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FRIDA KAHLO: Diario íntimo
Susana Hermoso-Espinosa García
16/01/2006


Frida KAHLO, El Diario de Frida Kahlo, Editorial Debate, Toledo, 2001.

En el arranque del siglo que hemos dejado atrás, nació la inclasificable autora de este Diario. Un manuscrito que ha permanecido guardado durante aproximadamente cuarenta años y que ahora, en esta edición facsímil acompañada de abundante material complementario sale a la luz. Frida Kahlo, sujeto que pinta y sujeto pintado, nos lega en estas páginas un magnífico documento donde se lee, se ve y se siente su atormentado espíritu. Un espíritu tintado de los colores puros de México y marcado por sus miedos, sus gustos, su soledad y sobretodo, por su dolor, ese estado que nadie ha podido transmitir como ella, la Kahlo, capaz de hacernos sentir su padecimiento. Casi podemos percibir que nos duele la espalda o la pierna, tan solo con ver las páginas en las que dibuja unos pies rotos, una columna fracturada o su cuerpo desintegrándose. Símbolo de su propio sufrimiento, lo que vive es lo que pinta, pero ninguna experiencia humana, por dolorosa que sea, se convierte sólo por esto en arte.

En numerosas ocasiones se ha intentado relacionar erróneamente su obra con el Surrealismo. Pero Frida Kahlo siempre ha estado desligada de cualquier movimiento. Ella no quería recurrir a ninguna teoría para hablar de su pintura y mucho menos para realizarla, era libre. Quienes somos nosotros para ponerle las cadenas que libremente se quitó. Su pintura está lejos de los símbolos freudianos y de la filosofía surrealista que se ocupaba de los sueños y pesadillas, en ella dominaba el ingenio, la fuerza, y la tradición del arte popular mexicano. Ella misma escribió que no pintaba sus sueños, sino su propia realidad. Toda su pintura procedía de su interior, emanaba de sus llagas abiertas, que a lo largo de toda su vida no logró ni tan siquiera cerrar un poco.

El libro está compuesto por una edición facsímil, a todo color, del Diario, donde nos cuenta sus últimos diez años (1944-1954), los más intensos, en cuanto a su producción pictórica y personal. En estas páginas, tanto a través de sus dibujos como de sus anotaciones, no sólo esbozó o realizó obras completas, en ellas documentó su deterioro físico, y a medida que se avanza en la lectura, se observa el estado, cada vez más terrible, en el que se sumerge. Además esta edición incluye una introducción del escritor mexicano Carlos Fuentes, quien nos relata , desde su propio punto de vista, la vida de la pintora intentando descifrar sus claves a través del análisis de sus gestos, su forma de vestir, su ideología, para así, hacernos comprender su obra. También encontramos un ensayo de Sarah M. Lowe sobre la importancia de estas memorias, para conocer lo más íntimo de Frida, y para saber la trascendencia que ello conlleva para la pintura de la segunda mitad del siglo XX. La obra, concluye con una trascripción del contenido del Diario y una serie de comentarios de la escritora sobre las imágenes. Por ello, este escrito se torna indispensable para plantearse si las premisas dadas hasta el momento son tal y como nos las muestran o por el contrario hay mucho que revisar. Sirve, sin ningún atisbo de duda, para un mayor conocimiento del interior de esta pintora mexicana.

                   

Las 170 páginas de este documento, nos revela una Frida apasionada, turbulenta y sufrida. A través de las sesenta acuarelas, podemos observar distintas visiones del proceso creativo de la artista, también muestra como recurría a su Diario para esbozar ideas que más tarde plasmaría en sus lienzos.
Desde los dieciocho años su vida es un continuo sufrimiento debido a un accidente. Sin embargo esta última década, en la que se dedica a plasmar en su Diario todo lo que le pasa, es la más dura, a penas puede moverse de la cama, incluso del hospital, ya que gran parte de las operaciones a las que fue sometida, unas treinta y cinco, se producen en este tiempo. Pero, además de sus imágenes de sufrimiento, destrucción, mutilación, pérdida, a lo largo del relato nos encontramos la resistencia, la creatividad, el humor que tanto marca su vida y que ilumina la capacidad de supervivencia que distingue sus pinturas.

Todo cuanto aparece en este manuscrito, los dibujos, las acuarelas o las anotaciones con letra clara y redonda nos muestra claramente que todo gira alrededor de dos ejes muy definidos: la pasión por su marido, Diego Rivera, al que le dedica largas y apasionadas cartas de amor y su enfermedad.

Todo cuanto se recoge en esta obra se presenta como un material valiosísimo para conjeturar las líneas de fuerza que configuraron su pintura, porque en ella, no sólo comenta los sucesos del presente en el que vive, sino que se remonta a la infancia y la juventud. Toca temas como la sexualidad y la fertilidad, la magia y el esoterismo, así como el propio padecer físico. Recogió sus pensamientos y sus pesares, todo ello transmitido con gran fuerza mediante el ingenio de las frases y el carácter obsesivo de las imágenes.