En
la semana aniversario de la masacre de Columbine, llevada a la pantalla
grande desde dos perspectivas distintas tanto en el documental ‘Bowling
for Columbine’ (2002) de Michael Moore como en el film de Gus
Van Sant ‘Elephant’ (2003). En este caso la realidad vuelve
a superar a la ficción: Cho Seung-Hui, de 23 años, quien
cursaba el último año de la licenciatura de inglés,
que describen como un tipo aislado y que ya había presentado
conductas violentas, fue el perpetuador de la masacre en la universidad
Virginia Tech donde murieron más de treinta personas y otras
treinta fueron heridas. El tirador se suicido poco antes que lo atrapara
la policía y encontraron una nota de suicidio en la cual dejó
una lista de quejas contra los 'niños ricos', el 'libertinaje'
y los 'charlatanes embusteros', afirmando que ‘Ustedes provocaron
que yo hiciera esto'. Además el asesino mando un vídeo
a la NBC, donde empuña diferentes armas y expone sus razones
de odio haciendo mención a los ‘mártires’
de Columbine, refiriendose a los dos jóvenes que llevaron a
cabo esa matanza.Esta nueva tragedia delata a una sociedad en crisis
donde la violencia carcome la conciencia pública en una instaurada
cultura del miedo.
Michael Moore: Una sociedad
obsesionada
En
su película documental ‘Bowling for Columbine’ Michael
Moore se inspira en la masacre de la secundaria Columbine (Denver),
donde dos estudiantes, de 17 y 18 años, después de jugarse
un partido de bolos, se dirigieron a la biblioteca del colegio, y dispararon
con armas automáticas a mansalva sobre los que allí se
encontraban, dejando un saldo de un profesor y 14 estudiantes muertos.
Luego de cometer los atroces asesinatos, ambos jóvenes se suicidaron.
El ácido documental de Michael Moore es un manifiesto sobre el
miedo y la violencia en un país donde se matan con armas de fuego
más de 11.000 personas cada año. Comparado con Canadá,
donde es mayor el índice de armas de fuego por habitante, la
oleada de violencia es considerablemente mayor, evidenciando la progresiva
instauración de la cultura del miedo, provocando al pueblo para
armarse y defenderse. El trabajo de este periodista intenta escrutar
el porqué de un fanatismo por las armas en una gran potencia
mundial dominada por el terror y una obsesión absurda por la
seguridad.
El
film parece abrir sustentando la hipótesis de que la causa de
la violencia es la laxitud de las leyes que permiten a los ciudadanos
estar armados. Rápidamente descarta esa teoría, basándose
en las estadísticas de Canadá. Luego aborda una segunda
hipótesis basada en la herencia violenta de Los Estados Unidos
a través de la historia: el esclavismo, el Ku Klux Klan, las
invasiones a otros países, las matanzas como las de Kosovo, la
venta de armas a Irán e Irak para que se mataran entre ellos,
los derrocamientos de dictadores matando a miles de civiles en Sudamérica
para instaurar otras dictaduras, Kuwait… y un largísimo
etcétera.
Por
otra parte analiza el papel de los medios de comunicación en
la propagación de la cultural del miedo y se demuestra que habiéndose
reducido el número de muertes por armas de fuego en un 20%, las
noticias referentes al tema aumentaron en proporciones extralimitadas,
en una salvaje búsqueda de rating que ignora cualquier precepto
moral. Esto quedó claramente demostrado en la ‘excelente’
cobertura de los eventos en la Universidad Virginia, que por momentos
generaba una sensación surrealista y casi cinematográfica
al no poder creer estar viendo con tal crudeza eventos de la vida real.
Pareciera que la sociedad norteamericana tiene una relación de
amor odio con la violencia, la repudian pero se interesan por ella,
no solo con el regodeo exagerado de la prensa. Entonces, un alma perdida,
un psicópata, un resentido, un discriminado, un outsider dentro
de una sociedad multi cultural pero sumamente dividida, que no es nadie,
que se siente o realmente está afuera del sistema, compra un
arma muy fácilmente y se convierte en el centro de los ojos de
todo el mundo ganando una celebridad que aunque es su sentencia de muerte
es quizás lo único a lo que aferrase para dejar de ser
nada, en una cultura obsesionada con el éxito y convertirse en
un famoso asesino del cual se hablará por años. Sin duda
el reflejo de una fuerte crisis de valores a nivel social.
Elephant: la naturalidad de la violencia.
El
tema también fue tratado por Gus Van Sant en ‘Elephant’,
una película provocativa en lo estético y aterradora en
su temática. Si bien nunca se dice que el film esta basado en
la masacre que perpetuaron dos estudiantes en la secundaria Columbine,
disparando a mansalva contra sus compañeros, el hecho está
implícito. Van Sant no identifica la escuela ni la ciudad donde
se encuentra, haciendo un pseudo-documental que nos advierte que podría
ser cualquier secundaria de los Estados Unidos, en cualquier momento,
en cualquier lugar, haciendo de esa premisa la más impactante
de la película. Ante los hechos recientes, el film adquiere mayor
fuerza dramática, ya que es contada como una historia más,
como si este tipo de hechos fuera algo normal de esperarse en ese país.
La tragedia de Columbine no es presentada como una historia aislada,
sino como algo inherente a una sociedad específica que tiene
un serio problema con el concepto de violencia y con la crudeza real
de la misma.
El film es original en su estilo: largos planos secuencias, recurso
que se utiliza inteligentemente, siguiendo a los personajes a través
de los pasillos del colegio, haciéndonos entrar en la pantalla
y en el ritmo cotidiano de las futuras victimas y victimarios.
La
película se inicia con un plano de un cielo de un azul intenso
para luego introducirnos en un ambiente claustrofóbico y lleno
de tensión. Sin embargo el acercamiento al tema posee cierta
frialdad, criticada por muchos, pero que a mi criterio apoya la premisa
central del film: la naturalidad de la violencia. Van Sant no indaga
en las causas, no intenta dar respuesta ni sermones, simplemente nos
introduce en la falsedad del ‘american way of life’, en
su crueldad, su vacío, su falta de valores que hacen que todo
lo vacuo y superficial cobre importancia.
Estéticamente la película es muy interesante: además
de los largos planos secuencias, el look natural, ‘destaca
un montaje perfecto, con un mismo suceso visto desde distintos ángulos,
según la cámara siga a uno u otro personaje; una música
que llega a lo más profundo; y una fotografía que aísla
a los protagonistas en su mundo, pues anula la profundidad de campo
con desenfoques o utiliza el gran angular para potenciar la sensación
de vacío existencial.’
Es un film muy bien construido, que en sus 80 minutos, nos atrapa sin
remedio. Gus Van Sant, logra transmitirnos el vacío vital de
una juventud perdida y carente de referentes y a la vez hacer una lúcida
reflexión sobre el cinematógrafo y su capacidad ilimitada
para suscitar emociones a través de silencios, cadencias visuales,
enfoques, planos, etc
Van
Sant aclara: ‘No hemos intentado dar una explicación,
un sentido, a la violencia del hecho, sino que es el público
el que debe preguntarse por qué cosas así pueden producirse.
Mi aproximación a la historia intenta ser más poética
que explicativa, sin imponer al espectador una orientación sobre
lo que debe pensar’. Sin embargo el film nos hace pensar
y mucho, convirtiendo un hecho horrible en una poética reflexión.
Sobre la violencia que responde a la apatía , al deseo de destrucción,
y al odio como helada arma asesina.
Elephant se perfila como un ejercicio de estilo en su realización
sin sacrificar el contenido. Estética y narrativa van de la mano
y logran una historia con sabor real y belleza pictórica. Sin
duda, una cita obligada para los cinéfilos por sus maniqueos
artísticos y para todos los demás por ser un retrato de
la problemática social de una sociedad enferma de poder.
El
cine, como otros medios artísticos, es reflejo del mundo en
que vivimos. Estas dos cintas se basaron en una terrible historia
real, para internalizarse en un drama diario en la sociedad norteamericana
que ya a estas alturas resulta preocupante. No se trata, simplemente,
de un ataque aislado de un psicópata, se trata de una temática
que ya resulta cotidiana y cosas tan atroces, como estas matanzas
a mansalva, requieren un análisis serio de un país que
se desmorona en su conciencia ética y moral, plagado de divisionismos
entre diferentes culturas que ocupan un mismo suelo pero mantienen
una gélida distancia.
Estas dos películas son una cita obligada para reflexionar
sobre el tema de la violencia que parece hoy tener más vigencia
que nunca.
Imperdible!