Mario Vargas Llosa,
El viaje a la ficción,
Editorial Alfaguara,
México, 2009,
240 pp.
En
1983, en la revista peruana Caretas, Mario Vargas Llosa publica
un breve pero hermoso artículo, que más bien parece cuento
por su autosuficiencia y atractivo propio, independiente del cotejo
con su modelo real: 'La señorita de Somerset' relata
la historia real de una apasionada lectora y autora de novelas románticas
británica, que al morir destina todos sus bienes a la creación
de un premio literario anual para novelistas menores de 35 años.
Las obras premiadas, según los deseos de Miss Betty, deberán
ser obras románticas o más bien tradicionales que experimentales.
Discurre Vargas Llosa por la vida de su personaje y nos entera de que
la señora Trask escribió unas 50 novelas románticas,
murió soltera y virgen, y evitó siempre el contacto con
los seres humanos para consagrarse a su pasión de leer y escribir
historias de amores arrebatados. Mientras que los vecinos de la mujer,
tras su muerte, se apenan de lo monótona y triste que fue la
vida de Miss Trask, Vargas Llosa la reivindica afirmando que en realidad
Betty Trask vivió una vida mucho más rica y variada que
muchos de sus contemporáneos, ya que al dedicar sus días
y sus noches a la fantasía, le dio la espalda a ese mundo monótono,
pedestre, odioso del pueblecito de Somerset.
No es casual que este breve artículo aparezca incluido tanto
en Contra viento y marea III (1990), como en El lenguaje
de la pasión (2001), ambos libros compilaciones de algunos
de los artículos más representativos en la trayectoria
periodística de Vargas Llosa. En ‘La señorita
de Somerset’ está ya el germen que, muchos años
después, alentaría la escritura de El viaje a la ficción.
El mundo de Juan Carlos Onetti (2009): la idea de la literatura
como un mundo alternativo, más vivo y estimulante que el real,
al cual los seres humanos pueden escapar huyendo de sus miserias cotidianas.
El viaje a la ficción no es un ensayo exhaustivo, a
la manera de Historia de un deicidio (1971) o La orgía
perpetua (1975), sendos ensayos de Vargas Llosa sobre García
Márquez y Flaubert, respectivamente. Esta nueva entrega dedicada
a Onetti es más bien un libro contenido y sugerente, donde el
autor no desmenuza minuciosamente la obra del narrador uruguayo, pero
sí traza un mapa completo de todas sus novelas y sus mejores
cuentos, y nos da claves esenciales para entenderlos.
Si bien desde 1967, en el discurso de aceptación del Premio Rómulo
Gallegos, Vargas Llosa reconoce a Onetti como uno de los grandes narradores
latinoamericanos, y en 1997 reafirma la admiración por su colega
tanto en la novela Los cuadernos de don Rigoberto como en el
ensayo Cartas a un joven novelista, hasta antes de la publicación
del reciente ensayo no había dedicado ninguno de sus textos exclusivamente
a analizar la obra de uno de sus maestros. El viaje a la ficción,
pues, salda la deuda pendiente de Vargas Llosa con Onetti.
Si en otros ensayos de Vargas Llosa hay una separación tajante
entre la vida y la obra del autor, entre impresionismo, formalismo e
historicismo, en El viaje a la ficción todos ellos están
engarzados de tal forma que es difícil para el lector identificar
la transición entre uno y otro. Pasamos con sutileza del análisis
de la obra a la confrontación con la vida, y luego a los testimonios
de Vargas Llosa sobre sus breves y escasos encuentros con Onetti, así
como al rastreo de influencias literarias y a la revisión de
la crítica.
El libro abre con un ensayo que da su título al volumen, 'El
viaje a la ficción', que vale no sólo como introducción
a la narrativa onettiana, sino por sí mismo (de hecho, se publicó
en Letras Libres en febrero de 2008, varios meses antes que la primera
edición del libro completo). En esta apertura, Vargas Llosa se
remonta a los orígenes de la humanidad, cuando, en su afán
de sobrevivir, los hombres primitivos viven sumidos en un eterno presente.
Más que con el nacimiento del lenguaje, que supone la 'desanimalización
del ser humano', la civilización habría empezado, según
Vargas Llosa, cuando los hombres y mujeres empiezan a reunirse para
contarse historias y así enriquecer sus vidas, acceder a otras,
materializar sus sueños. Para el autor, este mismo designio es
el que lleva a los seres humanos del siglo XXI a leer y escribir novelas.
En el resto del libro el centro es Onetti, cuya obra estaría
concebida casi íntegramente para mostrar la manera como los hombres
y mujeres han construido y consumido vidas paralelas para escapar de
las limitaciones de la vida real. Vemos dibujada en estas páginas
la figura de Onetti como un hombre huraño y solitario que hizo
de sus limitaciones, sus fuerzas, y escribió para construir un
reducto adonde escapar de su odioso entorno, tal como Miss Betty Trask.
No es complaciente Vargas Llosa con las ficciones de Onetti: si bien
lo llama el primer novelista latinoamericano moderno, por su empeño
de innovar en la forma en una época en que predominaba la narrativa
descuidada formalmente y de denuncia social, y da el estatus a varios
de sus libros de obras maestras, a otros les señala defectos
y excesos, como el talón de Aquiles del novelista uruguayo: la
retórica. Mientras que las novelas La vida breve (1950)
y El astillero (1962) y los cuentos 'Un sueño realizado'
(1941), 'Bienvenido, Bob' (1944) y 'El infierno tan temido'
(1957) son presentados por el peruano como algunos de los puntos más
altos que tocó Onetti, algunas de sus primeras novelas como Tierra
de nadie (1941) y Para esta noche (1943), y de las últimas
como Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe
(1993), son descritas como obras inacabadas o imperfectas que importan
más en el conjunto de la obra de Onetti que por sí solas.
Vargas Llosa revisa también la influencia de distintos escritores
que pudieron haber impactado en mayor o menor medida en la escritura
de Onetti, como Eduardo Mallea, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges y, sobre
todo, William Faulkner y Luois Ferdinand Céline. La vida y la
obra de Onetti aparecen estrechamente ligadas en este ensayo: la primera
acosándolo siempre con sus sinsabores y desventuras, y la segunda
redimiéndolo al ofrecerle una válvula de escape, un escenario
donde desquitarse de sus frustraciones.
No desaprovecha Vargas Llosa la oportunidad de apuntalar la tendencia
de los latinoamericanos de rechazar el mundo real y sustituirlo por
espejismos y quimeras. Mientras que en el arte esta idiosincrasia ha
producido obras maestras como las de Onetti, dice Vargas Llosa, en política
ha engendrado catástrofes, encarnadas éstas en las utopías
sociales de Fidel Castro y Hugo Chávez. De este modo, Vargas
Llosa reivindica los modelos políticos democráticos y
pragmáticos que en el fondo representa su propia apuesta política:
la liberal.
En suma, El viaje a la ficción es un libro ameno, penetrante,
con la capacidad de contagiar al lector la pasión de su autor
por la literatura en general y por la obra de Onetti en particular.
Como otros de Vargas Llosa, este libro intenta sacudir a la literatura
la etiqueta de pasatiempo-para-gente-que-tiene-tiempo-de-sobra y de
darle, en cambio, el estatus de subversiva, de fuente de insatisfacción
para los seres humanos, sin la cual el progreso en todas las áreas
del conocimiento no sería posible.
A través de la figura de Onetti
y los protagonistas de sus libros, como ya lo había hecho con
Betty Trask, Alonso Quijano y Madame Bovary, Vargas Llosa defiende y
aplaude el derecho de los seres humanos de rebelarse contra la realidad
en fugas ficticias que los devolverán a sus respectivos sitios
transformados.
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DATOS DEL AUTOR:
Javier Munguía (Hermosillo, Sonora,
México, 1983).- Escribe actualmente cuentos de nostalgia y ruptura
para Modales de mi piel, su tercer libro. También batalla
con su novela Hambre, que espera tener el valor de continuar y concluir.
Ha publicado los libros de cuentos Gentario (2006) y Mascarada
(2007). Quiere ser un buen escritor.