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Primera aproximación a la obra de Carlos Giménez.
Marc Montijano Cañellas
1/5/2004


Dos años después de que terminara la Guerra Civil, en el barrio madrileño de Lavapiés, nacía el 6 de marzo de 1941 Carlos Giménez.Carlos era el menor de tres hermanos, su padre, Vicente, murió[1] cuando él tenía poco más de un año, y su madre[2],tras fracasar en varios negocios en el intento desesperado de sacar adelante a su familia, enfermó de tuberculosis, no mucho tiempo después. La madre tuvo que ingresar en un sanatorio y, por tanto, los tres hijos se quedaron sin familia. Su hermano Antonio, el mediano, y Carlos fueron a parar a un colegio de Auxilio Social y su hermano mayor fue acogido por unos parientes de Tomelloso. Carlos Giménez no había cumplido todavía los seis años cuando entró en el colegio Bibona, que estaba en el Puente de Vallecas. A partir de ahí, a través de sus cómics, empieza Carlos Giménez a narrarnos toda su vida, paginas que emocionan o hacen reír, páginas que nos llenan de rabia e impotencia o que despiertan la nostalgia, incluso a los que no vivimos ese tiempo. Brillante reconstrucción en imágenes de una época, una vida sobre el papel recreada magistralmente en viñetas.

La producción de este autor, con sus más de cuarenta años dedicados al cómic, es extensísima[3]. Por razones lógicas de espacio vamos a centrarnos en sólo una parte de su trabajo, las obras autobiográficas[4].La serie Paracuellos, de la que ahora está dibujando el sexto álbum; Barrio, que está publicada en un solo álbum; Los profesionales, que aunque actualmente se publica en un solo tomo, son tres álbumes reunidos en él, y por último Rambla arriba, Rambla abajo, que sería la continuación cronológica de Los Profesionales, pero no su cuarto álbum, como se ha dicho erróneamente muchas veces.

En los años cuarenta, se acababa definitivamente la Guerra Civil.Fueron años muy difíciles, se habían roto, absurdamente como en todas las guerras,muchos hogares. Los colegios de Auxilio Social[5], fueron unas instituciones creadas para acoger a todos esos niños, que, por la barbarie de sus mayores, acaban de perder su infancia. Eran colegios de caridad, de corte falangista, donde la educación se basaba en dos pilares propios de la época: mucha religión y mucha instrucción militar. Los niños del Auxilio Social, pasaban conforme iban creciendo de un colegio a otro. Carlos Giménez estuvo, en consecuencia, en varios hogares, desde que entró a los seis años hasta que salió a los catorce. En el Hogar Bibona, y en el Colegio General Mola, ambos en Madrid, luego en los hogares Batalla del Jarama, en Paracuellos y Joaquín García Morato, en Barajas.

Esta etapa de la vida de Carlos Giménez esta reflejada en uno de sus mejores trabajos, Paracuellos[6]. Una obra dura y amarga, a la vez que entrañable, realizada por Giménez para dar a conocer al mundo la realidad que vivieron muchos niños de la posguerra en estos hogares. Unos colegios terribles, producto de una sociedad igualmente terrible en la que la violencia estaba instalada con normalidad en la vida diaria[7]. No vamos a repetir ahora las penurias, injusticias y carencias que se narran en esta obra, para ello está Paracuellos. Por contra, queremos aferrarnos ahora a lo positivo, a lo poco enriquecedor que el autor pudo extraer de sus años en los hogares, los tebeos. En estas pequeñas cárceles los niños no tenían propiedades, prácticamente no había nada, no había juegos, no había balones, no había radio, los libros estaban prohibidos. Lo único que entraba, de vez en cuando, y generalmente los domingos por la tarde cuando algún padre iba de visita, eran los tebeos. El Guerrero del Antifaz, Purk el Hombre de Piedra, El Espadachín Enmascarado, El Cachorro, etc. Páginas que leía y releía con ansiedad y que le sirvieron como distracción, evasión y como fuente de conocimientos, pues la enseñanza que recibía era muy precaria. Páginas que se sabía de memoria y que servían como moneda de cambio entre los niños del hogar. Y entre todos esos tebeos, los de El Cachorro, la mítica obra de Iranzo, fueron sus preferidos. Historias perfectamente narradas, con una tremenda fuerza.

Carlos Giménez tenía una especie de necesidad de contar aquel capitulo de la posguerra española que había vivido. En los años setenta, cuando hubo ocasión de contar las cosas con libertad[8] él quiso hacerlo, esa fue la razón principal por la que dibujó el primer Paracuellos. En un principio iba muy directamente a la anécdota de la institución, ya con el tiempo se lo ha ido tomando de una forma más literaria, para dejar constancia en sus obras, más o menos, de lo que fueron aquellos hogares, con la frialdad y la perspectiva que da verlo desde lejos y sin rencor.

Como continuación cronológica de Paracuellos, Carlos Giménez, vuelve a reflejar sus vivencias personales en otra serie autobiográfica. Entre 1977 y 1978 realiza las historietas que componen Barrio[9].

Al salir del Auxilio Social, en torno a 1956, vuelve a casa, en edad de trabajar, junto a su madre, que tras mejorar de su enfermedad, intentó reunir de nuevo a sus hijos. Ahora, con catorce años, vive de nuevo con su familia en Madrid y se reintegra, como puede, a la vida diaria de los años cincuenta españoles. La ciudad ha cambiado mucho, y el propio Carlos también. El niño que en Paracuellos leía y copiaba apasionadamente los dibujos de El Cachorro es ahora ya, en Barrio, un adolescente que copia y dibuja El Capitán Trueno. Barrio es una obra sutil, donde pequeños detalles como este la hacen grande. Es un estudio muy concienzudo y pormenorizado de una época, en el que Carlos Giménez no escatima detalle.

Al volver a casa comenzó a trabajar,por cinco pesetas diarias,como aprendiz en un taller de restauración y decoración de porcelana en pleno rastro madrileño. Era fundamentalmente el chico de los recados en una ciudad que desconocía y que le parecía desmesuradamente grande, tras haber pasado toda su infancia encerrado entre muros. Su primer contacto con la historieta fue, en esta época, a raíz de conocer a Manuel López Blanco, autor que dibujaba Las Aventuras del F.B.I para la editorial Rollán[10]. Con López Blanco aprendió mucho de la profesión, fue una persona muy importante y un maestro para la vida. Después de permanecer como ayudante suyo algo más de un año, le proporcionó un trabajo en la agencia Ibergraf[11], su primera ocupación en solitario.

Carlos Giménez rehuye los trabajos que requieren excesiva documentación, procura siempre que la información que necesita, para su obra, proceda de su bagaje cultural. Cuando ha hecho humor la documentación no es muy precisa, porque se puede dibujar caricaturizando, y cuando ha partido de su propia biografía, no la necesita. Recuerda muy bien como fue su infancia, sus colegios, su barrio, se sirve principalmente de su memoria para revivir esa época sobre el papel. En todos sus trabajos, no sólo en los cómics más biográficos, utiliza sus experiencias para generar historias. Las situaciones que ha vivido, sus amores o amoríos, amigos, familia, compañeros de trabajo. Configura una serie de listas de personajes que ha conocido a lo largo de su vida e intenta ver cuáles son convertibles en una anécdota o una historia. Luego, a partir de la historia que quiere hacer desarrolla un pequeño guión. Comenzó a trabajar con sus propios guiones a principios de los setenta, nunca le ha dedicado demasiado empeño al guión debido a no haber dispuesto de tiempo para realizarlo, el ritmo que le imponen para entregar el trabajo a las publicaciones es rápido e imposibilita desarrollar literariamente un guión. A la hora de dibujar lo primero que lleva a cabo son unos bocetos aparte, y aquellos que le gustan los pasa a limpio. Aboceta la página[12] y antes de terminar el dibujo a lápiz rotula para que el texto ocupe su dimensión real. Una vez que ha rotulado las letras, procede a ultimar el dibujo a lápiz, que luego, finalmente, pasa a tinta con plumilla.

En 1981 Carlos Giménez realiza las historietas de la serie Los Profesionales[13]. El chico de Barrio ha crecido y se marcha a Barcelona a trabajar en una agencia de dibujantes llamada Creaciones Ilustradas[14]. En este trabajo el medio se convierte en fin, tableros de dibujo, lapiceros y carpetas, páginas dibujadas dentro de la página dibujada[15]. Carlos Giménez trabajaba desde Madrid para Barcelona, pero la distancia era muy problemática y enseguida se hizo evidente que debía residir en esa ciudad, allí radicaban las editoriales, las agencias, y, sobre todo, allí estaban los otros profesionales de los que podía aprender. Así, hacia 1965, se fue a vivir a Barcelona. Primero estuvo en una pensión y luego varios dibujantes[16] y él se fueron a La Floresta, un pueblo de las afueras de Barcelona, donde alquilaron una casa que convirtieron en una mezcla de estudio y comuna hippie. Selecciones Ilustradas fue un buen caldo de cultivo para romper las primeras lanzas en la profesión, pero a la vez Toutain no toleraba que los dibujantes desarrollaran su trabajo con libertad, existían demasiados condicionantes, sobre todo económicos, lo cual resultaba muy castrante.

Todas las anécdotas contadas en Los Profesionales, son situaciones reales que sucedieron durante esta etapa de su vida, aunque lo que no siempre es real es el personaje al que le ocurrió. Es una obra muy divertida que provoca que el lector se meta de lleno en el mundo de los dibujantes españoles de los sesenta y setenta, con su música, los grises, las porras, las primeras manifestaciones. Cada álbum, partiendo de la orientación general de la serie, tiene un enfoque distinto. En el primero y en el segundo cuenta anécdotas muy gamberras de los dibujantes y en el tercero, que se llama Gente Tierna, se centra más en las historias personales de cada uno. Para materializar esta serie Carlos Giménez empezó escribiendo algunos guiones con pequeñas anécdotas que él recordaba, pero el grueso de la información fue fruto de una reunión que convocó Carlos Giménez con sus antiguos compañeros y amigos de Selecciones Ilustradas, en torno a una botella de whisky y un plato de almendras. Conversación que fue grabada y que ha nutrido numerosas historias de la serie Los Profesionales, los cuales aún pueden dar mucho juego, pues Carlos Giménez se está replanteando en la actualidad retomar la serie.

La última obra a la que vamos a referirnos en este breve estudio sobre Carlos Giménez es Rambla arriba, Rambla abajo[17]. Curiosamente este trabajo lo comenzó a dibujar cuando ya no vivía en Barcelona, ya que regresa a Madrid en 1983. Este álbum gira alrededor de Las Ramblas de Barcelona, la protagonista indiscutible de este trabajo, y comparte varios personajes con Los Profesionales, pero no forma parte de esa serie. Entre ellos Pablo García García[18], su amigo Adolfo M. Carrillo[19] y, por referencias, Jorge Filstrup[20]. Rambla Arriba, Rambla Abajo, iba a ser en un principio la historia de un ligue de Pablo, pero le salió muy extensa, unas veinte o treinta páginas, así que ya no le servía para un episodio de Los Profesionales. Entonces decidió incluir alguna circunstancia más y hacer un álbum aparte de la serie. Mezclada con la historia del ligue, introdujo pequeñas historias que van relatando como son las Ramblas, como es esa ciudad en la que se desarrolla este relato tan extraordinario que transcurre en una sola noche.


[1] Vicente murió muy joven de una trepanación de oído. Él era de Tomelloso y había venido a Madrid a montar un taller de soldadura junto con otros socios.

[2] La madre de Carlos se llamaba Marcelina, era una mujer de un pueblo de Ávila, Santa Cruz del Valle. Viuda y con tres hijos (Vicente, Antonio y Carlos), intentó, lo mejor que pudo, mantener a su familia. Pero tras ingenuamente malvender el taller, montó varios negocios que vio fracasar uno tras otro.

[3] Ha desarrollado en sus páginas un amplio abanico temático, con cómics de ciencia-ficción y fantasía, de aventuras, autobiográficos, sociales, humorísticos, etc. Representados en obras que ya son clásicos de nuestro noveno arte, como: Hom, Dani Futuro, Koolau El Leproso, Barrio, Bandolero, Delta 99, España una, Grande y Libre, Paracuellos, Gringo, Sabor a menta, Romances de andar por casa, Érase una vez el futuro, Los Profesionales y un largo etcétera.

[4] Hay que aclarar que ninguna obra suya es estrictamente autobiográfica. No pretende hacer su biografía, sino simplemente contar historias que han ocurrido en su entorno en distintas etapas de su vida, tanto propias como ajenas.

[5]Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, Crea en octubre de 1936, en Valladolid, con la ayuda de Martínez Bedoya, el Auxilio de Invierno. Éste era transposición literal del Hinter-Hife nazi, del que tomó su nombre, la imagen y el logotipo, así como buena parte de la filosofía inicial. Durante los tres años de guerra civil se falangizó el nombre, cambiando lo de invierno por social, para acabar en Obra de Auxilio Social. (MARTÍN A.: “La Obra Nacional del Auxilio Social”, en GIMENEZ, C.: Paracuellos. Ediciones Glénat, Barcelona, 2001, pp. 3-5.

[6] Serie realizada en dos etapas, la primera de ellas, a finales de los años setenta y primeros ochenta, se compone de 28 episodios y un total de 90 páginas recogidas en dos álbumes: Paracuellos y Paracuellos 2. La segunda etapa, iniciada en 1997 y actualmente en curso, consta de cuatro álbumes: Paracuellos 3 y Paracuellos 4, en el mercado, Paracuellos 5 a punto de salir a la venta y un sexto álbum en curso. La primera publicación de esta obra fue en 1977 por Ediciones Hamaika. Actualmente están los cuatro álbumes disponibles en Ediciones Glénat. Con Paracuellos 3 fue doblemente premiado, mejor obra y mejor guión, en el Salón del Cómic de Barcelona del año 2000.

[7] Habría que decir, tristemente, que en los Hogares también se les pegaba, pero no era una cosa extraordinaria en esa época. El maestro pegaba a sus alumnos, el sargento golpeaba a sus soldados, el dueño del taller a su aprendiz, el marido a la mujer, los padres a sus hijos, etc.

[8] Este trabajo lo inició en 1977, el año en que se celebraron en España las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco.

[9] Obra autobiográfica compuesta por 20 episodios que suman 46 páginas. La primera publicación corrió a cargo de la revista El Papus, en 1977. En 1978 Ediciones de la Torre publica este material en formato álbum con el título Barrio. Actualmente se publica en Ediciones Glénat.

[10] Carlos Giménez conoció a Manolo Rollan, el hijo del dueño de la editorial, a través del padre de un amigo suyo del barrio, que trabajaba allí. En la editorial le dijeron que fuera al estudio de López Blanco, quien lo contrató como ayudante.

[11] López Blanco montó con un socio una agencia de tiras de prensa llamada Ibergraf y le proporcionó a Carlos Giménez, la realización de unas ilustraciones sobre curiosidades.

[12] El tamaño habitual de mancha de su página, es de 31 x 42 cm.

[13] Serie compuesta por 23 episodios y un epílogo que suman un total de 135 páginas distribuidas en 3 álbumes: Los Profesionales I, Los Profesionales II. ¡Son como niños! y Los Profesionales III. Gente tierna. Empieza a publicar este material en España la revista Rambla en 1981, como álbumes fueron publicados por De la Torre, en 1983, 1984 y 1985. En esta época la serie aparece en la revista de Toutain, Comix Internacional. Recientemente han sido reeditadas estas historias por Glénat en un único tomo que reúne los tres álbumes.

[14] Nombre ficticio que parodia la verdadera agencia en la que trabajó Carlos Giménez en Barcelona, Selecciones Ilustradas. Agencia que estaba dirigida por el mítico Josep Toutain y en la que entró Giménez gracias al guionista Manuel Medina.

[15] LLADÓ, F.: Los Cómics de la transición. El boom del cómic adulto 1975-1984. Ediciones Glénat, Barcelona, 2001, p. 93.

[16] Adolfo Usero, Esteban Maroto, Luis García, Suso Peña.

[17] Trabajo compuesto por 70 páginas que inició Carlos Giménez en 1985. Año que se publica por episodios en la revista Comix Internacional, y más tarde e incompleto en Fluide Glacial. En 1986 aparece editado en álbum por De la Torre y en el 2001 ha sido reeditado por Glénat.

[18] Personaje que representa al propio Carlos Giménez.

[19] Personaje que representa a Adolfo Usero, dibujante al que conoció en uno de los hogares a los ocho años y desde entonces ha sido su mejor amigo.

[20] Personaje que representa a Josep Toutain.