.……..Y
corren por toda la ciudad, después de saltar desde las nubes
rojizas del atardecer. No encuentran espacio suficiente para enfrentarse
y amarse. Después de comerse uno de los hongos que les diera
Alicia, cuando estuvieron en el País de las Maravillas, su estado
físico varió notablemente. Ella gigantesca, sobrepasa
todos los edificios con facilidad. Él, más pequeño
la sigue con dificultades, ese mundo diminuto para ella es inmenso para
él, pero no importa. Agitado y feliz le sigue la pista, más
exactamente, sigue su destino. Sabe (seguro que lo sabe):- después
de poseerla moriré, es la ley de la naturaleza y por ello terminaré
mi vida feliz entre los ocho brazos de mi amor. Pero ahora están
suspendidos en ese instante antes de ella abalanzarse sobre él,
ese minuto uno frente al otro, eterno, en el cual se definirá
todo…… último momento para decirse mutuamente las
palabras más tiernas, pero las palabras del fin. Ella también
morirá, el fruto de su amor, sus hijos, cobrarán la muerte
del padre al que no conocerán. Estos padres se sacrificarán
y después la vida continuará perpetuada en una historia
que se repetirá cuando cada uno de sus hijos vivan el minuto
eterno que ellos viven ahora.
-Te quiero, te quiero, te quiero -él le dice-. Lo único
deseado es abrazarte mientras te miro a los ojos, a ver si se me quita
esta ansiedad de verte. Estoy feliz de haberte encontrado, estoy muy
feliz, aunque la frustración sea parte de esto, aunque la muerte
sea a donde me conduces.
Ella no puede responder. Conmovida, comparte cada palabra pero no lo
dice. Su cuerpo en una pausa, espera también el desenlace inevitable
del destino.
Así, durante ese ínterin, los dos arácnidos de
Louise Bourgeois se quedaron petrificados en el espacio que encontraron
disponible frente a la Manzana de Gómez y el Museo de Arte Universal
de Ciudad de la Habana, Cuba. Allí están todavía
hoy y hasta el 26 de abril del 2005. Son parte de la exposición
‘Nos y Otros’, de la misma artista, con otras veintitrés
esculturas y once grabados, exhibidas en el Centro de Arte Contemporáneo
Wifredo Lam
Los transeúntes las miran sorprendidos y cada uno teje para sí
una historia, porque es imposible verlas y no inventarse una propia,
sobre todo cuando colocadas en un lugar tan populoso quienes se las
tropiezan distinguen una obra escultórica original tanto por
su tamaño como por su tema. Más allá de un significado
estético o de un concepto artístico específico,
prevalece la interacción entre las piezas y los habitantes-caminantes-espectadores.
Muchos no conocen nada sobre la autora. Ignoran totalmente el significado
de los arácnidos dentro de su obra, no saben que es un homenaje
a su madre. Y precisamente el desconocimiento los libera de las imposiciones
cognoscitivas, les permite ser más creativos cuando la observan
y la interpretan, y por ello disfrutarla más. La gente juega
entre sus patas. Ya han sido parque de diversiones para niños,
escenario para actrices, locación para fotografías, en
fin han creado todo una respuesta en torno a ellas, distante a los reglamentos
– no tocar- impuestos por algunas obras de arte.
Las arañas de Louise Bourgeois interaccionan con el espacio urbano,
físico y psíquico, entran en la memoria vinculadas a la
arquitectura del itinerario cotidiano. Esa plaza es en estos momentos
“la plaza de las arañas” y lo será por un
tiempo, aun después de retiradas. Como algo insólito transforman
el contexto y de pronto uno está en un espacio fantástico
donde puede ocurrir cualquier evento: despiertan sensaciones e historias.
Para mí representa un amor que ha de terminar, pero quien sabe
cual será la historia de cada quien cuando parado bajo las enormes
estructuras de metal libere su mente para soñar con personajes
de ficción dispuestos a forjar una historia que siempre será
un motivo para ser feliz y sonreír.