La materia prima de una novela suelen
ser tantos y variados asuntos como historias, que a veces se cruzan
en una vida. Los poetas también son reciclados en novelas o en
libros testimoniales. No son personajes nuevos en la ficción.
Y en ocasiones suelen ser reales o simples cajas negras abiertas una
y otra vez con la llave discrecional del narrador. Hay casos en que
el autor de la novela ha resultado ser muy amigo del protagonista de
la obra, como en esta ocasión. El autor apela en no pocas oportunidades
a la realidad para luego ficcionar, como ocurre según su propia
confesión de alguna manera. No hay un patrón, preferiría
afirmar, porque podría existir o transformarse en una realidad.
El autor, casi por medida de precaución o una manera de estirar
el tiempo atrás, del pasado, prefiere a protagonistas muertos
o acuertelados por los inviernos de la vida. No es materia prima siempre
viva y coleando. El sujeto no está mano para consultarle, más
bien es polvo enamorado sobre un montón de hojas o páginas
escritas en un ordenador y libreta de notas. No estoy siendo muy directo,
ni pretendo por ahora. No tengo en mis manos el móvil de mis
palabras. Sin la novela no se puede hablar de la novela. Más
bien un recorrido por el personaje que conocimos en vida, sobre algunos
comentarios-opiniones del poeta y los poetas, entre ellos,- situaciones
etc. etc. En mi libro Los
poetas de Chile (2007), homenajeo con dos textos a E.
Lihn, y hago mi historia personal, lúdica, irónica, personal,
amical, con más de 30 poetas chilenos, incluido Alonso de Ercilla
y Zúñiga. No es nuevo escribir sobre poetas.
El propio Edwards y Enrique Lafourcade,
chileno y de su misma generación, escriben sobre el vate de Isla
Negra. Roberto Bolaño incluye a Neruda en su novela Nocturno
de Chile, y Los Detectives Salvajes, dan cuenta también
de una generación de poetas en el DF. Todo esto refleja que el
referente de la poesía chilena, sin olvidar a Huidobro, Parra,
Mistral, De Rokha, Rojas, Lihn, Teillier, Hahn, Millán y otros,
sigue siendo el autor de Residencia en la tierra. Neruda el más
leído, citado, criticado. Según Edwards, le decían
Nerón, tal vez porque incendió la casa de la poesía.
Confieso que no lo conocí personalmente, ni lo visité
en Isla Negra, ni fui su amigo. Sólo lo divisé vestido
de blanco en un pasaje en el centro de Santiago y lo volví a
ver, escuchar, en uno de sus discuros políticos en la capital.
Una amiga me preguntó una vez si lo conocí y le respondí
que mi timidez y orgullo eran tales, que me impedían acercarme
a tamaña tortuga gigante venerada por mares allende nuestras
fronteras. Que bobo fuiste, me respondió con una gran ternura.
Eso me ha permitido leerlo con ‘objetividad’, escribir una
serie de notas, no obsesionarme con su personalidad mitológica,
ni calumniarlo como deporte poético. Ni alistarme como un soldado
a uno u otro lado, en ningún bando más que en el de la
poesía. Lihn recitaba de memoria poemas de las Residencias nerudianas
y Jorge Teillier se despedía cada noche con los versos nerudianos
de la Canción desesperada de Veinte Poemas de Amor:
Es la hora de partir, oh! abandonados. Neruda gravitaba en
la poesía como un barco anclado en la bahía, inmóvil,
a veces, o de viaje, en otras ocasiones. Iba y venía, se había
retirado a Isla Negra, donde recibía a sus amigos, pero no aconsejaba
como escribir y él seguía escribiendo. En Santiago
se gestaba una nueva poesía con Parra y Lihn, contra Neruda.
Jorge Teillier fundaba la poesía lárica, del lugar, más
que una mirada nostálgica a la provincia, una manera de vivir
la poesía. Hahn y Millán asomaban con sus peculiaridades,
intimidad de la vida y la muerte, el amor. Gonzalo Rojas en su asfixia,
oficio profundo, oscuro, erótico, otra vertiente de la ‘Poesía
chilena’. Silva Acevedo en su cuerda, escapando de Parra. Waldo
Rojas en París, imagen sobre la imagen. Búsqueda, búsqueda,
aquí no termina el listado poético chileno post Neruda
y sus ramificaciones, aún en vida del vate de Isla Negra. Armando
Uribe Arce, el inefable David Rosenmann Taub, Efraín Barquero
y los que vienen atropellándose en una larga lista de ‘los
nuevos’ y no tanto. Es mejor que ellos se ubiquen y busquen en
sus propias listas, pero ahí están, y de tan lejos imposible
apuntarlos más que a ojo de buen cubero.
De las notas que suelen escribirse
cuando una novela gana un Premio Planeta, Casa de las Américas,
como La casa de Dovstoievsky, del narrador chileno Jorge Edwards,
entrevistas, declaraciones, opiniones de paso, surgen estos comentarios,
además de mi ‘conocimiento’ de Enrique Lihn como
persona y poeta. El autor dice que se trata de una novela de la poesía
y el amor, las ganas de ser poeta y sostiene que el problema de esa
generación fue su ‘incapacidad de asumir el compromiso
en muchas cosas, en la política, en el amor’. ‘En
la novela, aclara, el Poeta se va varias veces de forma parecida, se
va de muchas cosas, se va de Cuba. Yo quise retratar una actitud humana.
La evasión es uno de los temas de la novela. Y la relación
entre el amor y la evasión es característica. Hay algo
generacional. Yo creo que toda la atmósfera del existencialismo,
Sartre y qué sé yo, tenía que ver con eso’.
Edwards está hablando de Enrique Lihn, con quien se asocia, según
dice en ocasiones, como personaje de la novela.
No todos recibieron con la misma fe y alegría el premio del autor
de El Peso de la noche. Veamos lo que dijo un lector anónimo
en Argentina, país donde el jurado fallò en favor de J.E.
: ‘Las bases de este premio dicen «con el objetivo de promover».
Me parece una vergüenza que se lo adjudiquen a un escritor con
un Cervantes. Lo único que puede ganar Edwards es el Nobel. Lo
otro, que sería una ignominia, es pensar en su EGO. O en su arteriosclerosis.
Sólo con una demencia se puede escribir acto tan abyecto. Culpo
al jurado, a Planeta y a Casa de América. El premio correspondía
a otro. Jolines, entre 557 obras ¿no había otra excelente?
NO se merece este premio. Este acto es una blasfemia.’ Un paréntesis
en la ruta del lauro. Sigamos.
Es y no es E. L., (porque el J.E.
también es ese poeta) dice por ahí el autor de La
casa de Dovstoievsky, que también sostiene que están
algo novelados perfiles de Neruda y Jorge Teillier, aunque una nota
de Planeta, la oficial, divulgada Urbi et Orbi para lanzar el premio,
se equivoca ubicando a Neruda en la generación del 50. A esa
pertenecía también J. Teillier, que según Edwards
hablaba pestes de Neruda como otros jóvenes. Lo que yo recuerdo
de Teillier, a quien conocí y con quien compartí muchas
conversaciones y vinos, es que él se sacaba el sombrero por Neruda
y de hecho tiene una foto frente a Neruda en Temuco donde se saca físicamente
el sombrero. En los 50, la narrativa chilena, rarísimas excepciones,
no sonaba ni tronaba, sólo los poetas históricos que le
‘enmendarían la página generacional’ a Rubén
Darío, hipopótamos en la charquita de Chile. Lafourcade,
un polémico escritor, se adjudica la creación de la Generación
del 50, a la que Teillier nunca dijo pertenecer como Lihn. Lo que no
está claro, es lo que dice Edwards, que esa generación
careció de compromisos, porque Lafourcade es un conservador de
primer orden y Teillier un izquierdista no militante, mientras que Lihn,
izquierdita-existencialista-humanista-nihilista-anarquista-polemista
24 horas. Pero existieron otros miembros, como Armando Cassigoli, mi
viejo profesor de filosofía, muy comprometido. Es difícil,
como La Difícil Juventud de Claudio Giaconi, uno de los más
brillantes narradores chileno de ese y otros tiempos, generalizar sobre
esa generación. En el Congreso Cultural de La Habana del 68,
Edwards y Lihn participaron en un conversatorio en Casa de Las Américas.
Allí Edwards dijo respecto a la llamada Generación del
50 que algunos asumieron posiciones de izquierda y otros posiciones
francamente reaccionarias. Edwards no menciona al talentoso Giaconi
en su recuento de la narrativa chilena en La Habana. Sus cuentos eran
lo más fresco, novedoso y de nivel por esos tiempos, hasta que
Giaconi se esfumó a Nueva York para escribir una novela que al
parecer nunca terminó.
Edwards, comenta en una de esas entrevistas sobre La casa de Dovstoievsky,
que los poetas suelen ser astutos becarios sobrevivientes del sistema.
Los hay, sin duda, pero no más que los diplomáticos que
suelen vivir con jugosos salarios y pocos gloriosos servicios a la patria.
Lihn obtuvo una beca de la UNESCO para viajar a París y lo hizo
a Cuba a través del gobierno cubano y después a Estados
Unidos con la Guggenheim. Los interesante es que Lihn escribió
poemarios en esos viajes, como Poesía de Paso; La Pobre Musiquilla
de las esferas y A partir de Manhattan.
La Casa de Dovstoievsky, señala Edwards, es una historia
también de amor y eso me trae a la memoria un día que
coincidimos con Lihn visitando la misma mujer en su apartamento una
mañana próxima al mediodía. Era una de esas mujeres
abandonadas por su marido y que el poeta recogía como un imán.
Una hermana de Edwards también fue novia de Lihn.
El 69 viajé a La Habana y Enrique Lihn me encargó le llevara
de regalo a Roque Dalton su libro La musiquilla de las pobres esferas.
Así lo hice. Y Jorge Teillier, me dio Crónicas del
Forastero para Eliseo Diego. También cumplí con esa
misión y me reuní con el poeta cubano. Y yo escribí
un poema sobre José Lezama Lima. Recuerdo que me fue a ver al
hotel una hermosa mujer y me preguntó por Lihn. Después
supe que fue su novia y que quiso viajar con él a Chile, pero
el poeta no se la trajo a Santiago. Uno de los comentarios de la novela
de Edwards, titulado El río invisible y suscrito por
Mario Soto, dice: ‘En resumidas cuentas, el Poeta tuvo grandes
amores y vivió aventuras memorables, fue admirado y conoció
los rigores de la fama (en algún momento lo tildan de pedófilo),
pero nunca salió del ‘horroroso Chile’, nunca dejó
la casa de Dostoievsky, una destartalada e inmunda mansión del
centro de Santiago donde pasó la juventud junto a una pandilla
de artistas impresentables.’ Y sigue el comentario de Soto: ‘En
Cuba, el protagonista, cuyo nombre no conocemos, sobrevive al castrismo
y es testigo de primera fila del vergonzoso caso Padilla. De vuelta
en Chile, experimenta el absurdo y la violencia de los años de
la Unidad Popular y luego el oscurantismo del régimen de Pinochet’.
(¿No hubo violencia con Pinochet?) Edwards dice que lo del caso
Padilla él lo ficciona y debe ser cierto, porque Lihn estaba
en Chile cuando ocurrió y no en La Habana, y recuerdo que lo
encontré esa noche por Ahumada, venía de la Agencia Prensa
Latina con unos cables leyendo sobre el tema. Una coincidencia más.
Lihn murió en el mismo edificio, y no sé si apartamento
que yo viví en la Calle Passy. Lihn en la época de la
Unidad Popular, a sus inicios, participó muy directamente en
un documento sobre Política Cultural. Lo volvería a ver
por última vez una noche en una casita de un barrio de clase
media donde vivía quizás con la joven de los disparos
de salvas. Esa noche cocinó comida de dieta. Estaba cuidándose
de su infarto y no bebió. Fue una velada tranquila sin ningún
apuro. Una joven caminaba silenciosamente alrededor del poeta. Le dejé
un manuscrito que había conocido en el viejo Taller de la Vicerrectoría
de la Universidad Católica, con algunos poemas más. Era
1987, mi último viaje a Chile, ya no lo volvería a ver
más, al año siguiente moriría de un angustioso
cáncer.
Yo me iría con la sensación que Pinochet iba a caer. No
era una mera percepción poética. En efecto, el Diablo
pactó su retirada y se cumplió en marzo del 90.
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.