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El viaje que transforma: Rosario Sanmiguel
Elena Méndez
25/09/2007


Rosario Sanmiguel: Una prosa sutil, depurada, lúdica. Un viaje que transforma mediante las palabras.

Rosario Sanmiguel nació en Manuel Benavides, Chihuahua, en 1954. Radica en Ciudad Juárez desde 1955. Es candidata a Doctor por la Universidad Estatal de Arizona, donde cursó una especialidad en novela histórica mexicana del siglo XX.

De 1983 a 1985 participó en el Taller Literario del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), coordinado por el escritor potosino David Ojeda [Nota 1]. Ha dirigido diversos talleres literarios, destacando entre ellos el Rosario Castellanos, donde se ejercitaba la escritura creativa y se reflexionaba sobre la escritura realizada por mujeres.

Ha traducido del inglés textos de Chirríe Moraga, Norma Cantú, Norma Dee Cervantes y Diane Gonzales Bertrand. Actualmente forma parte del equipo de traductores de Arte Público Press, editorial ubicada en la Universidad de Houston. Entre las traducciones que ha hecho para ellos destaca Desert Blood: The Juarez Murders, de Alicia Gaspar de Alba, que se publicará en español en el 2008

De 1995 a 1996 dirigió la revista literaria Puentelibre que -pese a haber tenido sólo cinco números- dio a conocer a escritores noveles ahora destacados, como Antonio Zúñiga [Nota 2]. Durante ese mismo año fue becaria del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con el proyecto ‘Construcción Liminal. La literatura del Norte de México’. Al año siguiente, compiló, junto con Jesús Barquet, la antología Más allá de la isla. 66 creadores cubanos (Puentelibre Editores).

De 1997 a 1998 la Fundación Rockefeller le otorgó una beca por su proyecto ‘Frontera Textual: la escritura chicana’ (libro inédito). Durante 2003-2006 se desempeñó como docente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), impartiendo la cátedra de Literatura Mexicana e Hispanoamericana. Durante 2004-2005 fungió como editora de las revistas culturales de dicha institución, Entorno y Revista de las Fronteras; y en 2006, como asistente editorial de Chasqui, de la Universidad Estatal de Arizona, campus Tempe.

Ha sido incluida en la antología Sin límites imaginarios. Cuentos del norte de México (Selección, prólogo y notas de Miguel Ángel Rodríguez Lozano, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006). Es autora del cuentario Callejón Sucre y otros relatos (Ediciones del Azar, 1994); la novela Árboles o apuntes de viaje (PuenteLibre Editores, 2006) y el libro de ensayos De la historia a la ficción (aún inédito). Actualmente está escribiendo una novela histórica relacionada con el norte mexicano.

Sus cuentos han sido traducidos al inglés, islandés y neerlandés. Entre sus temáticas se encuentran las relaciones humanas (en particular madre-hija), la soledad y el viaje, mismas que realza con fraseo breve, sutil aliento poético, gran ironía y rescate del lenguaje coloquial fronterizo, incluso del spanglish.

Conocí a Rosario Sanmiguel al leer Callejón Sucre…libro que transita por rincones fronterizos, preferentemente marginales (la cantina con prostíbulo anexo, la ‘tierra de nadie’ donde los polleros contrabandean personas rumbo a Estados Unidos…). Me sorprendió el estilo sutil, el ritmo ágil, la violencia que permea las páginas de esta obra, que, no obstante, deja resquicios para la ternura y el humor. Después tuve oportunidad de leer Árboles… un ejercicio nostálgico relacionado con la vida familiar. En ambos libros está latente la idea del viaje como posibilidad de transformación interior. Tras mi lectura, comprendí cuán a pulso se ha ganado Sanmiguel un lugar dentro de los narradores más destacados del norte mexicano en la actualidad.

Entrevisto a la autora vía internet. He aquí las reflexiones sobre su quehacer literario:

- ¿Por qué presentar a la frontera como territorio estético?

Para responder esta pregunta haré un poco de historia familiar. Nací en Manuel Benavides, un pequeño pueblo a cuarenta kilómetros al sur del río Bravo, hacia la región este del estado de Chihuahua, donde por dos siglos ha vivido la familia de mi madre. Antes de cumplir un año mis padres me llevaron a vivir a Ciudad Juárez, donde he pasado si no toda mi vida, parte importante de ella. Así pues, nací, crecí, me eduqué y me enamoré por vez primera en ese lugar que geográfica, política y culturalmente identificamos como la frontera con los Estados Unidos. Sin llegar a extremos deterministas, esta circunstancia, ajena a mi elección, marca mi manera de ver el mundo y en consecuencia mi escritura.

La frontera es para mí, sobre todo, un espacio de confrontación; el momento en que soy consciente de la existencia del otro; la presencia de lo que podría ser igual pero es diferente; memoria de lo perdido. También uno de los extremos, intramuros, que vive un mexicano. Sin embargo, no es este segmento de la realidad -en sí mismo- lo que me interesa llevar a primer plano en mi trabajo. No es la frontera que marcan la política y la historia lo que llevo a mis historias como un telón de fondo o un contexto social. Mucho menos la percibo como el tema de moda sobre el cual hasta el escritor canónico afila el lápiz (pues el que es buen gallo en cualquier gallinero canta, diría, aunque desafine), en todo caso, la frontera es, en mi escritura, una condición inseparable de la vida que imagino para mis personajes.

Cierto es que los personajes que deambulan en la noche de mis relatos son como tantos otros que hemos conocido en otros libros, al igual que los personajes que aman, mueren o viven solos y desamparados. Pero estos, los que pueblan los relatos de Callejón Sucre, o salen al paso en la noveleta Árboles o apuntes de viaje, desarrollan una relación dialógica con este espacio específico que es la frontera, a través de su particular lenguaje, de su mirada sobre el mundo, de su relación con los otros, de las pequeñas batallas del diario vivir.

Me considero una escritora realista, una que se nutre de la realidad verdadera para construir otra, que aunque ficticia no menos real que la que palpita más allá de las páginas que escribo. De manera que cuando una situación que me parece escribible (sic) me ronda por la mente, o cuando pienso en un posible personaje, sin proponérmelo, digamos que de manera ‘natural’ lo imagino en el espacio que mejor conozco. Lo anclo en esta realidad geográfica y cultural específica que es la frontera, y a partir de ahí inicio la construcción de un mundo donde espacio y personaje se amalgaman para dar, además de textura, sentido a la ficción.

- ¿A qué atribuye su tendencia a presentar personajes transgresores (citemos a Francis y Katia en ‘Un silencio muy largo’; a Martín en ‘Bajo el puente’; y a Anamaría en ‘La otra habitación’)?

Creo que la literatura es una forma de abordar la realidad, como lo es la sociología o la historia, por ejemplo. El hecho de que en mi narrativa aparezcan personajes ‘transgresores’, como usted los llama, es porque en el mundo ‘real’ que sirve de referente a mis relatos viven ellos, están ahí, deambulan y respiran y sueñan dentro de un espacio concreto y tangible que es la zona geográfica inmediata al río Bravo. Sin embargo, es importante aclarar que yo no me planteo su existencia dentro de mis relatos como ‘personajes transgresores’, pues no los construyo desde la perspectiva de la moral o las buenas costumbres, sino como elementos o piezas clave en la elaboración y representación de un mundo particular. Personajes en íntima relación con su propio espacio.


- Su novela Árboles o apuntes de viaje nos parece escrita desde la nostalgia. Quisiéramos que nos hablara al respecto.

Árboles o apuntes de viaje es una novela donde se plantean las posibilidades de la memoria y la imaginación en la construcción de la realidad. Creo que este sería el tema central del texto. Sin embargo, en él aparece el escenario de la frontera, por la simple razón de que los personajes que recuerdan e imaginan han hecho su vida en el ir y venir a un lado y otro del río. Es por eso que asuntos como la migración y otros que se han convertido en un cliché en la literatura de la frontera, forman parte esencial de la vida de estos personajes, por lo que su tratamiento no responde a ninguna moda sino a la exploración del mundo interior de estos personajes. Pero también el relato recurre a un tema común en mi narrativa, las relaciones familiares, y particularmente la relación entre madre e hija. Todo esto dentro del marco de una crónica de viaje.


- Usted dirigió la revista cultural Puentelibre. ¿Qué tanto se valora socialmente una publicación de este tipo?

Fundé la revista cultural Puentelibre para crear un espacio que apoyara los productos culturales del norte de México, principalmente la literatura. Creía (aún lo creo) necesaria para la ‘buena salud de la cultura’ de nuestro país la existencia de proyectos como Puentelibre, que combatía el anquilosado centralismo mexicano. Una revista siempre da cuenta de varios aspectos de una sociedad (el arte, la política, las prácticas sexuales, etc.) en términos de ideología o visión de mundo. De ahí se desprende su importancia. Todos los que colaboramos en la publicación de Puentelibre, artistas e intelectuales, testimoniamos (algunos con mayor talento o fortuna que otros) con nuestro trabajo una época, un lugar, una comunidad. La historia de la literatura y la cultura de un país tan vasto y rico como México no se escriben desde un único punto de vista. Si en el pasado así fue, ya no lo es más. Sólo por eso es importante y se debe valorar una publicación de este tipo.


- ¿Considera usted que las obras literarias cuyo tema central es el narcotráfico trascenderán más allá de lo mercadotécnico?

Todavía no he leído una novela o cuento cuyo tema central sea el narcotráfico. No obstante, creo que el valor literario de un texto no depende del tema sino del tratamiento ‘literario’ que se le dé. Si en nuestros días el tema del narcotráfico resulta actual y por lo mismo rentable para escritores y editores, no lo será más cuando las circunstancias sociohistóricas hayan cambiado y esos textos no ofrezcan algo más que anécdotas. Por el contrario, las obras que exploran y proponen nuevas formas de expresión, tanto a nivel del lenguaje como de la estructura, tienen más posibilidades de sobrevivir a los cambios políticos e históricos de una sociedad. Esta respuesta que doy a su pregunta se desprende de la idea que tengo sobre la literatura, pero, en realidad, no sé de qué depende la trascendencia de una obra literaria. La historia de la literatura mundial nos demuestra que las obras se convierten en clásicas o trascendentes por razones diversas.


- ¿Cuál sería la función de la literatura en un mundo cada vez más globalizado?

La función de la literatura -ya sea entretener, evadir, conmover, explorar, representar, construir o criticar- según los escritores y los lectores de los que se trate, no cambiará por el hecho de que en los Campos Elíseos, la Plaza Roja o la Zona Rosa se consuman tantas hamburguesas Mc Donald’s como en el centro financiero de la ciudad de Chicago, por ejemplo. Si la globalización cambia la manera de manejar las mercancías, su destino y la velocidad con la que se trasladan de un punto a otro del planeta, es evidente que impacta los estilos de vida, y a la larga las mentalidades de las diversas comunidades del mundo. En ese sentido, la materialización de la literatura en el objeto libro, en una mercancía que viaja y se instala en un abrir y cerrar de ojos en los sitios más insospechados del planeta, tal vez fomente la más común entre las funciones que históricamente se le han atribuido a la literatura: la comunicación. Pero se trata de una comunicación en la que cambian las reglas del juego, ya no se hablará más de la relación entre la nación y el resto del mundo, sino entre la región y el mundo. De ahí la relevancia que a últimas fechas ha tomado la frontera norte de México.


- ¿Todavía puede hablarse de 'géneros literarios'?

Ya a mediados del siglo XX Roland Barthes decía que relacionar la escritura con los géneros literarios era una visión burguesa de la literatura. Prefería el término texto al de novela, cuento o noveleta por ser más dúctil, tal vez más acorde con sus planteamientos sobre las lecturas escribibles (sic). Cuánta razón tenía. Leer un texto es volverlo a escribir en más de un sentido. Y escribir un texto desde adentro hacia fuera es desprenderlo de conceptos fijos y limitantes. Cada texto exige su propia forma, una que se va construyendo a medida que el lenguaje -íntimo-, el que sólo expresa a este personaje y no a otro, se mezcla con los otros lenguajes y toman su curso y edifican su mundo particular. Por ejemplo, Árboles o apuntes de viaje es un texto elaborado a partir de técnicas comunes en otros autores; es breve, fragmentario, polifónico, abierto… y sin embargo no es una novela convencional; sí un ensayo narrativo que explora el mejor camino para desahogar una memoria, unas conjeturas, una frontera, unos apuntes de viaje.


- ¿Cuál es su perspectiva sobre la narrativa chihuahuense actual?

Considero que, en general, la narrativa chihuahuense ocupa un lugar destacado dentro del panorama más amplio de la literatura mexicana actual, debido a la producción literaria de escritores de la talla de Ignacio Solares [Nota 3], Carlos Montemayor [Nota 4], Jorge Aguilar Mora [Nota 5], y Jesús Gardea [Nota 6]. Sin embargo, trataré de dar respuesta a esta pregunta a partir de los narradores que escriben dentro de los límites geográficos del estado de Chihuahua. Destaco el factor geográfico porque es importante distinguir la literatura escrita en Chihuahua de aquella que se produce en el centro del país, ya que es este hecho particular el que nos habla de la condición real de la narrativa del estado. Tomo como punto de partida la publicación en 1980 de Los viernes de Lautaro, de Jesús Gardea, para señalar el inicio de una nueva época en la narrativa chihuahuense. No porque esta colección de cuentos memorables haya hecho escuela entre los narradores de Chihuahua, sino porque mientras Gardea escribía en solitario, en algunas ciudades del estado los jóvenes se agrupaban en los recién fundados talleres literarios del INBA. De tal suerte que la publicación del primer libro de Gardea inaugura una época de efervescente actividad literaria, la cual se refleja también en la fundación de revistas y suplementos culturales, la celebración de encuentros de escritores a nivel regional y nacional. Asimismo, en la presencia de diversos proyectos editoriales que, de frente al centralismo cultural que caracteriza a nuestro país, han apoyado la producción literaria de la región.

En realidad, creo que agregarle el adjetivo chihuahuense al sustantivo narrativa no dice mucho. Entiendo que la literatura se clasifica en categorías diversas para su sistematización y estudio; pero esto mismo, en ocasiones, la empobrece, sobre todo cuando se trata de justificar el adjetivo. No obstante, pienso que la narrativa chihuahuense goza de buena salud gracias a su vocación por la pluralidad, pues tanto los narradores viejos como los jóvenes, los del D.F., Maryland o Chihuahua, abordan la escritura desde perspectivas diferentes y con lenguajes diversos.


(Entrevista realizada el 24 de agosto de 2007)

Fotografía realizada por Eve Gil

 


Nota 1: Escritor nacido en San Luis Potosí, San Luis Potosí, en 1950. Premio Casa de las Américas en 1978. Actualmente se desempeña como asesor de Jóvenes Creadores en FONCA, Categoría Cuento. Su novela más reciente es La Santa de San Luis (Tusquets Editores, 2006).

Nota 2: Dramaturgo, guionista y actor nacido en Parral, en 1965. Premio Nacional de Dramaturgia en el 2002. Miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). Su libro más reciente es Chihuahua para niños (Instituto Chihuahuense de Cultura-ICHICULT-, 2007).

Nota 3: Escritor nacido en Ciudad Juárez, en 1945. Premio Xavier Villaurrutia en 1998. Dirige la Revista de la Universidad de México desde el 2005
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Nota 4 : Escritor nacido en Parral, en 1947. Es integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Real Academia Española y de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas. Ha obtenido importantes reconocimientos a su carrera, tales como el Premio internacional Juan Rulfo (1993); Xavier Villaurrutia (1971); José Fuentes Mares (1990); Narrativa Colima para Obra Publicada (1991). Durante 1992- 1998 fue becario de la Fundación Rockefeller.

Nota 5 : Escritor nacido en Chihuahua, en 1946. Su libro más reciente es Los secretos de la aurora (Ediciones Era, 2002).

Nota 6 : Escritor nacido en Delicias, en 1939. Premio Xavier Villaurrutia en 1980; y José Fuentes Mares en 1985. Sus obras fueron traducidas al inglés, francés y polaco. Murió en su ciudad natal en el año 2000.


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DATOS DE LA AUTORA:


Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, México, 1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora. Ha participado en los talleres literarios de los escritores mexicanos María Baranda, David Toscana y Cristina Rivera Garza. Escritos suyos han sido publicados en TEXTOS, Acequias, La Pluma del Ganso, La Línea del Cosmonauta, La Prensa, Expreso, Milenio, Universo de el Búho, Replicante, Avión de Papel, Letras.s5.com, Miel y Amoniaco, Espiral, Espéculo, Baquiana, El coloquio de los perros y Homines.