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La Casa. Historia de una Idea
Lidia Fernández Infante
23/01/2008


RYBCZYNSKI, Witold: La Casa. Historia de una Idea, Donosita-San Sebastián, Nerea, 1989.

Es fácil imaginar que bajo el título La Casa. Historia de una Idea se nos hable de arquitectura, mobiliario o decoración, sin embargo puede resultar cuando menos sorprendente que Rybczynski comience su incursión en este tema describiendo el aspecto aparentemente despreocupado del multimillonario Ralph Lauren y continúe hablando de diseño de monda, no obstante deja de ser tan sorprendente cuando al continuar con la lectura descubrimos cómo la moda y la decoración de interiores han estado íntimamente ligados a lo largo de siglos complementándose la una a la otra.

En el primer capítulo, La Nostalgia, el autor nos describe la colección de accesorios para la casa diseñados por R. Lauren compuesto por cuatro líneas bien distintas pero con algo en común: son interpretaciones de estilos tradicionales y tipificados sin ninguna intención de rigor histórico. A Lauren lo que le interesa es evocar el ambiente hogareño y doméstico que se identifica con el pasado y que, en ocasiones, ha llevado incluso a inventar tradiciones como ocurrió con el Estilo Colonial. Las tradiciones de Lauren se presentan ante el público de forma utópica eliminando cualquier vínculo con la modernidad, posiblemente un signo más de nostalgia fruto del rechazo del propio presente.

En el capítulo dedicado a lo íntimo y lo privado, Witold Rybczynski utiliza como referente el grabado de Alberto Durero San Jerónimo en su Escritorio; tras la descripción de su propio lugar de trabajo las comparaciones son inevitables y, aun habiendo entre ellos cuatrocientos años que los separan, las similitudes son evidentes puesto que en ambos encontramos posesiones personales, una silla, una mesa, un lugar donde escribir (página 30), sin embargo el cambio es muy significativo puesto que San Jerónimo no hubiese podido nunca disfrutar de la tranquilidad e intimidad de la que Rybczynski no podría prescindir en su lugar de trabajo. Por supuesto tampoco San Jerónimo contaba con los artefactos mecánicos actuales que, junto a la luz eléctrica y la eficiente calefacción de que disponemos hoy, contribuyen definitivamente al confort.

Alberto Durero San Jerónimo en su Escritorio   

La aparición del concepto confort en el contexto de la casa nace como necesidad de nombrar una idea nueva surgida en el siglo XVIII. Durante la Edad Media, en la ciudad libre habitada por los burgueses, la casa, combinada con el lugar de trabajo, se componía tan solo de una habitación con muy escasos muebles y el principal motivo de esta sencillez era la forma en que se utilizaba el espacio doméstico, tan solo para vivir en él y no para disfrutarlo. Sin duda la influencia eclesiástica en todos los aspectos de la sociedad condicionaba igualmente la decoración de la casa reforzando esa austeridad característica.

Walter Scott apuntaba que la comodidad en la casa medieval era prácticamente inexistente pero que, al no conocerse, tampoco se echaba en falta. Sin embargo no hay que entender en esto que simplemente careciesen de confort sino más bien de la idea objetiva y explícita de confort. De igual modo, es también la diferencia al entender la funcionalidad lo que explica la falta de intención para solucionar esta ausencia de comodidad puesto que cada objeto tenía un significado y un lugar en la vida que formaba parte de su función tanto como su finalidad inmediata (página 45).

Desde el final de la Edad Media y hasta el s. XVIII las casas fueron haciéndose mejores y mayores. La convivencia en una misma casa de diferentes familias aún dificultaba la intimidad, no obstante se mostraba ya cierto interés a este respecto con la separación entre amos y criados o el uso de camas con cortinajes. Pero para entender la casa como sede de la familia debían antes experimentarse lo íntimo y lo privado de una forma que aún era impensable en estas salas comunitarias.

El autor ejemplifica el tema de la domesticidad con las casas de los Países Bajos de mediados del s. XVII cuyas características estructurales permitían abrir grandes ventanales en la fachada principal dejando entrar luz en abundancia que se controlaba con la utilización de visillos, esto unido a la presencia de un menor número de personas en la misma casa contribuían a conseguir mayor intimidad que en otros países. Los neerlandeses tenían un sentimiento de afecto único hacia sus casas y por ello necesitaron el término home para definir en su conjunto la casa, la gente que la habitaba y la satisfacción que aportaba dicha conjunción de elementos. La insistencia en la limpieza y el orden en sus casas que, irónicamente los neerlandeses no mostraban por su aseo personal, sugería la nueva idea de delimitación de la casa como lugar propio y privado.

Un punto clave en la evolución de la casa es el hecho de que las mujeres comenzaran a hacerse cargo de ella y por tanto a feminizarla centrando el interés en la cocina e introduciendo el concepto de domesticidad.
Con Luís XV llegó la búsqueda de la comodidad y con ella la especialización de muebles y habitaciones así como la aparición del Rococó que cubría ciertas necesidades de comodidad y agrado. Pero aunque la búsqueda de comodidad fuese evidente en esta época los muebles seguían teniendo una función simbólica que indicaban diferentes modos de comportamiento y protocolo.

El intento de recrear estilos del pasado no ha hecho más que retrasar el avance del confort doméstico. Si el interior georgiano tuvo un éxito tan evidente seguramente fue por su eficaz combinación de elegancia y confort; a diferencia de los muebles franceses del s. XVIII cuyo filtro cortesano elevaba la suntuosidad sobre el confort, en la Inglaterra georgiana la corte tenía menos influencia y los burgueses mas tiempo libre que pasar en casa, esto unido a las influencias de los Países Bajos, lleva a una mayor practicidad y por tanto a una mayor comodidad.

El lento avance del confort no fue siempre sinónimo de ausencia de evolución tecnológica. Los esfuerzos por mejorar la ventilación en las casas trajeron consigo su enfriamiento, por el contrario el perfeccionamiento de las lámparas de gas y los combustibles supuso, no solo un aumento del confort, sino también de la alfabetización al permitir la lectura nocturna.
Pero fue sin duda el descubrimiento de la electricidad en el s. XIX lo que provocó el giro definitivo en la evolución de la tecnología doméstica al permitir la mecanización de multitud de aparatos además de permitir una luz mas intensa y una fuente de calor mas eficaz y limpia. La electrificación de aparatos que antes requerían del esfuerzo humano para funcionar, así como la invención de otros nuevos tuvieron como consecuencia el ahorro tanto de tiempo como de esfuerzo. El trabajo doméstico comenzaba a ser más eficiente y parte de este logro hay que agradecerlo a las exitosas publicaciones de mujeres como Catherine E. Beecher o Christine Frederik sobre economía doméstica y que, muy lejos de la visión puramente visual y estética que habían hecho anteriormente los hombres, estas mujeres reconocidas como ingenieras domésticas, se centraban en el aspecto mas funcional de la casa reduciendo su tamaño y extendiendo los conceptos de confort y comodidad desde el tiempo de ocio hacia el de trabajo. Esto supuso la rápida aceptación del concepto de confort ligado al de eficiencia.

Cabría esperar que las diversas innovaciones que contribuyeron al confort a principios de siglo tuviera profundas consecuencias en el aspecto de la casa (página 177), sin embargo el resurgimiento constante de estilos del pasado evitó la creación de un estilo puramente tecnológico, en su lugar se hacían interpretaciones mas o menos creativas de decoraciones históricas que permitían la adaptación a los nuevos útiles mecánicos en un nuevo estilo un tanto ecléctico. La dificultad estaba en amoldar dichos estilos a las pequeñas casas del momento pero se encontró la solución en decoraciones con un toque hogareño y de escaso interés por el rigor histórico como el llamado Reina Ana y el estilo Ripia que gozaron de gran aceptación por el logro de un cómodo equilibrio entre la innovación y la tradición que se vio amenazado en 1925 con la aparición de L’Esprit Nouveau en la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes. En esta exposición se dieron a conocer estilos cada vez menos históricos pero con aún cierta conexión con el pasado, ejemplo de ello son el Art Decó y Arts and Crafts que llevaría al Art Nouveau. Pero la más rompedora fue indudablemente la propuesta de Le Corbusier que pretendía acabar por completo con todo tipo de decoración tanto en el exterior como en el interior considerándolo un añadido totalmente prescindible en su concepción de la casa como máquina de habitar. La búsqueda de Le Corbusier de una casa eficiente resultó ser una regresión a la visión masculina de la arquitectura y una vuelta a la visión estética de ésta. El gusto por la no decoración consigue desnudar el interior doméstico y lo priva de esa intimidad, confortabilidad y bienestar que lo definían como hogar y que tantos siglos han visto pasar hasta establecerse.

En el último capítulo el autor plantea la necesidad de una revisión de la tradición burguesa del confort, no como rechazo de la modernidad sino como una crítica a ésta para retomar la evolución del confort bajo el liderazgo de la tecnología.

¿Qué es el confort sino una invención humana? Es una idea que ha cambiado tras siglos de historia que no pueden ser ignorados, por ello una definición completa ha de incluir términos como comodidad, eficiencia, domesticidad e intimidad que por esta razón han dado título a los capítulos esta gran definición de confort: La Casa, Historia de una Idea.

¿Cómo puede resultar interesante la historia de cuatro paredes? Rybczynski demuestra que lo es y precisamente porque apenas nombra, en los diez capítulos que conforman el libro, esas cuatro paredes las cuales son tan solo el contenedor de algo más que las transforma en hogar. Este algo no es mas que un conjunto de invenciones culturales que con el paso del tiempo se ha convertido en un complejo entramado de conceptos tales como intimidad, confort o familia que hoy nos resultan ineludiblemente ligados a la casa y difícilmente nos planteamos la posibilidad de una existencia feliz sin ellos, pero esto sería posible si simplemente no conociésemos esos conceptos, y como ocurría en la Edad Media, no pudiésemos echarlos de menos.

El largo proceso de evolución de estos conceptos estrechamente ligados a la decoración de la casa y ésta a su vez condicionada por el entendimiento y uso que se hacía del espacio doméstico en cada época, se explica de forma muy amena y con un lenguaje claro capaz de llegar a un amplio público. A esto por supuesto también contribuye el propio tema que a todos nos afecta en cierta forma, podría decirse que ésta es la gran historia que explica la forma de nuestra propia casa y el uso que hacemos de ella por ejemplo mientras leemos este libro.

El uso de un lenguaje claro no implica solo llegar a un público amplio sino también una minuciosidad muy de agradecer en el empleo de las palabras necesarias para conseguir la expresión mas exacta de ideas concretas. Un ejemplo de esto es la explicación de ciertas palabras utilizadas como confortable de la cual introduce la raíz latina y los múltiples significados que ha ido adquiriendo con el tiempo hasta la actualidad, con esto evita posibles interpretaciones del lector que puedan alejarlo lo más mínimo de la idea que Rybczynski deseaba expresar, él mismo dice que las palabras tienen importancia. El idioma no es sólo un medio […], es un reflejo de cómo pensamos. No empleamos palabras únicamente para describir objetos, sino también para expresar ideas, y la introducción de palabras nuevas en el idioma señala la introducción simultánea de ideas en la conciencia. (página 32); y a este respecto yo no podría estar más de acuerdo.

Es muy interesante el concepto de Stimmung planteado por Mario Praz en un ensayo sobre la teoría de la decoración de interiores, rescatado aquí por Rybczynski y descrito como una característica de los interiores que tiene menos que ver con su funcionalidad que con la forma en que la habitación expresa el carácter de su propietario (páginas 53 y 54). La personalización e individualización del espacio que supone el stimmung contribuye definitivamente al confort de una casa y éste desde luego no es siempre sinónimo de orden o esteticismo refinado. ¿Quién no ha soñado con disfrutar de aquella casa que parecía perfecta en una revista de decoración?, casas muy espaciosas, luminosas, en las que reina el orden y donde cada detalle combina a la perfección con el resto. ¿Cómo conseguir tal belleza en la propia casa?, cabría preguntarse; con incomodidad constante, podría ser la respuesta ya que tendríamos que eliminar las fotografías personales que decoran las estanterías, los libros a medio leer sobre alguna mesa, los percheros cargados de abrigos, entre otras muchas muestras de que esa casa no es solo eso, sino que demás está habitada y quienes la habitan disfrutan de ella. Las casas de las revistas están estratégicamente dispuestas para ser admiradas por la perfección y belleza de su diseño pero ¿dónde está el stimmung en ellas? no son acogedoras ni hogareñas, están deshumanizadas, puede que sean casas pero desde luego no son hogares. El error en mi opinión es el mismo que achacaba Louis Kahn al Movimiento Moderno: concebir la casa como espacio y no como lugar. El lugar tiene una implicación humana, para que el espacio de una casa se convierta en un lugar es necesaria la aportación consciente e inconsciente del que la habita. Por esta misma razón considero acertado el planteamiento de Rybczynski que sugiere revisar la idea de confort burgués y aplicarlo de nuevo a la arquitectura doméstica.


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DATOS DE LA AUTORA:


Lidia Fernández Infante (1983, Málaga), Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Málaga en 2007, ha realizado diversos cursos de formación relacionados con el Arte y el Patrimonio entre los que cabe destacar Didáctica de la História y del Patrimonio Histórico-artístico en el Centro de Altos Estudios Históricos de la Fundación Sánchez Albornoz en Ávila.