Federico Campbell: Un escritor
de memoria poderosa.
Federico Campbell nació en Tijuana, Baja
California, en 1941. Radica en la Ciudad de México, Distrito
Federal. Cursó estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM); y de periodismo en
Macallester Collage.
En 1969 fue corresponsal en Washington,
Estados Unidos, de la Agencia Mexicana de Noticias. Desde 1977 hasta
1988 se desempeñó como reportero en el Semanario de Información
y Análisis Proceso. En 1995 fue becario por la Fundación
Guggenheim.
En 1999 fue incluido dentro del Sistema
Nacional de Creadores del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(CONACULTA). Al año siguiente, obtuvo el Premio de Narrativa
Colima para Obra Publicada, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas
Artes y la Universidad de Colima, por su novela Transpeninsular.
Su columna La hora del lobo
aparece semanalmente en la Revista Milenio y en diversos diarios del
noroeste del país.
Ha traducido teatro de William Shakespeare,
Harold Pinter, David Mamet y Leonardo Sciascia.
Ha escrito novela: Pretexta
o el cronista enmascarado (Fondo de Cultura Económica –FCE-,1979);
Todo lo de las focas; Transpeninsular (Joaquín
Mortiz, 1983 y 2000, respectivamente); La clave Morse (Alfaguara,
2001); cuento: Tijuana. Stories on the border (The University
of California Press, 1994; traducción de Debra Castillo. Contiene
Todo lo de las focas y cinco cuentos, entre ellos 'Los Brothers');
Tijuanenses. (Alfaguara, 1997); ensayo: La memoria de Sciascia
(FCE, 1989); entrevista: Infame turba (Lumen, 1971); Conversaciones
con escritores (Secretaría de Educación Pública
–SEP-, 1972); La máquina de escribir (Centro Cultural
Tijuana –CECUT-, 1997; donde Hernán Becerra Pino compila
las mejores entrevistas que le han sido hechas al tijuanense); antología:
El imperio del adiós (Editorial Aldus/ CONACULTA, 2002;
donde recopila algunos cuentos y fragmentos de novelas).
La ficción de la memoria. Juan Rulfo ante la crítica (Ediciones
Era/ UNAM, 2003; del cual hizo la selección y el prólogo.
En este volumen aparecen textos críticos sobre la obra literaria
de Juan Rulfo, aparecidos en un lapso de 50 años).
Entre sus temáticas se encuentran la memoria, el carácter
efímero del periodismo, el poder, la aviación y el fantasma
de la figura paterna. Su estilo es breve, irónico, realista,
predominantemente autobiográfico.
Conocí
a Campbell en el 2003. En esa ocasión fue invitado a dar una
charla en la Escuela de Filosofía y Letras, por considerársele
el mejor narrador bajacaliforniano de su generación. Recuerdo
que alguien lo interrogó sobre si se sentía parte de
los llamados ‘Narradores del Norte’. No pude evitar sentir
ternura al escuchar su respuesta: afirmó que se sentía
triste cuando lo excluían y extraño cuando lo tomaban
en cuenta.
Cuatro años después, supe que vendría a dar un
Taller de Novela, organizado por el Departamento de Investigación
y Fomento de la Cultura Regional (DIFOCUR). La noticia me alegró,
sobre todo porque eso supondría la oportunidad de que por fin
respondiese el cuestionario que le había enviado meses antes.
Al finalizar la primera jornada de dicho taller, lo abordé,
recordándole sobre la entrevista. Me observó con sus
enormes ojos verdes. ‘¿Ah, tú eres la de la entrevista?’,
‘Sí', le contesté. Se disculpó, alegando
conservar el borrador de sus respuestas. Aclaré que no había
problema y le pedí me atendiese en persona, aprovechando su
estadía en Culiacán. Era lunes; la entrevista sería
el jueves.
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11:30 a.m. Llego a la cafetería del hotel donde Campbell se
hospeda. Lo encuentro mientras hace una llamada telefónica.
Le doy una palmada en la espalda. Espero a que termine su asesoría
con otra de las talleristas, a quien revisa un fragmento de novela.
Poco después, me indica que ya puede empezar la entrevista.
Nos saludamos cordialmente. Me hace dudar del funcionamiento de la
grabadora, al ver mi nerviosismo. ‘Media hora’, advierte.
Tiene prisa, orientará a varios alumnos esta jornada, como
ha hecho durante toda la semana.
- ¿Todo gran escritor es un
melancólico?
No. Hay escritores felices como Paul Claudel. El ser feliz o no ser
feliz no tiene nada que ver con el oficio. Es como si me preguntaras:
‘¿todos los carpinteros son melancólicos?’,
‘¿todos los sastres son alcohólicos?’. Lo
que sí sucede con los sastres es que casi no fuman porque, como
se ocupan de una actividad física, como Gandhi… ¿te
acuerdas que siempre estaba moviendo unos hilos?... cuando la gente
hace actividades manuales, como el sastre, tiende a ser menos ansioso,
por tanto se les olvida fumar, porque se fuma por ansiedad, básicamente,
y por adicción a la nicotina. Yo era un tabacómano muy
particular, sólo fumaba en la noche, después de la noche,
3, 4 cigarros. Lo cual no era nada bueno, porque me iba a la cama con
la nicotina circulando.
La depresión es de orden bioquímico… eso está
bastante comprobado… yo tengo un libro, Post scriptum triste,
ahí hablo bastante sobre la depresión…
(Afirmo que
me interesa mucho ese libro, porque en él se define melancólico…)
No me defino melancólico, sería
un poco ridículo. Cursi. A lo largo de mi vida he tenido una
tendencia muy fuerte hacia la depresión. Sospecho que todavía.
Porque la depresión no sólo consiste en estar triste,
sino en estar indiferente. La depresión es la pérdida
del deseo, y es la incapacidad de concentración. Por eso uno
no escribe, porque no puede concentrarse. Siento que le pasó
eso a Juan Rulfo, que estuvo en una caída de la cual nunca pudo
regresar. Casi siempre el alcohólico es depresivo. Aunque no
soy un especialista en el tema, aunque tengo la impresión por
lo que he oído… en el caso de mi padre [Nota
1], que sí era un hombre muy depresivo y padeció
de alcoholismo. Tanto que lo llevó al final.
- ¿Cómo incide lo autobiográfico en su narrativa?
Igual que en cualquier escritor. En todos los escritores: narradores,
poetas… es imposible prescindir del elemento autobiográfico,
porque sería como prescindir de la propia identidad personal.
Un escritor no es una computadora que escribe sola. La memoria del escritor
es una memoria humana. Luego entonces es una memoria cargada de congojas
y de emociones.
- ¿Cuál es su libro menos autobiográfico?
Tal
vez Transpeninsular. Aunque en ella traduzco mucho mi indecisión
entre el periodismo y la literatura. El personaje es un periodista,
un escritor de viajes que se debate entre la imaginación de la
literatura y la información del periodismo. Es la historia de
un viejo periodista, retirado ya, que se da cuenta a los cincuenta y
tantos años de que no se atrevió, cuando joven, a apostarle
al camino de la fantasía y de la imaginación que supondría
la literatura, entonces se fue por el espejismo del periodismo, y durante
20, 30 años, se negó a sí mismo esa vocación,
o a lo mejor no la tenía muy fuerte. Pero lo cierto es que este
personaje, ya sobre los 60 años, se pone a hacer un recuento
de su vida y se pregunta si no cometió un ‘error de navegación’
existencial al tenerle miedo a su vocación literaria de los 20
años y al entregarse a las labores de la información.
La verdad es que haberse dedicado al periodismo significa para él
una frustración, por eso está en crisis, porque a los
60 años se da cuenta de que el periodismo no se concretó
en nada: no escribió ningún libro y las palabras se las
lleva el viento o se escurren de las manos como arena… Entonces
él está en esta disyuntiva y por eso se pone a buscar
a un amigo muerto hace 40 años en La Paz, Baja California Sur,
que es Fernando Jordán, a quien aparentemente asesinaron o se
suicidó… yo siempre me he quedado con la sospecha de que
fue asesinado, que es lo mismo que pensaba su hermana Elena Jordán,
porque ella estuvo en La Paz cuando fue a recoger el cadáver
y no se lo dejaron traer. Hubo actitudes muy extrañas por parte
de las autoridades de Baja California Sur…
- ¿Pero se sabía que tuviera enemigos?
No, no especialmente… en primer lugar, no era un periodista de
denuncia muy fuerte, lo cual podía haber sido delicado en los
años 50, cuando el régimen priista era más intolerante
y más paranoico… parece ser que él tuvo un enamoramiento
con una señora casada, y probablemente por esa razón lo
mataron.
-¿A qué atribuye su fascinación por la mafia?
Yo
no tengo ninguna fascinación por la mafia… tengo interés
por las relaciones entre crimen y poder… el crimen organizado
es, en el fondo, un fenómeno de relación con el poder
establecido… no hay crimen organizado que no sea una colusión
entre delincuentes y policías, o entre criminales y representantes
del Estado… entonces eso es lo que me ha interesado: las relaciones
de poder entre política y delito, que van juntas… y no
sabría medir si es peor ahora que antes… a lo mejor siempre
ha sido así, desde los Médicis en Florencia… el
crimen siempre ha sido algo consustancial al poder, como se ve en las
tragedias históricas de Shakespeare, como en Ricardo III
y en otra obra que no es histórica pero está referida
al poder es Macbeth… el escenario termina siempre regado
de sangre, lleno de cadáveres por la lucha por el poder…
en los últimos años en México y en el mundo entero
ha aumentado el poder financiero informal del narcotráfico, y
esto ha alterado los indicadores económicos… los gobiernos
no saben muy bien cuál es su situación económica
porque hay mucha información no contabilizada que no entra a
las estadísticas porque proviene de la economía criminal,
que es informal, clandestina, que facilita mucho la inversión
de dinero ilegal, especialmente en la industria de la construcción…
por eso en México prolifera la construcción de edificios,
sobre todo en las playas: Puerto Vallarta, Cancún… porque
una de las formas más efectivas de lavado de dinero es la construcción.
Yo creo que no sólo en México, también en Chile,
en Centroamérica, en Colombia… en Estados Unidos se hace,
sobre todo, a través de la banca privada. Hay una relación
muy perversa entre el gobierno de los Estados Unidos y el de México
respecto al narcotráfico. En el fondo, lo condonan mucho porque
el flujo de dinero procedente de la economía criminal aliviana
mucho las tensiones sociales producidas por la desigualdad económica.
Por eso los gobiernos se hacen un poco de la vista gorda. Porque, por
un lado, la economía criminal les permite bajar la tensión
social y por otro lado es un negocio muy lucrativo, en el que sólo
hay sangre en el traslado de la mercancía de un lugar a otro,
pero no hay sangre en el lavado de dinero, por ejemplo, ya sea en la
industria de la construcción o en la banca, y lo que les preocupa
al gobierno de Estados Unidos y al de México es el aspecto del
negocio, es decir, del transporte, en el que sí suele haber derramamiento
de sangre.
- De qué manera influyen Leonardo Sciascia y Luigi Pirandello
en usted?
De ninguna manera… los cito y todo, pero eso no quiere decir que
yo tenga influencia… las influencias se traducen en el modo en
el que uno escribe una novela, y las novelas que yo he escrito no tienen
nada que ver con esos dos autores sicilianos… lo que pasa es que
a mí me han interesado por muchas razones… he escrito un
libro sobre Sciascia, que se llama La memoria de Sciascia…
Cuando tenía 20 años viví un verano en Sicilia,
en el 62, y tuve una experiencia feliz: la historia del primer amor,
que sucede en todos los seres humanos, y que a la postre resulta ‘tu
último amor’, tu único amor… como dice García
Márquez: ‘tu primer amor fue tu último amor’…
y luego, a lo largo de la vida, siempre me interesó volver a
Italia, y en el año 85 me propuse ir a conocer a Leonardo Sciascia
en Palermo y así fue, así lo conocí, y escribí
un libro sobre él y nos hicimos amigos… y todo lo que ha
tenido que ver con Sicilia y con Italia y con Sciascia han sido cosas
felices… el principio del placer del que habla Freud consiste
en repetirlo; por eso si yo tuve una experiencia de felicidad en Sicilia
a los 20 años, el impulso natural en mi vida posterior hasta
los 40, 46 años, que es cuando fui a ver a Sciascia, es repetirlo;
tú quieres repetir esa experiencia…
(Nos queda un minuto –me apura, aunque
apenas vamos a la mitad…)
- ¿En qué forma logra complementar su vocación
periodística con la literaria?
De ninguna manera. Yo soy de los que piensan que el periodismo no tiene
nada que ver con la literatura; son dos lenguajes distintos, y la actitud
del escritor ante el texto es distinta… En el periodismo la relación
es muy distante y muy impersonal, mientras que en la literatura, en
la novela, la relación del escritor con la escritura es profundamente
personal.
- Usted declaró, en entrevista a Ariel Ruiz Mondragón
[Nota 2] : 'Soy un
novelista frustrado porque carezco de imaginación literaria.
Me cuesta mucho escribir porque no tengo la inventiva literaria'. ¿Por
qué definirse así?
Porque soy muy improductivo. Yo tengo
problemas de concentración muy grandes (en efecto: mientras responde,
traza autorretratos caricaturescos en una servilleta de papel, con su
pluma fuente). Toda la vida los he tenido. Me parece un milagro haber
publicado más de diez libros, es incomprensible, porque entre
las cualidades de mi inteligencia, la más débil es la
capacidad de concentración. Está la memoria, la atención,
la concentración como funciones de la mente… me cuesta
mucho fijar la atención en algo durante mucho tiempo, concentrarme
en un trabajo durante horas, muy pronto me disperso. Y eso ha traído
como consecuencia mi improductividad literaria: yo no escribo una novela
desde el año 2002, no he vuelto a publicar, y a veces pienso
que ya no podré seguir haciéndolo.
- ¿Qué rol jugaría su pasión por el cine
dentro de su obra?
Yo no tengo ninguna pasión por el cine, simplemente me gusta,
soy un espectador más, y como cualquier persona sensible ante
la narración, me interesa la narración cinematográfica.
Tal vez la influencia sea de orden inconsciente en cuanto a la introducción
de algunas imágenes de las cosas que uno narra.
- ¿Por qué le interesa tanto hablar sobre la memoria?
Porque la memoria es nuestra identidad
personal. La persona es la memoria. Y una de las cosas que más
me ha conmovido en la vida es la enfermedad del Alzheimer. He visto
a un amigo en Huatabampo… lo más triste del Alzheimer es
que primero se muere la persona y luego el cuerpo… porque la persona
es la memoria, la memoria es la identidad personal, entonces pienso
que es una de las cosas más importantes lo que está descubriendo
la nueva neurobiología, que nos está informando sobre
el funcionamiento de la memoria y sobre los deterioros irreversibles
del Alzheimer… y por otro lado pienso que en la capacidad distorsionadora
reside el secreto de la creación literaria.
- ¿Cómo se explicaría usted el silencio de grandes
autores como Juan Rulfo y Arthur Rimbaud, tras crear libros definitivos
para la literatura universal?
Hay el caso de algunos escritores que renuncian a la escritura por convicción
estética, porque ya no tienen nada que decir y ya no tienen ningún
deseo de decirlo, y también porque se les fue su juventud, y
resulta que ser joven es tener una mayor capacidad de ilusión,
y eso se pierde con la edad; entonces también es probable que
Juan Rulfo haya dejado de escribir porque dejó de ser joven y
ya no tenía las motivaciones que suele tener un joven como el
deseo de reconocimiento, de fama, de figurar… entonces probablemente
se quedó sin esas motivaciones porque muy pronto se convirtió
en un hombre mayor.
(Hasta aquí
la dejamos –propone. Nada más nos falta una, insisto-.)
- El escritor Álvaro
Enrigue [Nota 3] afirma
que debería ‘matarse’ a Rulfo, en cuanto a la excesiva
influencia que ejerce en los autores mexicanos actuales, particularmente
en los norteños. ¿Qué opinaría usted al
respecto?
Yo tengo la impresión de que no existe esa gran influencia de
Juan Rulfo porque no la veo…
(Le
digo que yo noto dicha influencia en el caso de autores como Eduardo
Antonio Parra y Élmer Mendoza, quienes confiesan tenerla. Incluso
este último hizo su variación sobre Pedro Páramo
en su novela Cóbraselo caro…)
Nadie tiene una sola influencia…
te influyen innumerables escritores, el habla de la ciudad en la que
vives, tus amigos, lo que lees en los periódicos… ¿Cómo
puedes decir que alguien tiene influencia de Rulfo y no tiene influencia
de Faulkner? Por lo demás, la noción de influencia en
la literatura ya no quiere decir nada. Es un concepto un poco ocioso
que no quiere decir ni significa nada, no explica nada y no tiene la
menor importancia.
¿Qué aburridas son las entrevistas, verdad? –remata,
mientras ya hay una tallerista más esperando su asesoría.
Son las 12: 12
(Entrevista realizada el 15 de noviembre de 2007)
Fotografías de Carlos Méndez
Nota
1: situación familiar fue plasmada en su novela La
Clave Morse.
Nota 2: La entrevista
puede consultarse en: www.lainsignia.org
Nota 3: Nacido en la
Ciudad de México en 1969. Autor de las novelas La muerte
de un instalador (Joaquín Mortiz, 1996) y El cementerio
de sillas (Lengua de Trapo, 2002); y de los libros de cuentos Virtudes
Capitales (Joaquín Mortiz, 1998) e Hipotermia (Anagrama,
2006). Fue seleccionado como uno de los 39 narradores latinoamericanos
menores de 39 años más destacados de Latinoamérica
para participar en Bogotá 39.
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Para
saber más
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DATOS DE LA AUTORA:
Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, México,
1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad
Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora de www.homines.com
Subdirectora de www.revistaespiral.org
Ha participado en los talleres literarios de los escritores mexicanos
María Baranda, David Toscana Cristina Rivera Garza, Andrés
de Luna y Anamari Gomís. Escritos suyos han sido publicados en
España, Chile y México.