Al mover las ramas veo un bosque rojo,
cada día más seco y vacío. Vidas y vidas que se
esfuman. Ojalá viviera su recuerdo en nuestro corazón
aunque fuese en forma de arañazo y sin embargo, ni siquiera se
inmuta.
La
crueldad habitual, nos hace fríos. Vemos muerte y miseria a diario,
de un modo incesante, no hemos familiarizado con el mal y la maldad.
El drama ajeno ya no es más que una película que nos aburre
por repetitiva. Bombas, atentados, asesinatos, violaciones, violencia
y más violencia entre bocado y bocado, a la hora de almorzar
y a la hora de cenar. Mamá, pásame el pan y sube un poco
la tele.
Tan sólo conozco a una persona
a la que le afecta verdaderamente lo que ve en un telediario, que llora
y se emociona con las tragedias televisadas, que sufre con las desgracias
de desconocidos. Perdónenme los restantes, pero creo que es la
única persona verdaderamente humana que conozco, y me enorgullezco
enormemente de conocerla. Debo confesar que su contacto contagia este
extraño virus sensibilizador. Desde que soy su camarada de noticieros
siento algo más mío el dolor ajeno, y a pesar de sufrir
más, me alegro que así sea, no me siento narcotizado como
antes.
Es un virus que ataca poco a poco,
ya que debe destruir las capas y capas de mugre reseca que recubre nuestro
espíritu. El grosor depende de cada cual, en mi caso lleva años
puliendo mi sensibilidad, devolviéndole la vulnerabilidad inicial
y todavía no lo he conseguido, pero no desisto.
Todo este proceso es tan doloroso como
gratificante. Tiene una contrapartida muy positiva, al estar menos protegido
te vuelves más exigente, menos tolerante con las injusticias
y más crítico con la sociedad. Más incómodo
para los poderosos, un poquito, perdóneme la expresión,
hijo de puta, como se dice en España.
Con el paso de los años, a revés
de la mayoría, me he vuelto más loco, más inconsciente,
menos conservador. Supongo que el virus está haciendo su trabajo.
Ya no me contento con verlas pasar, sé que actúo mal si
miro para otro lado, tengo la necesidad de intervenir, de denunciar
la sinrazón humana con todas sus bajezas y ruindades. Golpear
metafóricamente hablando donde duele, es lo mínimo que
puedo hacer. Soy un hombre de letras, sin gran influencia, como la mayoría,
pero si puedo patalear, por eso estoy aquí tecleado.
No hay que olvidar que cada cual
tiene su pequeño ámbito de poder y reunido es mucho poder.
Dejen que el virus les infecte.