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Una cotidianidad perdida en los bosques de Palermo
Rubén Don
15/07/2007


Sombras inútiles las de este parque
los que llamaba no aparecieron
todo gigante muere cansado
de devorar a los de abajo

Pescado Rabioso


Hay quien camina intentando recolectar su vida en un compacto. Tú no eres de esos. Los mejores flashes usualmente terminan durmiendo en el bote de basura. Anoche soñaste con la guarida. En la esquina de Madero y Eje Central el mendigo limpia un parabrisas a media noche, musita palabras de codicia entre sus labios. La Mujer que Hace de la Palabra un Arte le confiesa mentiras a su almohada. Un tango desfallece en cualquier cantina mexicana. Es el tercer día y por segunda ocasión te hace gracia el elevador con su rejita, y también por tercer día no encuentras a Ella en su departamento. Cuando pierdes el timón de la existencia usualmente es por dos cosas: por falta de amor, o por exceso del mismo. Treinta y cuatro grados centígrados. Verano. Calor que sofoca los sentidos. Una cajera de banco te cambia dólares por devaluados pesos argentinos, te regala una sonrisa latinoamericana; comprendes que las mujeres del continente son hermosas. Siempre cargas algo en la mente: la última frase leída en cualquier parte, una mina, los jingles del televisor. Caminas de largo por los Bosques de Palermo hasta percatarte que no tienen fin. Poco a poco haces tuyos los aires buenos. Compras un ticket y cruzas las puertas del zoológico. Por primera vez en muchos años la cotidianidad te parece hermosa.

Serú Girán   Julio Cortazar   Borges 

Padres que pasean a sus hijos, pibes que canturrean ese tono argentino que tanto te atrapa, se escuchan re lindos. (Tiempo después, cuando regreses a la Ciudad de la Mierda, escucharás una canción en directo de Serú Girán: los aplausos se confundirán con la lluvia que devasta el pavimento.) 1977: esperando nacer. El pequeño dinosaurio de Monterroso (¿o de Charly?) te mira con ojos tristes desde el interior de la jaula, envidia una libertad que de todos modos no posees. Abandonas a los animales. Te integras a Santa Fe y las minas mueven las caderas y sus pequeños pechos, y los pibes andan sin remeras, y los almacenes presumen vestidos de amor, y Mall Palermo juega la parodia de la clase

Alejandra Pizarnik         

media. Ardiente verano. Para hacer poesía se necesitan más que candentes metáforas. Cruzas las puertas de la librería Jenny (con esas graciosas barras metálicas de seguridad universales) porque te esperan en la mesa de novedades Borges, Cortazar, Pizarnik; más allá Charly, Fito, Spinetta. La originalidad sólo hace acto de presencia una vez en la vida: el beso, un ruido, la sorpresa; después, sólo una sucesión de vagas repeticiones. Noche de asado, de vinos terciopelo, porro a la orilla del suspiro. No puedes dormir y te masturbas para escupir aquello que no lograste externar en palabras.

Capítulo perteneciente a la novela Negativos extraviados en el placard.

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Rubén Don. Escritor y periodista. Nació en la ciudad de México en 1977. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Ha sido corresponsal en México de la Agencia Internacional de Noticias Literarias Librusa, colaborador del suplemento Arena del periódico Excélsior, editor web y colaborador de las revista Conozca Más y PC Magazine. Ha publicado la novela La consecuencia de los días (UACM, 2005), Premio Nacional de Narradores Jóvenes 2005; y Negativos extraviados en el placard (Amarillo Editores, 2006). Actualmente es colaborador de la revista Swishy y escribe a cuatro manos la novela Casa de campo con el escritor argentino Alejandro Cavalli.