Teresa Dovalpage nació en La Habana, Cuba,
en 1966. Radica en Albuquerque, Nuevo México, Estados Unidos.
Es Licenciada en Lengua y Literatura Inglesas y Máster en Literatura
Española por la Universidad de La Habana. Actualmente cursa el
Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Nuevo
México (UNM). Su tesis doctoral aborda la literatura cubana del
siglo XX.
Se ha desempeñado como traductora,
editora, lingüista, instructora de español, inglés
y literatura en la Universidad de La Habana, la Universidad de Nuevo
México, Southwestern College, Grossmont Collage, Multilingual
Translations y Systran Software Inc.
Cuentos y artículos suyos han
aparecido en La Raza, El Nuevo Herald, Rosebud, Hispanic Magazine,
Latina Style, Hispanic Culture Review, Latino Today, Puerto del Sol,
La Peregrina Magazine, Replicante y Baquiana. De noviembre
a diciembre de 2006 su obra teatral La hija de La Llorona se
representó en el teatro Aguijón, en Chicago, Ilinois.
Ha publicado las novelas: A Girl
like Che Guevara, Posesas de La Habana (Soho Press y PurePlay Press,
respectivamente; 2004); y Muerte de un murciano en La Habana
(Anagrama, 2006). Con este libro resultó finalista del XXXIV
Premio Herralde de Novela en 2006 [Nota
1].
Entre las temáticas privilegiadas
por Dovalpage se encuentran: Cuba, el régimen castrista, la misoginia,
la violencia, el fracaso, el erotismo y la soledad. Tiende al fraseo
breve, el humor negro, el sarcasmo, la mezcla de referentes cultos y
populares.
Leí
por primera vez a Dovalpage en la revista Replicante, donde
fue incluido su cuento ‘¿Corruptora de menores yo?’,
cuya crítica social a la doble moral norteamericana me impresionó
por la jocosidad impía con que se planteaba. Posteriormente
pude leer sus tres novelas, y regocijarme y sufrir con la sátira
mordaz que se hace de la sociedad cubana y del sistema comunista,
plagados de contradicciones. La abordé por internet para que
nos hablara de su quehacer literario.
- ¿Qué representa La
Habana dentro de su obra?
Es una presencia tanto como un espacio. El plasma vital en que se mueven,
empujan, besan y estrujan esos seres cómicos y a veces terribles
llamados habaneros. Es una caldera (no necesariamente del diablo, aunque
yo no diría que de ángeles, tampoco) en que hierve la
vida isleña.
- Según usted, ¿qué recepción tiene la literatura
escrita por latinos residentes en Estados Unidos dentro de dicho país?
Ha sido muy buena, me parece. Por ejemplo, a Carlos Eire le dieron un
premio muy prestigioso, el National Book Award, por sus memorias Waiting
for Snow in Havana in 2003. Por otro lado, Julia Álvarez
y Cristina García, latinas que escriben en inglés, han
tenido una magnífica recepción de la crítica. Y
los libros de los autores consagrados como Isabel Allende se traducen
al inglés casi tan pronto como salen en español.
- ¿Qué perspectiva sobre la literatura cubana contemporánea
le otorga el radicar en el extranjero?
Para empezar, aquí puedo leer obras a las que no hubiera podido
ni echarles un vistazo en Cuba. Por ejemplo, las novelas de Zoe Valdés
y Reynaldo Arenas no se publican allá. Ni siquiera las de Pedro
Juan Gutiérrez se encuentran en la isla, aunque el autor vive
en La Habana. De modo que vivir fuera del país definitivamente
abre los horizontes... y las entendederas. Por otro lado, el acceso
a Internet me ha permitido conocer y conectarme con autores, tanto cubanos
como de otros países, con los que nunca habría llegado
a tener relación de haber seguido en Cuba.
- ¿Qué implicó para usted el escribir su primera
novela en inglés, siendo una hispana recién llegada a
los Estados Unidos?
En ese momento suponía que no había tenía más
opción. Puesto que estaba en un país donde la primera
lengua es el inglés, me parecía que no había de
otra, como dicen en México. Esto es, que tenía que escribir
en inglés si quería ver mis libros publicados. Más
tarde descubrí que hay un mercado para libros en español
también, y encontré una agente literaria en Barcelona
para las novelas en mi lengua materna. Pero sin duda fue un reto el
escribir A Girl like Che Guevara en inglés a los siete
años de llegar a California. Lo que luché con las preposiciones,
sólo lo sabemos mi editora y yo. No fue easy, vaya.
-¿Por qué razón divide su novela Muerte de
un murciano en La Habana en actos y cuadros, como si de una obra
dramatúrgica se tratase?
Porque la novela sigue la estructura de una zarzuela española,
Los Gavilanes, [Nota
2] incluso cito versos completos de la misma. Pero es final
es aquí irónico. Es decir, retomo la fábula del
indiano (en este caso, un murciano buena gente y un poco despistado)
que viene a hacer dinero a las Américas. Sólo que en lugar
de atesorar centenes, el pobre se encuentra con la de la guadaña
donde menos lo espera.
-
¿A qué atribuye que sus personajes femeninos muestren
tanto rencor hacia sus madres y viceversa?
Eso precisamente es lo que me pregunta
mi madre. ‘Ven acá, Teresita’, me ha dicho mi progenitora,
ofendidísima. ‘¿Tú tienes un trauma conmigo
o qué te pasa? Oye, yo no soy tan grosera como esas madres que
aparecen en tus novelas, eh’. Y la verdad es que nosotras no nos
llevamos mal. Aparte de algunos desencuentros generacionales que hemos
tenido, que supongo son naturales, no cargamos con los problemas de
Maricari y la Mandonísima en Muerte de un murciano…
ni de las madres conflictivas e hijas despelotadas que aparecen
en Posesas de La Habana. Así que mi respuesta es que
no sé a qué atribuirlo, a lo mejor a una mala pasada del
subconsciente.
- ¿Por qué otorga tanta importancia a la oralidad en sus
textos?
Pienso que los cubanos somos un pueblo oral. Hablamos no sólo
con la boca, sino también con las manos, los ojos... Bueno, mejor
me callo antes de mencionar otra parte del cuerpo que no viene al caso
en este momento. En fin, que el español cubano es una lengua
viva en toda la extensión de la palabra. Vivita y coleando. Por
eso he tratado de reflejar la manera en que se habla en las calles de
La Habana, en la cola de los camellos, en el puesto de viandas... Me
gusta llevar 'la isla en peso', citando a Virgilio Piñeira, hasta
los oídos del lector.
- ¿Cómo influye Reynaldo Arenas en lo que usted escribe?
Creo que Arenas ha influido, de una manera
u otra, en la mayoría de los autores cubanos que hemos tenido
la oportunidad de leerlo. Su irreverencia fue una vacuna necesaria contra
las altas dosis de realismo socialista (¡perdóname, Manuel
Cofiño!) a que mi generación fue sometida por varias décadas.
Con El color del verano, la narrativa cubana recibió
una bocanada de aire fresco, de la que algo nos tocó a los que
llegamos después.
-
Usted se ha desempeñado como docente. ¿Tal hecho estaría
relacionado con que suela incluir personajes víctimas del bullying
[Nota 3]
(como Papirito y Lourdes en A girl like Che Guevara; Beiya
en Posesas de la Habana y Teófilo y Maricari en Muerte
de un murciano en La Habana) ?
Más que mi desempeño como docente, uso este tema en mi
escritura porque yo misma he sufrido del bullying. Cuando iba a la escuela
en Cuba siempre tenía problemas por ‘no defenderme bien’,
‘no saber fajarme’, o en buen cubano, ‘ser demasiado
comemierda’ como me decían dulcemente mis compañeros
de clase y los propios maestros… que realmente hicieron bien poco
para ayudarme. Odette Alonso ha escrito no hace mucho un artículo
muy fuerte sobre la situación en las escuelas cubanas de los
70 y 80 en su blog Parque del Ajedrez [Nota
4]. Allí cuenta como los estudiantes que no soltaban
tres o cuatro malas palabras a todo pecho cada día eran considerados
bitongos [Nota 5]
y burguesitos, y abusados por alumnos y maestros que veían en
su pasividad presa fácil. Las cosas, por desgracia, no han cambiado
mucho desde esa época.
- Desearía saber si esta especie de trilogía novelística
que usted ha conformado es una manera de exorcizar un sistema al cual
se muestra como nefasto dentro de la ficción
Toda literatura es exorcismo, de una manera
u otra, no importa si el autor está consciente o no de lo exorcizado.
Y el exorcismo literario tiene sus ventajas, naturalmente. Al darles
nombres a las cosas, por escrito o a boca llena, se les pierde el miedo
y se les pone en su justo lugar. No importa si lo nombrado es el bullying
en las escuelas o la rigidez política o el miedo a los chivatos.
(Entrevista realizada el 10 de mayo de 2008)
Fotografía de Lia Wright
Nota
1: Mismo que obtuvo Alberto Barrera Tyszka por La enfermedad.
Nota 2: Compuesta por
Jacinto Guerrero (Ajofrín, 1895 - Madrid, 1951), en 1924.
Nota 3: Acoso escolar.
Nota 4:
Dicha nota puede consultarse en:
parquedelajedrez.blogspot.com
Nota 5:
‘Nombre dado a niños o jóvenes educados y de buena
crianza, salidos de familias de bien que rechazan o son renuentes a
participar en Escuelas al Campo, labores agrícolas, ‘internacionalistas’
o trabajos duros impuestos por el sistema'. www.cartadecuba.org/diccionario_de_la_revolución.htm
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Para
saber más
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DATOS DE LA AUTORA:
Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, México,
1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad
Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora de www.homines.com
Subdirectora de www.revistaespiral.org
Ha participado en los talleres literarios de los escritores mexicanos
María Baranda, David Toscana, Cristina Rivera Garza, Andrés
de Luna, Federico Campbell, Anamari Gomís y Antonio Deltoro.
Textos suyos han sido publicados en España, Chile, México,
Estados Unidos, Brasil y Colombia.