JAVIER
MUNGUÍA
Mascarada
Instituto Sonorense de Cultura
117 pp.
Hermosillo, 2007
01: El mecanismo de este texto
Durante años me he preguntado
qué es lo que hace de un libro de cuentos novedoso. ¿El
lenguaje o la temática? Para resolver este problema (es casi
inevitable) se tiene que acudir a los tres niveles básicos de
la crítica del cuento: qué, cómo y por qué
nos lo dice. En el primer nivel se enfoca a delimitar las historias,
su dominante, y a extraer los argumentos. El segundo al lenguaje, las
fórmulas, los giros, las piruetas verbales y cómo están
acomodados los acontecimientos narrativos dentro del cuento. Y el tercero
a sacar hipótesis sobre las circunstancias, los aspectos sociales,
creativos y las tendencias literarias que motivaron al creador a escribir
ese cuento.
Estos tres niveles precisan conectarse uno con otro para que un cuento
en particular, o varios cuentos en conjunto, funcionen; uno tiene que
enganchar al otro para que sus mecanismos, poleas y resortes no terminen
descolocados.
Tres niveles que deben ser, en una sola palabra, indivisibles.
02: Viñetas o cuentos
cortos/revelación
El libro de cuentos Mascarada,
de Javier Munguía, está integrado por treinta y nueve
cuentos. Algunos logran configurarse en estos tres niveles, pero también
hay cuentos que no logran definirse dentro de lo mencionado: son esbozos
de cuentos; conflictos puestos sobre la mesa, sin resolución
alguna. Mascarada está construido por cuentos cortos, que delatan
que el autor no se inclina por los artificios narrativos y no muestra
pretensión de innovar mientras escribe. Un gran acierto: el gesto
ágil y conciso vale más que las piruetas verbales.
Pero este tino no logra consolidarse dentro de Mascarada. La
prosa de Munguía propone al lenguaje como una cuestión
de segundo plano; sus cuentos nos hacen suponer que para él tiene
más peso el contenido que la forma.
La
forma y técnica del cuento corto es antiquísima y quizá
una de las más difíciles de trabajar por la concisión
y exactitud expresiva que demanda. Chéjov, en sus cartas a Gorki,
definió, con estas u otras palabras, así este género:
'El cuento es como una cuenca de vidrio que sólo debe capturar
un reflejo lo más definido y fiel posible, ni un destello que
sobre, ni uno que falte'.
En los cuentos de Munguía existe un hilo muy delgado que los
hace estar dentro y fuera de esta concepción. 'Circo porno',
'Amor de emergencia', 'El duelo' y 'El consumo del arte' muestran tramas
bien planeadas, personajes claros, desenlaces que no logran vislumbrarse,
pero que alcanzan dos cometidos: finalizar una historia; fragmentar
un episodio temporal.
El cuento corto por antonomasia puede definirse en una metáfora:
el destello revelador de luz en plena oscuridad. Munguía lo sabe,
pero en buena parte de su compendio no maneja la carta acertada. En
'Buenos modales', 'Los amantes', 'Familia de la semana', 'Águila'
'Niños' y 'Muerte al alcance de los niños', por nombrar
algunos, son sólo viñetas: el ojo que captura el episodio
no está bien definido y soportado. La puesta en escena del argumento
que utiliza no da frutos, sólo se presenta como una idea anquilosada:
un personaje que habla y habla y un final que se suspende sin dar símbolos
que inviten al lector a descifrar los motivos que lo obligaron a entonar
su soliloquio.
En la narrativa quien manda es el narrador. Un libro de cuarenta piezas
puede ser delicioso, si su narrador tiene la facultad y pericia suficiente
para captar varios episodios, de un mismo tema, desde distintos ángulos
sin forzar la imagen que captura y tener su lente bien pulida. De lo
contrario, el libro será una pretensión creativa que caerá
en el fallo, en un esbozo de libro.
Mascarada delata un molde repetitivo en la mayoría de los cuentos:
ellos están anillados con otros por su temática y por
el parentesco no velado entre los personajes y los conflictos en que
están inmersos. La mayoría están narrados por el
mismo tono de voz:
…Yo me acercaba a ella y
le besaba un pecho, con premura; luego, el otro; luego, el animal
insomne de su sexo… (Párrafo inicial de 'Amor de emergencia').
…Mientras, uno de los hombres
penetraba por la vagina a la mujer, el otro le abandonaba el sexo
en su boca… (Párrafo inicial de 'Circo porno').
…Lo primero que me atrajo
cuando ocupé un escritorio en el periódico en que
ambos trabajábamos como correctores matutinos fueron, para
qué negarlo, sus pechos: demasiado grandes para su cuerpo
delgado… (Segundo párrafo inicial de 'El Duelo').
…Era pequeña,
frágil, de pechos breves… (Inicio de 'Rosas para Anita').
…
Existe un tema dominante en Mascarada:
el cuerpo como vehículo de placer. En el noventa por ciento de
Mascarada existe una voz que se apresura a hablarnos de sexo,
de senos, de nalgas, de penes, de vaginas. Siempre usando como pretexto
los conflictos de pareja, el amor juvenil no correspondido.
En esta colección de cuentos descubrimos una y otra vez las mujeres
que no quieren ser penetradas y los hombres que quieren penetrar a cualquier
instancia. Siempre hay un interés por parte de Munguía:
convertir al sexo en acción, más no en seducción.
Los mejores textos sobre el sexo o el cuerpo son los que invitan al
lector a deducir o reflexionar sobre el erotismo y sus formas.
03: ¿El filo del metal o el pan dulce?/el sexo como
un juego trivial
El
asunto anterior nos lleva a ahondar más en el lenguaje. Como
lector me pregunto: ¿qué sucede cuando se tiene un argumento
que se apuntala para ser escrito y no se tiene a la mano el lenguaje
indicado para escribirlo? Este problema es equiparable con el oficio
de repostería: el pan, por más fresco y dulce que se encuentre,
termina mal rebanado si el filo del cuchillo no está listo. Tema
y lenguaje no logran definirse en su totalidad, ni intercalarse en los
cuentos de Mascarada. Todo escritor, para dar noticias de su mundo con
la escritura, debe afinar hasta el mango su lenguaje; pulir los adverbios
y matar las rimas y repeticiones que habiten su estudio.
Todo el oficio del narrador se reduce a la orfebrería: limpiar,
pulir, limpiar, pulir. El lenguaje en Mascarada siempre tiene tropezones.
Bastaría con leer el inicio del cuento 'Los amantes' para hacer
hincapié en el asunto:
'Le dije a Jovana, una tarde en que,
mis manos en sus caderas y las suyas en mis hombros, reía hermosa
y limpiamente de pura felicidad o tontería, o de la feliz tontería
que era estar juntos, riéndonos, que extrañaba su risa
de otros tiempos: aquella risa de otros tiempos…'
Raymond Carver, uno de los escritores
que ha actualizado el cuento corto, estableció que todo cuento
con esta tendencia estética debe enfocarse así en el lenguaje:
'Las
palabras serán todo lo precisas que necesite un tono más
llano, pues así podrán contener algo. Lo cual significa
que, usadas correctamente, pueden hacer sonar todas las notas, manifestar
todos los registros.' El cuento corto siempre debe ser ágil,
veloz, conciso, individual y debe evocar las imágenes indispensables
de principio a fin.
No cabe duda que algunos cuentos de Mascarada nos hacen soltar
una risotada y nos mantienen en el filo de la silla esperando qué
sucederá, pero sus desenlaces y tratamientos narrativos son algo
comodinos: se apresuran a decirnos mucho y a vislumbrarnos poco, a repetir
el mismo tema, a cortarlo siempre con el mismo lenguaje, a retomar siempre
personajes jóvenes, a narrarlos todos con la misma voz.
Al terminar de leer este compendio de cuentos me percaté de que
hace falta más que eso para ser inmoral, irreverente. Más
de una vez descubrí que a Munguía se le escapó,
inconsciente o inconscientemente, el adolescente precoz que todos llevamos
dentro. El adolescente cuyo único tema de conversación
es el deseo del cuerpo femenino:
…Me encantaba besar los pezones
grandes, oscuros y erectos de Laura, su cabello negro, intenso,
su delicado cuello, su sombreado y generoso pubis, sus piernas rotundas,
sus nalgas. Lo único que empeñaba mi felicidad era
pensar que, mientras yo la besaba y después, cuando ella
me retribuía el gesto, Laura debía mirar y luego besar
un cuerpo anodino como el mío… (Fragmento de 'Cuerpos').
La contención,
la variedad de temáticas y una claridad estilística siempre
son factores que deben ofrecer un libro terminado. Una imagen bien delineada
y limpia vale más que mil palabras. Como lector, me entrego más
a un libro erótico que desde su inicio ofrezca un erotismo oculto,
silencioso como la imagen de una mujer desnuda sentándose en
un plato de leche sin ceder a la penetración apresurada (Simone,
personaje de Historia del ojo, de Georges Bataille) que a colecciones
de historias tratadas por un lenguaje que no da oportunidad al lector
de indagar en el erotismo como el objeto de una búsqueda sicológica.
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DATOS DEL AUTOR:
Joel Flores. 1984. Zacatecas, México. Narrador. Durante el año
2002 al 2004 fue parte del consejo editorial de la revista Finisterre
(Beca Edmundo Valadés a Revistas Independientes). Sus cuentos
y crónicas han sido publicadas en Acento, de La voz de Michoacán,
Barca de Palabras, La cabeza del moro, Espiral, Prisma volante, Homines
(Portal de Literatura y Arte en España), La Agenda Cultural y
las Artes del Estado de Zacatecas y en Son de marzo (Antología
de Escritores Jóvenes editada en Guanajuato). Su trabajo ha merecido
los siguientes premios y apoyos: La Beca del Fondo Estatal para la Cultura
y las Artes del Estado de Zacatecas (FECAZ 2004-2005), la del Fondo
Nacional Jóvenes Creadores (FONCA 2006-2007) y el tercer lugar
en el IX Concurso Nacional y I Iberoamericano ‘Leamos la Ciencia
para Todos 2005-2006. Actualmente trabaja en dos libros de cuentos:
Simulador (próximo a publicarse) y Relatos reales. Habita en
www.bunker84.blogspot.com.