FICHA TÉCNICA DE 'J.EDGAR'
+
Dirección: Clint Eastwood
+ Guión: Dustin Lance Black
+ País: EE.UU.
+ Año: 2011
+ Duración: 136 min.
+ Interpretación: Leonardo
DiCaprio (J. Edgar Hoover), Naomi Watts (Helen Gandy), Armie Hammer
(Clyde Tolson), Josh Lucas (Charles Lindbergh), Ed Westwick (agente
Smith), Judi Dench (Annie Hoover), Damon Herriman (Bruno), Jeffrey Donovan
(Robert Kennedy), Dermot Mulroney (coronel Schwarzkopf), Denis O’Hare
(Albert Osborne).
+ Producción: Clint Eastwood,
Brian Grazer y Robert Lorenz
+ Montaje: Joel Cox y Gary Roach
+ Direño de producción:
James J. Murakami
+ Música: Clint Eastwood
+ Fotografía: Tom Stern
+ Vestuario: Deborah Hopper
La nueva
película de Clint Eastwood es tan ambiciosa y compleja, tan
paradójica y narcisista como su protagonista. En J. Edgar trata,
nada menos, que de introducirse en el subconsciente del creador y
organizador del FBI durante casi cincuenta años, e intentar
darnos un poco de luz sobre una mente que haría las delicias
de los psiquiatras.
La influencia de una madre fuerte y dominante o su relación con
su compañero y amigo íntimo Clyde serían objeto
de un enjundioso estudio psicoanalítico, lo mismo que su obsesión
por salvar al país de la amenaza comunista, de criminales y de
ventajistas… o su conciencia de héroe salido del cómic
que le fue alejando de la realidad para construir su propia gloria a
la vez que un archivo privado.
La película adopta la forma de memorias que el propio Edgar comienza
a escribir, con un ir y venir desde finales de los años treinta
con la fundación de la Oficina de Investigación hasta
un presente en que Nixon es presidente.
La ambigüedad y opacidad del relato
quedan reflejadas con el claroscuro fotográfico o con unos picados
de cámara en interiores a los que Eastwood tanto partido suele
sacar. Son recursos que le permiten transmitir la tensión permanente
del protagonista, entre la aprobación de su madre y la liberación
de sus afectos, entre su patriotismo y su desmedido protagonismo, entre
su moralismo justiciero y sus maquiavélicos procedimientos, entre
su afán de poder y su fragilidad interior. Tan intensa es la
lucha en su alma que la misma criatura que ha creado puede terminar
por devorar a su padre, y por eso pone a buen recaudo la verdad y se
la entrega a su fiel secretaria Helen Gandy. Ella conoce la intimidad
de Edgar mejor incluso que él mismo, pero calla y siente pena
por esa alma amargada…
De esta manera, la organización y modernización de la
Oficina corre pareja a una patológica de Edgar que se complica,
y eso genera toda una labor de espionaje, falsificación de pruebas,
chantajes y venganzas políticas donde el miedo y la desconfianza
invaden cualquier rincón de la política y de su alma.
Paradójicamente, lo que nació para acabar con el miedo
a un enemigo interno del país se ha convertido en fuente de temor
y desunión en su seno.
Es el fracaso de un sistema que puede venderse como éxito por
sus operaciones, pero que en realidad genera y esconde a un ‘enemigo
público’ (de ahí la alusión a la película
de gánsters de William A. Wellman que aparece en varias ocasiones)
que puede volverse en cualquier momento contra nosotros. Así
pues, tenemos una legalidad sin ética para alimentar un monstruo,
una liberalidad sin control para tergiversar la verdad… y una
Oficina de cómic donde algunos juegan a ser héroes de
su propio egocentrismo.
Sorprende la caracterización
de los personajes para abarcar un arco de cincuenta años, y el
maquillaje favorece el trabajo del Leonardo DiCaprio anciano pero no
en el caso de Armie Hammer en el papel de Clyde, pues a la inexpresividad
que tiene de joven se suma el acartonamiento de la vejez… y le
convierte en una ridícula figura de cera. Aunque DiCaprio hace
un buen trabajo, su personaje apenas evoluciona y siempre aparece con
gestos tan marcados como exagerado es su personaje, con un ceño
fruncido y tenso de manera permanente, con una mirada torva y enfadada
que no le abandonan en todo el metraje. Su personaje cerebral y desconfiado
y la puesta en escena de Eastwood hacen que la película sea fría
y distante, sin momento para la emoción ni la identificación
con los personajes. Junto a una Naomi Watts que presta su mirada compasiva
y su gesto contenido a Helen Gandy, Judi Dench es otro punto fuerte
de la película… y no sólo por su firmeza ante su
rígido y acomplejado hijo.
Desde el punto de vista narrativo, la primera parte resulta un tanto
pesada y plana en el desarrollo inicial de la Oficina, con caídas
de ritmo en el guión… por ejemplo durante la investigación
del secuestro del niño, y eso a pesar del esfuerzo de montaje
por solapar el pasado y el presente con transiciones eficaces o de una
planificación que busca el dramatismo.
Sobra metraje a la película
y también algún episodio que se hace reiterativo al buscar
remachar la idea de complejidad y oscuridad crecientes. Por otra parte,
mejor la trama personal y humana del protagonista que la historia del
país y los deslavazados apuntes a sus presidentes o a Luther
King…
No siendo lo mejor de Clint Eastwood ni tampoco de DiCaprio, nos queda
un biopic complejo y narcisista sobre un padre y su bebé (el
FBI), sobre una madre y su niño ‘que sería el hombre
más poderoso del país’, sobre un hombre que dejó
un legado de luces y sombras, de expedientes confidenciales y cómics
made in USA, de deseos infantiles y obsesiones paranoicas, de verdades
históricas convertidas en memorias maquilladas.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón
(Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética
de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro
del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de
la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La
Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales
Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador
de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona),
Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad
y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004),
de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci
(Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos
publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno
al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos
de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid
(SEMINCI).