Una bruja llamada
Celestina
Xochiquetzalli Cruz Martínez
20/05/2007
Una bruja llamada Celestina:
resonancias de las religiones tribales, concepto de brujería
y del Demonio durante la Edad Media, reflejado en La Celestina.
La literatura guarda entre sus líneas las facetas de una sociedad.
Debido a esto podemos descubrir las creencias, costumbres, reglas, la
vida de los pueblos. En el presente artículo trataremos de dilucidar
la idea de brujería, desde sus orígenes en las religiones
tribales y la manifestación de este concepto en la monumental
obra La Celestina. (¿1492?). Recorreremos los linderos de la
historia en busca de la concepción del Demonio, desde el antiguo
Imperio Romano hasta la España de la Reconquista. ¿Cuáles
fueron las causas y procesos que gestaron la brujería? ¿Cómo
fue creado el estereotipo de la bruja, servidora del demonio y sus prácticas?
¿Qué determinaciones tomó la Iglesia Católica
para frenar ésta, que amenazaba la fe cristiana? Estas y otras
preguntas guardan respuestas muy complejas y aquí sólo
daremos un pequeño esbozo.
Considero que estas acusaciones y castigos
fueron más de tipo social que religioso; los grupos que practicaban
otras religiones constituían un peligro constante, para la hegemonía
de la doctrina dominante debido a ésta tenía que salvaguardarse
a toda costa, aunque en este intento fueran sacrificadas miles de vidas.
De lo anterior podemos constatar que aún persisten estos conceptos
en nuestra época, dado que me vinieron a la memoria historias
de brujas, que se robaban a los niños en los pueblos de mi abuela
materna, Santo Domingo Tomalpetec, Oaxaca y de mi abuelo paterno, San
Miguel Ameyalco, Estado de México. Así podemos comprobar
que dichas tradiciones todavía coexisten y como sentencia el
viejo refrán: ‘Yo no creo en brujas, pero de que existen…’.
a) Los orígenes de la hechicería y su vinculación
con el Demonio.
La historia registra entre sus datos infinidad de muestras intolerantes
hacia los grupos ‘ajenos’ al dominante. No se diga en el
campo religioso, donde las doctrinas opuestas a la dominante eran tildadas
de malévolas y reprobables; este planteamiento no es exclusivo
de la doctrina cristiana, dado que su origen es singular y considero
debemos explicarlo para comprender la ideas del Demonio.
Los primeros cristianos fueron tachados de adorar a una cabeza de burro
o sus genitales, cometer canibalismo y entregarse a orgías irrefrenables;
a este respecto nos comenta el historiador Livio: ‘Había
ritos iniciáticos, al elemento religioso se les añadían
los deleites del vino y las fiestas, de tal manera que muchos se sintieron
atraídos por la ceremonia. Cuando el vino había inflamado
sus espíritus, y la noche y la mezcla de hombres con mujeres,
jóvenes con viejos, habían destrozado todo sentimiento
de decoro, todas las variedades de corrupción comenzaban a practicarse…’
[Nota 1].
Con respecto al canibalismo, los romanos tenían un pretexto muy
fuerte para sospechar de la Eucaristía, en ella se devoraban
a un niño u hombre en recuerdo de las palabras de su Dios: ‘Tomad
y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo, sangre
de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos vosotros
para perdón de los pecados…’ [Nota
2]. Pero lejos de creer que los cristianos cometían
una falta grave hacia los Dioses, puesto que el Imperio se había
distinguido por la tolerancia religiosa, era una falta administrativa,
ya que los cristianos no cumplían con sus trabajos y ritos romanos,
porque los consideraban paganos y esto era una afrenta directa hacia
el status (estado); por lo tanto, tenía que ejercerse mano dura
en contra de los rebeldes. Los cristianos no fueron los primeros, sus
predecesores fueron grupos seudoconspiradores como: ‘El de Catilinia,
Tarquino y Apolodoro habían comido carne humana y bebido la sangre
para sellar el pacto de conspiración’.[Nota
3]
Se
debería suponer que las víctimas de tanta injusticia no
volverían a cometerla, pero la respuesta fue un ‘no’.
Cuando el Cristianismo se yergue como la religión única
en el Imperio hacia el año III D.C., gracias a Teodosio (379-395)
se aplicó la misma política hacia los nuevos paganos grupos
de montanistas extendiéndose por Asia Menor, y los Maniqueos
en el norte de África fueron acusados de los mismos cargos abominables,
tachándolos de malignos, hijos de Satán (del hebreo: el
adversario) entonces ¿cómo es que se amalgama esta idea
del mal? Antiguamente las religiones tribales adoraban a los elementos
de la naturaleza: el fuego, el aire, el agua; encarnado en Dioses duales,
positivos y negativos a la vez monistas. Esto evolucionó el pensamiento
religioso, dando como resultado, posteriormente, religiones politeístas.
Sin embargo, cuando las religiones cambian de monistas a monoteístas,
es decir, en la creencia de un Dios de luz, bueno, perfecto y su adversario
un Dios de la oscuridad, malo, imperfecto, la historia de la humanidad
cobra un giro de ciento ochenta grados. Hasta ese momento muchas de
las religiones monoteístas no habían tenido mucho éxito,
como la imposición de Akenatón en Egipto y su culto al
Athón (el Sol) como único Dios. Pero hacia el año
600 A.C., la historia cristiana sería diferente, en Armenia surgió
un predicador llamado Zarathustra el cual proclamaba que nada malo podía
venir de Dios, sino que el mal venía del diabolos griego, Lucifer,
el Demonus. El imperio de Dios se erguía frente al del Demonio
y sus ejércitos; todo era proclive a ser contaminado por éste.
Los herejes tenían que ser castigados. Las acciones en contra
de ellos fueron muchas a lo largo de la Edad Media. Las más significativas
en territorio hispánico se remontan hacía los siglos XIV,
XV y XVI. Durante los primeros siglos la Península fue dominada
por los bárbaros, después le siguieron ocho siglos de
dominación árabe durante los cuales España vio
su máximo apogeo en esplendor cultural. Pero al extinguirse el
último reducto de la dinastía Omeya, la Reconquista triunfó
en 1492. Los cristianos se apoderaron de todo el territorio, dejando
como último resquicio de la resistencia mora la ciudad de Granada.
La xenofobia invadía las calles con repudio especial hacia los
árabes, encarnación del Diablo por el color de su piel,
y judíos, grandes prestamistas, ávaros, que ocupaban cargos
de mucho prestigio político. Los moralistas cristianos vieron
en estos grupos una clara amenaza a la fe cristiana y por eso implementaron
la usura como pecado. El siglo XIV vio la más importante reprimenda
hacia la comunidad musulmana con la matanza de moros en Úbeda
y de judíos en el año de 1391 en Sevilla, entonces las
conversiones se dieron por miles como la última salida para salvar
los bienes y las costumbres. Pero no podían abandonar sus creencias
de un día par otro, así que las practicaban en secreto,
judaizantes. Y dadas estas circunstancias la paranoia se convirtió
en el pan nuestro de cada día. La Iglesia suponía que
dichas personas esperaban la llegada del Anticristo y, mientras esto
sucedía, elucubraban para destruir la fe católica.
Se
tenía que tomar cartas en el asunto y así surge la Inquisición,
institución encargada de mantener la pureza de la fe. El 6 de
febrero de 1468 tuvo lugar la primera ceremonia pública de auto
de fe, fueron quemadas 6 personas en la hoguera. Su modus operandi era
muy arbitrario. Las acusaciones diffamatio eran hechas por
oídas y con base en sospechas. Las acusaciones pasaban a manos
de los calificadores quienes ordenaban la captura, después tenía
lugar la prima facie o arresto, el acusado era enviado a una
prisión secreta sin decírsele el cargo inmediatamente.
En ese momento se le confiscaban los bienes, en la prisión se
le sometía a interrogatorios constantes, para que confesara,
por voluntad propia, su delito y en vista de la negativa se le confrontaba
con el inquisidor preguntándole sobre su familia, trabajo, vecinos,
etc. No sin antes pedirle recitar el Padrenuestro y el Avemaría,
en muchos casos esto era imposible de recitar, ya que eran conversos
y el conocimiento era muy reciente. El inquisidor presentaba las pruebas
y se leía el cargo; ante la negativa, la tortura entraba en acción
y mediante castigos horripilantes se obtenía la confesión,
si se aceptaban los cargos el acusado era enviado a otra prisión
para redimirse; si no, la pena de muerte era dictada, cumpliéndose
en la hoguera o la horca. Ningún estrato social se salvó,
los mismo eran acusados, pobres que ricos, jóvenes y ancianos,
mujeres y hombres, clérigos y paganos, la medida final fue la
expulsión definitiva en 1502, judíos y musulmanes. Confiscándoles
todos sus bienes.
La figura de la bruja
Dos situaciones permean la figura de la bruja a lo largo de la historia:
a) La naturaleza de la mujer como proclive a ser tentada por el demonio.
b) Y su condición de mujer en sí misma
En la antigüedad la mujer era vista como una posesión o
un ente sin alma. Ya durante la Edad Media, gracias a la doctrina cristiana:
y al libro del Génesis cualquier narración de adulterio
servía para los mismos: ‘corroborar la peligrosidad de
la mujer en virtud que era susceptible a ser engañada por el
Diablo’ [Nota 4],
todas las mujeres eran herederas de Lilith y Eva, pecadoras incorregibles.
La valía de la mujer era en función del hombre. Estás
mujeres podían caer en la tentación del Demonio al encontrarse
en una situación terrible, solas y sin un hombre que las auxiliara.
Las solteras, viudas y ancianas se rendían al Diablo. Por su
apetito sexual irrefrenable, la soledad que experimentaban o para sobrevivir
gracias a realizar conjuros y obtener jugosos beneficios. Las brujas
eran mujeres que hacían pactos con el Demonio, sellándolo
a través del acto sexual y la renuncia de Cristo, a cambio de
esto el Diablo les concedía poderes sobrenaturales para hacer
el mal causando enfermedades, impotencia sexual o la destrucción
total de alguien gracias al maleficium:
…Las brujas se reunían
en los sabbats, rito presidido por el Diablo, se arrodillaban frente
a él arrepintiéndose de sus pecados, como asistir
a misa, y acto seguido eran castigadas por medio de azotes, después
se llevaba a cabo la misa negra donde se profanaba la Cruz pisoteándola,
la comunión se hacia con un líquido nauseabundo mezclado
con la cenizas de infantes calcinados y sangre; la hostia era un
objeto parecido a una suela de zapato, la misa terminaba cuando
las brujas besaban el ano del Diablo. La danza y el banquete comenzaban,
culminando con una orgía en donde el Diablo copulaba con
cada uno de los asistentes, los cuales se retiraban a sus casas
volando sobre escobas, palos o azadones comprometiéndose
a asistir a los siguientes Sabbats [Nota
5].
Esta cita recoge la tradición
del canibalismo y orgía de los romanos. La mujer voladora también
era tradición antigua, puesto que antaño existían
mujeres ancianas, horribles con cabellos de serpientes, las strixs.
Éstas volaban por los aires en palos o asadores, hechizando a
los hombres; lo mismo hacían las seguidoras de la Diosa Diana.
Lo anterior nos demuestra que el estereotipo de la bruja brotó
de acusaciones arcaicas y tradiciones misóginas, costando la
vida de muchas durante el tiempo de la gran caza de brujas.
La figura de la bruja en la Celestina
La
obra de Fernando de Rojas La Celestina relata entre sus líneas
las resonancias de esta situación social. En primer lugar la
figura estereotipada de la bruja. Celestina es una mujer anciana que
se gana el sustento haciendo afeites que reparan el físico y
el alma a cambio de dinero, en palabras de Pármeno: ‘Tenía
seis oficios, conviene saber: labrandera, perfumera, maestra de hacer
afeites y hacer virgos, alcahueta y un poquito hechicera’
[Nota
6]. En
la obra, dicha mujer se dedica a ser comadrona y a regentear muchachas
casaderas, para ejercer la prostitución. Conforme a la lógica
medieval, por estar sola tenía que contar con la ayuda del Demonio.
Sus pócimas eran infalibles: ‘y en otro apartado tenía
para remediar amores. para hacerse querer bien. Tenía huesos
de corazón de ciervo, lengua de víbora, cabezas de codornices,
sesos de asno…Venían a ella hombres y mujeres y a unos
demandaba el pan do mordían, a otros de su ropa, a otros de sus
cabellos, y a otros pintaba en la palma letras con azafrán, a
otros con bermellón; a otros daba a otros corazones de cera llenos
de agujas quebradas’ [Nota
7]. Este diálogo contiene reminiscencias de las prácticas
religiosas tribales, donde se invocaba a espíritus y se les aprisionaba
en objetos para que cumplieran así lo que el brujo o bruja ordenaba.
Esta suposición era tomada muy en serio y por eso el pueblo español
de aquellos días recurría a los brujos y sus artes mágicas.
Esta misma cualidad se observa cuando Celestina conjura a Satanás
para conseguir los favores de Melibea para con Calixto:
‘Conjurote, triste Plutón,
señor de la profundidad infernal [invocación] emperador
de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados
ángeles [Al igual que el reino de Dios, el del Demonio tenia
una jerarquía donde este ocupaba el pináculo]…
yo, Celestina, tu más conocida cliéntula [pacto con
el Diablo] te conjuro por virtud y fuerza de estas bermejas letras;
por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas,
por la gravedad de apuestos nombres y signos que en este papel se
contienen; por la áspera ponzoña de las víboras
de que este aceite fue hecho con el unto del hilado [posesión
del objeto por el demonio] vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad,
y en ello te envuelvas, y con ello estés sin un momento partir,
hasta que Melibea, con aparejada oportunidad que haya lo compre;
y con ello de tal manera quede enredada [suposición de la
realización del conjuro], cuanto más lo mirare, tanto
mas su corazón se ablande a conceder mi petición’
[Nota 8].
Como sabemos, Melibea queda prendada
de Calixto, con una pasión irresistible que va en contra de los
férreos principios que sus padres, fervientes católicos,
le habían inculcado y entrega a Calixto su honra, sin importarle
nada más.
Celestina, al ver cumplida su petición, agradece: ‘¡Oh,
airada doncella!, ¡Oh, diablo a quien yo conjuré como cumpliste
palabra en todo lo que te pedí! En encargo te soy. Así
amansaste la cruel hembra con tu poder’ [Nota
9]Más adelante, observamos en la obra el proceso que
seguía el Santo Oficio por sospechas de brujería. Cuando
recuerda a la madre de Pármeno, que fuera su amiga, relata al
mozuelo cómo a su progenitora la calumniaron, bajo sospechas
infundadas: ‘Hijo digo, que sin aquella prendieron cuatro veces
a tu madre, que Dios haya, sola, y aun la una le levantaron (calumniaron)
que era bruja [rumores] porque la hallaron de noche con unas candelillas
cogiendo tierra de una encrucijada, [sospecha] y la tuvieron medio día
en una escalera en la plaza, puesto con uno como rocadero pintado en
la cabeza [castigo].’ [Nota
10].
Además
los métodos de la Inquisición Española eran muy
exactos, ya que a la que señalaban como bruja casi siempre resultaba
serlo. Confesiones sacadas en nombre de Dios, tormentos como el potro
que desmembraba, la picota donde se ponía al preso sentado, entonces
una varilla con punta de lanza se introducía en el ano lentamente.
Estos y otros ingeniosos castigos, convincentes, utilizaba el Santo
Oficio, situación que le ocurrió a la madre de Pármeno:
‘y más que, según todos decían, a tuerto
y sin razón y con falsos testigos y recios tormentos, la hicieron
aquella vez confesar lo que no era’ [Nota
11]. El cisma de la Iglesia Católica ya se vislumbraba,
el cuerpo podrido se caía a pedazos impulsado por la lujuria,
la corrupción de los clérigos, la cual ostentaban sin
importar sus votos. Celestina era visitada lo mismo por casados, clérigos,
mozos y niños para lograr los favores de alguna mujer y estas
acciones se fueron acumulando hasta ser la gota que derramó el
vaso, con la Reforma Protestante, provocada por Martín Lutero
en el año 1517.
Finalmente, para concluir el rastreo de procesos inquisitoriales, brujería
y su reflejo en la sociedad española del siglo XV, me gustaría
rematar con el castigo que recibe Celestina. Muere a manos de sus protegidos
Pármeno y Sempronio, por no querer compartir con ellos la recompensa
que le da Calixto: una cadena de oro. Celestina muere por sus pecados:
Dios siempre encuentra el camino para castigar a los descarriados, él
siempre gana y no es un asesinato brutal el que se comete, sino la justicia
divina. Por eso Celestina muere pidiendo la confesión, que no
obtiene, cerrando el círculo malsano de su vida, condenándose.
Conclusiones.
De lo anterior concluyo que:
1. Es la intolerancia la madre de muchas injusticias. Es ella la que
impulsa escarmentar a personas diferentes, ‘pecadoras’.
Teniendo tras de sÍ motivos políticos, personales o codiciosos,
cayendo en el fanatismo.
2. Entre las muchas lecturas que se pueden hacer de La Celestina,
me quedó claro que una obra literaria siempre responde a su entorno
histórico y deja entre sus páginas un contenedor precioso
de costumbres, actitudes e ideologías.
3. La Santa Inquisición fue más un órgano de poder
social que religioso, un aparato represor al servicio de la ideología
social dominante.
Celestina, aunque es un personaje grotesco, irradia una riqueza impresionante
es un personaje complejo: ama, odia, codicia, vive. Simplemente es humana.
Celestina es la amalgama entre el mundo tribal y el renacentista, el
puente entre lo etéreo y lo carnal; Celestina es humana.
Bibliografía
- ‘BIBLIA’. Argentina: Editorial Sopena, 1990.
- Cándano, Graciela. ‘La mujer como portadora de peligro’,
Medievalia, 21, diciembre 1995. pp. 1-16.
-Cohn, Norman. ‘Los demonios familiares en Europa’. Madrid:
Alianza Editorial, 1980.
- Castioglioni, Arturo. ‘Encantamiento y magia’. México:
Fondo de Cultura Económica (FCE), 1972.
- Rojas, Fernando de. ‘La Celestina’. México: Ediciones
Ateneo, 1961.
- Russell, Jeffrey B. ‘Historia de la brujería’.
México: Paidós, 1998.
-Turberville. A.S. ‘La Inquisición española’.
México: FCE. 1965. 5ta. Edición
Nota
1: Norman Cohn. Los demonios familiares en Europa. Madrid:
Alianza. 1980. p 30.
Nota 2: Evangelio según
San Marcos. XIV: 22-25.
Nota 3: Ibídem
[Cohn] p. 31.
Nota 4: Graciela Cándano.
‘La mujer como portadora de peligro’, Medievalia,
21, diciembre 1995. p.7
Nota 5: Jeffey Russel.
Historia de la brujería. México: Paidós,
1998. pág. 54.
Nota 6: Fernando de
Rojas, La Celestina. México: Ediciones Ateneo. 1961.
pág. 33.
Nota 7: Ibídem
pág. 35.
Nota 8:
8 Ibídem pág. 59
Nota 9:
Ibídem pág. 76.
Nota 10:
Ibídem pág. 98.
Nota 11: Ibídem
pág. 98.
__________________________
DATOS DE LA AUTORA:
Xochiquetzalli Cruz Martínez (México,
Distrito Federal).- Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas
por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ha impartido cursos de regularización en Español y Redacción
en el INDEHI. Actualmente se desempeña como maestra adjunta de
la materia Literatura Medieval Española en la Facultad de Filosofía
y Letras de la UNAM.
|