La novela tiene
quien le pague. Por lo menos Editorial Planeta es generosa y su extraordinaria
convocatoria en el ámbito de la narrativa castellana con 557
obras presentadas este año, provenientes de España a México
y Chile en el extremo sur, lo ha demostrado nuevamente. Con tantos participantes,
como diría el finalista colombiano Fernando Quiroz, Pagan
justos por pecadores. El Premio Planeta Casa de las Américas,
con 200 mil dólares, es un mini premio comparado con el Premio
Planeta de 600 mil euros. (Estas primeras palabras y detalles son meros
gajes del oficio y van entre paréntesis). Participan también
escritores de Estados Unidos, que en esta oportunidad enviaron 30 0riginales.
Argentina, con 164 obras, encabezó el listado de concursantes.
Quiroz se llevó 50 mil dólares.
El novelista, cuentista, cronista
chileno Jorge Edwards, premio Cervantes y autor del Peso de la noche,
se alzó con el premio Planeta con la novela La casa de Dostoievsky,
que es el sitio donde se reúnen los poetas y artistas chilenos
de la Generación del 50. La editorial española lanzará
100 mil ejemplares el 27 de mayo próximo. La novela de Quiroz,
Pagan justos por pecadores, es una historia del Opus Dei, que
pareciera sacará chispas, como La Puta de Babilonia,
ese documento antipapal de su compatriota Fernando Vallejo. Quiroz,
antiguo miembro del Opus Dei, abandonó esa secta católica
y escribe sus vivencias al interior de sus experiencias.
Edwards dijo en sus primeras declaraciones al conocer la noticia de
su premiación que el personaje central de su obra se llama El
Poeta y que tomó como referencia a Enrique Lihn, poeta chileno
de la Generación del 50 que falleció prematuramente en
1988 en plena creación literaria. Lihn ya había escrito,
entre otros libros, La pieza oscura, Poesía de Paso, Escrito
en Cuba, La pobre musiquilla de las esferas, La orquesta de cristal,
A partir de Manhattan. La Casa de Dostoievsky, registra
también el amor, la política y un puente entre La Habana
y Santiago de Chile. Como se sabe, Lihn vivió en La Habana y
J. Edwards fue agregado comercial en Cuba del gobierno de Salvador Allende
y fue declarado Persona non grata por Cuba. De esa experiencia surgió
el libro Persona non grata. Es muy probable, debido a que la novela
hace puente entre La Habana y Santiago, que se ventile el caso Padilla,
el autor del poemario Fuera del Juego, que fuera muy amigo de Lihn y
que cuando 'cayó en desgracia', el poeta chileno le dio un seguimiento
exhaustivo a su caso. Quizás Edwards incluya también a
Lezama Lima, otro poeta, del cual se ha tejido una leyenda en La Habana,
a quien admiro por demás como la poesía de Padilla. Lihn
fue la conciencia crítica literaria chilena de toda una generación
y también de América latina.
J. Edwards fue agregado comercial de Neruda en París, un viejo
y conspicuo visitante de Isla Negra, amigo del Vate y después
de su muerte escribió Adiós Poeta, libro dedicado al autor
de 20 Poemas de amor y una Canción deseperada y a su convivencia
con él. Quiero decir que el tema de la poesía siempre
ha rondado la mesa de trabajo y los pensamientos de Edwards, quien dijo
en el Congreso Cultural de La Habana en 1968, que la buena literatura
chilena narrativa es casi siempre autobigráfica. Lihn compartió
ese foro con Edwards y señaló que los poetas chilenos,
Mistral, Neruda, Hidobro y De Rokha en su tiempo no tuvieron parangón
con la narrativa chilena.
Además de la casa derruída, en demolición, donde
se reunían los poetas y artistas chilenos, ¿qué
más habrá motivado, inspirado a Edwards? ¿Estará
entre estos tips Los Detectives salvajes, la obra iniciática
del celebrado narrador chileno, Roberto Bolaño? Edwards, admirador
de Bolaño, es narrador. Bolaño es poeta devenido novelista.
Ambos, amigos y admiradores de Lihn. ¿Narrativa en tierra de
poetas?
Este año edité con fecha 2007, Los
Poetas de Chile, un historial poético, personal,
lúdico, vivencial, de 36 poetas que forman parte de la obra gruesa
de la poesía chilena, aunque faltan de antes y después,
viejos y jóvenes. En una de las partes del libro incluyo homenajes
y entre estos uno a Enrique Lihn, a quien conocí y recuerdo con
agradecimiento y afecto. Algo hizo por todos nosotros, que Lihn no sólo
fue y es un extraordinario poeta, sino personaje de novela y de nuestra
historia poética.
Lihn se fue
Lihn se fue
en el pájaro sediento de la palabra.
Hizo gárgaras con la poesía,
tragó amargo el flaco
con la Junta en vida y muerte.
Ahora, su resurrección
fue la palabra,
el vómito helado y sangrante
de sus malos días malos,
la bocanada de la muerte.
Aire seco, Lihn se despide
aniquilado
en una pieza oscura
de la calle Passy
Rolando Gabrielli@2007
Fragmento de La casa de
Dovstoievsky
Ya se hablaba del Poeta hacia fines de los años 40, por el 48
o el 49, quizá un poco antes, en la época de los radicales,
de González Videla, de la Ley Maldita, en un Santiago donde todos
nos encontrábamos en las cuatro o cinco manzanas del centro y
en sus alrededores, en el Parque Forestal, en el Cerro Santa Lucía,
y donde se empezaba a representar en salas pequeñas el teatro
de Jean-Paul Sartre, Huis clos, Les mains sales, o el Calígula
de Albert Camus. Veíamos bajar al Poeta, ¿Alberto, Ernesto?,
por la escalinata carcomida de la Escuela de Bellas Artes, poniendo
el pie en cada escalón con una especie de lentitud cuidadosa,
como si dudara antes de ponerlo, y mirando el paisaje por encima de
las cabezas de los demás, ensimismado, distraído, ostentosamente
ajeno a todo, con su gran cartapacio de dibujo debajo del brazo. Los
poemas suyos solían aparecer en las revistas universitarias de
entonces, en Claridad, en Juventud, en una que se llamaba Nuevo Extremo,
Extremo Sur o algo por el estilo, e incluso en la revista Pro Arte,
que se había mantenido durante algún tiempo y que había
dado a conocer a poetas como T. S. Eliot, Ezra Pound, César Vallejo,
entre muchos otros. A menudo, el poema en cuestión estaba ilustrado
por algún dibujo suyo, por ejemplo, un autorretrato grotesco
a lápiz o a tinta china: un personaje con su misma cara, con
su melena ensortijada, pero con ojos desorbitados, con escamas, con
largas extremidades, uñas en forma de garras en las manos y en
los pies, además de una joroba naciente. Eran, para decirlo de
una manera suave, autorretratos bestiales, seres vagamente parecidos
a él, pero que salían de las alcantarillas o de las catacumbas.
Y casi todos teníamos la sensación, en aquellos años,
de que algunas de las personas que nos rodeaban habían salido
del subsuelo. Era una intuición vaga, pero que le daba un tono
al ambiente, a las conversaciones, incluso a las risotadas que estallaban
de cuando en cuando.
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.