Los perros ladran, Sancho,
señal de que cabalgamos.
[Miguel de Cervantes]
VIERNES, 29 DE ENERO, 2001
GUADALAJARA, JALISCO
Ayer jueves, en el Auditorio La Feria de la Universidad Autónoma
de Guadalajara, se reveló que Juan Nepomuceno Pérez Rulfo,
con su reciente obra póstuma Los muertos no hablan,
ganó el cotizado Premio Internacional de Novela Juan Rulfo, certamen
2000-2001. Por tal motivo, su cuerpo será exhumado en próximas
horas para la ceremonia de premiación, que se llevará
a cabo mañana en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México,
y para un homenaje privado en la misma entidad.
Confirmamos que el escritor (célebre
por El llano en llamas y Pedro Páramo) recibirá
la no despreciable cantidad de 100,000 dólares (menos gastos
de envío y representación), así como la publicación
del libro y una dotación de servicios funerarios y mausoleos
temporales, tanto para la conservación de su última posada,
como para el traslado de la misma, a razón de una gira por Europa
y Sudamérica que se tiene planeada para febrero con los restos
del ilustre.
Durante la ceremonia en que se anunció
al ganador, cabe resaltar que la competencia por el primer lugar fue
reñida, y que el veredicto final, a su vez, bastante polémico.
El jurado estuvo compuesto por los personajes más capacitados
para tan crucial evento literario: el cuentista y prestidigitador italiano,
Joseph Bioy Lewis; el voceador y caricaturista hispano, Abel Quevedo;
el ensayista y oftalmólogo nacionalizado mexicano, Tito Montes
Rousseau; el comediante y parapsicólogo inglés, Woody
Allan Faulkner; el Nobel gastronómico más conocido de
América, El Marqués García; así como el
francés y homónimo de los anteriores, Novocob Vargas Joyce;
y la no menos importante guionista y poetisa latina, Sor Justine de
la Cruz; que en suma, fungieron el papel de jueces con el rigor que
su popularidad les concede. Asimismo, dentro de los participantes finalistas,
sobresalieron los nombres de Homero, Shakespeare, Dante, Kafka, Hesse
y Cortázar, lo que provocó la algarabía de muchos
y la intriga de otros tantos.
SÍNTESIS DEL DESCONTENTO
Fuentes fidedignas [Arthur Conan Doyle] corroboran que el criterio de
desempate fue la causa de la controversia. La Odisea de Homero,
por ejemplo, fue descartada cuando (mediante un fax anónimo)
se descubrió que el seudónimo del autor no correspondía
sino a las siglas H.O.M.E.R.O., compuestas por las iniciales de un Colectivo
Escandinavo que pretendía hacer pasar el trabajo de seis escritores
como el de uno. ‘La descalificación fue automática
(dictaminaron por voz de Abel Quevedo), la convocatoria estipulaba que
las obras serían individuales.’
Por su parte, Dante no se quedó atrás con su Divina
Comedia, pues con ella hizo el hazmerreír de su vida. Las
opiniones de Montes y Allan Faulkner acerca de este trabajo, fueron
contundentes. ‘No conforme con dividir el recorrido de su personaje
en tres episodios inverosímiles y por lugares comunes [Cielo,
Infierno y Purgatorio], la estructura versificada deja mucho qué
desear. Ese recurso pertenece a la epopeya griega. En resumidas cuentas,
la apelación es falta de originalidad; casi podríamos
decir que evidenció demasiado su plagio estilístico.’
En cuanto a Shakespeare, los maestros
García y Vargas reconocieron que los diálogos de Hamlet
sobrepasan por mucho el nivel que Platón y Sófocles le
mostraran al mundo a. de C., pero que tres aspectos fundamentales influyeron
para restarle calificación y alejarlo del primer puesto. ‘Número
1 (sostuvieron) el dilema ‘Ser o No Ser’, más que
una pertinente cuestión existencialista, no pasa de ser un curioso
juego de palabras; además, es ridículo que lo presente
a partir de un cráneo, ya que la psicología freudiana,
señala que las lechugas son un ‘símbolo
más integrado y representativo del oneirismo del pensamiento’.
Número 2, la muerte de los personajes es injustificada, a pesar
del carácter dramático de la trama; para masacres por
el estilo, el cine de Hollywood recomienda mercenarios, pues dan un
toque más real y mágico a la tragedia, al resaltar el
afán de la paz mundial. Y número 3, el teatro no sería
considerado para participar en un concurso de novela, especialmente,
porque nunca estará a la altura de la narrativa: eso lo comprueban
las taquillas.’.
‘¡¿Demian
en tiempos de guerra?!’ Exclamó Sor Justine, cuando Donald
Summers del Reader’s Digest, la cuestionó sobre la literatura
de Hesse. Y posteriormente agregó: ‘¿Acaso no es
indigno que un alemán ‘¡y óigame bien lo que
le digo!’ que un alemán se preocupe más
por la adolescencia de un parásito que por su espíritu
nazista, por el feminismo y la desigualdad entre judíos y arios?
¿Dónde está lo relevante de un asunto que redime
a Caín y reniega de Abel? Eso ni una monja se lo cree.’
Y a propósito de parásitos, y de la desigualdad entre
insectos y cristianos, al resonar el nombre de Kafka en boca de los
reporteros allí presentes, los intelectuales se atuvieron a responder
en coro: ‘La Metamorfosis es de Ovidio. Y las segundas
partes nunca son buenas.’
Cortázar y su novela Rayuela
también vivieron su último round bajo el puño
del jurado; no obstante, el criterio utilizado para desacreditarlo fue,
a pesar de unánime, en definitiva muy distinto a los anteriores.
Quevedo señaló: ‘Las bases de este concurso eran
claras, elocuentes sin duda alguna. Especificamos estrictamente que
no se admitiría más de una obra por autor, y mucho menos,
una tan disfuncional y tan visceral, que no sigue al pie de la letra
la fórmula aristotélica: ‘principio, nudo y desenlace’,
sino que anuda el principio con un desenlace desagradablemente bestial
y metafísico. ¡¿Y el humor?! ¡¿Dónde
dejó el humor?! Ni siquiera hubo debate. Sin necesidad de votación
excluimos el escrito. Además ¡¿quién se cree
ese gaucho narizón y churrigueresco, para ordenarnos cómo
y cuántas veces leer sus kilométricas pavadas?!’.
En resumen, bajo esta tónica
se evaluó a cada uno de los aspirantes. Incluso el gran favorito,
Miguel de Cervantes, ni con su Ingenioso Hidalgo... libró
la primera ronda de eliminación, debido a que (argumentó
su mayor admirador, Joseph Bioy Lewis): ‘Sus infames erratas y
faltas de ortografía, bifurcan las interpretaciones del texto
y desconciertan al lector contemporáneo. Nos referimos a su primitivo
y medieval uso del lenguaje, en el que emplea repetidamente efes
en las palabras que comienzan con h [cítese: fermosa,
fablar, facer, fetc.]. Es una locura, una locura insulsa y pretenciosa;
más ingenua que ingeniosa, yo diría. ¡¿Dé
qué o de quién se está burlando, me pregunto?!
Los muertos no hablan es, indiscutiblemente, la novela ganadora’.
Subrayó, y todos dieron paso a la clausura y al banquete de celebración
(en ausencia y en honor del mexicano).
Por supuesto, tras las posibles
anomalías (poco antes de la convivencia) hubieron apelaciones
de la Real Academia de la Lengua Española, Argentina, Alemana,
Italiana, Inglesa, Griega y, sobre todo, Judía, al oír
el nombre del jalisciense, ‘entre desmanes y rechiflas de júbilo
y abucheo’; y aunque la cantidad de reclamos era incalculable,
todos pueden abreviarse a uno en particular realizado por filólogos
franceses y semióticos rusos: ‘¡Fraude, fraude, fraude!
¿Quién es Rulfo a comparación de Thomas Mann, de
Dostoievski, de Saramago, si ni siquiera es posible analizarlo desde
la óptica estructuralista?’ Sin embargo, al grito de ¡Viva
México! el fallo resultó inapelable. Todo fue en vano.
¡Y el tequila de lo mejor!
Con
respecto a tal inconformidad, desde la Necrópolis de Hombres
Ilustres, Juan Rulfo prefirió no ofrecer declaraciones a los
medios. Evadió cualquier comentario bajo la [preventiva] amenaza
de no propiciar malentendidos con las naciones que visitará en
febrero, que sin duda son las mayor indignadas. Su posición la
respetamos y admiramos, aunque era de esperarse: la humildad de un gran
hombre [como él] nunca nos defraudaría.
Sin más detalles, el domingo 31 de enero a las 12:00 p.m., la
cita es en el Palacio de Bellas Artes. Juan Rulfo (o lo que queda del
maestro) ofrecerá una conferencia de prensa para leer fragmentos
de su obra, por lo que se espera en el recinto capitalino una monstruosa
y alborotada concurrencia, ya sea para la adquisición de Los
muertos no hablan o para la firma de autógrafos. Prácticamente
todo está listo, a menos que el escritor cancele el evento a
última hora, pues al parecer ‘la noticia de su logro le
contrajo problemas de salud’ (indicó la reciente autopsia
que le realizaron para los preparativos de la gira). Por lo que queda,
sólo enviar nuestra admiración y felicitaciones al Insigne
Juan Nepomuceno Pérez Rulfo ¡Orgullo de México!
Más satisfacciones como ésta, señor nuestro. Enhorabuena.