FICHA TÉCNICA DE 'PERSÉPOLIS'
+
Dirección: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud
+Guión: Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud (Cómic:
Marjane Satrapi).
+ País: Francia.
+ Año: 2007
+ Duración: 95 min.
+ Interpretación/doblaje: Chiara
Mastroianni (Marjane), Catherine Deneuve (madre), Simon Abkarian (padre)
y Danielle Darrieux (abuela).
+ Producción: Xavier Rigault
y Marc-Antoine Robert
+ Producción ejecutiva: Kathleen
Kennedy.
+ Co-producción: Tara Grace
+ Música: Ramin Djawadi.
+ Fotografía: Olivier Bernet.
– canciones Eye of the tiger del grupo Survivor, o Marche persanne
y Roses du Sud, ambas de Johann Strauss.
+ Dibujante de fondos:
Thierry Million.
+ Productora: 2.4.7
Films.
Sinopsis: Narra la conmovedora historia autobiográfica
de una niña iraní en pleno fundamentalismo islámico,
desde la revolución islámica hasta nuestros días.
Cuando los fundamentalistas toman el poder forzando a las mujeres a
llevar velo y encarcelando a miles de personas, Marjane descubre el
punk, ABBA y a Iron Maiden mientras vive el terror de la persecución
del nuevo gobierno y la guerra de Irán e Irak. Como adolescente
la envían a Europa, donde por fin puede comparar otras culturas
con el fundamentalismo religioso del que escapó.
Comentario: A estas alturas, cuando la masa de biopics
comienza a ser pesada y excesiva, sobre todo porque la gran mayoría
de historias autobiográficas solo consiguen ensombrecer y ultrajar
la vida de sus autores (pocas se salvan de la hoguera), se agradece
que a Marjane Satrapi le diera en su día por contar su historia.
Pero de otro modo, sin aspavientos, en formato cómic y en distintas
entregas desde el 2000. Año en el que la autora presenta la novela
Persépolis y sus sucesivos tomos. La 1ª parte se
centrarìa en sus 10 primeros años de vida hasta el derrocamiento
del Sha de Persia y el comienzo de la guerra entre Irán e Irak.
Un año más tarde llegaría la 2ª parte, Persépolis
II, que cuenta la guerra y su adolescencia en Irán. La 3ª
y 4ª entrega hablarán de su exilio en Viena hasta su vuelta
a Irán. Una serie de tebeos que Marjane Satrapi, junto a Vincent
Paronnaud decidieron adaptar cinematográficamente el pasado 2007,
afortunadamente para nosotros.
Primero porque se trata de un relato universal que, aunque focaliza
su sino en los últimos 30 años de historia iraní,
desde la revolución en 1979 pasando por la imposición
del régimen de los Ayatolah y sus posteriores conflictos Irán/Irak,
es la historia de una joven que busca encontrar su sitio tras el tormento
que le supone la no identificación con su país y su cultura,
que no la acoge como persona y menos como mujer.
Segundo porque no hay nada en Persépolis
que nazca desde la mentira. Porque la biografía de Marjane Satrapi
bien merece hora y media de metraje en la que asistimos claramente al
paso socio-político del tiempo. Al paso de la niñez de
Marjane, marcada por la caída del Sha (el emperador M. Reza Pahlevi)
y por tanto por una posible idea de esperanza en Irán, al paso
de su pubertad. Momento en que dicha esperanza desaparece truncada por
el nuevo régimen. Así las cosas, y en pleno fervor adolescente,
rebelde y rabioso, Marjane empieza a concienciarse de que, bajo el mandato
tiránico de Jomeini, no puede decir lo que piensa y mucho menos
comprar vinilos de ABBA o cassettes de Iron Maiden por las calles, para
lo que tendrá que hacer uso de sus artimañas para poder
sobrevivir a la tortura, y de paso vendarse los ojos - no por omisión
sino por suavizarse a sí misma la realidad - ante lo que está
ocurriendo en su país. Acertada decisión la de sus padres,
laicos y liberales, de mandarla a estudiar a Europa, donde Marjane pueda
realizarse y formarse como persona en vez de seguir en Teherán,
donde lo único que puede esperarle es seguir estigmatizada como
mujer e imposibilitada de futuro.
El viaje a la Viena postmoderna de los 80 le abrirá las puertas
de la libertad pero ni mucho menos le hará encontrar su hueco
en el mundo. Ocasión aprovechada por los creadores para arremeter
contra las grandes patrañas de la cultura occidental vendiendo
libertades a diestro y siniestro, por lo que no vayamos a confundir
el carácter de denuncia bilateral que posee la cinta, ya que
en estos tiempos de radicalismos y simpleza, cuando asociar la palabra
‘prohibición’ a Oriente mientras que ‘libertad’
a Occidente es algo tan fácil, si bien deja algo claro Persépolis
es que Europa, sus sistemas políticos y sus culturas de bienestar
no son precisamente la panacea del mundo islámico y esa idea
de libertad tan bien publicitada, no hace sino enmascarar perfectamente
a una cultura superficial que ha asumido su ‘ventaja’ pero
que no entiende de derechos, sino que sólo los vende para sumarse
puntos.
Aunque para puntos los que se le suman
nada más entrar en escena a la abuela progre de Marjane. Una
elegante señora que más bien parece un símbolo
y una guía. Símbolo para la libertad en Irán, guía
espiritual para Marjane. Porque aunque el tio comunista Anouche, utópico
y panfletario, también haga mella en la niña, será
esta señora quien más influya sobre ella. Divertida y
sincera, le hablará sin tapujos a su nieta de la realidad, de
lo que ésta necesita escuchar. ‘Todo el mundo puede
elegir, siempre’ o ‘Manténte siempre íntegra
contigo misma’, verdades como puños que hacen que
ese personaje caiga bien casi sólo con respirar y que, por supuesto
suponga para Marjane una columna sobre la que apoyar sus nudillos al
ritmo de The eye of the tiger de los Survivor, reinterpretada
en la película por Chiara Mastroianni (voz de Marjane).
Así, las dudas adolescentes en torno a la identidad, los valores
familiares, la comunidad, el sexo, el concepto de nihilismo, etc…se
irán dejando caer a su paso por Austria, perturbándola
un poco más de lo que ya estaba cuando se marchó de Teherán.
Sentimientos a los que no puede hacer frente sola. El síndrome
de eterna extranjera o no pertenencia, de no saber qué hacer
o dónde colocar las vivencias, el paso del tiempo…irán
poco a poco dándose de bruces contra la crudeza de las calles
de Irán, así como la paradoja de ser feliz a pesar de
no ser libre. Algo brutal así expresado: 'Teníamos
tantas ganas de ser felices después de la guerra que acabamos
olvidando que no éramos libres’
Una frase que con apenas una línea
ayuda a explicar el por qué de la tiranía, el por qué
de que continúen existiendo esas formas de poder, el por qué
del fanatismo, el por qué de que hoy día aún haya
jóvenes islámicas por las calles europeas reivindicando
su derecho a llevar velo o burka creyendo que luchan por su legitimidad
a existir y tener identidad, cuando en realidad lo único que
consiguen es alimentar más aún si cabe la sociedad machista
que las anula y las hace invisibles. Alguien que sabe bien de este tema
es la iraní Chahdortt Djavann, autora del libro ¡Abajo
el velo! (Bas les voiles!, 2004), donde expresa ‘el burka
es la manera más gráfica de liberar de culpa al hombre
que viola y mata a una mujer descubierta’. El emblema de
la humillación, el miedo.
Y es que, tal como se explica en la película, es el miedo el
que nos hace perder la consciencia porque, aunque la única ventaja
de la globalización (como dicen) haya sido que los medios de
comunicación se han universalizado, diversificando su oferta
y abriendo paso a un mayor acceso a la información, son estos
mismos medios los que han construido la idea de sumisión, de
‘diferencia’ intercultural y los que, por tanto también,
como bien explica el gran Ryszard Kapuscinski (Premio Príncipe
de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003) en Los
cínicos no sirven para este oficio: Sobre el buen periodismo
(2003) han borrado la palabra 'esperanza' entre los tiranizados, alimentando
aún más la fuerza de los fundamentalismos.
Cambiando de tercio, no podemos pasar
por alto el carácter estético de la película que,
aún tratándose de animación artesanal de trazo
fino y sencillo, no deja de ser elegante. Suficiente para no perdernos
en una maraña artística que nos desvíe del grueso
didáctico de la historia, que a veces es dulce e ingénuo
(la Marjane niña a veces nos recuerda a Mafalda en el trazo)
y otras brutalmente conmovedor. Claro ejemplo los relatos que ilustran
la historia iraní que Marjane escucha a modo de cuentos, donde
el trazo se ha vuelto más profuso, con personajes políticos
amarionetados y un fondo más teatral.
Y es que en estos tiempos en que la insuperable animación 3D
de Pixar se come todo lo que asoma por cartelera, es increíble
lo que la animación tradicional aún nos puede ofrecer,
cómo un lápiz puede simplemente con el uso de claroscuros
y sombreados, expresar la tortura, sin desdén, en los momentos
históricos más trágicos. Un tono expresionista
y munchiano (confesada influencia de Murnau) que se sirve de una voz
en off inteligente para no caer en el maniqueísmo argumental
asociado a los colores en el que es fácil caer en una historia
como esta.
Porque por otro lado, aunque la historia
sea enteramente en blanco/negro, también existen algunas secuencias
en color, tratándose quizás de aquellas en las que el
ánimo de Marjane se encuentra en esos estados puntuales de ‘libertad’,
de sumisión serena y aceptación de su destino.
Queda claro así que en un país
donde los pasos se han dado hacia atrás, poco puede hacer esta
Marjane que ahora es repudiada por los islamistas radicales tras este
intento fílmico de cimentar el cambio en un país rico
como Irán, con cineastas como Kiarostami o Panahi que, al igual
que a Marjane, poco les queda dentro de sus fronteras pero mucho fuera,
donde poder seguir mostrando la verdadera esencia iraní, sus
intereses más allá de lo que se nos quiere colar, y sus
profundas ganas de madurar como país.
De ahí la necesidad de Persépolis,
tanto del tebeo como de la película que, por otro lado, no pierde
ni un ápice de funcionalidad, desparpajo o frescura con respecto
al cómic. Tanto es así que se llevó el Premio del
Jurado en Cannes, inauguró la Seminci 2007 y fue seleccionada
por Francia para representarla en Hollywood. Así que, a partir
de ahora, teniendo en cuenta la necesidad que tiene Occidente de encontrar
documentos – ya no tanto decisiones políticas actuales
– que expliquen de una manera clara y personal la sociedad y cultura
islámica, se agradece que, al haberse adaptado, pueda integrarse
más y mejor en el conocimiento colectivo (incluso de quienes
reniegan tanto del cómic como de la animación), porque
lo cierto es que Persépolis, además de ser un
ejercicio de estilo extraordinario, también es un ejercicio de
espíritu, que aboga por la tolerancia, las ganas de querer entenderse,
la explicación serena de por qué alguien decide, en un
momento dado, que necesita de la tiranía, de la sumisión,
del velo...
En definitiva, todo un compendio de
ideas que van pasando frescas, con humor y sin victimismos, sin sucumbir
a lo sentimental que toda tragedia incita irremediablemente y, sobre
todo, entendibles para todos los públicos. Una historia que desde
aquí reivindico proyecten en todas las escuelas.
Porque, aunque se trate de un
punto de vista partidista y quizás comercial (el de alguien indignado
con el mundo que le rodea), no deja de ser una historia basada en hechos
reales, lo que por tanto, le dota de verdad y credibilidad, de panfleto
valiente que por fin sale a la venta.