No
sé que tal le irá a la nueva serie de Globomedia 'Aída'.
Al fin y al cabo qué se puede esperar de una población
que ha colocado a 'Ana y los siete'entre las producciones más
vistas del panorama nacional. Snif. De momento, los millones de espectadores
que logró convocar Telecinco en el estreno de la serie protagonizada
por Carmen Machi se han venido a menos de manera estrepitosa. Cataplún.
Y yo me cuento entre ellos porque el episodio piloto de 'Aída',
queridos míos, fue infumable. Imposible to smoke, como
diría el autor del divertido libro 'From lost to the river'.
Admito que no puedo ser considerado como el prototipo de espectador
medio, pero por el amor de dios, ni uno de aquellos requetepensados
gags logró que me descoyuntara de la risa. Ni siquiera una leve
carcajada, ni una sonrisa, nada. Ninguna de aquellas supuestamente ingeniosas
tramas logró inquietarme lo más mínimo. Es más,
aburrido, acabé haciendo zapping - como buen prototipo de espectador
medio - a la espera de que aquellos tubos catódicos me ofrecieran
algo que mereciera la pena. No hubo suerte. Me pasa por optimista. Nunca
debí unir de nuevo el cable de antena. Tendría que haber
lanzado el mando contra la pantalla.
Todas estas pedradas tienen su razón lógica. Si aquel
día me atreví a sintonizar 'Aída'fue por pura curiosidad.
Al fin y al cabo se trata del primer spin-off hecho en España
de una sit-com. ¡Albricias!, y puede que se pregunten ustedes
ante tales barbarismos... ¿Qué es una sit-com?
¿qué es un spin-off? No son mas que palabros utilizados
por los mass-media para clasificar y distinguir al enorme maremágnum
de series televisivas que se llevan produciendo desde que a alguien
le dio por inventar la televisión. ¡Gracias!
La sit-com es una abreviatura de lo que en inglés se denomina
situation comedy y tiene fácil traducción para
los castellano parlantes: comedia de situación, es decir, la
telecomedia o teleserie cómica. Desde luego, se puede apelar
a éste género de múltiples maneras. Un género
que se inició en 1951 en EEUU con la primera sit-com propiamente
dicha: 'I love Lucy' y que pronto sería una fórmula permanente
en televisión. Estas comedias poseen unas reglas comunes que
se repiten casi invariablemente. La primera vendría dada por
la duración de cada capítulo situándose en una
media de 22 minutos. La eliminación del drama puede provocar
que pasado cierto tiempo al espectador le sobrecargue tanta comedia.
Otra de las constantes en la sit-com es el planteamiento y resolución
de la trama en el mismo episodio, por lo que cada capítulo se
puede ver de forma independiente y comprenderlo de una manera formal.
Los ambientes en los que se suelen desarrollar las comedias de situación
son habitualmente tres: la familia, la convivencia con amigos y el trabajo.
A la hora de fabricar gags (situaciones cómicas) se suele recurrir
a los malentendidos, referencias culturales o políticas, situaciones
ambigüas y cameos de famosetes en algunos capítulos. Pero
la gran fórmula para triunfar con una tele-comedia pasa por la
creación de personajes carismáticos que logren enganchar
al público y hacer que se identifique con la serie. Es en ese
punto donde más se demuestra la originalidad de los guionistas,
aunque muchas veces se basen en estereotipos de personajes ya construidos
y cuya experiencia ha sido positiva. Por lo tanto, existen una serie
de personajes universales aplicables a la gran mayoría de producciones:
el protagonista puede ser uno o varios y a pesar de que realice acciones
negativas siempre se verá atacado por el remordimiento e intentará
arreglar las cosas. Habitualmente siempre hay algún personaje
tonto, absurdo, ingenuo y con muy bajo nivel cultural, que a través
de la creación de un universo propio logra encandilar al público
con sus sonoras y memorables intervenciones. Otro tipo de personajes
arquetípicos suelen ser los egocéntricos, los vecinos
- que suelen ser siempre muy toca-pelotas - y los niños que muchas
veces hablan como pequeños adultos, como era el caso del pequeño
Webster, seguro que lo recuerdan.
Por
otra parte el spin-off es el hijo directo de la sit-com.
Cuando una teleserie de éxito, de mucho éxito, se agota
en sí misma se recurren a soluciones drásticas para evitar
que los dineros dejen de llegar. Se toma a un personaje de mucho tirón
y se le sitúa en un contexto completamente diferente, aunque
interpretando al mismo personaje. Es algo así como mostrar otra
faceta de la misma persona, habitualmente en un futuro posterior en
el que las cosas han cambiado. Fue el caso de la sit-com 'Cheers'
y su consabido spin-off la más que famosa serie del psiquiatra
'Frasier'.
La
serie 'Cheers' marcó un punto de inflexión en la década
de los ochenta y estuvo en antena durante nada menos que once años,
viéndose recompensada con 26 premios Emmy. Ahí es nada.
Localizada en un bar de la ciudad de Boston regentado por Sam Malone,
la serie trataba en un tono humorístico las relaciones de amistad,
camaradería y algo de amor entre los clientes y camareros del
local. La principal novedad de la serie era la sustitución del
personaje bondadoso por otro tipo de bondad más parecido al de
la vida real, con sus consabidos toques de malicia y egoísmo.
La serie fue creada por Glen Charles, James Burrows y Lee Charles, que
habían sido aleccionados por uno de los más influyentes
guionistas de la industria americana, sir Robert Mckee, responsable
de títulos como 'El hombre Elefante', 'Forrest Gump'o 'Toy Story'
por citar unas cuantas. Si no visualizan su cara, les recomiendo la
última película de Spike Jonze 'Adaptation: El ladrón
de Orquídeas' en la que Robert Mckee hace de sí mismo
en una conferencia a la que asiste el guionista protagonista del film.
Al igual que 'Barrio Sésamo', 'Friends' o 'Ally Mcbeal', la serie
'Cheers' surgió en una de sus clases de redacción de guiones
y se convirtió en un rotundo éxito.
Muchos
de los actores que frecuentaban 'Cheers' vieron impulsadas sus carreras
gracias a la inmensa popularidad que alcanzó la serie. Detrás
de aquella barra, servía cervezas un jovencito Woody Harrelson
que acabaría vendiendo pornografía sentado en una silla
de ruedas en el film 'El escándalo de Larry Flint' o narrando
epopeyas cannábicas en el documental 'Grass'. Sam Malone estaba
interpretado por Ted Danson que sería Gulliver y también
un doctor avinagrado en la teleserie posterior 'Becker' y en siguientes
temporadas se incluyó a la actriz Kristey Alley, que acabaría
criando bebés y perros parlantes con John Travolta en 'Mira quién
habla' y secuelas. Al otro lado de la barra es donde se encontraba el
futuro de 'Cheers'. Entre los clientes, había uno llamado Frasier
(Kelsey Grammer) que hacía las delicias del público. Frasier
Crane es un psiquiatra egocéntrico con altas dosis de vanidad,
intelectual y con un sentido del humor muy elitista. Debido a su sabiduría,
la parroquia del local continuamente le pedirá consejo aunque
terminen siempre sin hacerle ningún caso. Discute continuamente
con su mujer, Lilith, que será el motor de sus locuras transitorias
y de la que acabará divorciándose.
Los productores de 'Cheers' - viendo que el bar ya no daba más
de sí - decidieron darle una vida propia a aquel personaje tan
pintoresco que frecuentaba el bar y se lo comentaron a los guionistas.
' ¡Oh, qué gran idea!' exclamaron al unísono. Meses
después nació el proyecto 'Frasier' que hoy en día
es una realidad televisiva - la mayor parte de las veces codificada
- y que lleva unas cuantas temporadas en antena y creando escuela en
el arte de hacer sit-com con un sentido del humor, sin duda,
muy sutil. Entre el Frasier de Boston y el Frasier de Seattle se producirá
una elipsis temporal importante que los guionistas de la nueva serie
explicarían el episodio piloto de 'Frasier'. El protagonista
del spin-off más laureado que ha dado la televisión,
continua siendo psiquiatra pero ahora vive en Seattle donde tiene un
programa radiofónico donde pasa consulta. Se ha divorciado ya
dos veces y vive en un lujoso piso con su padre, la enfermera de éste
y Niles, su hermano, con el que lo único que comparte es la profesión
de psiquiatra. Si Frasier es ya de por sí algo neurótico
y gruñón, su paranoico hermano lo superará con
creces.
Pero no se piensen ustedes que a los americanos se les ha pasado la
moda de hacer spin-offs. El reciclaje es una filosofía
que vale tanto para el cine como para la televisión. Nuestras
carteleras se ven atascadas por multitud de secuelas, precuelas, remakes,
etc, un claro signo de la actual crisis creativa hollywoodiense. En
televisión, a la hora de fabricar programas y teleseries no se
cortan ni uno sólo de sus vellos en 'importar'- es decir, copiar
- formatos de otras cadenas, así como el aprovechar el supuesto
carisma que un personaje de tv despierte. Esa es la desembocadura que
le espera al caudaloso río 'Friends', un afluente llamado 'Joey'.
Si
'Cheers' fue la sit-com más exitosa de la decada de los
80, 'Friends' lo fue en la década pasada, los lejanos pero tan
cercanos años noventa. La serie creada por Marta Kauffman y David
Crane se basa en las vivencias de seis amigos muy amigos que se podría
decir que viven juntos y que, por si no pasaran suficiente tiempo juntos,
se suelen reunir siempre en la misma cafetería 'Central Perk',
probablemente por el monopolio casi absoluto que ejercen del sofá
del bar. El escritor y periodista Pepe Colubi la describe en su libro
'La tele que me parió' como 'una comedia post-grunge que
llegó en el momento justo para hacerse con una audiencia ávida
de verse retratada (...) entre la sit-com familiar y la desarrollada
en un medio de trabajo lleno de adultos con un futuro laboral y emocional
incierto que le dan mil vueltas a los temas eternos.' El reparto coral
de la serie está pensado para provocar la confrontación
de sus personajes que están claramente definidos. El mismo autor
los califica de la siguiente manera: Monica sería la obsesiva
mientras que su hermano Ross el inseguro. La pija quedaría encarnada
por Rachel y el semental por Joey. Mientras que Chandler haría
de gracioso, Phoebe se quedaría con el rol de tonta.
Mil millones de pesetas. Con más de diez temporadas a sus espaldas,
estos amigos que sobrepasan la treintena se despiden quien sabe sí
para siempre. Nunca se sabe con los newyorquinos. Menos mal que en España
tenemos a Canal Plus que nos repite la serie desde el primer episodio
cada vez que estrena nueva temporada. De esta manera no se olvida nada.
Yo me consuelo pensando que si 'Friends' hubiera sido emitida por Antena
3 aún no habría visto el primer beso entre Ross y Rachel.
Esa palpable tensión sexual no del todo resuelta que obliga al
espectador a morder nerviosamente sus uñas y que es una constante
en todas las teleseries. Si es que les encanta hacernos sufrir.
Como dije, el spin-off de 'Friends' ya tiene nombre y protagonista
estelar. Al igual que 'Aida' o 'Frasier' la nueva serie toma el nombre
del personaje descontextualizado: 'Joey'. Matt Le Blanc, un actor que
probó suerte encima de la estratosfera y volvió escaldado
('Perdidos en el espacio') da voz y carigestos a Joey Triviani, un tipo
de 30 algo tonto y en ocasiones tremendamente absurdo pero que posee
un gran corazón. Además, ama la pizza por encima de todas
las cosas - la comida en general - y tiene un éxito arrollador
con las mujeres. Quién sabe lo que nos deparará el destino
con este nuevo intento de hacernos reír. Lo que sí está
claro es que no será lo mismo.
El primero que se atrevió a hacer sit-com en España
fue Antonio Mercero con una serie que ha quedado para el recuerdo: 'Farmacia
de Guardia'. Ya saben, Adolfo, Guille, Kike y la mítica señora
Paquita, interpretada por Esperanza Grases. La serie nació como
una comedia de situación costumbrista el 19 de septiembre de
1991. Uno de sus principales guionistas, Ignacio del Moral, la definía
de la siguiente manera: 'Se trata de una serie muy sainetesca, muy costumbrista,
muy española, pero que en el fondo tienen unos valores y unas
historias que son universales'. 'Farmacia de Guardia' fueron 169 episodios
y elevó su presupuesto inicial de 20 a 50 millones de las antiguas
pesetas en cada nueva entrega. A pesar de que la serie haya envejecido
muy mal, de que muchos de sus chistes ya no conserven la gracia, de
que las situaciones que plantea hoy en día no llamen nuestra
atención o sean demasiado largas, la farmacia de Lourdes Cano
fue líder de audiencia todos los jueves y gracias a ella - y
sobre todo gracias a la cantidad de espectadores que la veían
- se introdujo en España la idea de la comedia de situación
nacional como algo factible.
Esta renovación del panorama vino dada por la aparición
de las cadenas privadas (1990) y el nacimiento de la competencia televisiva.
Hasta aquellos días los mayores éxitos en materia de producción
nacional en series de ficción habían sido 'Curro Jimenez'
y 'Verano Azul'. 'Farmacia de Guardia' abría las puertas de la
televisión para narrar nuevas historias, más frescas,
más de aquí que la extranjeras, contadas también
en clave de humor pero de manera algo diferente y que contaban con el
respaldo del público. De este modo, los cientos de guionistas
que andaban sin trabajo lo encontraron y pudieron dejar de vender pañuelos
en los semáforos. En lo sucesivo, ese trabajo sería desempeñado
por los inmigrantes, mientras que los guionistas españoles nutrirían
el panorama nacional de multitud series de ficción, muchas de
ellas comedias de situación. Los dos grandes ejemplos de este
período son 'Los ladrones van a la oficina' y la adaptación
española de la serie americana 'Rosseane' que se llamó
'Pepa y Pepe'. El papel de John Goodman recaería en Tito Valverde,
el actual comisario de España.
A partir de ese momento se abrió la veda y Antena3 fue una de
las cadenas que más apostó por la futura ebullición
de la ficción nacional. Multitud de series, ya fueran sólo
de comedia o combinando el humor con el drama - como fue el caso del
fenómeno 'Médico de familia' en el arquetipo de las dramedias
- se hicieron hueco esgrimiendo inmejorables shares de audiencia, pasaporte
infalible para la perdurabilidad en televisión. Aunque pese en
el alma.
En el panorama de la sit-com de mediados de los 90 surgieron
telecomedias de gran éxito como 'Makinavanaja', 'Todos los hombres
sois iguales' u 'Hostal Royar Manzanares' que era una sit-com
protagonizada por Lina Morgan muy pero que muy castiza. A partir de
esta etapa comienza a quedar patente que los españoles podemos
aguantar más de media hora en una comedia de situación
y se amplió la duración de sus capítulos para ajustarse
a los prime-times. Antena 3 fue al principio la gran productora
de series de ficción y convocaba a millones de espectadores con
series del corte 'Lleno, por favor' o 'Ay señor, señor'.
Ésta última, protagonizada por Mr Pajares, incorporó
en su segunda temporada a un actor que daría mucho que hablar,
un jovencito Javier Cámara que explotaría al máximo
su vis cómica en la siguiente serie que intervino: 'Siete vidas',
que se estrenó en 1998.
Las
primeras temporadas de 'Siete Vidas' poseían una originalidad,
frescura y agilidad envidiables hoy en día. El planteamiento
inicial era el siguiente: David (Tony Cantó) cae en coma el día
en el que Tejero da un golpe de estado. Despierta - de ahí el
título de la serie - después de 18 años y marcha
a vivir con su hermana Carlota (Blanca Portillo). Sus vecinos son Paco
(J. Cámara) su mejor amigo del instituto y la madre de Paco,
Sole (Amparo Baró) que tiene una relación materno-filial
con su vecina Carlota. Ésta conocerá a Gonzalo, el camarero
del bar al que suele ir con sus amigos, mientras que su hermano David
se enamorará perdidamente de su prima andaluza Laura (Paz Vega)
que pasará a vivir con los dos hermanos. De clara estética
moderna y urbana, la serie navegaba por las relaciones humanas de manera
hilarante planteando situaciones de lo más divertidas y diálogos
tan ingeniosos como cómicos. El guión quedaba plagado
de chistes (obligatorios cada x segundos) siendo muchos de ellos con
referencia al contexto social real y actual de cada uno de los televidentes.
Además, en los cinco años que ha durado en antena, una
enorme cantidad de famosos han pasado por la serie: Santiago Carrillo,
Michael Robinson, Esther Arroyo... Fue gracias a esos cameos como me
enteré de las fastuosas dotes interpretativas de Iker Casillas.
Si algún día alguien me deja hacer una sit-com,
lo contrataré a él para que haga el personaje de tonto.
Que me perdonen sus fans.
El método de trabajo a la hora de realizar un guión para
una teleserie como 'Siete Vidas' es muy curioso y no por todos conocido.
El equipo de guionistas se divide en tres y cada uno elabora una trama
de forma independiente. Por ejemplo, en un capítulo de la serie
'Los Serrano' un equipo se encarga de la trama de adultos, otro de la
trama de 'adolescentes' y otro de la infantil. Cuando las tres tramas
independientes se ponen en común, la labor consiste en interrelacionar
esas tres tramas, hacer que conecten entre sí de alguna manera
y elaborar finalmente el capítulo secuencia por secuencia, diálogo
por diálogo.
El paso del tiempo restó fuerza a 'Siete Vidas' y muchos de sus
mejores personajes se fueron y llegaron otros no tan buenos. Grandes
adquisiciones fueron la de Richard (Guillermo Toledo) o el carismático
Frutero, personaje que hubiera dado mucho más de sí que
Aída para un spin-off. Sin embargo hubo incorporaciones
terribles, como la de Pau, el catalán ese que hacía de
hijo bastardo de Sole o la introducción del personaje de Vero,
interpretada por la funesta Eva Santolaria en un impotente quiero y
no puedo que dejó huella en la historia de la sobreactuación.
Parecía como si 'sus gracias' dejaran de tener gracia sólo
porque las decía ella, cuando debería ser todo lo contrario.
Con los años, los guiones dejaron de tener la chispa de antaño
y pasó a convertirse en un producto estandarizado que seguía
cosechando buenas audiencias pero que en cuanto a calidad había
descendido sobremanera. Las collejas de Sole dejaron de hacer gracia
(o al menos, no tanta) y quedó patente que la fecha de caducidad
de la serie estaba próxima.
La
sustitución en la programación de 'Siete Vidas' por su
spin-off 'Aída' deja patente la apuesta de Globomedia
por esta nueva serie. Al igual que en 'Frasier', el capítulo
piloto explicaba qué había pasado para que Aída
ya no siguiera trabajando en el 'Kasi que no'. La muerte repentina de
su padre le deja en herencia una casa que habrá de compartir
con su madre y que le dará la oportunidad de cambiar su vida.
Una sit-com cuyos primeros episodios no han estado al nivel que
se le presuponía, tal vez porque el personaje de Aída
no de para muchos estiramientos. Algo que aturde mucho al espectador
es escuchar las risas de fondo sin que la situación le haya producido
gracia a él. (Es algo que también me pasa con el 'Club
de la Comedia') ¿De qué demonios se reían aquellas
risas? Y no son enlatadas no, porque al igual que 'Siete Vidas' la serie
'Aída' se graba con público. Tengo otra pregunta, ¿por
qué Aída siempre grita tanto? Si los supuestos chistes
no hacen gracia, los gags no funcionan y la historia en sí carece
de sustancia dramática lo mejor es hacer zapping o lanzar el
mando contra la pantalla en busca de una destrucción metafísica
del medio, en este caso la televisión. No obstante, opté
por el zapping. Qué le voy a hacer si soy optimista.