Hace 80 años nació en
esta ciudad la autora de La señal, Río Subterráneo
y Los espejos, libros que le dieron un pequeño reino
dentro de la literatura.
Dicen quienes me han leído que soy la mejor narradora de la segunda
mitad del siglo 20, pero no puedo determinarlo yo. Lo cierto es que
a mí, Inés Camelo Arredondo, me impactó la literatura
desde muy pequeña.
Tenía tan solo 6 años cuando mi padre, el médico
militar Mario Camelo y Vega, me recitó de memoria El romancero
del Cid. Aquello me impresionó de tal manera que a esa edad
empecé a escribir mis primeros versos.
Nací en el centro de Culiacán, un 20 de marzo de 1928,
mi madre fue Inés Arredondo y fui la mayor de nueve hermanos,
de los que sólo sobrevivimos siete.
Crecimos en una hermosa casa de techos
altos y cuartos grandes, ubicada en los portales de la Ruperto L. Paliza,
entre Rosales y Ángel Flores, que hoy no es más que estacionamiento.
Ahí gozaba con mis hermanos de correr por el huerto que siempre
estaba lleno de frondosas lichis, limón real, sidras, mangos,
limonarias y jazmines. Pero a veces sus gritos y sus peleas, me enfadaban
tanto, que prefería encerrarme en mi cuarto a leer durante horas.
A veces cuatro, a veces ocho.
El amor por las palabras y los libros lo manifesté como a los
4 años, cuando empecé a leer. Y como premio, una navidad
mis padres me regalaron la preciosa enciclopedia de tomos, El tesoro
de la juventud, que se convirtió en una fuente invaluable
de información para mi apetito intelectual que cada vez crecía
más.
Mi infancia y juventud fueron como la de cualquier otra chica. Fui inquieta,
estuve rodeada de amigas con quienes me gustaba ir a las fiestas, los
bailes y la playa. Participaba en todo tipo de actividades culturales:
iba a los conciertos, a las conferencias y adoraba la tambora.
Una vez, a escondidas de mis padres, nos salimos a la plazuela porque
estaba tocando una banda. Nos fuimos caminando en silencio a la otra
esquina, pagamos otra ronda y nos pusimos a bailar. ¡Qué
gusto nos dimos al dar la vuelta a la plazuela, bailando música
sinaloense!
Eldorado, el mito
Mi casa era también el sanatorio de mi padre y para escapar de
aquel ambiente, en sus vacaciones solía ir a Eldorado a visitar
mi abuelo Francisco y a montar a caballo. Eldorado significaba la libertad
de caminar ligera y olvidar los conflictos familiares, las presiones
de la escuela.
Papá Pancho, como le decía, trabajaba en el ingenio azucarero
y al final de cada jornada, llegaba a casa a leernos cuentos de Andersen,
Hoffmann, Perrault, Salgari y Los hermanos Grimm trazó que preparaba
durante todo el año.
Él sembró con sus manos las huertas que yo creí
que habían estado allí siempre. Ayudó a lograr
la realidad que yo viví y que usé después al escribir
mi literatura.
Al interpretar, inventar, mitificar nuestra infancia hacemos un esfuerzo
para comprender el mundo que habitamos y buscar un orden dentro del
cual acomodamos nuestra historia.
En Culiacán, en la escuela y con mis padres, me sentía
incrustada en una realidad ajena, que me parecía informe. En
cambio en Eldorado, la existencia de un orden básico posibilitaba
ser una persona armónica en el momento en que se aceptaba ese
orden. Ahí se demostraba que si crear era cosa de locos, los
locos tenían la razón.
Fui educada con una disciplina basada en estrictas normas religiosas.
Estudié primaria y secundaria en el Colegio Montferrant en tiempos
en los que las 'niñas bien' no hacían carreras profesionales,
se les preparaba para el matrimonio con viajes, buenos modales, idiomas...
Todo eso me lo dieron a mí.
La partida
Siempre me interesó cultivarme, pero aquí ni si quiera
había librerías. Había un señor que vendía
libros y encargaba lo que yo le pedía, mi madre pagaba las cuentas.
Hice el bachillerato en el Colegio Aquiles Serdán, de Guadalajara,
me fui con el apoyo de mi abuelo.
Por aquella época, pasé una larga temporada en México,
donde pude ver exposiciones francesas, espectáculos de música
y ballet, y me convencí de que había un mundo más
profundo y verdadero que quería conocer.
Quise irme a estudiar Filosofía a la Ciudad de México
y mi padre se opuso. Fue de nuevo papá Pancho, quien me apoyó
económicamente y se hizo responsable de mí. A él
le debo haber podido desarrollar mi vocación por la Literatura,
carrera a la que me cambié, y estudiado Biblioteconomía
y una maestría en Lengua. Cuando publiqué La señal,
mi primer libro de cuentos, en 1965, se lo dediqué.
Me llamo Inés Arredondo por amor a él, porque no tuvo
hijos varones y quise preservar su apellido en mí.
Tuve un novio que era piloto llamado
Juan Manuel López. Después me enamoré del poeta
Tomás Segovia y en 1953 me casé con él. Tuvimos
tres hijos, Inés, Ana y Francisco. En ese tiempo colaboramos
en la Revista Mexicana de Literatura, a mí me tocaba corregir
planas, galeras, seleccionar material y hacer traducciones. En 1961
nos fuimos a vivir a Montevideo, donde estuvimos tres años, y
en 1965 nos divorciamos.
Después me casé con
Carlos Ruiz Sánchez, médico de profesión, que sabía
apreciar la literatura y la crítica.
Las palabras precisas
Fui lectora de Chéjov, Katherine Mansfield y Cesare Pavese, catedrática
en la UNAM y di conferencias por diversos países. Me interesé
por la obra de Jorge Cuesta, sobre quien escribí un libro, y
mi narrativa se reúne en tres títulos, La señal,
Río Subterráneo, con el que gané el Premio
Xavier Villaurrutia, y Los espejos.
Nunca escribí para ganar premios, méritos ni reconocimientos.
No escribí por escribir. Busqué las palabras precisas
que le dieron sentido a mi vida.
Los últimos años padecí
depresión e intensos dolores de columna que muchas veces me obligaban
a permanecer sedada. Dejé este mundo el 2 de noviembre de 1989
y aunque sé que en mi ciudad el viejo Cine Reforma, lleva mi
nombre desde hace algunos años, como también un premio
literario, sigo esperando que mi gente sepa de mí, por mi obra.
Sigo esperando que me lean.
'Me llamo Inés Arredondo por amor a mi abuelo Francisco,
porque no tuvo hijos varones y quise preservar su apellido en mí.'
Inés Arredondo
Escritora
Fuentes: Diálogo de voces en la narrativa de Inés
Arredondo, Esther Avendaño Chen
Luna Menguante, Claudia Albarrán
Personajes
de Sinaloa, INEA. Entrevista con Rosa Camelo Arredondo.
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DATOS DE LA AUTORA:
Nelly Sánchez (Guadalajara, Jalisco,
México).- Reportera de la sección cultural del periódico
Noroeste, de Culiacán.