Javier
camina en la banqueta a lo largo de una avenida que en realidad son
tres calles. Antes había varias cuadras de casas, ahora sólo
asfalto, corre, un motovector casi lo golpea, Javier va pensando qué
será de la mujer del libro. De pronto se percata que la cara
de la mujer que ha imaginado, no la sabe. Quisiera saber si esa mujer
existe. Javier se ha sentado en un café a platicar consigo mismo
y se abre la puerta y al volver la mirada Javier, nota que hay una mujer
que ha entrado y que corresponde con la mujer. La mujer se acerca a
la caja, pide un café, Javier piensa, la observa. Si no idéntica,
es prácticamente la misma mujer. Javier va hacia a ella, no.
Javier espera, la mujer se sienta, toma su café mientras lee
el periódico. Javier piensa ¿es ésta la mujer en
el libro? pero ¿cómo puede saberlo ahora que la ha olvidado?
Sí, la mujer que entró a la cafetería debía
ser ella.
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Javier
toma su café pensando en detenerse, permanecer ahí hasta
que la mujer salga, la seguirá hasta su casa, quisiera saber
si la casa que imagina es la correcta. La mujer sigue leyendo el periódico,
Javier quisiera ver qué es lo que lee, cerca de ahí donde
está ella, más allá, está la puerta del
baño, Javier disimula, se levanta, camina hacia ella, entra al
baño. Al llegar Javier repasa lo que vio: me está mirando
y no me doy cuenta. Javier sale del baño, regresa a su lugar,
va a mirar pero no lo hace, en el momento que juzga correcto intenta
de reojo verla, cree que la mujer lo ha visto, no sabe si en algún
momento ella al mismo tiempo se dijo, me vio.
La mujer se levanta, deja un dinero en la mesa. Toma su bolsa, coloca
ahí su cartera, Javier la observa, tres segundos antes lo ha
decidido, la seguirá, discretamente, sin empujarla al miedo,
sin impresionarla, intentará ser fantasma por hoy para acercarse,
verla. La mujer sale, Javier espera un minuto, está seguro, es
la mujer, es ella, cuarenta metros más allá, guardarse
de sus ojos, en la calle así como ladrón no tiene caso.
Javier pone atención, ¿en dónde me ocultaría
si me viera? La ruta a pie resulta más corta que lo previsto,
se detiene en la señal, llega un autobús, la mujer sube,
Javier se apresura, ve a la mujer pagando, entre ventanas avanza hasta
el lugar donde retira su bolsa del hombro y se sienta. Pasa otro autobús,
a ver si la alcanza, Javier sube, en el camino va pensando, qué
pendejo, debí correr y preguntarle algo. Ni pedo. Saca su libro
de la bolsa, retira el separador y recomienza.
Hay cosas que ve que no están. Javier cierra el libro, no alcanzó
a leer mucho, los sobresaltos del camión lo hacían leer
una línea inconexa cada vez. Faltan todavía algunas cuadras
para llegar a donde él baja. Cambia de postura y se sienta recargando
su espalda en la pared y la ventana; no hay nadie en el otro asiento,
extiende una pierna ahí, apoya la otra en el piso. Mira hacia
los demás pasajeros. En la parte delantera del camión
hay cinco ancianos, tres en diferentes lugares, dos de ellos platicando.
En la parte trasera va una pareja, un hombre tatuado, cincuenta años,
tal vez. En el fondo, en los asientos que creía vacíos,
una mujer que lo ve. Javier cree estar en lo cierto, esa mujer lo está
viendo, voltea, no, tal vez no ha sido así. Javier no voltea,
la mujer mira a otro lado, hacia la ventana, deja de mirar, Javier espera,
sabe que no es, que no es ella la mujer del libro, la que ya seguramente
llegó a casa, quisiera Javier saber dónde vive aquella
mujer, eso en silencio se dice cuando sus palabras a su visión
regresan, de esta otra mujer no sabe nada, esa mujer que lo ve, se siente
halagado, cosas así no pasan siempre. Javier está a una
cuadra de llegar al punto donde debe bajar, qué hacer, la mujer,
según cree, lo sigue viendo. El autobús se detiene, mientras
bajan dos ancianos y la pareja, ida y vuelta la indecisión se
invierte y vuelve a ser, el autobús continúa su recorrido,
van tres ancianos, un hombre de unos cincuenta años, una mujer,
y de nuevo, sentado, pensando, Javier. El camión el autobús
lo va llevando por lugares que no recuerda haber visto en la ciudad.
Se tranquiliza, está en la ciudad. Es esto la ciudad, se asegura
Javier, la mujer lo ha visto las últimas tres veces que él
hacia ella ha mirado. Está intentando comparar a la mujer, quiere
saber si es ella la mujer del libro, no es ella, no; la mujer que vio
tomando café, a la que siguió en la calle hasta que se
fue en el primer autobús; es ésa la mujer; la mujer en
el autobús donde Javier va sentado, lo sigue viendo. Es ésta
la mujer, Javier intenta hacer un juego de memoria con su cara, es ésta
la mujer. Javier va hacia ella, le dice algo para sentarse, la mujer
no pretende sorprenderse, Javier se sienta, no sabe qué hacer,
no sabe si hablar más o acercarse, continuar en la cadena de
esfuerzos hacia el beso, la mujer se llama Victoria, qué nombre
tan triunfal, le ocurre decir, en seguida se da cuenta del mal efecto
de su frase, no debe decir mucho, piensa ella, o no lo piensa, me ve,
me ve casi siempre a los ojos, Javier acerca su mano, no, en realidad
pasa su brazo hacia atrás, lo coloca en el final del respaldo,
no la toca a ella, pero ya existe alguna atmósfera que está
más cerca del abrazo. Javier se queda quieto, no sabe si mover
la mano hacia ella, o si debe rodearla con el brazo, no tocarla, aproximarse,
un buen paso, Javier cae hacia esa boca, unta sus labios en los de ella,
Javier le dice, disculpa, puedo sentarme, la mujer acepta, varios segundos
pasan Javier intenta decir algunas frases, la mujer no habla mucho,
le dice, mi nombre es Victoria, titubea, Javier cree que la mujer se
ha inventado el nombre, ella corresponde, Y tú: Eduardo. Eduardo
y Victoria, se hablan, platican el resto del camino. Javier dice, te
acompaño a tu casa, ha subido en el mismo autobús de la
mujer del libro, no quiere estropear su observación, su acercamiento,
la mujer recorre la siguiente cuadra mirando poco hacia el lugar del
acecho. Javier regresa a ser Eduardo, pregunta ¿Vives sola?
Sí.
La mujer mira a Eduardo pensando; si tu nombre es falso no vamos. Eduardo
dice, soy Eduardo. Eduardo camina, mira hacia adelante, la ve a ella,
está también a un lado, intenta conocer sus rasgos, ve
sus piernas, Carmen reconoce que Eduardo la mira, Carmen tiene miedo,
también le está gustando. El hombre la abraza, la está
abrazando, ha puesto su brazo alrededor de sus hombros, la mujer no
parece molestarse, la mujer se molesta, en su cara no se sabe, o le
molesta, no mucho tiempo después dice ella, aquí es: abre
la puerta, el cuarto primero es una sala que exploran, encontrándose,
Eduardo, ardiendo, la besa, la abraza, se acercan fines y medios, se
compenetran, se diluyen, se untan y entrelazan, se enaltecen y se abaten.
Javier la ve a la cara, eres tú la mujer. Carmen duda si está
en el cuarto correcto, prepara café; está feliz, no sabe
bien, Carmen sale del cuarto, va a la cocina, le dice, no le dice nada,
Carmen se sienta, ofrece de su café pero Eduardo no toma, está
sediento, agua necesita, se levanta, pregunta, va y la consigue, Eduardo
toma dos vasos de agua, piensa, qué hora es, tal vez son las
diez o más tarde. Regresa a la sala, la mujer lo deja entrar
a su casa, Eduardo no sabe si estará dispuesta a coger, lo piensa,
que así sea, Carmen toma distancia, se sienta al otro lado, sin
decirlo pregunta, qué me piensas hacer, Eduardo no espera la
pregunta, dice, todo, al menos una parte del todo, ríe, Eduardo
el muy cínico él, la mujer se sienta, Eduardo no sabe
qué decir, nadie ha dicho nada, Javier y la mujer están
sentados, se miran, ya no entiende cómo debe ser, la mujer le
dice ven aquí, avanza hasta ella, deja su asiento, camina en
sentido contrario al del autobús que los lleva. El hombre llega
a donde la mujer, le dice algo, no le dice nada, le dice cualquier cosa,
qué indeciso, Javier se acerca, la mujer sonríe sí,
la mujer sonríe, un poco, en realidad... puedo sentarme, le pregunta.
Carmen recuerda los detalles, está buscando la secuencia correcta
hasta llegar aquí, ver lo que ha sucedido con su vida, no recuerda
algún tiempo, algún momento que haya pensado tanto como
ahora, no sabe si aún está pensando lo mismo desde hace
años, Carmen intenta recordar lo que ha pasado, unir los cabos
hasta lo que hoy piensa. Carmen dice al hombre, ¿en realidad
eres Eduardo, o tienes otro nombre?
¿Por qué me preguntas si soy Eduardo, si soy Eduardo?
Javier se queda quieto, está viendo a la mujer, su cara ante
él cree que le dice, estamos intentando sernos, estamos actuando,
aquí digo algo yo, tú lo siguiente, no es eso, Carmen
indaga en su cara alguna seña, lo menos que quiere es un ser
que no está sucediendo en el instante, o al menos el minuto,
Carmen dice: ¿vives por aquí también? Javier ya
no sabe dónde es aquí. Le dice, sí, también.
De haber sido preguntado sobre calles y referencias de números,
Javier mostraría que de todo eso sabe muy poco, entonces la pregunta:
¿en qué calle? Eduardo respondió: Vivo en la calle
tercera. La mujer dijo, yo vivo a dos cuadras. Todo iba bien. Javier
pensó dejar de ser Eduardo. Pero no hacía falta contrariarla
ahora. Eduardo se acerca más a Carmen, está en el sofá,
la mujer se sienta junto al borde, ha medido una distancia suficiente
para un neutral encuentro, neutro nada, Eduardo se acerca, como una
burbuja en donde entra, Eduardo se aproxima a un metro de ella, parece
que la conversación sigue, se ven a los ojos por un momento y
piensan si lo que hablan dice más que los ojos, hasta dónde
esa visión llega, Carmen relaciona el momento que vive con otro
que no sabe si antes ha vivido, Carmen sigue hablando, hablan poco,
Javier sabe, la distancia está a muy poco de acabarse, Javier
desliza su mano por su propio muslo y al llegar al precipicio que se
abre ante la curva en su rodilla, sale su mano, su brazo exploratorio
cruza entre ese espacio y se posa suavemente en el hombro de ella, su
antebrazo rodeando su cabello. Carmen bromea consigo misma: en tres
segundos llega; así sucede, tres segundos pasan y la toca, tres
segundos llenos de no ser hasta el encuentro; Carmen observa, no dice
nada, dice todo, dice muy poco, Carmen comenta cualquier cosa, sabe
que el cruce al lugar donde todo interesa está empezando, se
siente en una burbuja que está a punto de explotar, Carmen se
encuentra con Eduardo frente a frente, el divagar de la mirada entre
las líneas que se buscan encontrar, dejar de ser; está
en silencio, la nada del hablar, cualquier cosa que no vuelva el momento
común otra vez, Carmen no quiere perderse, quiere hacerlo, Eduardo
la abraza, sus bocas se conectan, sus ojos se cierran, en la oscuridad
aparecen sus lenguas, lamiéndose el agua con que se untan y como
anfibios se recorren deslizándose, deteniéndose en misma
rotación de movimientos, explorarlos, cambiar a otros, abrir
los ojos, Carmen lo está viendo, cierra los ojos; más
allá de sus bocas, sus lenguas, más adentro en cada uno
una cueva, las lenguas danzan por ser ellas las que gobiernan la entrada,
pero más allá, más al fondo un lugar que por oscuro
infinito, se piensa como pantalla de la noche, como ausencia de la luz
en las tinieblas.
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DATOS DEL AUTOR:
Chihuahua,
Chih., 1974. Escritor. Premio Chihuahua de Literatura 1998 por Los
cuentos de la mujer perdida (Ed. Solar); obtuvo una maestría
en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México,
Las Cruces, NM, EUA. Fue becario de la primera generación del
Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border, convocado
por el Fondo de Cultura Económica México-USA, y ha sido
becario de varias instituciones, entre ellas: el Writer´s Room
de Nueva York-Sogem (2003), por el primer libro de la serie de novelas
El mundo de ocho espacios; Jóvenes Creadores del FONCA
(2005-2006) por el libro de cuentos sobre migrantes La frontera
de metal. Creador con trayectoria del estímulo David Alfaro
Siqueiros 2005- 2006. Ha sido publicado en varias antologías
nacionales: Sin límites imaginarios, cuentos del norte
de México, UNAM (2006); Nuevos narradores mexicanos,
Tierra Adentro (2005); Creación Joven 1979-1999, CONACULTA (1999);
Trece escritores jóvenes del mero norte , Ed. Azar (1996).
Ha escrito para cine y televisión. Director de la Revista Cultural
Artificios. Ha impartido talleres de cuento, novela y guión cinematográfico
en el Distrito Federal, Chihuahua y Sonora, y en Río de Janeiro,
Brasil. Tiene un libro de testimonio (inédito) sobre la vida
de un migrante en los EUA, La vida en otra parte.