Jonathan Franzen,
Más afuera (título original:
Farther Away),
traducción: Isabel Ferrer,
Col. Narrativa
Ediciones Salamandra,
Barcelona, 2013,
352 pp.
Jonathan Franzen (Western Springs, 1959) es uno de los más aclamados
escritores estadounidenses. En 2001 obtuvo el National Book Award con
su tercera novela, Las correcciones, ‘una saga familiar
inmisericorde’.
Recibió el James Tait Black Memorial Prize y fue finalista de
los premios National Books Circle of Fiction, Pen/Faulkner y Pulitzer.
En 2012 fue galardonado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
con la medalla Carlos Fuentes. Pese a ello, señala la crítica
literaria Adriana Sandoval: ‘aquí ha pasado casi inadvertido’.
Franzen, quien escribe ‘para los que no encajan en el mundo’,
recopila en su nueva obra, Más afuera (Salamandra, 2013),
26 ensayos y artículos periodísticos, donde aborda diversos
temas, como su preocupación ante la dependencia de la tecnología
y por la conservación de las aves, de las cuales es un entusiasta
defensor.
El norteamericano esboza una poética: lo que espera de su propia
escritura o de la ajena, sus filias, sus fobias, de una manera congruente
y desenfadada.
En ‘Sobre la ficción autobiográfica’, responde
a una serie de preguntas que ‘sacan de quicio’ a cualquier
autor. Entre ellas: ‘¿Es autobiográfica su obra
literaria?’ que le produce ‘la sensación de que se
pone en tela de juicio mi capacidad imaginativa’ (p. 139).
Declara: ‘Mi idea de una novela autobiográfica es (…)
un libro en que el personaje principal se parece mucho al autor y experimenta
bastantes escenas que el autor ha vivido (…) Dudo que en treinta
años haya publicado más de treinta páginas de escenas
extraídas de sucesos de la vida real en los que haya participado’
(p. 140).
En ‘Coma-entonces’, critica tal fórmula,
‘un hábito irritante fruto de la pereza (…) que aparece
casi exclusivamente en textos ‘literarios’ de las últimas
décadas’ (p. 242); ‘un mal específico de la
narrativa moderna con muchos verbos de acción’ (p. 243).
En ‘Más afuera’, registra su odisea en la isla Masafuera,
perteneciente al archipiélago Juan Fernández, en Chile.
Su inusual travesía, plagada de epifanías de la Naturaleza,
la realiza ansiando aislarse momentáneamente tras una agotadora
campaña de promoción. Aprovecha su estancia para releer
Robinson Crusoe, cuyo autor, Daniel Defoe, se inspiró
en el marinero escocés Alexander Selkirk, por quien se le dio
el nombre oficial a la isla.
Sobre Robinson Crusoe, afirma: ‘Una cosa curiosa (…) es
que él, en veintiocho años en su isla de la Desesperación,
jamás se aburre’ (p. 55). ‘Nos dio el primer relato
realista del individuo radicalmente aislado’ (p. 62).
Esparcir cenizas de su entrañable amigo David Foster Wallace
constituye otra motivación para él. Evoca a ‘esa
lejanísima isla que era David’, y hace una de las más
breves, adoloridas y hermosas semblanzas literarias de las que se tenga
memoria: ‘yo quería a una persona mentalmente enferma (…)
se quitó la vida, de un modo calculado para infligir el máximo
dolor a quienes más lo querían, y nosotros, quienes lo
queríamos, nos quedamos con una sensación de rabia y traición.
De traición no sólo por el fracaso de nuestra inversión
de tiempo y cariño, sino por la manera en que su suicidio lo
apartó de nosotros y lo convirtió en una leyenda muy pública.(…)
El establishment literario, que nunca había seleccionado siquiera
uno de sus libros entre los candidatos a un premio nacional, ahora lo
declaraba unánimemente un tesoro nacional perdido’(p. 48).
Franzen compara al personaje con su amigo: ‘Robinson es capaz
de sobrevivir a su soledad porque tiene suerte; acepta su situación
porque es una persona corriente y su isla es algo concreto. David, que
era extraordinario y cuya isla era virtual, al final sólo tenía
su propio Yo interesante como medio de supervivencia’ (p. 56).
Se homenajea también a la Nobel de Literatura 2013, Alice Munro,
quien ha sido definida por la Academia Sueca como ‘maestra del
cuento corto contemporáneo’.
El ensayo ‘¿Cómo estás tan seguro de que
no eres el Maligno?’ resulta muy oportuno, dada la reciente concesión
del premio a la llamada ‘Chéjov canadiense’.
Franzen la considera ‘Una remota proveedora de experiencias privadas
intensamente placenteras’ y busca ‘analizar por qué
la excelencia de esta escritora es tan superior a su fama’.
Brinda razones como éstas: ‘Porque su obra se centra en
el placer de contar una historia’; ‘Porque no pone a sus
libros títulos grandilocuentes’; ‘Porque, peor aún,
sólo escribe cuentos’; ‘Porque sus cuentos son más
difíciles de reseñar que los de otros autores’.
Resalta otra razón, sumamente irónica: ‘Porque la
Academia Sueca mantiene una postura firme. Obviamente, la impresión
en Estocolmo es que ya han recibido el Nobel de Literatura demasiados
autores canadienses y demasiados autores que sólo escriben cuentos.
¡Todo tiene un límite!’ (p. 308). Cabe aclarar que
la primera edición de Más afuera es del año
pasado.
Franzen reflexiona sobre el cuento, género en que Munro se ha
especializado: ‘pese a la condición de Cenicienta al que
se ve relegado (…) un alto porcentaje de la narrativa más
apasionante escrita en los últimos veinticinco años han
sido cuentos’ (p. 310). ‘Me gustan los cuentos porque no
dejan al autor espacio donde esconderse (…), porque se requiere
la mejor forma de talento para inventar personajes y situaciones nuevos
a la vez que se cuenta la misma historia una y otra vez’ (p. 311);
condición de la cual, según él, tampoco su admiradísima
Munro se halla exenta.
‘Leer a Munro me lleva a ese estado de reflexión tranquila
en que pienso en mi propia vida: en las decisiones que he tomado, las
cosas que he hecho y no he hecho, la clase de persona que soy, la perspectiva
de la muerte. Ella es uno de los pocos escritores –algunos vivos,
la mayoría muertos- que tengo en mente cuando digo que la narrativa
es mi religión. Porque mientras me hallo inmerso en un cuento
de Munro, estoy concediendo a un personaje imaginario el mismo respeto
solemne y callado y el profundo interés que me concedo a mí
en mis mejores momentos como ser humano’ (pp. 313-314).
Coincido con Kirkus Reviews en que ésta es ‘una
colección de ensayos de sólida elegancia y perspicacia,
escritos con pasión y tocados por la pérdida’.
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DATOS DE LA AUTORA:
Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa,
México, 1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas
por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora
de www.homines.com Subdirectora de www.revistaespiral.org Ha participado
en los talleres literarios de los escritores mexicanos María
Baranda, David Toscana, Cristina Rivera Garza, Andrés de Luna,
Federico Campbell, Anamari Gomís y Antonio Deltoro. Textos suyos
han sido publicados en España, Chile, México, Estados
Unidos, Brasil y Colombia.