A
los quince minutos uno ya se pregunta cosas. Las figuraciones nacen
y se multiplican, se cotejan unas con otras, revisando lo que uno dijo,
lo que la otra parte dijo, aunque a veces por teléfono no se
sabe, porque faltaría ver qué cara puso cuando... Sin
eso no se puede saber bien, y precisamente por eso es que las figuraciones
nacen, y todas a la vez son acertadas y todas a la vez son falsas. Cerca
de aquí hay dos parques pero estaba claro que aquí donde
estoy era el sitio correcto. Lo repetimos varias veces y quedó
claro que aquí nos veríamos a los nueve y media y ya son
las nueve cuarenta y cinco. Aquel pobre está igual que yo, esperando,
atento al sonido y a las luces de todo coche que se acerca, porque en
cada uno seguramente viene Sandra (en el caso de aquél se llamará
Luisa o Mague, qué se yo) muy apurada, lista para disculparse
y yo listo para perdonarla (un leve reclamo tal vez) y decidir en el
auto de quién nos vamos y a platicar de otra cosa para que se
me olvide que por un momento pensé que me dejaría plantado.
Lástima que en este tampoco venía (ni mi Sandra ni su
Luisa o Mague) y los dos volvemos a figurarnos cosas, a repasar todo
de nuevo y a empezar a reconocer que veinte minutos ya es mucho, y a
descartar que sea el tráfico, porque esta ciudad es chica y no
hay tanto problema, a menos que viviera muy lejos, pero yo sé
que Sandra no. Fue una idiotez eso del punto de encuentro. Cuando le
dije que yo pasaba a su casa, ella prefirió que nos encontráramos
en un lugar y tuve miedo de parecer ansioso o inseguro, o vaya a saber
qué miedos le dan a uno cuando no se conoce bien a la otra persona
y no se le quiere contradecir mucho. Lo extraño es que otro más
ha llegado y ahora somos tres los que esperamos. Los que vamos
en la etapa del ‘de seguro se quedó ponchada’ o ‘en
realidad no quería venir’ miramos al novato con cierta
condescendencia, en el fondo tal vez deseando que corra con la misma
suerte que nosotros, o que al menos el milagro de no quedar plantados
opere en el mismo orden con el que fuimos llegando. Después de
mirar a su alrededor, se sienta y nos pone un gesto de ‘estamos
en lo mismo’, luego baja la cabeza y en eso a todos nos interrumpe
un auto que pasa, porque no vaya a ser que... Pero no, no es y todos
evitamos vernos, y bajamos la cabeza, y yo la vuelvo a alzar porque
me pregunta la hora un tipo que no había visto. Muy seco le informo,
porque no quiero hacer plática y poner cara de ya tengo aquí
treinta minutos y nada y qué raro si aquí habíamos
dicho; él me da las gracias y se va, y se sienta en una banca
y nos pone también cara de estamos en lo mismo. Yo pienso que
la escena es de película, sobre todo porque el parque es pequeño
y bastan cuatro gentes para ocupar todas las bancas. Me quiero ir, me
quiero ir pero no vaya a ser que en eso llegue ella y por unos minutos
me quede sin noche y sin Sandra, porque de cualquier forma seguro mis
amigos ya se fueron y no los alcanzo, así que no queda más
que esperar, o de plano regresar a mi casa, y a ver qué diablos
ponen en la tele a esta hora. Para colmo ese estúpido que cada
vez que su carro se acerca pienso que por fin es ella y nada que es
el mismo que ha pasado ya seis veces y mira que ahí va otra ya
son siete. Uno de los sentados se levanta y viene hacia mí. Me
está confundiendo pero le digo que yo no soy primo de Josué
el del tecnológico, ‘ah’ dice y se sienta, no sé
como decirle que no quiero platicar, porque sería patético
que dos plantados platicaran así como si fuera lo más
ordinario, como si no importara que lo noche nos la hubieran mandado
al carajo, pero él pregunta que entonces en qué escuela
estoy, y yo respondo, muy seco, pero igual respondo. Sólo a mi
me pasan estas cosas y en eso vuelve a preguntar algo y yo... Yo veo
que el que ha pasado siete veces detiene su auto y nos hace señas.
Con otro gesto aclara que desea que yo vaya, ¿y éste qué
quiere?, y voy hacia él queriendo adivinarle las palabras, y
en eso abre la boca y dice ¿qué estás haciendo?,
yo pienso no puede ser y digo espero a una amiga pero él no parece
escuchar, me habla de nuevo y yo rápido respondo y él
arranca su coche, y yo me devuelvo a mi banca en el parque, la que aún
invade el que pregunta cosas. Éste me interroga y le explico
que el tipo del auto me invitó a tomar una cerveza, y él
me interrumpe y dice que debí de haber aprovechado, y entonces
todo, entonces todo se vuelve claro y me doy cuenta y me siento un imbécil
porque yo pensé... Porque ingenuamente creí que en este
parque todos esperábamos a una... Entonces pasa aquél
del auto y le habla a otro, y él sí sube, y el carro arranca,
y yo le digo al interrogador que yo no soy así, que lo de esperar
a Sandra en realidad es cierto pero él sonríe y no dice
nada. Yo, de nuevo imbécil, intento aclarar que no soy así,
que no me gusta eso y que no me venga a mí con sus sonrisas;
él entonces pone cara seria y voltea a verme muy fijo pero ya
no lo estoy viendo, ya me levanto y sin despedirme camino hacia el coche
y le oigo decir que cada quien es como es, sobre todo cuando se está
tan solo, y yo le creo, por Dios que le creo, y si yo fuera como es
él seguro me habría ido en el carro de aquel tipo, pero
no, voy en el mío, sin noche y sin Sandra, pensando qué
demonios, qué demonios pondrán en la tele a esta hora.
(Este cuento está en el libro Los cuentos de la mujer perdida,
Ed. Solar, 1999).
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DATOS DEL AUTOR:
Chihuahua,
Chih., 1974. Escritor. Premio Chihuahua de Literatura 1998 por Los
cuentos de la mujer perdida (Ed. Solar); obtuvo una maestría
en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México,
Las Cruces, NM, EUA. Fue becario de la primera generación del
Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border, convocado
por el Fondo de Cultura Económica México-USA, y ha sido
becario de varias instituciones, entre ellas: el Writer´s Room
de Nueva York-Sogem (2003), por el primer libro de la serie de novelas
El mundo de ocho espacios; Jóvenes Creadores del FONCA
(2005-2006) por el libro de cuentos sobre migrantes La frontera
de metal. Creador con trayectoria del estímulo David Alfaro
Siqueiros 2005- 2006. Ha sido publicado en varias antologías
nacionales: Sin límites imaginarios, cuentos del norte
de México, UNAM (2006); Nuevos narradores mexicanos,
Tierra Adentro (2005); Creación Joven 1979-1999, CONACULTA (1999);
Trece escritores jóvenes del mero norte , Ed. Azar (1996).
Ha escrito para cine y televisión. Director de la Revista Cultural
Artificios. Ha impartido talleres de cuento, novela y guión cinematográfico
en el Distrito Federal, Chihuahua y Sonora, y en Río de Janeiro,
Brasil. Tiene un libro de testimonio (inédito) sobre la vida
de un migrante en los EUA, La vida en otra parte.