma,
a descubrir que no todo acaba ahí, ya que su particular mesías,
una especie de intruso benefactor, ha venido a salvarla, a sacarle las
lágrimas y a transportarla a beberse otras sangres junto a él,
a hacerse demiurgos de sus propias vidas y sus propias limitaciones
con respecto a los ancestros conceptos del amor.
Juntos
irán transformando su cotidianeidad en la aventura de reestablecer
sus identidades sin mediación de palabras, sin necesidad de conocerse
para sentirse. Todo un proceso de vaciamiento de la infelicidad que
se ve interrumpido cuando la pareja de ángeles es cazada en uno
de los pisos que han ocupado. Tras esto, Tae-suk irá directo
al calabozo y Sun-hwa se verá obligada a volver con su repugnante
marido.
Pero no será, sin embargo, el calabozo el lugar que aprese la
libertad de Tae-suk, puesto que, guiado por sus emociones y sus ansias
de libertad extracorpórea llevará a cabo un extraordinario
aprendizaje por lograr la inmaterialidad. Todo un espectáculo
de pureza y minimalismo para un espectador que aplaudirá, sin
duda, la pericia con la que el joven juega con los contracampos, consiguiendo
hacerse invisible a los ojos de sus carceleros y sólo visible
a los ojos de quien le espera. Un extraordinario juego de sombras que
le elevan a caracterizarlo como un fantasma venido al mundo a vacilar
a los que no creen que la espiritualidad del amor puede hacerte imperceptible
al mundo tangible.
Y el hierro 3, que da título al film, será el mecanismo
de defensa de Tae-suk, estableciéndose cierto paralelismo con
ese mesías del que hablábamos antes, el Cristo pacifista
y amoroso del evangelio según San Mateo, que decía 'no
he venido a traer la paz, sino la espada'. Esa espada es para Tae-suk
su hierro 3 que utiliza, al igual que los golfistas, en muy contadas
ocasiones y con el que muestra su disconformidad, su desahogo y su impotencia
ante una sociedad que se resiste a los cambios y que sigue anclada en
los consejos estúpidos del que predica 'no te fíes de
un desconocido'.
Así será como vaya desenvolviéndose una especie
de trama en la que el verdadero conflicto no es ni mucho menos un problema,
sino más bien la reivindicación de la confianza, del amor
como alienación y salvación de almas.
Con
claras influencias hitchconianas y una inequívoca destreza en
la plasmación de técnicas narrativas, Kim Ki-Duk nos irá
arrastrando con sigilo y suspense hacia un conflicto en el que la búsqueda
de sentido podría ser el macguffin de esta historia. No necesitamos
saber qué ha llevado a los personajes a ser lo que son, tampoco
Ki-Duk justifica sus actos, pero lo que sí parece demostrar,
como bien predican los ideólogos Lyotard o Vattimo, es que conocer
la verdad no es un camino al que podamos llegar por medio del lenguaje,
puesto que la clara disyunción entre nuestras palabras y las
realidades que pretenden reflejar hace que las dificultades de alcanzar
una auténtica comunicación interpersonal se palpen claramente
en esta cinta cuyo exquisito tratamiento visual, al igual que la banda
sonora, va marcando el pulso a esta postmodernista historia.
Así,
el coreano Kim Ki-Duk, autor de las aclamadas Primavera, verano, otoño,
invierno…primavera (Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom, 2003)
o Samaritan girl (Samaria, 2004), vuelve a dejarnos petrificados bajo
su lirismo poético, que reconforta, que turba, que enseña
y que va creando su propia realidad ayudado, entre otros, por un grupo
de actores en el que Jae Hee se presenta como un verdadera hallazgo.
Y
todo esto no deben ser tan sólo entelequias, sino que la Seminci
(Semana Internacional de Cine de Valladolid) y el Festival de Cine de
Venecia debieron caer en lo mismo al otorgarle en 2004 la correspondiente
Espiga de Oro, el Premio Fipresci y el León de Plata al Mejor
Director.
Sea
como fuere, este conmovedor ejercicio de estilo convierte a Kim Ki-Duk
en una de las más altas promesas del panorama cinematográfico
actual.
La casa vacía
Salgo de mi casa.
Mientras estoy fuera, alguien entra en mi casa vacía y se instala
en ella.
Come la comida de mi frigorífico, duerme en mi cama, mira mi
televisor. Quizá porque se siente culpable, arregla mi despertador
roto, lava la ropa, lo ordena todo y luego desaparece.
Como si nadie hubiera estado allí...
Un día entro en una casa vacía.
Parece que nunca haya estado nadie, así que me desnudo, me baño,
preparo la comida, lavo la ropa, arreglo una báscula de baño
y juego al golf en el jardín de la casa.
En la casa hay una mujer desanimada, asustada y herida, que no sale
nunca y que llora.
Le muestro mi soledad. Nos entendemos sin decir ni una palabra, nos
vamos sin decir ni una palabra.
Mientras elegimos una casa en que vivir, nos sentimos cada vez más
libres.
En el momento en que parece que nuestra sed de libertad se ha aplacado,
nos quedamos atrapados en una casa oscura.
Uno de los dos se queda en una casa hecha de nostalgia.
El otro aprende a convertirse en un fantasma para esconderse en el mundo
de la nostalgia.
Ahora que soy un fantasma, ya no siento deseos de buscar una casa vacía.
Ahora me siento libre de ir a la casa en la que vive mi amada y besarla.
Nadie sabe que estoy allí.
Excepto la persona que me espera...
Siempre llega alguien para la persona que espera... Llega, seguro...
hasta para la persona que espera...
Este día del año 2004, alguien abrirá el candado
que bloquea mi puerta y me liberará.
Confiaré ciegamente en esa persona y la seguiré a donde
sea sin que me importe lo que pueda suceder...
Hacia un nuevo destino...
Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o
realidad.
Kim
Ki-Duk