Fernando Vallejo escribe contra todo,
todos y sí mismo, si le alcanza el tiempo y por seguridad que
no se le escape nadie de su cirugía verbal. Se detiene solo para
preguntar: ¿de quién estaba hablando mal? Sus libros así
lo confirman, como sus entrevistas, apariciones, declaraciones. La
virgen de los sicarios, El desbarrancadero, La Puta
de Babilonia, son los titulares de sus más célebres
libros en los que no descansa de fustigar desde su nacimiento hasta
el último rosario del Papa.
Esa mala patria, le llama a Colombia, para que ni un centímetro
cuadrado de su extensa geografía se quede por fuera de su crítica
ácida, tenaz, lapidaria. No quiero volver a saber de ella,
habla como si fuera una mujer perdida en algún rincón
si quedara de la memoria. Lo que me reste de vida lo quiero vivir
en México y aquí me pienso morir, sentencia como
un mariachi, nacionalizado hace algunos años mexicano. País
asesino, el más asesino de todos, descarga sin contemplación
contra su natal Colombia, como si las palabras fueran a detener un gran
río de sangre que él ve pasar desde su infancia. Cuántas
veces, me pregunto, habrá pensado y escrito la palabra horror
para llamar al espanto y describir la tragedia.
Bueno, considera que la física
nos engaña con las ecuaciones y la literatura con las palabras.
No hay escapatoria, al parecer, para Vallejo en un mundo donde se viene
a sufrir como si un túnel viajara con nuestro destino sin salida.
¿Pesimista, sarcástico, aguafiestas, bilioso, atrabiliario,
colérico? Probablemente el diccionario de sinónimos no
alcance para definirlo. Roberto Bolaño dijo en una memorable
entrevista poco antes de morir, que Fernando Vallejo estaba instalado
en la desesperación y en el laberinto.
Nadie se le escapó a Vallejo, de Cortázar dijo: No
lo conozco. Lo he ojeado y me da la impresión de que no sabía
escribir. No sabía justamente el idioma literario, escribía
pobremente. Y los jóvenes hacen este cálculo: si este
escritor tan malo es nuestro gran escritor, entonces por qué
yo no puedo ser igual a él. A Bolaño le dedicó
estas margaritas: la prosa de Bolaño es demasiado simple,
plana, elemental, ‘del tipo yo Tarzán, tú Chita’.
Salpica desde el hueco que la parió hasta la estrella más
lejana.
Fernando Vallejo, si lo leemos, nos daremos cuenta que es poseedor de
uno de los ventiladores de mierda más fenomenales de la historia
literaria universal y galáctica, tal vez.
Sorprende, que viviendo en México, un calidoscopio del horror,
no escriba una línea sobre ese país, que le otorgó
el expremio Rulfo. Vallejo se califica asimismo de ‘escarbador
de vidas ajenas’. Se ha especializado en este tema con su compatriota
Gabriel García Márquez, impartiéndole un cursillo,
donde se burla de sus quehaceres de cortesano político transcontinental
y relaciones con Cuba y Fidel Castro. En ese ejercicio describe una
visita a Cuba y relata su experiencia: Bueno, te decía que
he estado dos veces en Cuba y que me fue muy bien. En la primera me
conseguí un muchacho esplendoroso, y te paso a detallar enseguida
una de las más grandes hazañas de mi vida: cómo
lo metí al hotel. Pero te lo presento primero en la calle vestido
para que le quitemos después la ropa prenda a prenda en la intimidad
del cuarto: de dieciséis tiernos añitos, de ojos verdes,
morenito, con una sexualidad que no le cabía en los pantalones,
lo que se dice una alucinación. Sus ojos verdes deslumbrantes
se fijaron en los pobres ojos míos apagados, y la chispa de sus
ojos viéndome incendió el aire. ¡Uy Gabo, qué
incendio, qué inmenso incendio en Cuba, el incendio del amor!
Menos mal que medio lo apagamos después en el cuarto, porque
si no, les quemamos los cañaverales y listo, se acabó
la zafra...
Biólogo, pianista, escritor,
le ve la suerte a la vida, su familia, Colombia, a algunos poetas, a
la iglesia católica y al Cuervo Blanco, que es el propio Rufino
José Cuervo, su más reciente libro, dedicado
a este filólogo colombiano del siglo XIX, constructor de un diccionario
inconcluso de la lengua española.
Vallejo estaba ausente desde hace un tiempo de foros y procesiones literarias,
pero ha vuelto al ruedo mediático en Buenos Aires, en el Festival
Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA).
La excelente periodista argentina de Página
12, ha entrevistado hace muy poco al inefable Fernando
Vallejo, no confundir con César Vallejo, y bueno, los resultados
están a la vista, el colombo mexicano Vallejo se ha vestido de
cuervo negro y le ha sacado los ojos al propio y mismísimo Jorge
Luis Borges y en casa. Debió vivir quizás la atmósfera
de aquella memorable e impensada goleada que le propinó la selección
colombiana a la argentina. Vallejo, no reconoce maestros, escuelas,
patria, familia, religión, colegas, géneros y su mundo
es este horroroso mundo que lo traduce con lo que tiene a mano y no
alcanza, dice. ¿Es probable que no se mire al espejo porque lo
insultaría? Habría que preguntarle si alguna vez estuvo
a favor de algo, aunque sea por equivocación.
No sabemos, veamos que dice y hace con Borges el ciego irreverente.
Vallejo se interroga: ¿Quién de los escritores de
este idioma quiere al idioma? Borges no creo que lo quisiera, parecía
que era un escritor inglés que escribió en español
porque no le quedaba más remedio. ¿Quién lo quería?.
Silvina Friera le pregunta cándidamente:
En este sentido, ¿Borges sería un gran prosista de
la lengua o un gran escritor para usted? Y Vallejo, como si esperara
la pregunta para desbarrancar contesta con la guadaña en una
mano y la guillotina en la otra: Hay dos Borges: uno el poeta y
el otro el prosista. Del poeta ni hablemos porque es lamentable. No
tenía el sentido de la poesía, entendida como la poesía
hecha por versos. No era su momento, ya había pasado el momento
para que se hicieran grandes poemas en el idioma. Que por lo demás
son muy pocos; los versos buenos de la lengua española caben
en un cuadernito de escolar. El otro Borges es un escritor de relatos
cortos. Uno un poco largo, ‘El aleph’, es un magnífico
relato lleno de sentido del humor y desmesurado, escrito en buena prosa,
con riqueza sintáctica. Todos los otros relatos chiquitos, pequeñitos,
son una literatura más de divulgación del mundo árabe,
por ejemplo ‘Los traductores de las 1001 noches’. No creo
que eso haga un gran escritor a nadie; Borges puede ser un gran divulgador
o un buen tratadista de literatura. Son curiosidades de erudito con
las que ya acabaron Google, Internet y Wikipedia. Eso que era inaccesible
en el tiempo de Borges, ahora con un clic lo tenemos al alcance de la
mano. Borges es un personaje bonito por su amor a los libros y a la
literatura. Y por su tragedia de quedarse ciego, con lo cual se escapó
de leer mucha basura.
¿Vallejo juega con los tamaños literarios? ¿Se
aferra a su ceguera y mira a Borges? ¿Borges sería un
escritor ideal para el Almaque de Bristol? ¿Un precursor del
Reader Digest en español? Un encuentro con Borges habría
sido fenomenal, no era mudo, como Gardel.
Coloralio
Bolaño decía, ‘hay que leer a Borges otra vez’.
He leído toda la obra de Borges, al menos dos veces, y casi
todos los libros que se escribieron sobre él, y hay una cosa
que tengo más o menos clara: Borges era un humorista, tal vez
el mejor que hemos tenido, sobre todo cuando se juntaba con Bioy, aparte
de ser un gran poeta y el más grande cuentista y un gran ensayista.
En fin, probablemente el mejor escritor en lengua española desde
Quevedo. Decir que la poesía era un género del siglo XX
sin duda es una broma. Se mire como se mire. Y decir que el cuento podía
sobrevivir a la novela, también es una broma. Borges sabía,
mejor que nadie, que novela y cuento son dos hermanos siameses. Uno
grande y el otro pequeño, con cerebros distintos y almas separadas,
pero unidos y probablemente compartiendo el mismo hígado o el
mismo corazón, lo que entraña que a la muerte de uno sigue
la muerte del otro.
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.