Hernán Lara Zavala,
Macho Viejo,
Alfaguara,
México, 2015,
152 pp.
Hernán Lara Zavala (Ciudad de México, 1946) es un narrador
que se regodea en las palabras, extrayendo de ellas lo lúdico,
lo lírico, sin dejar de lado el poder de una trama atractiva.
Con su novela histórica Península, Península
(2008), donde aborda la llamada Guerra de Castas que se dio en Yucatán
durante el siglo XIX, resultó doblemente galardonado: amén
del Premio Ciudad de México Elena Poniatowska 2009, obtuvo el
Premio Real Academia Española 2010.
Macho Viejo (Alfaguara, 2015), su tercera novela, es una obra
que se sujeta al aforismo de Baltasar Gracián: “Lo bueno,
si breve, dos veces bueno”, ya que se lee de una sentada y consigue
mantener al lector pendiente de la próxima andanza del protagonista.
Como bien se aclara en una nota al final del libro, se trata de una
historia basada en los tres volúmenes autobiográficos
del fenecido Roberto Cortés Tejeda, alias el Viejo, figura local
de Puerto Escondido, Oaxaca, México.
Lara Zavala, con su peculiar olfato para detectar lo novelable, se apropia
del personaje, cambiando su nombre y el del lugar. Condensa e hila las
diversas anécdotas, otorgándoles un carácter épico.
El
autor intercala hábilmente pasajes tiernos, lúbricos,
delirantes, jocosos y reflexivos: muestra al doctor Villamonte conmovido
al atestiguar el nacimiento de tortugas marinas; perdido en el paroxismo
de una fresca piel que lo seduce, siendo él ya muy mayor; cautivado
ante la inesperada forma que cobra el espíritu de su amada Rosa
en plena noche de Difuntos; estupefacto de la tragicómica situación
del Gavilán Pollero, donjuán caído en desgracia;
absorto ante la epifánica contemplación de la Vía
Láctea.
Hernán, hombre agradecido y amistoso, rinde un homenaje al padre
de su esposa Aída, el doctor Víctor Manuel Espinosa, quien
atiende al Macho Viejo, ya anciano y preocupado por malestares recurrentes.
La filosofía vital del personaje –en la cual atisba la
del propio autor, según ha declarado- jamás raya en la
moralina. Cito verdaderas joyas, en las que se diserta sobre el amor,
la amistad, la muerte, la vida misma: “(…) no existe mejor
prueba de que amas a una mujer que desear permanecer a su lado después
de hacer el amor sin aburrirte ni querer huir, con el deseo de seguirte
comunicando con ella para saber qué pasa por su mente en busca
de la comunión interna” (p. 141); “(…) la amistad
es un arte, y un arte muy delicado (…)” (p. 136); “los
muertos sólo vuelven a nosotros en el recuerdo de los afectos
perdidos” (p. 125); “Lo único que perdura en esta
vida y nos justifica ante ella es la constancia, la entrega y la intensidad
de nuestros afectos y nuestras convicciones” (pp. 142-143).
Macho Viejo bucea en sus adentros para meditar sobre la soledad: “Nunca
estoy menos solo que cuando estoy solo, porque es entonces cuando me
permito volver al pasado y a los recuerdos (…) La soledad, como
decisión personal, puede ser agradable, pero la soledad obligada
resulta dolorosa (…) acaso la soledad más terrible es la
inmensa soledad de los viejos: No me llores pobre, dice el dicho, llórame
solo.” (pp. 143-144).
Macho Viejo: una novela muy disfrutable sobre un corazón
generoso que nunca supo arredrarse ante nada.
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DATOS DE LA AUTORA:
Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa,
México, 1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas
por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora
de www.homines.com Subdirectora de www.revistaespiral.org Ha participado
en los talleres literarios de los escritores mexicanos María
Baranda, David Toscana, Cristina Rivera Garza, Andrés de Luna,
Federico Campbell, Anamari Gomís y Antonio Deltoro. Textos suyos
han sido publicados en España, Chile, México, Estados
Unidos, Brasil y Colombia.