Dos
años después de que terminara la Guerra Civil, en el barrio
madrileño de Lavapiés, nacía el 6 de marzo de 1941
Carlos Giménez.Carlos era el menor de tres hermanos, su padre,
Vicente, murió[1]
cuando él tenía poco más de un año, y su
madre[2],tras fracasar
en varios negocios en el intento desesperado de sacar adelante a su
familia, enfermó de tuberculosis, no mucho tiempo después.
La madre tuvo que ingresar en un sanatorio y, por tanto, los tres hijos
se quedaron sin familia. Su hermano Antonio, el mediano, y Carlos fueron
a parar a un colegio de Auxilio Social y su hermano mayor fue acogido
por unos parientes de Tomelloso. Carlos Giménez no había
cumplido todavía los seis años cuando entró en
el colegio Bibona, que estaba en el Puente de Vallecas. A partir de
ahí, a través de sus cómics, empieza Carlos Giménez
a narrarnos toda su vida, paginas que emocionan o hacen reír,
páginas que nos llenan de rabia e impotencia o que despiertan
la nostalgia, incluso a los que no vivimos ese tiempo. Brillante reconstrucción
en imágenes de una época, una vida sobre el papel recreada
magistralmente en viñetas.
La
producción de este autor, con sus más de cuarenta años
dedicados al cómic, es extensísima[3].
Por razones lógicas de espacio vamos a centrarnos en sólo
una parte de su trabajo, las obras autobiográficas[4].La
serie Paracuellos, de la que ahora está dibujando el sexto álbum;
Barrio, que está publicada en un solo álbum; Los profesionales,
que aunque actualmente se publica en un solo tomo, son tres álbumes
reunidos en él, y por último Rambla arriba, Rambla abajo,
que sería la continuación cronológica de Los Profesionales,
pero no su cuarto álbum, como se ha dicho erróneamente
muchas veces.
En
los años cuarenta, se acababa definitivamente la Guerra Civil.Fueron
años muy difíciles, se habían roto, absurdamente
como en todas las guerras,muchos hogares. Los colegios de Auxilio Social[5],
fueron unas instituciones
creadas para acoger a todos esos niños, que, por la barbarie
de sus mayores, acaban de perder su infancia. Eran colegios de caridad,
de corte falangista, donde la educación se basaba en dos pilares
propios de la época: mucha religión y mucha instrucción
militar. Los niños del Auxilio Social, pasaban conforme iban
creciendo de un colegio a otro. Carlos Giménez estuvo, en consecuencia,
en varios hogares, desde que entró a los seis años hasta
que salió a los catorce. En el Hogar Bibona, y en el Colegio
General Mola, ambos en Madrid, luego en los hogares Batalla del Jarama,
en Paracuellos y Joaquín García Morato, en Barajas.
Esta
etapa de la vida de Carlos Giménez esta reflejada en uno de sus
mejores trabajos, Paracuellos[6].
Una obra dura y amarga, a la vez que entrañable, realizada por
Giménez para
dar a conocer al mundo la realidad que vivieron muchos niños
de la posguerra en estos hogares. Unos colegios terribles, producto
de una sociedad igualmente terrible en la que la violencia estaba instalada
con normalidad en la vida diaria[7].
No vamos a repetir ahora las penurias, injusticias y carencias que se
narran en esta obra, para ello está Paracuellos. Por contra,
queremos aferrarnos ahora a lo positivo, a lo poco enriquecedor que
el autor pudo extraer de sus años en los hogares, los tebeos.
En estas pequeñas cárceles los niños no tenían
propiedades, prácticamente no había nada, no había
juegos, no había balones, no había radio, los libros estaban
prohibidos. Lo único que entraba, de vez en cuando, y generalmente
los domingos por la tarde cuando algún padre iba de visita, eran
los tebeos. El Guerrero del Antifaz, Purk el Hombre de Piedra, El Espadachín
Enmascarado, El Cachorro, etc. Páginas que leía y releía
con ansiedad y que le sirvieron como distracción, evasión
y como fuente de conocimientos, pues la enseñanza que recibía
era muy precaria. Páginas que se sabía de memoria y que
servían como moneda de cambio entre los niños del hogar.
Y entre todos esos tebeos, los de El Cachorro, la mítica obra
de Iranzo, fueron sus preferidos. Historias perfectamente narradas,
con una tremenda fuerza.
Carlos
Giménez tenía una especie de necesidad de contar aquel
capitulo de la posguerra española que había vivido. En
los años setenta, cuando hubo ocasión de contar las cosas
con libertad[8] él
quiso hacerlo, esa fue la razón principal por la que dibujó
el primer Paracuellos. En un principio iba muy directamente a la anécdota
de la institución, ya con el tiempo se lo ha ido tomando de una
forma más literaria, para dejar constancia en sus obras, más
o menos, de lo que fueron aquellos hogares, con la frialdad y la perspectiva
que da verlo desde lejos y sin rencor.
Como
continuación cronológica de Paracuellos, Carlos Giménez,
vuelve a reflejar sus vivencias personales en otra serie autobiográfica.
Entre 1977 y 1978 realiza las historietas que componen Barrio[9].
Al
salir del Auxilio Social, en torno a 1956, vuelve a casa, en edad de
trabajar, junto a su madre, que tras mejorar de su enfermedad, intentó
reunir de nuevo a sus hijos. Ahora, con catorce años, vive de
nuevo con su familia en Madrid y se reintegra, como puede, a la vida
diaria de los años cincuenta españoles. La ciudad ha cambiado
mucho, y el propio Carlos también. El niño que en Paracuellos
leía y copiaba apasionadamente los dibujos de El Cachorro es
ahora ya, en Barrio, un adolescente que copia y dibuja El Capitán
Trueno. Barrio es una obra sutil, donde pequeños detalles como
este la hacen grande. Es un estudio muy concienzudo y pormenorizado
de una época, en el que Carlos Giménez no escatima detalle.
Al
volver a casa comenzó a trabajar,por cinco pesetas diarias,como
aprendiz en un taller de restauración y decoración de
porcelana en pleno rastro madrileño. Era fundamentalmente el
chico de los recados en una ciudad que desconocía y que le parecía
desmesuradamente grande, tras haber pasado toda su infancia encerrado
entre muros. Su primer contacto con la historieta fue, en esta época,
a raíz de conocer a Manuel López Blanco, autor que dibujaba
Las Aventuras del F.B.I para la editorial Rollán[10].
Con López Blanco aprendió mucho de la profesión,
fue una persona muy importante y un maestro para la vida. Después
de permanecer como ayudante suyo algo más de un año, le
proporcionó un trabajo en la agencia Ibergraf[11],
su primera ocupación en solitario.
Carlos
Giménez rehuye los trabajos que requieren excesiva documentación,
procura siempre que la información que necesita, para su obra,
proceda de su bagaje cultural. Cuando ha hecho humor la documentación
no es muy precisa, porque
se puede dibujar caricaturizando, y cuando ha partido de su propia biografía,
no la necesita. Recuerda muy bien como fue su infancia, sus colegios,
su barrio, se sirve principalmente de su memoria para revivir esa época
sobre el papel. En todos sus trabajos, no sólo en los cómics
más biográficos, utiliza sus experiencias para generar
historias. Las situaciones que ha vivido, sus amores o amoríos,
amigos, familia, compañeros de trabajo. Configura una serie de
listas de personajes que ha conocido a lo largo de su vida e intenta
ver cuáles son convertibles en una anécdota o una historia.
Luego, a partir de la historia que quiere hacer desarrolla un pequeño
guión. Comenzó a trabajar con sus propios guiones a principios
de los setenta, nunca le ha dedicado demasiado empeño al guión
debido a no haber dispuesto de tiempo para realizarlo, el ritmo que
le imponen para entregar el trabajo a las publicaciones es rápido
e imposibilita desarrollar literariamente un guión. A la hora
de dibujar lo primero que lleva a cabo son unos bocetos aparte, y aquellos
que le gustan los pasa a limpio. Aboceta la página[12]
y antes de terminar el dibujo a lápiz rotula para que el texto
ocupe su dimensión real. Una vez que ha rotulado las letras,
procede a ultimar el dibujo a lápiz, que luego, finalmente, pasa
a tinta con plumilla.
En
1981 Carlos Giménez realiza las historietas de la serie Los Profesionales[13].
El chico de Barrio ha crecido y se marcha a Barcelona a trabajar en
una agencia de dibujantes llamada Creaciones Ilustradas[14].
En
este trabajo el medio se convierte en fin, tableros de dibujo, lapiceros
y carpetas, páginas dibujadas dentro de la página dibujada[15].
Carlos Giménez trabajaba desde Madrid para Barcelona, pero la
distancia era muy problemática y enseguida se hizo evidente que
debía residir en esa ciudad, allí radicaban las editoriales,
las agencias, y, sobre todo, allí estaban los otros profesionales
de los que podía aprender. Así, hacia 1965, se fue a vivir
a Barcelona. Primero estuvo en una pensión y luego varios dibujantes[16]
y él se fueron a La Floresta, un pueblo de las afueras de Barcelona,
donde alquilaron una casa que convirtieron en una mezcla de estudio
y comuna hippie. Selecciones Ilustradas fue un buen caldo de cultivo
para romper las primeras lanzas en la profesión, pero a la vez
Toutain no toleraba que los dibujantes desarrollaran su trabajo con
libertad, existían demasiados condicionantes, sobre todo económicos,
lo cual resultaba muy castrante.
Todas
las anécdotas contadas en Los Profesionales, son situaciones
reales que sucedieron durante esta etapa de su vida, aunque lo que no
siempre es real es el personaje al que le ocurrió. Es una obra
muy divertida que provoca que el lector se meta de lleno en el mundo
de los dibujantes españoles de los sesenta y setenta, con su
música, los grises, las porras, las primeras manifestaciones.
Cada álbum, partiendo de la orientación general de la
serie, tiene un enfoque distinto. En el primero y en el segundo cuenta
anécdotas muy gamberras de los dibujantes y en el tercero, que
se llama Gente Tierna, se centra más en las historias personales
de cada uno. Para materializar esta serie Carlos Giménez empezó
escribiendo algunos guiones con pequeñas anécdotas que
él recordaba, pero el grueso de la información fue fruto
de una reunión que convocó Carlos Giménez con sus
antiguos compañeros y amigos de Selecciones Ilustradas, en torno
a una botella de whisky y un plato de almendras. Conversación
que fue grabada y que ha nutrido numerosas historias de la serie Los
Profesionales, los cuales aún pueden dar mucho juego, pues Carlos
Giménez se está replanteando en la actualidad retomar
la serie.
La
última obra
a la que vamos a referirnos en este breve estudio sobre Carlos Giménez
es Rambla arriba, Rambla abajo[17].
Curiosamente este trabajo lo comenzó a dibujar cuando ya no vivía
en Barcelona, ya que regresa a Madrid en 1983. Este álbum gira
alrededor de Las Ramblas de Barcelona, la protagonista indiscutible
de este trabajo, y comparte varios personajes con Los Profesionales,
pero no forma parte de esa serie. Entre ellos Pablo García García[18],
su amigo Adolfo M. Carrillo[19]
y, por referencias, Jorge Filstrup[20].
Rambla Arriba, Rambla Abajo, iba a ser en un principio la historia de
un ligue de Pablo, pero le salió muy extensa, unas veinte o treinta
páginas, así que ya no le servía para un episodio
de Los Profesionales. Entonces decidió incluir alguna circunstancia
más y hacer un álbum aparte de la serie. Mezclada con
la historia del ligue, introdujo pequeñas historias que van relatando
como son las Ramblas, como es esa ciudad en la que se desarrolla este
relato tan extraordinario que transcurre en una sola noche.
[1]
Vicente murió muy joven de una trepanación de oído.
Él era de Tomelloso y había venido a Madrid a montar un
taller de soldadura junto con otros socios.
[2]
La madre de Carlos se llamaba Marcelina, era una mujer de un pueblo
de Ávila, Santa Cruz del Valle. Viuda y con tres hijos (Vicente,
Antonio y Carlos), intentó, lo mejor que pudo, mantener a su
familia. Pero tras ingenuamente malvender el taller, montó varios
negocios que vio fracasar uno tras otro.
[3]
Ha desarrollado en sus páginas un amplio abanico temático,
con cómics de ciencia-ficción y fantasía, de aventuras,
autobiográficos, sociales, humorísticos, etc. Representados
en obras que ya son clásicos de nuestro noveno arte, como: Hom,
Dani Futuro, Koolau El Leproso, Barrio, Bandolero, Delta 99, España
una, Grande y Libre, Paracuellos, Gringo, Sabor a menta, Romances de
andar por casa, Érase una vez el futuro, Los Profesionales y
un largo etcétera.
[4]
Hay que aclarar que ninguna obra suya es estrictamente autobiográfica.
No pretende hacer su biografía, sino simplemente contar historias
que han ocurrido en su entorno en distintas etapas de su vida, tanto
propias como ajenas.
[5]Mercedes
Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, Crea en octubre de
1936, en Valladolid, con la ayuda de Martínez Bedoya, el Auxilio
de Invierno. Éste era transposición literal del Hinter-Hife
nazi, del que tomó su nombre, la imagen y el logotipo, así
como buena parte de la filosofía inicial. Durante los tres años
de guerra civil se falangizó el nombre, cambiando lo de invierno
por social, para acabar en Obra de Auxilio Social. (MARTÍN A.:
La Obra Nacional del Auxilio Social, en GIMENEZ, C.: Paracuellos.
Ediciones Glénat, Barcelona, 2001, pp. 3-5.
[6]
Serie realizada en dos etapas, la primera de ellas, a finales de los
años setenta y primeros ochenta, se compone de 28 episodios y
un total de 90 páginas recogidas en dos álbumes: Paracuellos
y Paracuellos 2. La segunda etapa, iniciada en 1997 y actualmente en
curso, consta de cuatro álbumes: Paracuellos 3 y Paracuellos
4, en el mercado, Paracuellos 5 a punto de salir a la venta y un sexto
álbum en curso. La primera publicación de esta obra fue
en 1977 por Ediciones Hamaika. Actualmente están los cuatro álbumes
disponibles en Ediciones Glénat. Con Paracuellos 3 fue doblemente
premiado, mejor obra y mejor guión, en el Salón del Cómic
de Barcelona del año 2000.
[7]
Habría que decir, tristemente, que en los Hogares también
se les pegaba, pero no era una cosa extraordinaria en esa época.
El maestro pegaba a sus alumnos, el sargento golpeaba a sus soldados,
el dueño del taller a su aprendiz, el marido a la mujer, los
padres a sus hijos, etc.
[8]
Este trabajo lo inició en 1977, el año en que se celebraron
en España las primeras elecciones democráticas tras la
muerte de Franco.
[9]
Obra autobiográfica compuesta por 20 episodios que suman 46 páginas.
La primera publicación corrió a cargo de la revista El
Papus, en 1977. En 1978 Ediciones de la Torre publica este material
en formato álbum con el título Barrio. Actualmente se
publica en Ediciones Glénat.
[10]
Carlos Giménez conoció a Manolo Rollan, el hijo del dueño
de la editorial, a través del padre de un amigo suyo del barrio,
que trabajaba allí. En la editorial le dijeron que fuera al estudio
de López Blanco, quien lo contrató como ayudante.
[11]
López Blanco montó con un socio una agencia de tiras de
prensa llamada Ibergraf y le proporcionó a Carlos Giménez,
la realización de unas ilustraciones sobre curiosidades.
[12]
El tamaño habitual de mancha de su página, es de 31 x
42 cm.
[13]
Serie compuesta por 23 episodios y un epílogo que suman un total
de 135 páginas distribuidas en 3 álbumes: Los Profesionales
I, Los Profesionales II. ¡Son como niños! y Los Profesionales
III. Gente tierna. Empieza a publicar este material en España
la revista Rambla en 1981, como álbumes fueron publicados por
De la Torre, en 1983, 1984 y 1985. En esta época la serie aparece
en la revista de Toutain, Comix Internacional. Recientemente han sido
reeditadas estas historias por Glénat en un único tomo
que reúne los tres álbumes.
[14]
Nombre ficticio que parodia la verdadera agencia en la que trabajó
Carlos Giménez en Barcelona, Selecciones Ilustradas. Agencia
que estaba dirigida por el mítico Josep Toutain y en la que entró
Giménez gracias al guionista Manuel Medina.
[15]
LLADÓ, F.: Los Cómics de la transición. El boom
del cómic adulto 1975-1984. Ediciones Glénat, Barcelona,
2001, p. 93.
[16]
Adolfo Usero, Esteban Maroto, Luis García, Suso Peña.
[17]
Trabajo compuesto por 70 páginas que inició Carlos Giménez
en 1985. Año que se publica por episodios en la revista Comix
Internacional, y más tarde e incompleto en Fluide Glacial. En
1986 aparece editado en álbum por De la Torre y en el 2001 ha
sido reeditado por Glénat.
[18]
Personaje que representa al propio Carlos Giménez.
[19]
Personaje que representa a Adolfo Usero, dibujante al que conoció
en uno de los hogares a los ocho años y desde entonces ha sido
su mejor amigo.
[20]
Personaje que representa a Josep Toutain.