Y seguirán naciendo, porque
la muerte es mentira
Elizabeth Ross
08/10/2008
Estoy frente
a la plaza, marcada con un círculo de pintura blanca. Una rueda
en cuyos radios se alojan pañuelos blancos. Los pañuelos
que cubren las cabezas de las madres, de las abuelas de las y los 30.000
desaparecidos de la vida por la dictadura videlista. Blanco es el color
de la muerte, de la nada.
Es día de muertos y en mi país se les celebra. Se les
convoca. Se les canta y cuentan historias de la vida. Mirando al este
transformo mi identidad, la pierdo bajo el blanco. Otro pañuelo
desaparece mi rostro. Soy una más y soy nadie. Soy una viva que
habla a los muertos. Recorro el sendero circular tantas veces caminado
en 30 años como grito, pecho, vida desgarrada. Lentamente siembro.
Flores, granos de maíz, poesía ancestral, murmullos: 'Y
seguirán naciendo, porque la muerte es mentira. Y seguirán
naciendo, porque la muerte es mentira, Y seguirán naciendo, porque
la muerte es mentira'. Siempre la rueda de la vida. El renacimiento,
el viaje al inframundo de ida y vuelta. 'Y seguirán naciendo,
porque la muerte es mentira'.
Y quien gira con la rueda llega al punto inicial. Ahí
recuesto mi cuerpo para usar el pañuelo blanco que me hace una
de ellas. Soy una de ellas.
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