Después
del 11 de septiembre de 1973, el mundo se inundó de chilenos
exiliados y deportados con la letra L en sus pasaportes. Todos los oficios
y profesiones, edades y sexos. Continentes, países, ciudades,
pueblos, las geografías y los climas más diversos recibieron
a los chilenos. Se escribió en la nieve, en el mar Caribe, la
palabra solidaridad y en muchos idiomas imborrables.
Desde autores de cine a la poesía,
teatro, pintura, música, todas las artes que tuvieron parte en
Chile, abandonaron el país, como hormigas que iban a construir
sus hogares en otras tierras. Algunos fueron doblemente silenciados
por la dictadura, muertos en vida o realmente muertos físicamente.
La muerte de Neruda marcó el fin de algunas cosas y el inicio
de otras, en la poética chilena. Neruda, el vate, se convertiría
no sólo en un referente casi sagrado, sino en una animita, en
un icono del desamparo, la precariedad, un alma en pena que venía
a socorrer a los más pobres y fieles. Una legítima estampa
de la ‘religiosidad’ chilena por su obra y el personaje
sacro, mítico, irrepetible e irremplazable.
(Años después, el azar me puso a conversar con mi Musa
y hablamos de Neruda con nuestras respectivas distancias y pasiones.
Coincidimos en el talante y talento del poeta. La Musa me confesó
su admiración incondicional por el poeta. Coincidimos en tres
o cuatro cosas fundamentales. Pasó el tiempo y el tema era recurrente
como las coincidencias nos unieran paso a paso, porque la poesía
tiene una sola larga punta cuando dos se encuentran. La Musa se reconoció
tiempo después, hambrienta de poesía. Llegó a decirme
que yo era su Neruda, porque estaba vivo. No quise discutir esa noche
y en otros días tampoco, por cabala. Aposté a Ella y sigo
apostando por su amor, generosidad, entrega, compromiso, magia indiscutida.
La poesía sigue brotando de su corazón y desgranándose
de sus dedos. Siento que la arena de las playas y desiertos, le pertenecen).
En los setenta y ochenta, el Cono Sur se vio vuelto en llamas: Chile,
Argentina y Uruguay.
El tiempo siempre transcurre, es algo inevitable, sucede, pasa y en
algún momento la realidad se modifica, sacude los viejos hechos
de sus solapas y surge una nueva historia. Los poetas, narradores y
periodistas escribieron su historia fuera de Chile. Los cineastas, pintores,
músicos, documentaron sus días y la realidad que vivieron,
vieron, sintieron, escucharon.
Surgieron no pocos productos y subproductos de esta nueva historia,
que escribió, contó, relató, cantó, pintó
y mostró la diáspora de sí misma al mundo. No sé
cuántas páginas se escribieron, cuanta tinta nueva cruzó
los mares o se quedó en un cuarto de provincia o de alguna universidad.
Pero basta con saber que más de alguna vez se escribió
la palabra soledad, para saber que el abecedario estaba completo, como
un rompecabezas mudo, solitario, inmóvil.
El tiempo puede ser eterno, pero no el humano, ese que camina al lado
de nosotros, con nuestros propios pies y se asolea en alguna parte del
hemisferio o ve caer la nieve, como si el silencio se olvidara de sí
mismo.
La dictadura bajó el telón oficial, la carpa cerró
sus puertas y algunos regresaron, inclusive los poetas. Se recicló
la vida en el nuevo Chile, hay quienes se adaptaron y otros ‘volvieron
a regresar’. La atmósfera no era la misma, los signos más
y menos quizás habían cambiado de orden o ya no existían.
La ecuación perfecta del olvido, el país había
perdido la memoria y el verso de Lihn parecía escrito para el
viento: El horroroso Chile.
La diáspora histórica cesaba aparentemente con el fin
de la dictadura y el retorno de la democracia protegida y de quienes
ya no cargaban la letra L en sus pasaportes.
En Chile existe tradición de
los poetas que abandonan el país, Gabriela Mistral, Humberto
Díaz Casanueva, Rosamel del Valle. Neruda y Huidobro van y vienen.
El mismo Lihn viajó tardíamente por ciudades en tránsito.
A Jorge Teillier yo lo veía desplazarse por las calles de Santiago
como un viajero de provincia con las manos llenas de poesía y
una sed incontenible.
Después del 11, el éxodo tomó características
bíblicas, se quedaron Parra, Lihn, Teillier, Rolando Cárdenas,
Juvencio Valle, Eduardo Anguita, Miguel Arteche, Manuel Silva Acevedo,
Jaime Quezada, Floridor Pérez, José Cuevas, Braulio Arenas
etc. Los menos sobrevivieron a Pinochet.
El retorno se hizo denso, espeso, difícil, imposible. La diáspora
se quedó con algunas alas, en Estados Unidos, Francia, Argentina,
Panamá, Canadá y posiblemente otros países, como
España, Australia, Perú. Roberto Bolaño se detuvo
por fin en el Mar Mediterráneo.
Seguramente en otros países se sienten los negros goterones de
la poesía del exilio permanente y definitivo. Poetas más
o menos, me refiero a Oscar Hahn en Iowa City, David Rosenmann-Taub,
Estados Unidos, Efraín Barquero, Marsella, Francia, Germán
Carrasco, Buenos Aires, Argentina, Waldo Rojas, París, Oliver
Welden, Tennessee, ahora España, Rolando Gabrielli, Panamá,
Hernán Lavín Cerda, México, Jorge Etcheverry, Canadá,
Javier Campos, Estados Unidos, etc. Deben haber más poetas, porque
en Chile se cumple el viejo adagio de levantar una piedra y surge un
poeta. Si la geografía deslumbrante, si la tragedia, si la melancolía,
la tradición, la historia, la nostalgia, el Sur, sí el
amor, se escribe poesía dentro de la garganta, desde las vísceras
de Chile, entrañas de su cordillera, profundidades marinas, del
paisaje árido del desierto o simplemente en Santiago, capital
de qué, como se pregunta Gonzalo Rojas. También se hace
poesía a partir del desaliento, olvido, del paisaje personal,
desde lo inefable, de lo nuevo que nunca termina por conocerse. La poesía
es encuentro.
La mano de la poesía viene
de todo lo que no se tiene, quizás lo perdido, lo maravillosamente
desconocido, ese momento casi absoluto de lo inefable. La poesía,
cuerpo del delito de su tiempo, mi solitaria manía de cortar
las palabras. Poesía, querida, no bajes la guardia, tú
y yo somos más que palabras. ¿Sabías, pregunto,
qué el azar es tan nuevo como el alba? Una señal y se
abre el poema. Transparente, vieja campana del sueño, luz del
trigal doblemente amarillo, vereda en el simple ejercicio de los pasos.
La poesía es este caño ruidoso, vacío, decolar
de una sola gota y el poema respira, respira, hace verano.
La diáspora boxea con sus propios
guantes y con los años, cuando todos se han ido, este ejercicio
va por dentro, es como hacer sombra dentro del poema. El instante, lugar
más amado puede permanecer oscuro, secreto, como las palabras
que siempre dicen algo nuevo. ¿Cómo encontrar el camino
en la página rota? ¿Se escribe de adentro hacia afuera
o el rostro del poema golpea la página en blanco? ¿Quién
ve primero a quien, la palabra o la realidad, al poema? Nada más
secreto que el poema que sólo se reconoce asimismo cuando llega
la última palabra, aunque sólo se revelará ante
el lector.
La diáspora de la poesía
chilena del siglo XXI, diseminada en Europa, Norteamérica, América
latina, principalmente, de una u otra manera se vincula a Chile, casa
matriz de los poetas, a través de ediciones de algunos de sus
libros, visitas de los poetas al país, recitales, correspondencia,
antologías, y los que más parecieran aproximarse a Chile
son los profesores Hahn y Rojas, y desde luego Carrasco, que está
en Buenos Aires, y abandonó más recientemente Chile. Gonzalo
Millán es uno de ellos, la lengua de la casa es vital para su
poesía, y él, por eso abandonó principalmente Canadá.
Barquero hizo un intento por regresar y se ‘regresó’,
valga la redundancia, a Marsella, porque no encontró nada para
él en el Chile nuevo, a pesar de ser de los poetas más
chilenos de la diáspora. Sé, tengo noticias de todos ellos,
por sus poemas, alguna correspondencia y libros que de tarde en tarde
llegan a mis manos, o textos que circulan en Internet.
Hahn, aunque vive por más de dos décadas en Estados Unidos,
su lenguaje mezcla a renacentistas españoles con la lengua popular
chilena, ‘chilenismos’, y lo convierte en uno de los poetas
más chilenos. Su poesía no tiene fronteras, o tal vez
una, la propia poesía, el lenguaje, su atmósfera cargada
de sentido. Barquero, como Hahn, son dos poetas que salieron de Chile
con una obra hecha y ambos son los más firmes candidatos para
el Premio Nacional de Literatura del 2008. Poeta esencial de la lirica
chilena, de lo cotidiano, y también existencial, donde la palabra
se apodera de un muro invisible. Arte vida, tituló Barquero y
Arte de Morir, se llama un libro de Hahn. David Rosenmann-Taub, es el
más experimentalista de todos quizás, aunque su poesía
siempre está en búsqueda de algo más allá,
en el límite, donde la memoria y el silencio parecieran compartir
un mismo camino. De Rosenmann-Taub, se han dicho todos los calificativos
posibles para elevar a un poeta a las galaxias, y su poesía responde
a un profundo pozo de la infancia iluminado por un presente cuya memoria
se desgarra. Waldo Rojas, poeta reflexivo, del lenguaje y de lo inefable.
En el centro de un cuarto, el cielo raso y la realidad absorben en un
mismo espejo su poesía. Fiesta del lenguaje, sonoridad de la
palabra, doble cerradura de la realidad. Rojas disfrutaba apasionadamente
la literatura francesa en Chile y quizás ya vivía en París
por aquellos días. Oliver Welden, había desaparecido de
Chile y de la faz de la tierra. Escribió un libro a los 22 años,
Perro del amor, verso nerudiano, y desde la ciudad de Arica, se esfumó
tan lejos como pudo de su propia realidad y después vino el silencio
y un mar de especulaciones. Oliver apareció un día, vivía
en Tennessee, en el Sur profundo de Estados Unidos.
Para el azar también está Internet, ubicua zarina global,
trotaconventos, celestina del alma y del alba, divina señora
de todas las catedrales, espejito mágico del porvenir.
Perro del amor es un libro personal, el yo del autor, su pasado pesando
en el presente inmediato, arrastrando la memoria con las vivencias del
dolor, el gozo y con la ironía chilena que muestra los dientes
sin que éstos se vean. Germán Carrasco, es el que menos
conozco de esta diáspora, el más joven y crítico
del neo Chile. Partió de Chile recientemente, según nos
cuenta, porque su novia vive en Buenos Aires y no encontraba lo que
buscaba en su país. Carrasco despotrica sobre el Chile provincial,
marsupial, diría yo, ese que se fagocita en la bolsa del cangurú
y se entretienen con su pequeño ombligo universal. (Ver desde
afuera, no es lo mismo que mirarse por dentro y no ver) Habla de las
patotas literarias, oficialismo, culto a la personalidad poética,
de las becas universitarias y de los premios fabricados. Se ejerce desde
el canibalismo la literatura y poesía de la exclusión.
Carrasco apunta a los infatigables herederos del sillón de Neruda.
¿Qué dirá Parra puesto en el trono de la poesía?
Cada poeta con su guitarra, es lo que digo. La poesía no tiene
una casa matriz, no es cara de una sola moneda, ni ojo de una sola cara.
Tampoco hija de una sola Parra. La poesía no es lo que se ve
y toca, sino lo que aparece en la palabra.
DÉJAME APÁTRIDA
Déjame apátrida,
sin sombrero,
iluminado por el estiércol de la primavera,
brillar, brillar del sol,
luz amarilla,
no hay tiempo para la poesía,
Oh magnífico astro dorado
reflejas el mar
en la ciudad de cristal,
la que me guía con su traje blanco
aunque está muerta con su comercio cerrado,
sin mercancías, un sábado de septiembre
en el día del perdón.
El griego de la librería no perdona la fecha
y se mofa de los comerciantes,
porque no leerán a Proust, dice
y nos reímos.
Hemos perdido el tiempo Marcel quizás
haciendo literatura
y es tan probable todo
que no existe la menor certeza que ocurra,
un tiempo que no hace justicia a la historia,
una época digital
que no se averguenza de su imagen.
EN NOMBRE DE LA POESÍA
En nombre de la poesía
se erigen estatuas al viento
y la poesía inmóvil en un parque
de palomas muertas
comulga con el endiosado
olvido de las palabras.
La tarde se despeja
con sus botellas vacías,
el alcohol humedece
las horas baldías.
Un poeta es una sombra,
nada más,
la palabra
que aún no ha nacido.
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.