FICHA TÉCNICA DE 'LA
PIEL QUE HABITO'
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Dirección: Pedro Almodóvar
+ Guión: Pedro Almodóvar,
con la colaboración de Agustín Almodóvar y basado
en la novela Tarántula de Thierry Jonquet, Éditions
Gallimard
+ País: España
+ Año: 2011
+ Duración: 120 min.
+ Interpretación: Antonio
Banderas (Robert Ledgard), Elena Anaya (Vera), Marisa Paredes (Marilia),
Jan Cornet (Vicente), Roberto Álamo (Zeca), Eduard Fernández
(Fulgencio), Blanca Suárez (Norma), Susi Sánchez (Madre
de Vicente), Bárbara Lennie (Cristina), Fernando Cayo (Médico)
y José Luis Gómez (Presidente del Instituto de Biotecnología).
+ Producción: Agustín
Almodóvar y Esther García
+ Música: Alberto Iglesias
+ Fotografía: José
Luis Alcaine
+ Montaje: José Salcedo
+ Vestuario: Paco Delgado, con la colaboración de
Jean-Paul Gaultier
+ Diseño de Producción:
Toni Novella
Hay procesos irreversibles, caminos
sin retorno, viajes sólo de ida. La piel que habito cuenta
la historia de uno de estos procesos. La protagonista recorre involuntariamente
uno de esos caminos, es obligada violentamente a emprender un viaje
del que no puede regresar. Su kafkiana historia corresponde al dictado
de una condena cuyo jurado está compuesto por una sola persona,
su peor enemigo. El veredicto, por lo tanto, no es sino una forma
de venganza extrema.
La piel que habito narra la historia de esa venganza.
Pedro
Almodóvar
El título La piel que habito resulta ilustrativo acerca
de lo que Pedro Almodóvar pretende mostrarnos en su última
película: que lo visible no siempre refleja el mundo interior
y que lo importante es lo que alienta ese cuerpo y no las apariencias…
que pueden por tanto cambiarse (transgénesis) sin alterar la
identidad personal. De esta manera, se atreve el manchego a jugar entre
el fondo y la forma del individuo, a flirtear entre la esencia de la
persona y la identidad de género, a debatirse entre la ética
juiciosa y la fuerza arrebatadora de la pasión, a moverse en
la frontera de la imagen y la realidad, a acercarse al esteticismo visual
a la vez que intenta penetrar en lo profundo de las imágenes.
Es la historia de Robert, un cirujano
plástico de prestigio que un día pierde trágicamente
a su mujer y otro a su hija, para desde entonces convertir su vida en
una carrera de odio y venganza… y terminar sucumbiendo al poder
del deseo y a su propia obsesión.
En su nueva propuesta, Almodóvar arriesga y continúa moviéndose
entre las formas esteticistas de unos interiores de exquisita decoración
y una temática en que la pasión sexual o la violencia
sádica se hacen tan enfermizas como explícitas y excesivas.
Sin duda, sus mayores logros están en el apartado artístico
y visual, con toda la fuerza de la música de Alberto Iglesias
que se impone al resto de elementos a la hora de dar dramatismo a la
cinta, junto a un diseño de producción que aporta un atrezzo
y unas pinturas de significado metafórico, y a una fotografía
de José Luis Alcaine que encuentra en los tonos fríos
el caldo adecuado para servir una historia de dolor y venganza.
El guión juega con dos tiempos para recomponer la tragedia familiar
y dosificar la información que se da al espectador, y la historia
discurre de manera clara a pesar de lo alambicado de una trama oscura
que quiere cerrar todos sus cabos hasta rayar en lo imposible. En ese
sentido, choca la esperpéntica subtrama carnavalesca, impostada
y excesivamente forzada en su intento de apuntalar la tragedia, y que
desentona respecto al tono grave y carente de humor del resto de la
película.
Sin embargo, hay que decir que La
piel que habito no emociona ni arranca sentimientos hondos del
espectador, que navega entre el esteticismo y la pretenciosidad formal
y conceptual, con momentos folletinescos de tono procaz y recurrentes
fetichismos junto a otros en que se acerca a la tragedia griega con
un fatalismo que condena al individuo a las fuerzas ciegas del destino.
Tanto Antonio Banderas como Elena Anaya o Marisa Paredes tratan de dar
veracidad a unos personajes complejos que se debaten entre el deseo
de venganza y la pasión, entre el sacrificio y el egoísmo,
pero cuesta aceptar por ejemplo el giro de Robert después de
tantos años de sistemática venganza o la ingenuidad adolescente
de la que finalmente hace gala. Podría admitirse si se entiende
como una nueva metáfora acerca de los misterios del corazón
que se ocultan tras un rostro de rasgos definidos –lección
del investigador con que se abre la película–, pero entonces
habría que concluir que Almodóvar no profundiza en su
estudio del ser humano al reducirlo a impulsos ciegos e instintos animales
(sexo y violencia básicamente).
Guiños a la ideología
de género y a la búsqueda de afectos donde los haya, superficial
acercamiento a las cuestiones de bioética (con Prometeo en el
horizonte y un científico que, de nuevo, quiere ser Dios) y a
una identidad personal que se simplifica en lo físico y lo pasional,
y obsesiva mirada a un mundo machista de padres frustrados y ausentes
y madres sufridoras y luchadoras: nada nuevo en el mundo almodovariano.
Con todo, el desenlace nos demuestra que Almodóvar ha permanecido
en un terreno superficial, en la piel que recubre y en la que habita
la película, pues esa fuerza íntima que clama venganza
termina por imponerse a cualquier otra manifestación de afecto
y humanidad –no sabemos si por culpa del yoga o del esteticismo–:
en el dilema entre forma y fondo, triunfa lo superficial y lo visual
frente a la hondura antropológica y humana, y nosotros nos quedamos
tan fríos como esos cadáveres calcinados (o deprimidos)
que nuestro protagonista no supo digerir y que terminaron por encerrarle
en una cárcel de autodestrucción.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón
(Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética
de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro
del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de
la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La
Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales
Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador
de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona),
Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad
y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004),
de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci
(Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos
publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno
al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos
de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid
(SEMINCI).