Frida
KAHLO, El Diario de Frida Kahlo, Editorial Debate, Toledo, 2001.
En
el arranque del siglo que hemos dejado atrás, nació la
inclasificable autora de este Diario. Un manuscrito que ha permanecido
guardado durante aproximadamente cuarenta años y que ahora, en
esta edición facsímil acompañada de abundante material
complementario sale a la luz. Frida Kahlo, sujeto que pinta y sujeto
pintado, nos lega en estas páginas un magnífico documento
donde se lee, se ve y se siente su atormentado espíritu. Un espíritu
tintado de los colores puros de México y marcado por sus miedos,
sus gustos, su soledad y sobretodo, por su dolor, ese estado que nadie
ha podido transmitir como ella, la Kahlo, capaz de hacernos sentir su
padecimiento. Casi podemos percibir que nos duele la espalda o la pierna,
tan solo con ver las páginas en las que dibuja unos pies rotos,
una columna fracturada o su cuerpo desintegrándose. Símbolo
de su propio sufrimiento, lo que vive es lo que pinta, pero ninguna
experiencia humana, por dolorosa que sea, se convierte sólo por
esto en arte.
En numerosas ocasiones se ha intentado relacionar erróneamente
su obra con el Surrealismo. Pero Frida Kahlo siempre ha estado desligada
de cualquier movimiento. Ella no quería recurrir a ninguna teoría
para hablar de su pintura y mucho menos para realizarla, era libre.
Quienes somos nosotros para ponerle las cadenas que libremente se quitó.
Su pintura está lejos de los símbolos freudianos y de
la filosofía surrealista que se ocupaba de los sueños
y pesadillas, en ella dominaba el ingenio, la fuerza, y la tradición
del arte popular mexicano. Ella misma escribió que no pintaba
sus sueños, sino su propia realidad. Toda su pintura procedía
de su interior, emanaba de sus llagas abiertas, que a lo largo de toda
su vida no logró ni tan siquiera cerrar un poco.
El
libro está compuesto por una edición facsímil,
a todo color, del Diario, donde nos cuenta sus últimos diez años
(1944-1954), los más intensos, en cuanto a su producción
pictórica y personal. En estas páginas, tanto a través
de sus dibujos como de sus anotaciones, no sólo esbozó
o realizó obras completas, en ellas documentó su deterioro
físico, y a medida que se avanza en la lectura, se observa el
estado, cada vez más terrible, en el que se sumerge. Además
esta edición incluye una introducción del escritor mexicano
Carlos Fuentes, quien nos relata , desde su propio punto de vista, la
vida de la pintora intentando descifrar sus claves a través del
análisis de sus gestos, su forma de vestir, su ideología,
para así, hacernos comprender su obra. También encontramos
un ensayo de Sarah M. Lowe sobre la importancia de estas memorias, para
conocer lo más íntimo de Frida, y para saber la trascendencia
que ello conlleva para la pintura de la segunda mitad del siglo XX.
La obra, concluye con una trascripción del contenido del Diario
y una serie de comentarios de la escritora sobre las imágenes.
Por ello, este escrito se torna indispensable para plantearse si las
premisas dadas hasta el momento son tal y como nos las muestran o por
el contrario hay mucho que revisar. Sirve, sin ningún atisbo
de duda, para un mayor conocimiento del interior de esta pintora mexicana.
Las
170 páginas de este documento, nos revela una Frida apasionada,
turbulenta y sufrida. A través de las sesenta acuarelas, podemos
observar distintas visiones del proceso creativo de la artista, también
muestra como recurría a su Diario para esbozar ideas que más
tarde plasmaría en sus lienzos.
Desde los dieciocho años su vida es un continuo sufrimiento debido
a un accidente. Sin embargo esta última década, en la
que se dedica a plasmar en su Diario todo lo que le pasa, es la más
dura, a penas puede moverse de la cama, incluso del hospital, ya que
gran parte de las operaciones a las que fue sometida, unas treinta y
cinco, se producen en este tiempo. Pero, además de sus imágenes
de sufrimiento, destrucción, mutilación, pérdida,
a lo largo del relato nos encontramos la resistencia, la creatividad,
el humor que tanto marca su vida y que ilumina la capacidad de supervivencia
que distingue sus pinturas.
Todo
cuanto aparece en este manuscrito, los dibujos, las acuarelas o las
anotaciones con letra clara y redonda nos muestra claramente que todo
gira alrededor de dos ejes muy definidos: la pasión por su marido,
Diego Rivera, al que le dedica largas y apasionadas cartas de amor y
su enfermedad.
Todo
cuanto se recoge en esta obra se presenta como un material valiosísimo
para conjeturar las líneas de fuerza que configuraron su pintura,
porque en ella, no sólo comenta los sucesos del presente en el
que vive, sino que se remonta a la infancia y la juventud. Toca temas
como la sexualidad y la fertilidad, la magia y el esoterismo, así
como el propio padecer físico. Recogió sus pensamientos
y sus pesares, todo ello transmitido con gran fuerza mediante el ingenio
de las frases y el carácter obsesivo de las imágenes.