RYBCZYNSKI, Witold: La
Casa. Historia de una Idea, Donosita-San Sebastián,
Nerea, 1989.
Es
fácil imaginar que bajo el título La Casa. Historia
de una Idea se nos hable de arquitectura, mobiliario o decoración,
sin embargo puede resultar cuando menos sorprendente que Rybczynski
comience su incursión en este tema describiendo el aspecto aparentemente
despreocupado del multimillonario Ralph Lauren y continúe hablando
de diseño de monda, no obstante deja de ser tan sorprendente
cuando al continuar con la lectura descubrimos cómo la moda y
la decoración de interiores han estado íntimamente ligados
a lo largo de siglos complementándose la una a la otra.
En el primer capítulo, La Nostalgia, el autor nos describe
la colección de accesorios para la casa diseñados por
R. Lauren compuesto por cuatro líneas bien distintas pero con
algo en común: son interpretaciones de estilos tradicionales
y tipificados sin ninguna intención de rigor histórico.
A Lauren lo que le interesa es evocar el ambiente hogareño y
doméstico que se identifica con el pasado y que, en ocasiones,
ha llevado incluso a inventar tradiciones como ocurrió con el
Estilo Colonial. Las tradiciones de Lauren se presentan ante el público
de forma utópica eliminando cualquier vínculo con la modernidad,
posiblemente un signo más de nostalgia fruto del rechazo del
propio presente.
En el capítulo dedicado a lo
íntimo y lo privado, Witold Rybczynski utiliza como referente
el grabado de Alberto Durero San Jerónimo en su Escritorio;
tras la descripción de su propio lugar de trabajo las comparaciones
son inevitables y, aun habiendo entre ellos cuatrocientos años
que los separan, las similitudes son evidentes puesto que en ambos encontramos
posesiones personales, una silla, una mesa, un lugar donde escribir
(página 30), sin embargo el cambio es muy significativo puesto
que San Jerónimo no hubiese podido nunca disfrutar de la tranquilidad
e intimidad de la que Rybczynski no podría prescindir en su lugar
de trabajo. Por supuesto tampoco San Jerónimo contaba con los
artefactos mecánicos actuales que, junto a la luz eléctrica
y la eficiente calefacción de que disponemos hoy, contribuyen
definitivamente al confort.
La aparición del concepto confort
en el contexto de la casa nace como necesidad de nombrar una idea nueva
surgida en el siglo XVIII. Durante la Edad Media, en la ciudad libre
habitada por los burgueses, la casa, combinada con el lugar de trabajo,
se componía tan solo de una habitación con muy escasos
muebles y el principal motivo de esta sencillez era la forma en que
se utilizaba el espacio doméstico, tan solo para vivir en él
y no para disfrutarlo. Sin duda la influencia eclesiástica en
todos los aspectos de la sociedad condicionaba igualmente la decoración
de la casa reforzando esa austeridad característica.
Walter Scott apuntaba que la comodidad en la casa medieval era prácticamente
inexistente pero que, al no conocerse, tampoco se echaba en falta. Sin
embargo no hay que entender en esto que simplemente careciesen de confort
sino más bien de la idea objetiva y explícita de confort.
De igual modo, es también la diferencia al entender la funcionalidad
lo que explica la falta de intención para solucionar esta ausencia
de comodidad puesto que cada objeto tenía un significado
y un lugar en la vida que formaba parte de su función tanto como
su finalidad inmediata (página 45).
Desde el final de la Edad Media y hasta el s. XVIII las casas fueron
haciéndose mejores y mayores. La convivencia en una misma casa
de diferentes familias aún dificultaba la intimidad, no obstante
se mostraba ya cierto interés a este respecto con la separación
entre amos y criados o el uso de camas con cortinajes. Pero para entender
la casa como sede de la familia debían antes experimentarse lo
íntimo y lo privado de una forma que aún era impensable
en estas salas comunitarias.
El autor ejemplifica el tema de la domesticidad con las casas de los
Países Bajos de mediados del s. XVII cuyas características
estructurales permitían abrir grandes ventanales en la fachada
principal dejando entrar luz en abundancia que se controlaba con la
utilización de visillos, esto unido a la presencia de un menor
número de personas en la misma casa contribuían a conseguir
mayor intimidad que en otros países. Los neerlandeses tenían
un sentimiento de afecto único hacia sus casas y por ello necesitaron
el término home para definir en su conjunto la casa,
la gente que la habitaba y la satisfacción que aportaba dicha
conjunción de elementos. La insistencia en la limpieza y el orden
en sus casas que, irónicamente los neerlandeses no mostraban
por su aseo personal, sugería la nueva idea de delimitación
de la casa como lugar propio y privado.
Un punto clave en la evolución de la casa es el hecho de que
las mujeres comenzaran a hacerse cargo de ella y por tanto a feminizarla
centrando el interés en la cocina e introduciendo el concepto
de domesticidad.
Con Luís XV llegó la búsqueda de la comodidad y
con ella la especialización de muebles y habitaciones así
como la aparición del Rococó que cubría ciertas
necesidades de comodidad y agrado. Pero aunque la búsqueda de
comodidad fuese evidente en esta época los muebles seguían
teniendo una función simbólica que indicaban diferentes
modos de comportamiento y protocolo.
El intento de recrear estilos del pasado no ha hecho más que
retrasar el avance del confort doméstico. Si el interior georgiano
tuvo un éxito tan evidente seguramente fue por su eficaz combinación
de elegancia y confort; a diferencia de los muebles franceses del s.
XVIII cuyo filtro cortesano elevaba la suntuosidad sobre el confort,
en la Inglaterra georgiana la corte tenía menos influencia y
los burgueses mas tiempo libre que pasar en casa, esto unido a las influencias
de los Países Bajos, lleva a una mayor practicidad y por tanto
a una mayor comodidad.
El lento avance del confort no fue siempre sinónimo
de ausencia de evolución tecnológica. Los esfuerzos por
mejorar la ventilación en las casas trajeron consigo su enfriamiento,
por el contrario el perfeccionamiento de las lámparas de gas
y los combustibles supuso, no solo un aumento del confort, sino también
de la alfabetización al permitir la lectura nocturna.
Pero fue sin duda el descubrimiento de la electricidad en el s. XIX
lo que provocó el giro definitivo en la evolución de la
tecnología doméstica al permitir la mecanización
de multitud de aparatos además de permitir una luz mas intensa
y una fuente de calor mas eficaz y limpia. La electrificación
de aparatos que antes requerían del esfuerzo humano para funcionar,
así como la invención de otros nuevos tuvieron como consecuencia
el ahorro tanto de tiempo como de esfuerzo. El trabajo doméstico
comenzaba a ser más eficiente y parte de este logro hay que agradecerlo
a las exitosas publicaciones de mujeres como Catherine E. Beecher o
Christine Frederik sobre economía doméstica y que, muy
lejos de la visión puramente visual y estética que habían
hecho anteriormente los hombres, estas mujeres reconocidas como ingenieras
domésticas, se centraban en el aspecto mas funcional de
la casa reduciendo su tamaño y extendiendo los conceptos de confort
y comodidad desde el tiempo de ocio hacia el de trabajo. Esto supuso
la rápida aceptación del concepto de confort ligado al
de eficiencia.
Cabría esperar que las diversas innovaciones que contribuyeron
al confort a principios de siglo tuviera profundas consecuencias en
el aspecto de la casa (página 177), sin embargo el resurgimiento
constante de estilos del pasado evitó la creación de un
estilo puramente tecnológico, en su lugar se hacían interpretaciones
mas o menos creativas de decoraciones históricas que permitían
la adaptación a los nuevos útiles mecánicos en
un nuevo estilo un tanto ecléctico. La dificultad estaba en amoldar
dichos estilos a las pequeñas casas del momento pero se encontró
la solución en decoraciones con un toque hogareño y de
escaso interés por el rigor histórico como el llamado
Reina Ana y el estilo Ripia que gozaron de gran aceptación por
el logro de un cómodo equilibrio entre la innovación y
la tradición que se vio amenazado en 1925 con la aparición
de L’Esprit Nouveau en la Exposition Internationale des Arts
Décoratifs et Industriels Modernes. En esta exposición
se dieron a conocer estilos cada vez menos históricos pero con
aún cierta conexión con el pasado, ejemplo de ello son
el Art Decó y Arts and Crafts que llevaría
al Art Nouveau. Pero la más rompedora fue indudablemente
la propuesta de Le Corbusier que pretendía acabar por completo
con todo tipo de decoración tanto en el exterior como en el interior
considerándolo un añadido totalmente prescindible en su
concepción de la casa como máquina de habitar.
La búsqueda de Le Corbusier de una casa eficiente resultó
ser una regresión a la visión masculina de la arquitectura
y una vuelta a la visión estética de ésta. El gusto
por la no decoración consigue desnudar el interior doméstico
y lo priva de esa intimidad, confortabilidad y bienestar que lo definían
como hogar y que tantos siglos han visto pasar hasta establecerse.
En el último capítulo el autor plantea la necesidad de
una revisión de la tradición burguesa del confort, no
como rechazo de la modernidad sino como una crítica a ésta
para retomar la evolución del confort bajo el liderazgo de la
tecnología.
¿Qué es el confort sino una invención humana? Es
una idea que ha cambiado tras siglos de historia que no pueden ser ignorados,
por ello una definición completa ha de incluir términos
como comodidad, eficiencia, domesticidad e intimidad que por
esta razón han dado título a los capítulos esta
gran definición de confort: La Casa, Historia de una Idea.
¿Cómo puede resultar interesante la historia de cuatro
paredes? Rybczynski demuestra que lo es y precisamente porque apenas
nombra, en los diez capítulos que conforman el libro, esas cuatro
paredes las cuales son tan solo el contenedor de algo más
que las transforma en hogar. Este algo no es mas que un conjunto de
invenciones culturales que con el paso del tiempo se ha convertido en
un complejo entramado de conceptos tales como intimidad, confort
o familia que hoy nos resultan ineludiblemente ligados a la casa
y difícilmente nos planteamos la posibilidad de una existencia
feliz sin ellos, pero esto sería posible si simplemente no conociésemos
esos conceptos, y como ocurría en la Edad Media, no pudiésemos
echarlos de menos.
El largo proceso de evolución de estos conceptos estrechamente
ligados a la decoración de la casa y ésta a su vez condicionada
por el entendimiento y uso que se hacía del espacio doméstico
en cada época, se explica de forma muy amena y con un lenguaje
claro capaz de llegar a un amplio público. A esto por supuesto
también contribuye el propio tema que a todos nos afecta en cierta
forma, podría decirse que ésta es la gran historia que
explica la forma de nuestra propia casa y el uso que hacemos de ella
por ejemplo mientras leemos este libro.
El uso de un lenguaje claro no implica solo llegar a un público
amplio sino también una minuciosidad muy de agradecer en el empleo
de las palabras necesarias para conseguir la expresión mas exacta
de ideas concretas. Un ejemplo de esto es la explicación de ciertas
palabras utilizadas como confortable de la cual introduce la
raíz latina y los múltiples significados que ha ido adquiriendo
con el tiempo hasta la actualidad, con esto evita posibles interpretaciones
del lector que puedan alejarlo lo más mínimo de la idea
que Rybczynski deseaba expresar, él mismo dice que las palabras
tienen importancia. El idioma no es sólo un medio […],
es un reflejo de cómo pensamos. No empleamos palabras únicamente
para describir objetos, sino también para expresar ideas, y la
introducción de palabras nuevas en el idioma señala la
introducción simultánea de ideas en la conciencia.
(página 32); y a este respecto yo no podría estar más
de acuerdo.
Es muy interesante el concepto de Stimmung planteado por Mario
Praz en un ensayo sobre la teoría de la decoración de
interiores, rescatado aquí por Rybczynski y descrito como una
característica de los interiores que tiene menos que ver
con su funcionalidad que con la forma en que la habitación expresa
el carácter de su propietario (páginas 53 y 54).
La personalización e individualización del espacio que
supone el stimmung contribuye definitivamente al confort de
una casa y éste desde luego no es siempre sinónimo de
orden o esteticismo refinado. ¿Quién no ha soñado
con disfrutar de aquella casa que parecía perfecta en una revista
de decoración?, casas muy espaciosas, luminosas, en las que reina
el orden y donde cada detalle combina a la perfección con el
resto. ¿Cómo conseguir tal belleza en la propia casa?,
cabría preguntarse; con incomodidad constante, podría
ser la respuesta ya que tendríamos que eliminar las fotografías
personales que decoran las estanterías, los libros a medio leer
sobre alguna mesa, los percheros cargados de abrigos, entre otras muchas
muestras de que esa casa no es solo eso, sino que demás está
habitada y quienes la habitan disfrutan de ella. Las casas de las revistas
están estratégicamente dispuestas para ser admiradas por
la perfección y belleza de su diseño pero ¿dónde
está el stimmung en ellas? no son acogedoras ni hogareñas,
están deshumanizadas, puede que sean casas pero desde luego no
son hogares. El error en mi opinión es el mismo que achacaba
Louis Kahn al Movimiento Moderno: concebir la casa como espacio
y no como lugar. El lugar tiene una implicación humana,
para que el espacio de una casa se convierta en un lugar es necesaria
la aportación consciente e inconsciente del que la habita. Por
esta misma razón considero acertado el planteamiento de Rybczynski
que sugiere revisar la idea de confort burgués y aplicarlo de
nuevo a la arquitectura doméstica.
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DATOS DE LA AUTORA:
Lidia Fernández Infante (1983,
Málaga), Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de
Málaga en 2007, ha realizado diversos cursos de formación
relacionados con el Arte y el Patrimonio entre los que cabe destacar
Didáctica de la História y del Patrimonio Histórico-artístico
en el Centro de Altos Estudios Históricos de la Fundación
Sánchez Albornoz en Ávila.