Cóbraselo caro
Élmer Mendoza
Editorial Tusquets
México, 2005
123 pps.
Al
margen de la estéril discusión iniciada en una prestigiada
revista literaria acerca de si la literatura que se escribe en el norte
es o no narcoliteratura (las generalizaciones, de entrada, son injustas,
odiosas e indignas de quien se acredite como ‘crítico literario’),
es un hecho que quienes con más orgullo exhiben su condición
de hijos de Juan Rulfo, son, paradójicamente, los autores del
norte y noroeste de nuestra república: baste echar un vistazo
a Tierra de nadie, de Eduardo Antonio Parra; Duelo por
Miguel Pruneda y El último lector, de David Toscana...
ahí está también la sórdida belleza de Nadie
me verá llorar, de Cristina Rivera Garza... y ni hablar
del tijuanense Federico Campbell, declarado ¡hijo de Rulfo’,
mientras que los autores del centro y sur de la república, incluyendo
algunos jaliscienses, se complacen en renegar de su ‘rulfianidad’,
particularmente los más jóvenes, según se demostró
en una encuesta elaborada por Mayra Inzunza para otra publicación
cultural de prestigio, con motivo del quincuagésimo aniversario
de la publicación de Pedro Páramo.
Y en medio de tantos dimes y diretes,
aparece Cóbraselo caro, cuarta novela del sinaloense Élmer
Mendoza (Culiacán, 1949), uno de los autores multicitados (e
incomprendidos) cuando se hace referencia a la llamada narcoliteratura.
En esta, Mendoza rinde tributo a una obra que reconoce de capital importancia
para su trayectoria: Pedro Páramo. Más que una reescritura,
sin embargo, Cóbraselo caro es una virtual relectura de la obra
de Juan Rulfo, es decir, al mismo tiempo que el autor plasma su propia
experiencia de una incursión por Comala, nos hace experimentar
una vez más la Comala inmortalizada por Rulfo, de tal suerte
que el lector llega a sentir que está leyendo dos obras paralelas.
Nicolás Pureco, 'Nick', el protagonista, es un próspero
restaurantero chicano, especializado, sí, en comida mexicana
(aunque 'de a mentiritas'), lo que de entrada pudiera sugerir cierta
incongruencia respecto al mundo rural y caciquil de la obra referida.
Nick, sin embargo, resulta ser hijo de dos de los personajes de la novela
de Rulfo: Susana y Nicolás. Su mayor tesoro, por tanto, es un
gastado ejemplar de la citada novela, al que le falta la primera página,
circunstancia no carente de significado. Nick es, hasta cierto punto,
el puente entre dos mundos aparentemente irreconciliables: el México
del sur y el México del norte. Mendoza nos hace ver como al mismo
tiempo que los escritores del centro han renegado del legado rulfiano,
han pretendido que Pedro Páramo les pertenece en exclusiva
pues, piensan, nada tiene que ver con el México de la frontera
norte: '(...) que yo sepa ahí (Sonora/Sinaloa) no hay tradición
de aparecidos, decapitados o mujeres vestidas de blanco, ahí
la raza pistea, se pone loco y ya, no andan viendo fantasmas y si se
arrepienten de sus pecados lo más seguro es que le recen a Malverde.'
(p. 66). Contrario a lo dicho por este personaje, que bien podría
ser una parodia de los críticos que insisten en estereotipar
a los escritores norteños, Nick, descendiente directo de los
personajes de Pedro Páramo, nos ayuda a localizar una serie de
afinidades entre el universo rulfiano y el mundo que lo circunda a él,
semi gringo de origen mexicano. Así, pues, aquejado por la misma
enfermedad de Don Quijote y Madame Bovary, es decir, la confusión
entre la realidad y la ficción literaria (y que en la novela
de Mendoza se manifiesta como una enfermedad en forma, con todo y su
sintomatología, como pudiera ser, se queja amargamente Lily,
la esposa gringa de Nick, la pérdida total del apetito sexual)
Nick Pureco se propone, más que simplemente encontrar a Pedro
Páramo, reconstruirlo. 'Las dichosas piedras —se lamenta
la gringa Lily, a un tiempo banal y poética —, ¿es
posible que una novela ponga a alguien a buscar piedras por el resto
de su vida?' (p. 70).
Nick
emprende el vuelo rumbo a Jalisco, donde su búsqueda de Pedro
Páramo inevitablemente se confundirá con la búsqueda
del autor de Pedro Páramo, es decir, Juan Rulfo. Los
elementos propios de la ficción rulfiana se amalgamarán
con aspectos biográficos del escritor jalisciense, de tal manera
que la hacienda de los Vizcaíno Arias se incorporará al
espectro de Comala, y el jardinero Tiburcio Arias y el mundialmente
célebre Tío Celerino (hasta Vila Matas ha escrito un conmovedor
ensayo sobre él) convivirán con Pedro, con Fulgor, con
Susana. Incluso el escritor argentino, Macedonio Fernández, mentor
de Borges, tendrá vela en este entierro: ‘El poeta es un
fingidor —dice el querido viejo Macedonio —, es su privilegio,
no lo olvidés, no hay otra manera de moverse en el espacio de
lo imposible, irás en busca, algo que no existe, que es creación
intangible (...)’ (p.p 28 y 29). Y si bien Mendoza recurre, según
exige todo homenaje a Rulfo, al realismo mágico, dicho recurso
no le impide mantenerse dentro del género negro que lo ha hecho
acreedor a una mención en la más reciente entrega del
Premio Dashiel Hammett por su novela Efecto tequila. En medio
de su labor de reconstrucción del hombre del que quiere vengarse
(curioso: revivir a un muerto para reclamarle y volverlo a matar. Realismo
mágico puro), Nick se percata de que a alguien en el pueblo le
fastidia su intrusión. Empieza a recibir amenazas de muerte,
llamadas anónimas que le exigen volverse de donde vino y dejar
de meterse en lo que no le importa, pero Nick Pureco no está
dispuesto a dejarse amedrentar.
Cóbraselo caro es, desde mi muy particular punto de
vista, la gran novela que se perfilaba entre líneas en Un
asesino solitario y El amante de Janis Joplin, novelas
que los críticos insistieron en encasillar y sin embargo son
algo más que simples novelas sobre narcos. De hecho, bien visto,
el tema del narco es secundario en relación a los conflictos
humanos en los que Mendoza ahonda con singular ingenio y sentido del
humor. Con Cóbraselo caro no solo corrobora el entrañable
lazo entre Rulfo y los escritores norteños, sino también
su propia condición de heredero del autor de la más grande
novela mexicana de la segunda mitad del siglo XX.
_______________________
Para
saber más