Narcisismo y transformación de la vida pública.
El
carácter distintivo del American way of life, de la última
sociedad primitiva contemporánea –se escenifica en las
formas del distanciamiento, en el paisaje, en los grandes desiertos
y carreteras de ese país que deja entrever una profunda soledad,
las inclinaciones thanáticas que yacen bajo el optimismo americano;
la decrepitud del capitalismo tardío en la tierra de las oportunidades,
del american dream convertido en el insomnio incontenible de la banalidad
y la indiferencia; los Estados Unidos han realizado la desterritorialización
de la identidad, la diseminación del sujeto y la neutralización
de todos los valores y, si se quiere, la muerte de la cultura bajo el
régimen de la mortandad de los objetos.
Sería
un error minimizar la relación entre estos fenómenos y
el origen de la personalidad narcisista, que no conoce límites
entre ella misma y el mundo que exige la gratificación inmediata
de sus deseos, así como la erosión de la vida intima tenida
lugar a través de la relaciones sociales que se tratan como pretextos
para la expresión de la propia personalidad. La transformación
de la vida pública en un ámbito donde la persona puede
escapar a las cargas de la vida familiar idealizada... mediante un tipo
especial de experiencia, entre extraños o, más importante
aún, entre personas destinadas a permanecer siempre como extraños,
y donde una silenciosa y pasiva masa de espectadores observa la extravagante
expresión de la personalidad de unos pocos en la sociedad del
espectáculo, donde los medios de comunicación nos escamotean
y disuelven el presente [Nota
1] con las fanfarrias del último estelar televisivo.
La identidad prefabricada.
Vivimos en un universo frío, la calidez seductora, la pasión
de un mundo encantado es sustituida por el éxtasis de las imágenes,
por la pornografía de la información, por la frialdad
obscena de un mundo desencantado. Ya no por el drama de la alienación,
sino por la hipertrofia de la comunicación que, paradojalmente,
acaba con toda mirada o, como dirá Baudrillard [Nota
2] con toda imagen [Nota
3] y, por cierto, con todo reconocimiento.
El desafío de la diferencia, que constituye al sujeto especularmente,
siempre a partir de un otro que nos seduce o al que seducimos, al que
miramos y por el que somos vistos, hace que el solitario voyeurista
ocupe el lugar del antiguo seductor apasionado. Somos, en este sentido,
ser para otros y no sólo por la teatralidad propia de la vida
social, sino porque la mirada del otro nos constituye, en ella y por
ella nos reconocemos. La constitución de nuestra identidad tiene
lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que me objetiva,
que me convierte en espectáculo. Ante él estoy en escena,
experimentando las tortuosas exigencias de la teatralidad de la vida
social. Lo característico de la frivolidad es la ausencia de
esencia, de peso, de centralidad en toda la realidad, y por tanto, la
reducción de todo lo real a mera apariencia.
El éxito de la identidad prefabricada radica en que cada uno
la diseña de acuerdo con lo que previsiblemente triunfa –los
valores en alza [Nota 4]
–. La moda, pues, no es sino un diseño utilitarista de
la propia personalidad, sin profundidad, una especie de ingenuidad publicitaria
en la cual cada uno se convierte en empresario de su propia apariencia.
La sociedad del espectáculo.
La
moda ha contribuido también a la construcción del paraíso
del capitalismo hegemónico. Sin duda, capitalismo y moda se retroalimentan
[Nota 5]. Ambos son
el motor del deseo que se expresa y satisface consumiendo; ambos ponen
en acción emociones y pasiones muy particulares, como la atracción
por el lujo, por el exceso y la seducción. Ninguno de los dos
conoce el reposo, avanzan según un movimiento cíclico
no-racional, que no supone un progreso. En palabras de J. Baudrillard:
‘No hay un progreso continuo en esos ámbitos: la moda es
arbitraria, pasajera, cíclica y no añade nada a las cualidades
intrínsecas del individuo’. [Nota
6]. Del mismo modo es para él el consumo un proceso
social no racional. La voluntad se ejerce –está casi obligada
a ejercerse– solamente en forma de deseo, clausurando otras dimensiones
que abocan al reposo, como son la creación, la aceptación
y la contemplación. Tanto la moda como el capitalismo producen
un ser humano excitado, aspecto característico del diseño
de la personalidad en sociedad del espectáculo.
La sociedad de consumo supone la programación de lo cotidiano;
manipula y determina la vida individual y social en todos sus intersticios;
todo se transforma en artificio e ilusión al servicio del imaginario
capitalista y de los intereses de las clases dominantes. El imperio
de la seducción y de la obsolescencia; el sistema fetichista
de la apariencia y alienación generalizada [Nota
7].
El juego de las apariencias.
La tesis de Baudrillard es que la peor de las alienaciones no es ser
despojado por el otro, sino estar despojado del otro; es tener que producir
al otro en su ausencia y, por lo tanto, enviarlo a uno mismo. Si en
la actualidad estamos condenados a nuestra imagen, no es a causa de
la alienación, sino de su fin, es decir, de la virtual desaparición
del otro, que es una fatalidad mucho peor.
Ver y ser vistos, esa parece ser la consigna en el juego translúcido
de la frivolidad. El así llamado momento del espejo, precisamente,
es el resultado del desdoblamiento de la mirada, y de la simultánea
conciencia de ver y ser visto, ser sujeto de la mirada de otro [Nota
8], y tratar de anticipar la mirada ajena en el espejo, ajustarse
para el encuentro. La mirada, la sensibilidad visual dirigida, se construye
desde esta autoconciencia corpórea, y de ella, a la vez, surge
el arte, la imagen que intenta traducir esta experiencia sensorial y
apelar a la sensibilidad en su receptor.
Nuestra soledad demanda un espejo simbólico en el que poder reencontrar
a los otros desde nuestro interior. Buscamos en el espejo la unidad
de una imagen a la que sólo llevamos nuestra fragmentación.
Con estupor tomamos las últimas fotografías posibles,
un patético modo de certificar la experiencia o de convertirla
en colección. Pareciera que la fotografía quiere jugar
este juego vertiginoso, liberar a lo real de su principio de realidad,
liberar al otro del principio de identidad y arrojarlo a la extrañeza.
Más allá de la semejanza y de la significación
forzada, más allá del ‘momento Kodak’, la
reversibilidad es esta oscilación entre la identidad y el extrañamiento
que abre el espacio de la ilusión estética, la des-realización
del mundo, su provisional puesta entre paréntesis.
Como
en La invención de Morel [Nota
9]donde un aparato reproduce la vida (absorbiendo las almas)
en forma de réplica, en forma de mera proyección. Los
Stones como souvenir de sí mismos proyectados en el telón
del escenario giratorio. La envidiable decreptitud de Mick Jagger con
una delgadez mezquina y ominosa, como si fuera su propia narcótica
reliquia.
Los rostros del otro, rostros distantes a pesar de su cercanía,
ausentes a pesar de su presencia, los miramos sin que ellos nos devuelvan
la mirada. La alteridad no es más que un espectro, fascinados
contemplamos el espectáculo de su ausencia. Tal vez los Stones
estén muertos y nadie lo sepa. Tal vez sea una banda sustituta
la que por enésima vez sacuda el mundo cuando comience su nueva
gira por las ciudades de la Gran Babilonia.
Disney World y el principio de realidad.
Vivimos en un universo extrañamente parecido al original -las
cosas aparecen replicadas por su propia escenificación -señala
Baudrillard [Nota 10].Como
Disney World que es un modelo perfecto de todos los órdenes de
simulacros. En principio es un juego de ilusiones y de fantasmas: los
Piratas, la Frontera, el Mundo Futuro, etcétera. Se cree a menudo
que este 'mundo imaginario' es la causa del éxito de Disney,
pero lo que atrae a las multitudes es, sin duda y sobre todo, el microcosmos
social, el goce religioso, en miniatura, de la América real,
la perfecta escenificación
de los propios placeres y contrariedades. La única fantasmagoría
en este mundo imaginario proviene de la ternura y calor que las masas
emanan y del excesivo número de dispositivos aptos para mantener
el efecto multitudinario. El contraste con la soledad absoluta del parking
—auténtico campo de concentración—, es total.
O, mejor: dentro, todo un abanico de 'gadgets' magnetiza a la multitud
canalizándola en flujos dirigidos; fuera, la soledad, dirigida
hacia un solo dispositivo, el ‘verdadero’, el automóvil.
Por una extraña coincidencia (aunque sin duda tiene que ver con
el embrujo propio de semejante universo), este mundo infantil congelado
resulta haber sido concebido y realizado por un hombre hoy congelado
también: Walt Disney, quien espera su resurrección arropado
por 180 grados centígrados. De cualquier modo es aquí
donde se dibuja el perfil objetivo de América, incluso en la
morfología de los individuos y de la multitud. Todos los valores
son allí exaltados por la miniatura y el dibujo animado. Embalsamados
y pacificados. De ahí la posibilidad de un análisis ideológico
de Disney: núcleo del ‘american way of life’, panegírico
de los valores americanos, etc., trasposición idealizada, en
fin, de una realidad contradictoria. Pero todo esto oculta una simulación
de tercer orden: Disney existe para ocultar qué es el país
‘real’, toda la América ‘real’, una Disneylandia
(al modo como las prisiones existen para ocultar la ‘lacra’
que es todo lo social en su banal omnipresencia, reduciéndolo
a lo estrictamente carcelario). Disneylandia es presentada como imaginaria
con la finalidad de hacer creer que el resto es real, mientras que cuanto
la rodea, Los Ángeles, América entera, no es ya real,
sino perteneciente al orden de lo hiperreal y de la simulación.
No se trata de una interpretación falsa de la realidad (como
la ideología), sino de ocultar que la realidad ya no es la realidad
y, por tanto, de salvar el principio de realidad.
Efectos de desaparición
Imágenes de la gran urbe, fragmentos de los últimos gestos
humanos reconocibles. Los sujetos indiferentes a la presencia de la
cámara se mueven según el ritmo de sus propios pensamientos.
Imágenes en movimiento: la estación del Metro de Tokio,
súper-carreteras, aviones supersónicos, televisores de
cristal líquido, nano-ordenadores, y otros tantos accesorios
que nos implantan una aceleración a la manera de otras tantas
prótesis tecnológicas. Es la era del cyber-reflejo condicionado,
del vértigo de la cibermúsica, de los fundidos del inconsciente
en una lluvia de imágenes digitales, vértigo espasmódico
de señales que se encienden y apagan, del gesto televisivo, vértigo
espasmódico de señales que se encienden y se apagan, del
gesto neurótico y ansioso del zapping o el molesto corte del
semáforo en las esquinas que parasitan el sistema de interrupciones
artificiales y alimentan nuestra dependencia de los efectos especiales.
La fragmentación de las imágenes construye una estética
abstracta y laberíntica, en el que cada fragmento opera independiente
pero, a su vez, queda encadenado al continuo temporal de un instante
narrativo único. Podemos retener el mundo entero en nuestras
cabezas.
La aceleración y los estados alterados de la mente. Los psicotrópicos.
La representación electrónica de la mente en la cartografía
del hipertexto. Las autopistas de la información, donde todo
acontece sin tener siquiera que partir ni viajar. Es la era de la llegada
generalizada, de la telepresencia, de la cibermuerte y el asesinato
de la realidad. El mundo como una gran cámara de vacío
y de descompresión. Como la ralentización de la exuberancia
del mundo.
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DATOS DE LA AUTOR:
- Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento
de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento
Contemporáneo. Áreas de Especialización Antropología
y Estética. Profesor del Programa de Postgrado del Instituto
de Filosofía de la PUCV; Profesor de Antropología Filosófica
en la Escuela de Medicina de la UNAB.
- Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/.
- Secretario de Redacción de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto
de Filosofía de a PUCV.
- Editor Asociado de Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios
Culturales, Buenos Aires http://www.psikeba.com.ar
- Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Cuadernos del Seminario'
- Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría
de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso.
- Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista
de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina.
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ARTÍCULOS RELACIONADOS:
Artículo ’Baudrillard; alteridad, seducción y simulacro’
En Psikeba Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos
Aires, 2006, http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm
Artículo
–La moda en la postmodernidad. Deconstrucción del fenómeno
‘fashion’; http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca2.htm
En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005 Revista Crítica de Ciencias
Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID. http://www.ucm.es/info/nomadas/
Reproducido por IADE Revista Realidad Económica Buenos Aires
(Argentina)
http://www.iade.org.ar/iade/Recomendados/NP/Art/moda.html
Artículo ‘El revés de la utopía’ http://www.tendencias21.net/El-reves-de-la-utopia_a929.html
En Tendencias 21, Revista Asociada al Capítulo Español
del Club de Roma, al Master en Bioinformática de la Universidad
Complutense de Madrid y al Instituto de Ingeniería de España.
Nota 1: VASQUEZ
ROCCA, Adolfo, Baudrillard; Alteridad, seducción y simulacro,
En PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales de
Buenos Aires, 2006; www.psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm.
Nota 2: BAUDRILLARD,
Jean (1929-) Estudió filología germánica en La
Sorbona de París.. En 1966 leyó su tesis doctoral ('Le
sistème des objets') bajo la dirección de Henry Lefebvre,
e inició su actividad docente en la Universidad París
X, en Nanterre, donde tuvo un papel activo en los sucesos de mayo del
68. Director científico del IRIS (Recherche sur l'Innovation
Sociale) de la Universidad París-IX Daphine (1986-1990). En 2001
fue contratado por la European Graduate School de Saas-Fee, Suiza, como
profesor de filosofía de la cultura y de los medios en los seminarios
intensivos de verano.
La mayor parte de la obra de Baudrillard ha sido traducida a las lenguas
española y portuguesa. A la primera: El sistema de los objetos,
Siglo XXI, Ciudad de México, 1969; La sociedad de consumo, Plaza
y Janés, Barcelona, 1970; Crítica de la economía
política y del signo, Siglo XXI, Ciudad de México, 1976;
El espejo de la producción, Gedisa, Barcelona, 1980; El sistema
de los objetos, Siglo XXI, C. de México, 1981; El intercambio
simbólico y la muerte, Monte Avila, Caracas, 1981; Las estrategias
fatales, Anagrama, Barcelona, 1984; América, Anagrama, Barcelona,
1987; El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1988; Cool Memories,
Anagrama, Barcelona, 1989; De la seducción, Ed. Cátedra,
Madrid, 1989 (Planeta-Agostini, Barcelona, 1993; Iberoamericana, Buenos
Aires, 1994); Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona, 1991; La
transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos, Anagrama,
Barcelona, 1991; La guerra del golfo no ha tenido lugar, Anagrama, Barcelona,
1992; La ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos, Anagrama,
Barcelona, 1993; Cultura y simulacro, Kairós, Barcelona, 1993;
El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1994; El crimen perfecto,
Anagrama, Barcelona, 1996; Pantalla total, Anagrama, Barcelona, 2000.
A la portuguesa: A sociedade de consumo, Edições 70, Lisboa,
1981; América, Rocco, Rio de Janeiro, 1986; O Sistema dos Objetos,
Perspectiva, São Paulo, 1989; Da sedução, Papirus,
Campinas, 1991; Simulacros e simulação, Relógio
D’Água, Lisboa, 1991; A transparência do mal. Ensaios
sobre os fenômenos extremo, Papirus, Campinas, 1992; A Ilusão
do Fim, Terramar, Lisboa, 1992; À sombra das maiorias silenciosas.
O fim e o surgimento das massas, Brasiliense, São Paulo, 1993;
Para uma crítica da economia política do signo, Elfos,
Lisboa, 1995; A troca simbólica e a morte, Eds. Loyola, São
Paulo, 1996; A Arte da Desaparição, Ed. UFRJ, Rio de Janeiro,
1997; Tela total: mito-ironias da era do virtual e da imagem, Sulina,
Porto Alegre, 1997; O Paroxista Indiferente, Edições 70,
Lisboa, 1998.
Nota 3: BAUDRILLARD,
Jean, El otro por sí mismo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997.
Nota 4: RIVIERE,
M, Diccionario de la moda, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1996.
Nota
5: VÁSQUEZ
ROCCA, Adolfo, La moda en la postmodernidad. Deconstrucción
del fenómeno 'fashion'; http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca2.htm
En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005 Revista Crítica de Ciencias
Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
Nota 6: BAUDRILLARD, Jean, The Consumer
Society, SAGE Publication, 1998, p. 100.
Nota 7: DEBORD, Guy, La sociedad del
espectáculo, Ed. Pre –Textos, Valencia, 1999, cap.
II La mercancía como espectáculo. P. 51 y sgtes.
Nota 8: BAUDRILLARD, Jean, El otro
por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1994.
Nota 9: BIOY CASARES, Adolfo, La invención
de Morel, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1940.
En la clásica novela de Ciencia Ficción –obra fundacional
del género– Morel ha inventado una máquina que permite
capturar la entidad de las personas, su existencia en sí, y reproducirla
a voluntad.
Pero esta captura implica la muerte de la persona que es registrada
o grabada. La novela juega con la idea del solipsismo, el eterno retorno
y los problemas ontológicos – identitarios. Ver: VÁSQUEZ
ROCCA, Adolfo, La Invención de Morel. Defensa para sobrevivientes
en Zona Moebius;
http://www.zonamoebius.com/00002006/nudos/avr_0906_morel_bioy.htm
Nota 10: BAUDRILLARD, Jean, Cultura
y simulacro, Kairós, Barcelona, 1993.