Del poeta nació el
amor
Rolando Gabrielli
30/05/2007
Entre paréntesis, amor.
Rolando Gabrielli.
Ediciones Cisne Color Ltda.
Colombia, 2007.
Qué raro ver impreso a un poeta inédito hasta la médula
del poema, polvo y hueso de su palabra convertida en letra impresa real.
Repetido en la virtualidad de Internet, archivado en el trópico,
y a veces, la fiesta de la palabra pasa de rodillas, miserable altar
de unos cuervos cojos ciegos, que no hacen sombras. El poema nace detrás
de la palabra, donde el verbo es sombra lúcida de su propio silencio.
El poema convoca en su nombre a todo y nada.
El abecedario, el diccionario, los
escaparates están llenos de palabras y papel. Desde siempre y
mucho antes, la ‘manía’ fue poetizar la palabra o
el lenguaje fue la palabra real en el poema de lo cotidiano. Aire, oxígeno
de aquel hombre y mujer, que el hielo y las cavernas convirtieron en
primavera. Hablaron todos los elementos por su boca y palabras. Años
a, el cosmos era un huevo gaseoso a punto de estallar.
Entre paréntesis, amor, poemario de Rolando Gabrielli
editado el 14 de abril en Colombia, impreso por Ediciones Cisne Color
Ltda., ha estallado por fin en 92 poemas y tres cadáveres exquisitos,
con lo que el autor resuelve su propio olvido. Poesía de amor,
poesía en la poesía y poesía palabra: un solo lenguaje.
No es difícil abandonar el momento cumbre del olvido de sí
mismo, ha dicho el autor de Entre paréntesis, amor, arrastrando
las húmedas vocales y consonantes.
Una edición muy cuidada, con una portada en rojo, muy sugerente,
ilustrada por una mujer de espalda desnuda, silueteada, con una bata
roja que cae informalmente hacia su cintura sobre una cama. Al fondo,
en un gran primer plano, una ventana cubierta en parte por una cortina.
La contraportada es una fotografía muy sensual de unas largas
y hermosas piernas, cuya parte superior de la mujer está cubierta
por una bata roja. La contraportada está contrastada y enmarcada
en negro. El poema Última fortaleza, se refiere a la portada
de alguna manera: Tu espalda/sigue siendo/mi obsesión/es tu última/fortaleza.
Y las largas piernas, como una geografía chilena, están
trazadas en más uno o dos poemas. Las fotografías están
suscritas por SC y el diseño del libro a cargo del colombiano
Hernán Santos, quien buscó una armonía estética
para toda la obra en la textura del papel y en su nítida tipografía.
Entre paréntesis, amor, se expuso en la XX Feria Internacional
del libro en Bogotá, Colombia, recientemente concluida. Un par
de volúmenes fueron robados del stand de Chile o de algún
descuidado armario en esos días, lo que significa que la poesía
goza de buena salud. (Es tal vez un homenaje a Roberto Bolaño,
quien sobrevivió en su juventud con lecturas robadas de las librerías
del DF). También estuvo en La Casa Silva de la Poesía
y un librero mexicano compró un flamante recién editado
ejemplar. Gonzalo Rojas se llevó otro a Chile. Manuel Silva Acevedo
y un animador de la TV chilena, sendos libros. Suficiente para romper
el hielo.
Silvia Campazzo, profesora argentina, en un prólogo de once líneas
traza la atmósfera del libro y define al poeta en la intimidad,
respiración de su verbo. Es un guiño para el lector, una
señal, porque como dice Gabrielli ‘la poesía es
la búsqueda del Otro’. Se busca con la palabra: carne,
cuerpo, materia, una atmósfera húmeda. Silvia Campazo
sostiene en su brevísima y precisa introducción al poemario,
que ‘en cada verbo un sentido, en cada adjetivo un deseo y en
cada punto, el tiempo de retomar el aliento para volver amar y seguir
sintiendo’. ‘Del poeta nació el amor, que creció
y se hizo poema’ ‘El poema, enfatiza Campazzo, fecundó
la pasión que se esparce en estas páginas como en sábanas
revueltas’ ¿El poema fue anterior al amor o la palabra
fecunda primero la sombra antes que el cuerpo? Así Rolando Gabrielli
ha desenredado el ovillo de palabra y ha echado a rodar el carretel
de su esperanza en el camino de sus versos, concluye la profesora Silvia
Campazzo, desde el fondo de su(s) propia(s) lectura(s) del poemario
de 112 páginas redondas, estética y agradablemente impresas,
acota: ‘Este es el hombre, el poeta y su obra, atravesada por
la invencibilidad de la distancia’.
En su última página, a modo de corolario, el autor advierte:
‘Un libro no se explica, es como una historia de amor, sucede.
Éste fue escrito con todos mis sentidos, para una mujer, que
es todas las mujeres, el poema’ La poesía/es cosa muda/rota
dice y toca/pasa y queda/provoca.
Tres antiguos, tradicionales, permanentes, universales temas contiene
el libro: el amor, el poema en el poema y la palabra. El lector es quien
escoge las palabras y se queda con la última cuando lee un libro.
Debe comer, beber y ayunar en El Plato del poeta: Repaso la poesía/como
la vida/en un plato hondo/vacío de letras//y estómago/eructo/sin
tener que decir/Nada por obligación/Repaso/la poesía/sobre
un plato vacío. La elocuencia del poema en lo que no se dice,
se sabe, el silencio, la soledad y el oficio dentro de un plato vacío.
¿Para qué editar se habrá dicho mil veces Gabrielli?
Un libro con muchas señales y guiños nos ha dicho Silvia
Campazzo desde su intuición y lecturas. Más allá
de las palabras el autor ha dibujado un largo y estrecho paréntesis
y ‘el lector sabe que tiene más que palabras, un ruido
que la hoja en blanco contiene y no ahoga.’ Se siente la respiración
en el poema, de quien lo escribe y lo lee, y de para quién fue
escrito. La respiración de dos es un juego más profundo
y sagrado. El poema sólo tiene un recurso, sus palabras. Santa
palabra: Arrodíllate, le digo/en cruz, Santa palabra,/ inquisidora
mía/revélate ahora/y condénate conmigo/por todas
las vigilias/De los siglos/si quieres.
Una poesía que tiene cuerpo, un verbo que copula, penetra, impregna
y humedece la punta de la palabra en ese pozo de luz oscura irrefrenablemente.
Verbo copulante: Verbo copulante, mi coma/mi punto, mi rosa helada/todo
el abecedario/lo bendigo en tu nombre/A mí me yace, a mí
me vive/Tierra si no soy tu tierra, /húndome o primavera muscular/frívolo
rompiente verano/verbo rojo, doliente/mi paréntesis hablante
copulante.
El libro tiene diversos pisos, capas, contaminación, mixtura,
obsesión, reciclaje, una mirada hacia lo desconocido, señala
su autor. Hay ciudades míticas en la memoria del poeta, Denver,
DF (México) Ciudad de Panamá, Santiago de Chile.
A pesar del largo silencio sobre el papel, porque Gabrielli ha escrito
varios libros de poesía y prosa, según dan cuenta algunas
publicaciones virtuales, un poema recoge la obsesión, la dependencia
visceral del poeta sobre su propio oficio y género: Poesía:
soy tu sirviente/considérame tu público servidor/humildemente/un
cómplice incondicional. /Tócame el corazón/con
la yema de tus dedos/desnuda la semilla seca/y sé mi fruto. Texto
confesional, medalla de múltiples caras en una sola: la poesía.
Poema, complementa esta postura, alarde de silencio en el silencio de
la palabra. A veces siento/que he alimentado/ un elefante blanco. /La
página, la página.
Entre paréntesis, amor, respira la mujer de carne y hueso, la
femme, la Musa, la Bella, porque el poema/ respira en el poema/como
nosotros/un solo cuerpo/del delito consumado. La palabra se consuma
en el poema, como la carne sobre la carne. ¿Nos devora/el cuerpo/del
poema//la palabra/o este amor/que respira/este aire/sin palabras? Preguntas
en un confesionario público, transparente, en la intimidad del
diálogo. De esta respiración mutua, paréntesis,
intervalo de una realidad jugada en el imaginario del poema nace La
Sin par: Tú eres la sin par/mí folletín del atardecer/musa
soleada en el rojo espejo/Te recuerdo en una taberna/ y sólo
se ve nieve/una catedral que asciende/nube imaginaria ¿Qué
esperas ángel para volar/soy el agua adivinada en el bautizo
de tu mano/Un búho que arroja sus ojos/en el pozo de un hilo
sin punta/que crece en la noche del poema.
El hilo seduce en el poema, palabra por palabra, no la madeja. El poema
dice/calla/narra/describe como sugiere Descripción de la mujer.
Es un ángel bestialmente hermoso/arbitrario, patéticamente
tierno, /me asfixia su silencio. /Su ombligo habla/y yo le debo mi libertad/lúdica
bisagra, empuja forastero/tu profundo oro de la noche, amor/luna plana,
brillante, ciega/el tacto oscuro de tus manos/es pétalo, es rosa,
lágrimas.
Toda poseía verdadera respira por la herida. Esta no es la excepción.
Poesía que pulsa una época, un río que la recorre.
El poeta echa fuego a su palabra, aconseja, cuando veas arder la capilla
de la poesía. Fuego y más fuego, el poeta ama/con frenesí
desenfrenado/desbocado/caballo sobre yegua. La palabra no se rinde.
Dame tu palabra
Entrégame
tu verbo,
tu lengua,
tu cuerpo,
dame
tu palabra.
Ciego voy
Ciego voy
hacia tu luna,
beso tus abismos, amor,
tus carnes en cruz y mis clavos,
el morado sol, tus profundas bocas,
mis parcelas, estas noches doradas,
los labios baten sus lenguas,
dicen quién eres, quién soy,
dentro de tus abismos,
la flor y la espina,
una isla abre otra isla.
Sol rojo
De rodillas,
siento que un naipe
abre el negro vicio
del juego, la rótula
instalada con su hermana
en las blancas sábanas,
se vienen las nieves
el alba rosa de la mañana,
horas en que el pan
entra al horno
y despunta la sangre
en la cresta de un gallo,
sol rojo de alas maduras,
vuela, vuela al infinito.
Bestia
Bestia, pisas la noche,
vas por tu alimento.
Compartimos,
lo poco que tenemos
o lo mucho,
la presa que somos.
Seda
Seda
soy yo,
el gusano,
vísteme.
S
Sólo ámame,
sedúceme
con tu libertad.
Ancla en mí.
Oh, cedazo
Oh, cedazo
me filtras
el amor
en unos cuantos
miserables granos,
que el viento
trae y lleva y trae.
Marea
Déjate ver,
marea,
recoge
el velo,
desnúdate.
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Mi negocio
Mi negocio son las palabras
que carecen de estanterías,
del ruido infernal de la cartelera,
no tienen nombre, ni dejan de nombrar,
aborrecen todo perfil noticioso,
escupen saliva,
prefieren callar, ser mudas,
no tienen lomo de etiquetas,
formalmente pueden ser unas putas,
completamente descarriadas,
vírgenes inmaculadas.
Calcomanía
Yo me repito,
me calco en el poema,
hago que me borro
y unto el dedo
de saliva
y se me seca
la palabra.
Carta a un púgil
Continúo por estos escenarios
de cuarta categoría,
haciendo sombras
con un verbo oxidado.
La poesía, rota, inútil
desvencijada, vieja maleta
de otro paseo.
Estas calles son ahora,
La ciudad frente al océano,
el día que viaja como una persiana,
abre y cierra la luz.
Armo los días como una cartelera
de poca monta,
la sombra crece
frente a un contrincante
que surge de la nada.
El país se aborrece
El país se aborrece,
se borra a sí mismo,
es la pausa olvidada
de su tránsito.
El hombre en la ciudad,
como la palabra,
se gasta en el muro.
El poeta exiliado,
en un cuarto oscuro
hace sombras
con las palabras.
La oveja descarriada
cambia el balido
por el despiadado silencio
del sacrificio
como el poeta
cuando no encuentra las palabras.
Finalmente
Finalmente,
palabra
he de morder el polvo
para que tú
puedas mover las alas
y yo respire
de tu aire
sin conocer
el aire que respiro. |
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