Me gusta caminar y que mis pasos
me permitan olvidar quien soy. Miro cualquier detalle de los lugares
que voy pisando, observando la vida como si viera un documental. Lo
procuro, no siempre lo logro.
Aborrezco los pensamientos colectivos, la idiosincrasia de los pueblos
más allá de lo puramente genético. Me gusta expresarme
con libertad y animar a pensar individualmente.
Alejada de en todo momento de la sinceridad maleducada imperante, lo
zafio no me va, pienso que se pueden verter opiniones con claridad y
franqueza, sin perder la corrección.
Hoy he leído un titular en un
periódico que me ha llamado la atención, 'Museo Picasso
Málaga se refuerza con otras 78 obras'. Desconozco la calidad
de las obras, más allá de las escasas imágenes
difundidas por la prensa, por ahora hay una gran secretismo. Pero, sinceramente,
no espero maravillas, esta pinacoteca ya me ha decepcionado en varias
ocasiones. Así que acojo la noticia con cautela.
Para los que amamos el mundo de la cultura, es doloroso ver el despilfarro
económico y humano que se lleva a cabo en estas grandes instituciones
vinculadas a los diferentes gobiernos, para obtener resultados tan insignificantes.
El color político es lo de menos, son todos nefastos gestores
culturales. A veces me planteo que lo complicado es hacer las cosas
tan mal.
La premisa fundamental son las cifras. Los visitantes no son más
que números, datos para confeccionar vistosas estadísticas,
así que cuantos más mejor. Los políticos y los
cargos políticos (como son los directores de museos), miden el
éxito en la cantidad, sin importarles si la experiencia ha sido
edificante o cuanto menos satisfactoria.
Cuando baja la cifra de visitantes, saltan todas las alarmas y se ponen
en marcha 'la operación recebo'. Comienzan a ampliar los días
de entrada gratuita o solicitan autobuses y más autobuses de
colegios y asociaciones de todo tipo, para engrosar las estadísticas
como sea.
Si en la puerta de un museo hay grandes colas el negocio va bien. Al
cuerno con las labores educativas y de investigación. La premisa
básica es reventar la taquilla.
Volviendo al tema de inicio,
el Museo Picasso Málaga, tiene aires de gran museo, principalmente
por el bello edificio en el que se asienta, el Palacio de los Condes
de Buenavista, pero le falta algo primordial.
Quien entiende un poco de Picasso, sale de sus salas con el gesto torcido.
Lo han vendido mediáticamente en Andalucía como la joya
de la corona, supongo por las cantidades ingentes de dinero público
que se han vertido en él. Pero es un museo muy caro para la calidad
de las piezas que alberga. La mayoría de tercera fila, siendo
benevolentes.
Hay que admitir que en las fechas actuales, es muy complicado adquirir
obras interesantes sobre este autor sin dilapidar una fortuna. Picasso
fue un artista genial, un maestro indiscutible del siglo XX al que el
éxito le sobrevino muy pronto, por lo que sus obras más
significativas ya están ubicadas en grandes museos o en manos
de importantes colecciones privadas.
Si a esto le añadimos que produjo muchísimo, la ecuación
se complica. Hay circulando numerosas piezas menores, muchas de ellas
inacabadas o simples tanteos con una calidad artística muy cuestionable.
Por lo que resulta difícil para un museo joven como el Picasso
de Málaga, no caer en la tentación de formar una colección
rápidamente aunque sea a base de piezas mediocres.
Por tanto la noticia de 78 nuevas obras de Picasso, es a priori buena.
Pero seamos cautos y planteémonos al menos dos cuestiones: Qué
cuadros van a traer y cuánto nos van a costar. Los negocios entre
herederos de un artista famosos, generalmente muy avispados, con políticos,
generalmente muy torpes, suelen darme terror.
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Isabel Punxet (Madrid, 1984), periodista
y escritora, es una destacada columnista de temas artísticos
y culturales surgida al abrigo de internet y las redes sociales. Periódicamente,
a través de su sección ‘Cronicas a pie…’,
analizará con su mordaz visión la actualidad.