Sombras inútiles las de este
parque
los que llamaba no aparecieron
todo gigante muere cansado
de devorar a los de abajo
Pescado Rabioso
Hay quien camina intentando recolectar su vida en un compacto. Tú
no eres de esos. Los mejores flashes usualmente terminan durmiendo en
el bote de basura. Anoche soñaste con la guarida. En la esquina
de Madero y Eje Central el mendigo limpia un parabrisas a media noche,
musita palabras de codicia entre sus labios. La Mujer que Hace de la
Palabra un Arte le confiesa mentiras a su almohada. Un tango desfallece
en cualquier cantina mexicana. Es el tercer día y por segunda
ocasión te hace gracia el elevador con su rejita, y también
por tercer día no encuentras a Ella en su departamento. Cuando
pierdes el timón de la existencia usualmente es por dos cosas:
por falta de amor, o por exceso del mismo. Treinta y cuatro grados centígrados.
Verano. Calor que sofoca los sentidos. Una cajera de banco te cambia
dólares por devaluados pesos argentinos, te regala una sonrisa
latinoamericana; comprendes que las mujeres del continente son hermosas.
Siempre cargas algo en la mente: la última frase leída
en cualquier parte, una mina, los jingles del televisor. Caminas de
largo por los Bosques de Palermo hasta percatarte que no tienen fin.
Poco a poco haces tuyos los aires buenos. Compras un ticket y cruzas
las puertas del zoológico. Por primera vez en muchos años
la cotidianidad te parece hermosa.
Padres que pasean a sus hijos, pibes
que canturrean ese tono argentino que tanto te atrapa, se escuchan re
lindos. (Tiempo después, cuando regreses a la Ciudad de la Mierda,
escucharás una canción en directo de Serú Girán:
los aplausos se confundirán con la lluvia que devasta el pavimento.)
1977: esperando nacer. El pequeño dinosaurio de Monterroso (¿o
de Charly?) te mira con ojos tristes desde el interior de la jaula,
envidia una libertad que de todos modos no posees. Abandonas a los animales.
Te integras a Santa Fe y las minas mueven las caderas y sus pequeños
pechos, y los pibes andan sin remeras, y los almacenes presumen vestidos
de amor, y Mall Palermo juega la parodia de la clase
media. Ardiente verano. Para hacer
poesía se necesitan más que candentes metáforas.
Cruzas las puertas de la librería Jenny (con esas graciosas barras
metálicas de seguridad universales) porque te esperan en la mesa
de novedades Borges, Cortazar, Pizarnik; más allá Charly,
Fito, Spinetta. La originalidad sólo hace acto de presencia una
vez en la vida: el beso, un ruido, la sorpresa; después, sólo
una sucesión de vagas repeticiones. Noche de asado, de vinos
terciopelo, porro a la orilla del suspiro. No puedes dormir y te masturbas
para escupir aquello que no lograste externar en palabras.
Capítulo perteneciente a la novela Negativos
extraviados en el placard.
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Para
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DATOS DEL AUTOR:
Rubén Don. Escritor y periodista.
Nació en la ciudad de México en 1977. Es Licenciado en
Ciencias de la Comunicación. Ha sido corresponsal en México
de la Agencia Internacional de Noticias Literarias Librusa, colaborador
del suplemento Arena del periódico Excélsior,
editor web y colaborador de las revista Conozca Más
y PC Magazine. Ha publicado la novela La consecuencia de
los días (UACM, 2005), Premio Nacional de Narradores Jóvenes
2005; y Negativos extraviados en el placard (Amarillo Editores,
2006). Actualmente es colaborador de la revista Swishy y escribe a cuatro
manos la novela Casa de campo con el escritor argentino Alejandro
Cavalli.