Me llamo Mariana García. Nací en
Puebla en 1972. Mi vida no es tan interesante como a mí me hubiera
gustado, pero no me puedo quejar. Mi padre murió cuando yo tenía
siete años. Casi no lo conocí.
Mi madre y yo fuimos durante un año, diariamente, a visitarlo
al hospital. No sé exactamente qué tenía, pero
tosía mucho, por lo que yo tenía que llevar puesto un
cubrebocas desde que llegaba a la habitación, a la salida de
la escuela, hasta que me quedaba dormida en el silloncito del cuarto.
Lo recuerdo todo muy bien. Mi padre recostado, con el antebrazo conectado
a una manguera y su mano estirada hacia mí, llamándome,
moribundo, y yo en la puerta. Me pedía que lo abrazara; tosía
y yo sentía que me asfixiaba con el cubrebocas. Escuchaba mi
propia respiración, me mareaba, mi padre quería abrazarme
y yo me quedaba en la puerta, asfixiándome.
No me he casado todavía, de hecho jamás he tenido una
relación estable. Mi psicóloga dice que la enfermedad
y muerte de mi padre marcaron mi vida afectiva y que evito establecer
una relación seria por temor a perder a la persona amada. No
creo tener miedo, tal vez sólo soy un poco insegura. Estoy en
espera de alguien que me ame y me acepte como soy. Mi madre era hermosa,
mi padre también era muy guapo. Creo que yo también lo
era cuando niña. Entrando en la secundaria yo empecé a
alimentarme mal, porque Mamá trabajaba todo el día, esto
me ocasionó, entre otras cosas, un acné horrible. Ahora
ya se me quitó, pero me quedaron las marcas. Antes era bonita,
ahora no.
La
enfermedad de mi padre lo hacía toser y vomitar sangre de vez
en cuando, así que por lo regular había manchas en el
piso y en su bata. La habitación olía a carnicería,
a vísceras de res. Un día el doctor de la familia consiguió
un mejor empleo y tuvieron que poner un sustituto, que le recetó
unas pastillas equivocadas a mi padre y le hicieron daño. La
mitad izquierda de su cara se torció y se llenó de ronchas
en todo el cuerpo. Como le daban comezón se rascaba hasta que
le reventaban, entonces el cuarto olía a sangre y a pus, a pesar
de que yo traía el cubrebocas. Mi padre tosía, tenía
pus en todo el cuerpo, sólo quería abrazarme y yo me quedaba
en la puerta, asfixiándome y con ganas de vomitar.
Todo eso es mentira. Yo soy Mariana García, y sí, nací
en 1972, y sí, soy de Puebla. También es cierto que murió
mi padre, pero a mí no me dejó traumada, ni me hizo falta
nunca, ni me importa mucho si ya no está. Yo siempre le valí
madre. Mi mamá y yo le valimos madre siempre. Tenía otra
vieja y muchos hijos, incluso tenía uno de mi misma edad. Todos
lo visitaban en el hospital.
Mi papá tenía tuberculosis, así que la enfermera
me hacía ponerme el cubrebocas y eso me cagaba, pero no me lo
quitaba, en parte porque me daba asco el olor a sangre y en parte porque
me daba vergüenza que me vieran y dijeran en voz baja, esa es la
hija ilegítima del señor de la cama 37-b. Yo sé
que hablaban de mí. En algunas ocasiones encontré a las
enfermeras chismeando y diciendo que si de qué clase sería
mi mamá, y que yo era la ‘bastardita del tuberculoso’.
Por eso no me importa mucho que se haya muerto. Prefiero que digan que
soy la hija del muerto.
Mi mamá no lo podía ir a ver. Su esposa había aceptado
que yo lo visitara, pero se le hacía de muy mal gusto que fuera
mi madre también. La esposa de Papá envidiaba horriblemente
a mamá, porque a pesar de que la señora era muy elegante
y guapa, estaba vieja, y mi mamá era hermosa, rubia, alta, de
piernas largas y de una sonrisa que volvía loca a todos los hombres,
como volvió loco a mi Papá. Así que ella me mandaba
al hospital para que le llevara galletas y le dijera que lo extrañaba.
Al morir mi Papá nos quedamos más pobres y mi mamá
se hizo alcohólica. Yo también lo soy, pero tengo un año
de estar sobria. Trabajo en un supermercado para mantener a mis niñas.
Su padre se largó con una puta cajera de banco, pero estoy mejor
sin él.
A pesar de que la fecha y el
lugar de nacimiento son los mismos, yo creo que hay un grave error.
Yo soy Mariana García. Estoy felizmente casada y tengo tres hijos.
vivo con ellos en una casa grande cerca de la playa. Mi padre, que murió
de enfisema pulmonar, no era mi padre realmente. Eso, hasta la fecha,
jamás me ha impedido verlo como tal.
Mi Mamá era hermosa, rubia como Marilyn Monroe. Estudiaba su
segundo año en la universidad y todos estaban enamorados de ella,
pero ella estaba perdidamente enamorada de su maestro de inglés,
un gringo treintón, sin dinero, pero con mucha personalidad y
mucho verbo.
Pues resulta que una de las veces que salió con él, quedó
embarazada. El gringo le dijo que la podía exentar, pero que
no podía ayudarla con su problemita. Cómo sufrió
mi mamá.
Alberto (el que murió en el hospital) se sentaba atrás
de ella en el salón y la veía llorar. Le escribía
poemas en secreto y se los dejaba debajo de los cuadernos, sin firmar.
Una tarde mi mamá llegó a su casa y vio muchas flores
y una manta que decía te amo Marilyn. Mamá supo luego
luego que había sido Alberto, porque era el único que
le decía así. No tomó mucho tiempo para que mamá
se enamorara de él, porque era un hombre maravilloso. Seis meses
después se casaron. Después él enfermó de
cáncer en los pulmones y murió, a pesar de que jamás
fumó.
Es gracioso ver cómo las vidas pueden llegar a parecerse tanto.
No digo que todo lo anterior sea mentira, sino que la mía es
una versión diferente.
A los siete años yo era una niña muy feliz, mi padres
se adoraban, eran la pareja perfecta. Sólo me tenían a
mí porque creían que a una sola niña podían
darle una mejor vida.
Mi padre era marino, era alto, fuerte. Siempre que llegaba a casa me
cargaba y me raspaba las mejillas con su barba. Tal vez porque era pequeña,
pero me parecía el hombre más grande y fuerte de todo
el mundo.
Viajando por Asia contrajo un virus mortal. Lo internaron en el hospital
y los médicos se volvieron locos tratando de saber qué
era lo que hacía que mi padre estuviera muriendo y buscando una
cura para esa enfermedad apenas conocida. No sabían que la ocasionaba,
ni cual era el remedio. Sabían de ella porque eran cinco los
marinos que la habían contraído en diez años.
Tosía mucho y escupía sangre. Le brotaron erupciones en
la piel y las plantas de los pies se le pusieron moradas. Nosotras lo
íbamos a visitar todos los días y teníamos que
ponernos un cubrebocas, cosa que yo odiaba. Cuando mi mamá salía
yo aprovechaba para quitármelo y platicar con él, abrazarlo.
Los doctores sólo esperaban que mi padre muriera. Primero le
dieron un mes, luego cinco, pero mi papá no se moría,
ni mejoraba ni empeoraba. Así estuvo un año, para asombro
de los doctores. Los otros cuatro enfermos habían muerto en un
mes. Pero mi papá no iba a morir tan fácilmente, era muy
fuerte.
Una mañana mi padre amaneció con los pies normales, al
otro ya no tenía erupciones y al otro ni siquiera tosía.
Milagrosamente se había curado. Había dos posibles razones:
que el virus no fuera el mismo que habían contraído los
otros marinos, o que la excelente condición física de
papá había logrado neutralizarlo.
La primera noche que él durmió en casa, luego de un año
en el hospital, empecé a toser. No dio tiempo a que me brotaran
las erupciones, pero mi piel se puso negra desde las plantas de los
pies hasta las rodillas. Me llamo Mariana García y nunca tuve
la suerte, ni la condición física de mi padre, que era
marino.
Cuento extraído de: Cuando todo esto
acabe (Col. Palabras de Arena, Gobierno del Estado de Baja California
Sur/ Instituto Sudcaliforniano de Cultura/Fondo Estatal para la Cultura
y las Artes, La Paz, 2005).
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Para
saber más
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DATOS DE LA AUTORA:
Cecilia Rojas (La Paz, Baja California
Sur, 1979).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por
la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Fue becaria del
Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FESCA) en 2001 en la categoría
de Jóvenes Creadores en Cuento; Ganadora del Premio Estatal de
Fiestas de Fundación de la Ciudad de la Paz en 2002, con el libro
de cuento Cuando todo esto acabe, publicado en 2005 por el
Instituto Sudcaliforniano de Cultura. Fue incluida en la antología
Novísimos cuentos de la República Mexicana, editada
por el Fondo Editorial Tierra Adentro. Becaria del Fondo Nacional para
la Cultura y las Artes, en 2004, en la categoría de Jóvenes
Creadores, en Novela. Actualmente es becaria del FESCA y forma parte
del taller de novela del escritor mexicano Daniel Sada.