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Icono, santo de la revolución y del mercado
Rolando Gabrielli
04/11/2007



    

Herido,
como si muriera el sueño,
el pájaro en la montaña
respira el azul del cielo,
bajan el ala
sus dos manos cortadas,
por un camino
que desconoce el destino.
Pájaro herido,
el sueño seguirá volando

Todos quieren tener un pedacito del Che, hasta sus enemigos. Antes de convertirse en el icono más reconocido mundialmente de América latina, el Che había recorrido Argentina, nuestro subcontinente, hecho la revolución en Cuba, combatido en África y sería asesinado en una escuelita de una aldea boliviana llamada La Higuera, el 9 de octubre de 1967. Ya era un mito y la fotografía emblemática del Alberto Korda, el Che con su boina y mirada hacia un infinito inalcanzable, recorría las principales páginas de los medios del mundo y se convertía en poster de muchas causas.

En la última década, surgiría el Che mercado, estampado en todo tipo de camisetas, reproducido en souvenirs inimaginables, incorporado a la vitrina mundial de la moda.

        

¿Otro mundo bajo nuestros pies? Las preguntas son más numerosas que las respuestas. Hace 40 años, lo había acribillado un soldado boliviano llamado Mario Terán, ordenado por sus superiores de Estados Unidos y Bolivia. Tal vez no le miró a los ojos al Che o quizás se quedó con su última mirada, la historia a veces es ciega no ve lo que sucede, o quien sabe, muchos años después recobra la vista. Hay personas que tienen historias sobre el Che, los diarios y medios masivos las reproducen, no toda la verdad está dicha ni escrita, un mito crece por la fuerza de su ética, convicción de lo que representa en la gente y lo que en él perdura por los tiempos, es en definitiva la fuerza que representa en los demás, como si una idea fuera inmortal.

Un graffitti sobre un muro de la capital uruguaya, Montevideo   El Che Guevara  Cuba   El Che Guevara, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

El Che murió con los ojos abiertos y en una lavandería donde fue limpiado, su cadáver de Cristo sigue mirándonos, allá en Vallegrande, como si el tiempo se hubiese detenido en ese humilde recinto.

      

Cuatro décadas después que fuera ametrallado por el soldado boliviano en la escuelita enclavada en la selva boliviana,- contaron los diarios hace unos días- los despojos del fantasma de Mario Terán, un anciano abandonado por la historia y la vida, envuelto en la desgracia, se presentó en un hospital boliviano, donado por el gobierno de Cuba, con el propósito que le operaran de cataratas para recuperar la vista. Terán quería volver a ver el cielo boliviano, a sus nietos, hijos y saber que la vida tiene muchos colores.

Lo sé! ¡Lo sé!
Si me voy de aquí me traga el río.
Es mi destino: 'hoy voy a morir'.
Pero no, la fuerza de voluntad todo lo puede.
Están los obstáculos, lo admito.
No quiero salir.
Si tengo que morir, será en esta cueva.
Las balas, que me pueden hacer las balas
si mi destino es morir ahogado, pero voy
a superar mi destino.
El destino se puede
alcanzar con la fuerza de voluntad.
Morir si, pero acribillado por las balas,
destrozado por las bayonetas,
si, no, no, ahogado no...
un recuerdo más perdurable que mi nombre
es luchar, morir luchando.

(Un poema del Che a los 19 años de edad).


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