FICHA TÉCNICA DE 'PRISIONEROS'
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Dirección: Denis Villeneuve
+ Guión: Aaron Guzikowski
+ País: EE.UU.
+ Año: 2013
+ Duración: 146 min.
+ Interpretación: Hugh Jackman
(Keller Dover), Jake Gyllenhaal (detective Loki), Paul Dano (Alex Jones),
Melissa Leo (Holly Jones), Viola Davis (Nancy), Maria Bello (Grace Dover),
Terrence Howard (Franklin). Guion: Aaron Guzikowski. Producción:
Kira Davis, Broderick Johnson, Adam Kolbrenner y Andrew A. Kosove.
+ Producción: Kira Davis,
Broderick Johnson, Adam Kolbrenner y Andrew A. Kosove
+ Fotografía: Roger Deakins
+ Música: Jóhann Jóhannsson
+ Montaje: Joel Cox y Gary D. Roach
+ Diseño de producción:
Patrice Vermette
+ Vestuario: Renée April
Keller
Dover se enfrenta a la peor pesadilla de cualquier padre. Su hija
de seis años, Anna, ha desaparecido junto con su amiga Joy,
y los minutos se convierten en horas, con lo que llega el pánico.
Mientras la policía sigue distintas pistas y va aumentando
la presión, consciente de que la vida de su hija está
en juego, un desaforado Dover decide que no tiene más alternativa
que tomar las riendas del asunto. Pero, ¿hasta dónde
estará dispuesto a llegar este padre desesperado para proteger
a su familia?
Con Incendies, Denis Villeneuve consiguió que el espectador
saliera de la sala de cine noqueado por lo que acababa de ver, tanto
por la fuerza de la historia y por la precisión de un guión
y montaje que no le dejaban respirar durante toda la proyección.
Ahora se repite la experiencia con Prisioneros, a partir de
una historia de desaparición y secuestro de dos niñas,
de los esfuerzos de sus padres y de la policía por encontrarlas
y hacerlo a tiempo, de bucear en el alma de sus personajes para entender
cómo realmente eran prisioneros de su pasado y de su tormento.
Un tema tristemente de actualidad y una factura realista que trata de
mantener el suspense y la tensión, creando atmósferas
turbias -la oscuridad y la lluvia son elementos esenciales- que son
reflejo de heridas mal curadas y que gritan de dolor.
Villeneuve apunta a la pederastia y
a la indefensión de unos padres que no se sienten protegidos
por las fuerzas de seguridad, pero la laberíntica trama encuentra
su sentido al final y se destapa la verdadera realidad que mueve a unos
y otros. No conviene desvelar mucho de la historia, pero desde el inicio
se recalca el peso del factor religioso y el carácter inestable
de un individuo muy seguro de sí mismo y obcecado con su labor
de padre protector o de un vecino infantilizado que es acusado del secuestro.
Las reacciones de Keller Dover dan miedo por sus imprevisibles consecuencias,
el aturdimiento de Alex genera sentimientos de perplejidad que se mueven
entre la ternura y la desconfianza, mientras que el misterio sobre el
paradero de las niñas se levanta como un enigma más en
un pueblo donde cada casa encierra un secreto y una sorpresa en el sótano.
La subtrama del sacerdote o la del
individuo que compra ropa infantil, las serpientes o los dibujos de
laberintos… hay muchos detalles que marcan una pista a seguir
y que sirven para relanzar la historia, y todo cobra su significado
al completarse el puzzle.
Hay complejidad psiquiátrica en algún personaje y en la
enmarañada historia, pero la realidad es que hay quien le ha
declarado la guerra a Dios, quien ha decidido tomarse la justicia por
su mano, y quien no ha acabado de digerir la tragedia familiar…
y todos ellos son prisioneros de un dolor manifestado en el alcohol,
en el odio o en el desequilibrio mental. Se trata de una historia muy
dura y con escenas cruentas que hacen que la película no sea
apta para menores ni para estómagos sensibles, pero también
de un trabajo de guión riguroso y milimétrico, de ambientación
impactante y cargada de tensión, de equilibrio narrativo y desequilibrio
emocional.
Mención especial merecen las magníficas interpretaciones
de todos los protagonistas -gran acierto de casting y de dirección-,
con Hugh Jackman en un papel que se explica en el recuerdo de esa casa
abandonada, con Paul Dano dando vida a un personaje que prácticamente
tiene que expresarse con el gesto, y con Jake Gyllenhaal como policía
que debe lidiar entre sospechosos, incompetentes y coléricos
desquiciados.
En Prisioneros hay, por tanto,
muchos personajes encerrados, unos por la fuerza de algún desalmado
y otros por el dolor que corre por sus venas. Hay plegarias llenas de
angustia pero no de perdón -significativa es la secuencia del
rezo del Padrenuestro-, hay amor de padre pero no compasión,
y hay orgullo herido pero no humanidad. Y es que, de una u otra forma,
más de uno le ha declarado la guerra a Dios al considerarle responsable
de sus desgracias, y se ha erigido en juez y verdugo de los hombres.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón
(Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética
de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro
del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de
la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La
Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales
Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador
de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona),
Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad
y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004),
de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci
(Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos
publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno
al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos
de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid
(SEMINCI).