PAUL
GAUGUIN: Escritos de un salvaje, edición y notas de Miguel
Morán Turina. Ediciones Istmo, Madrid, 2000.
Gauguin
personaje mítico, la leyenda de un espíritu seguro de
ser grande, un hombre incomprendido que se sabia gran artista. Mil historias
se cuentan sobre este salvaje, todas ellas falsas, todas ellas verdaderas.
Siempre con hambre, en la miseria, sin ganas de pintar, con la muerte
acechando, y sin embargo, siempre gozando, viviendo en la hermosura
de un lugar idílico repleto de olores, colores y sabores intensos.
Escritos
de un salvaje es una interesante obra compuesta por una recopilación
de fragmentos de cartas, libros, artículos y otros textos elaborados
por Paul Gauguin (1848-1903), a lo largo de toda su vida.
Los documentos incluidos abarcan de 1885 hasta 1903. A través
de ellos vamos viendo el transcurso de los años con sus distintas
estancias en Copenhague, Arlés, Tahití, Papeete, Islas
Marquesas. Nos muestra sus pensamientos sobre la critica, y especialmente
sobre la incompetencia de los críticos. Nos habla de Degas, Van
Gogh, Manet, Cézanne, Rembrandt, Velázquez, Miguel Ángel,
y un largo etcétera. Critica o mejor dicho, despotrica de la
Academia, de un Estado protector de la mediocridad, de un arte con receta.
Pagina a pagina podemos sentir el pasar del tiempo, viendo como se agota
una vida, como se consume. Y tal vez por ello esta obra posee un encanto
especial que imbuye al lector en un estado de ligera tristeza. A la
vez que atrae la curiosidad, una curiosidad morbosa, por conocer a un
hombre que se hizo a si mismo como mito y leyenda.
El
libro consta de un pequeño pero muy provechoso prologo realizado
por Mª Dolores Jiménez-Blanco que, como reza en su titulo
mentira de la verdad y verdad de la mentira, básicamente nos
advierte del carácter ambivalente que nos acompañará
a lo largo del libro.
De diversa índole y sobre todo con un variadísimo acento,
en el libro coexisten emociones y sentimientos opuestos, que oscilan
de la desesperación y amargura que se puede percibir cuando le
escribe por ejemplo a su amigo Monfreid, a la alegría paradisiaca
del mítico Noa-Noa, presentado como la aventura romántica
de un europeo en un Tahiti idílico. De los desgarradoras palabras
que dirige a su esposa Mette, en las que describe la situación
de extrema pobreza económica en la que vive; a la bella Leyenda
de Roua hatou.
La última parte, titulada Antes y después, constituye
una excepción a este respecto. Recoge una serie se notas escritas
con mucha mayor franqueza, por Gauguin antes de su muerte. No tiene
precio, es maravillosa, a través de este escaso medio centenar
de páginas se produce un contacto real con el mundo y el pensamiento
del artista.
Es evidente que a lo largo de todo el libro, se nos hace imposible discernir
hasta donde llega la realidad y cuando entra en juego la fábula.
Hay una barrera, una verdad tan tamizada, tan dirigida.
De todos modos, a mi entender, para comprender la creación de
un artista hay que comprender los sentimientos y pensamientos de esa
persona, acercarnos a él con la mayor pureza y transparencia,
es decir, con cuantos menos filtros nos sea posible. Los escritos recopilados
en esta obra son en suma, al margen de la intencionalidad irrefutable
de las palabras de Gauguin, un producto suyo, ya sea real o inventado.
Por ello un testimonio mucho más veraz y válido, bajo
mi punto de vista, que la incontable bibliografía que pueda haber
escrita sobre él.