Lecturas
paranoicas y métodos obsesivos de interpretación
Observaciones hermenéuticas preliminares.
Vivimos un momento no sólo sospechoso sino también generador
de otras tantas incertidumbres, como las que recaen sobre los procesos
significativos. El escepticismo postmoderno, descree radicalmente ya
no -como es obvio- de la verdad, sino de la posibilidad de interpretaciones
validas o más bien validadas de acuerdo a un criterio externo
o distinto a la ficcionalización de los relatos.
Sólo caben sobré interpretaciones, lecturas intencionadas
y maliciosas de los textos. Borges sugería leer 'La Odisea' o
'La Imitación de Cristo' como si la hubiese escrito Céline.
Propuesta espléndida, estimulante y muy realizable. Y sobre todo
creativa, porque, de hecho, supone la producción de un nuevo
texto (así como el 'Quijote' de Pierre Menard es muy distinto
del de Cervantes, con el que accidentalmente concuerda palabra por palabra).
Además, al escribir este otro texto (o este texto como Alteridad)
se llega a criticar al texto original o a descubrirle posibilidades
y valores ocultos; por otra parte, ciertas novelas se vuelven más
bellas cuando alguien las cuenta, porque se convierten en 'otras'novelas.
El texto soporta muy bien este uso, que no entraña pérdida
de la capacidad de entretenimiento de la fabula ni del gusto
cuando, al final, se descubre al asesino. Pero tomemos después
'El proceso', de Kafka y leámoslo como si fuese una historia
policíaca.
La representación virtual acentúa este clima de interpretaciones
sospechosas o de sospechas sobre las interpretaciones mismas, lo que
-paradojalmente- de todos modos son formas de sobreinterpretación
o interpretación paranoica.
La
realidad virtual genera estas lecturas -que más bien pueden llegar
a parecerse a emplazamientos militares - en tanto se está como
en el cartesianismo, en una actitud táctica, esto es, instalada
en la precaución, más preocupada de no errar que de dar
con una verdad. El escenario que promueve tales recaudos es el de una
cultura constituida por todo tipo de procesos de hibridación
ver así como por una intelectualidad nómade, por múltiples
articulaciones discursivas surgidas desde los desplazamientos hipertextuales
que ya se han tornado invisibles, precisamente por su cotidianidad.
Desde el zapping a la navegación por la red, navegación
donde acontece todo tipo de naufragios, siendo responsabilidad de la
filosofía -dado el equipamiento del que dispone - conformar un
equipo de socorristas. Si no es posible interpretar o, lo que es lo
mismo, puede interpretarse al infinito y desde el ángulo que
a uno le plazca.
Las sospechas a este respecto son razonables, si se tiene en cuenta
que la cultura actúa como una cadena de textos que por una parte
se instruyen mutuamente y, por otra, están en desplazamiento
constante. Lo anterior no debiera conducirnos a esperar que el intelectual
posea un conjunto de competencias enciclopédicas, así
como habilidades de avezado navegante de estos mares tormentosos -llenos
de afluentes - sino, más bien, una clara conciencia de la insalvable
inserción contextual de todo significado, sea éste el
de una obra de arte o de una teoría física, y el consiguiente
concurso simultaneo de una red de 'interpretantes'. Sin embargo, he
aquí mi preocupación, no hay que inferir de la infinitud
de semiosis que no existan criterios para una lectura correcta, esto
es que se haya clausurado la posibilidad de toda hermenéutica.
O es que las interpretaciones se consolidan a partir de los códigos
preexistentes. Estos criterios, desde luego, se debaten en el terreno
ideológico pues, llegado el momento de establecer el sentido
que será reconocido o validado, necesitamos apelar forzosamente
a la calidad y rigor del detentor de la interpretación más
autorizada, así como, posteriormente a la economía y belleza
de la explicación.
Profundizando estas observaciones hermenéuticas, fundamentaré
el valor cognoscitivo de la ficción a través de la puesta
en escena de algunas sobreinterpretaciónes, interpretaciones
sospechosas o lecturas paranoicas, que no es algo muy distinto de lo
que realizan ciertos historiadores y críticos culturales para
aproximarse a sucesos históricos, indagando no sólo en
los hechos documentados, sino en el modo en que ciertos personajes se
instalan en el inconsciente colectivo de una sociedad, generando todo
tipo de interpretaciones paranoicas -más aun si estas imágenes,
constituidas en arquetipos al modo de Jung, vehículos
iconográficos de un método obsesivo de interpretación.
Lecturas
paranoicas o métodos obsesivos de interpretación
En la interpretación paranoica o sobreinterpretación histórica
a la luz de la de la psicología profunda se deslizan sutilmente
aspectos del ámbito de las indagaciones históricas tradicionales
al terreno más especulativo del ficción narrativa o la
historia novelada, donde como he señalado, se pueden obtener
perspectivas de ángulos antes imposibles, antes del diseño
de este nuevo escenario, que no es otra cosa que un campo de proyección
de la experiencia, un laboratorio conceptual, un gran simulador. Mañana
toda ciencia no será sino ciencia ficción o dicho de otro
modo, caeremos lucidademente en la cuenta que todos la pretendida objetividad
científica, con la imparcialidad -descompromiso e imparcialidad
que se atribuye- no es otra cosa que una gran ficción, develándose
así algo que todos -de un modo u otro sabíamos- a saber,
que toda explicación es una ficción, una narración,
un arreglo del mundo desde nuestros particulares intereses vitales,
desde nuestra toma de posición en el mundo; una construcción
que siempre ha tenido como eje el deseo, el deseo que esta a la base
de toda teoría. De ahí la importancia de la honestidad
del artista que sabe que su obra es producto de su inventiva y no encuentra
otro punto de arraigo que su sensibilidad, imaginación y voluntad
expresiva. Esto que afirmo ha sido ya sugerido por Feyerabend cuando
señalaba que las ciencias o las artes, o si se quiere, la lógica
y la estética, no son ámbitos separados [o separables],
es decir, cada una de ellas no constituye un dominio propio, sino que
se entrecruzan en su actividad. De modo que hoy es posible -y necesario-
hablar de la creatividad científica y del pensamiento que penetra
la obra de arte, esto es, que la examina y es capaz de dar cuanta de
su naturaleza expresiva.
Interpretación
y Sobre-interpretación
El fenómeno de la sobre-interpretación es propiciado por
nuestra tendencia natural a pensar en términos de identidad y
semejanza. Actuamos así porque cada uno ha introyectado un principio
incontrovertible, a saber que, desde cierto punto de vista, cualquier
cosa tiene relaciones de analogía, contigüidad y semejanza
con todo lo demás. Pero la diferencia entre la interpretación
sana y la interpretación paranoica radica en reconocer que esta
relación es mínima y no, al revés, deducir de este
mínimo lo máximo posible. Para leer el mundo y los textos
sospechosamente, es necesario haber elaborado algún tipo de método
obsesivo. La sobreestimación de la importancia de los indicios
nace con frecuencia de una propensión a considerar como significativos
los elementos más inmediatamente aparentes, cuando el hecho mismo
de que son aparentes nos permitiría reconocer que son explicables
en términos mucho más económicos.
Los textos deben ser leídos - de acuerdo a esta perspectiva -
a la luz de otros textos, personas, obsesiones y retazos de información.
'Sólo se puede cotejar una frase con otras frases, frases con
las que está conectada mediante diversas relaciones inferenciales
y laberínticas' [Nota
1].
La cultura actuaría entonces como una cadena (red) de textos
que instruyen a otros textos. Confirmando la antigua sospecha de los
cabalistas, ante la vertiginosa deriva, ante el desplazamiento permanente,
ante la sobre-interpretación. En cuanto un texto se convierte
en 'sagrado' para cierta cultura, se vuelve objeto de un proceso de
lectura sospechosa y, por lo tanto, de lo que es sin duda un exceso
de interpretación.[Nota
2]
Así como he señalado, esto también acontece con
las interpretaciones de la Biblia, en lo que constituye el nuevo
index del cristianismo, y también -de modo principal- en la exégesis
judía, el antiguo canon, donde se ha practicado con predilección
el género del comentario. La exégesis judía da
cabida a glosas de las Sagradas Escrituras, que generan asimismo otros
comentarios, en un interminable proceso de despliegue textual. La prolijidad
de los comentarios talmúdicos, la persistente presencia del texto
central en las glosas marginales, así como su refinamiento filológico,
caracterizan un tipo de escritura que ha hecho su aparición en
la literatura moderna donde ha adoptado una forma secular, aunque no
por ello menos comprometida existencialmente con los problemas de la
culpa, el pecado original y la ley.
Aquí me permito otro breve excursus. En la mayoría de
los ejemplos habidos en la literatura moderna y contemporánea,
la interpretación supone una hipócrita negativa a dejar
que la obra de arte hable desde y por sí misma. Al reducir la
obra de arte a su contenido para luego interpretar aquello, falseamos
o, si se quiere, domesticamos la obra. La interpretación hace,
así, manejable y maleable el arte.
Este filisteísmo de la interpretación es más frecuente
en la literatura que en cualquier otro arte. La obra de Kafka, por ejemplo,
ha estado sujeta a secuestros en serie por no menos de tres ejércitos
de intérpretes. Quienes leen a Kafka como alegoría social
ven en él ejemplos cínicos de las frustraciones y la insensatez
de la burocracia moderna, y su expresión definitiva en el estado
totalitario. Quienes leen a Kafka como alegoría psicoanalítica
ven en él desesperadas revelaciones del temor de Kafka a su padre,
sus angustias de castración, su sensación de impotencia,
su dependencia de los sueños. Quienes leen a Kafka como alegoría
religiosa explican que K. intenta, en 'El castillo', lograr el acceso
al cielo; que Joseph K., en El proceso, es juzgado por la inexorable
y misteriosa justicia de Dios.
La escritura de Kafka es un permanente comentario sobre sí misma,
la pregunta contenida en la pregunta, la declaración de la radical
insustancialidad del lenguaje. Kafka, es en sí mismo un cruce
de lugares, ya que si bien es un claro depositario de la escuela del
comentario y la textualidad talmúdica del laberinto, esta a la
base de todas las vanguardias no sólo artísticas sino
en sus manifestaciones más diversas, como la filosofía
epigramática de Wittgenstein, la física de Heisenberg,
las teoría del caos -el teorema de la incompletitud-, o en la
plástica desgarrada del expresionismo de Bacon, o en las autodestructivas
acciones de arte -performance de riesgo artístico terminal- de
Josep Beuys.
Otra
obra que ha atraído a los intérpretes es la de Samuel
Beckett. Los delicados dramas de la conciencia encerrada en sí
misma de la Obra de Beckett -reducidos a un minimalismo sin concesiones
- inmovilizados físicamente - son leídos como una declaración
sobre la alienación del hombre moderno, un testimonio más
del nihilismo y las psicopatologías de la modernidad tardía
Situados en el ámbito de esta escritura hipertextual en la que
corremos el riesgo de perder al autor subsumido por el texto, extraviado
por el laberinto o escindido en los constantes y expansivos comentarios.
Aquí estamos ante la idea del texto como tejido en perpetuo urdimiento,
en una glosa de crecimiento exponencial, que confiere al texto un grado
de alejamiento y destierro donde el autor se pierde a sí mismo
en esta empresa imperialista donde pronto queda situado en una un lugar
sin nombre, en el extravío más allá de la frontera,
en un lugar remoto donde deambula como un exiliado que se confunde con
la multitud sin rostro.
Intencionalidades ocultas e interpretaciones sospechosas. Una relectura
de Freud y el psicoanalisis
La prosecución de intencionalidades ocultas ha movido a todos
los escritos y prácticas del psicoanálisis desde Freud
hasta hoy; pero sin reparar en los límites que debería
tener la técnica de la asociación libre, principio articulador
del que depende.
A este respecto Wittgenstein cuestionaba la arbitrariedad y mera convencionalidad
que caracterizaba la praxis del psicoanálisis, y las metáforas
de las que se valen las corrientes psicológicas y psiquiátricas
para validar sus teorías ante la comunidad científica.
En cuanto al procedimiento de las cadenas asociativas, cada unidad en
la cadena puede convertirse en el punto de partida de un conjunto ilimitado
de relaciones. Por lo que la decisión del analista de interrumpir
la progresión de recuerdos y connotaciones que se despliega es,
en una palabra, arbitraria.
El
problema radica en la creencia de que 'la siguiente asociación
ya no dicha, o la siguiente serie de imágenes habría podido
ser la crucial, la clave para hallazgos más profundos' [Nota
3]. Esta situación comporta dos problemas: uno que
ya esbozado por Wittgenstein cuestiona las metáforas que el psicoanálisis
no trata como tales, y que ciertamente son útiles para la comprensión
de ciertos fenómenos, pero que no deben ser entendidas dogmáticamente.
El otro problema dice relación con la práctica terapéutica,
aquel es el de establecer un límite bien fundamentado a la asociación
libre; cuestión que, al parecer, es insoluble. Siempre se puede
decir algo más sobre las experiencias de la vida, por lo que
la lectura en profundidad se convierte en una posibilidad que obsesiona
y extralimita los procesos de interpretación, incurriendo, con
ello en un flagrante caso de sobreinterpretación.
Aquí no es difícil notar la similitud de los escritos
de Freud con la exégesis rabínica. En la libre asociación
el descubrimiento de un significado real que pueda tener alguna patología,
es exiliado por la profusión de relaciones que pueda tener con
otros significados. La creencia de que siempre se puede ir más
a fondo produce una diseminación de la experiencia que puede
terminar por fragmentar al sujeto, amparados bajo el supuesto de que
es necesario descubrir más y nuevos estratos del inconsciente
para así realizar una lectura certera.
El mismo Freud ya había advertido algunos de los excesos que
se podían cometer, y se estaban cometiendo en el psicoanálisis.
'En su artículo Análisis interminable y terminable intenta
enfrentarse a este dilema. Reconoce que el proceso psicoanalítico
de asociaciones verbales no tiene fundamento teórico, y que la
única respuesta razonable es pragmática y profesional'
[Nota 4], únicamente
una cuestión de praxis. 'Es característica de la indiferencia
de Freud con respecto a la naturaleza del lenguaje mismo, siendo el
lenguaje la materia prima y el instrumento exclusivo de todo psicoanálisis
freudiano' [Nota 5].
Esto nos ayuda a advertir una cierta disociación que habría
entre la teoría psicoanalítica y su práctica terapéutica;
y también a concebir al psicoanálisis como una teoría
de la cultura y el hombre que reflexiona desde el cuerpo como centro
de gravedad de la existencia, donde comparecen todas las determinaciones
mentales, emocionales y físicas en una sola unidad.
Ahora
bien en su aspecto negativo la praxis del psicoanálisis 'se ha
convertido en una institución burguesa' [Nota
6] como ir a la universidad, asistir a las piezas teatrales
de Broadway, ver televisión y concurrir a los grandes centros
comerciales a cumplir con los rituales del consumo; consumo en todo
orden, desde hamburguesas hasta el último film de moda. 'El tratamiento
psicoanalítico no pone en tela de juicio a la sociedad, nos devuelve
al mundo algo más capaces de soportarlo y sin esperanzas. De
este modo, el psicoanálisis se entiende como antiutópico
y antipolítico' [Nota
7]. En tanto intenta moldear al individuo a la sociedad para
entregarlo algo más dócil y sonriente.
Si nos preguntamos, ya profundizando nuestra lectura crítica
del psicoanálisis como institución burguesa, el porqué
del empeño pertinaz del psicoanalista en convencer al obseso
religioso, al militar histérico o al fóbico padre de familia
de que su Dios severo, su general inmortal y su hijo perverso no son
sino figuras distorsionadas de papá, si nos preguntamos por las
credenciales o omnipotencia del paralelismo familiar, por la pervivencia
del poderoso modelo paternal, podemos apuntar un hecho que, sin proporcionar,
desde luego, una respuesta, sí puede introducirse como curiosidad
ilustrativa: el modo en que ese modelo regía en la sociedad psicoanalítica,
el reparto de anillos y consignas entre los terapeutas vieneses a la
muerte de Freud. No se puede descartar que una de estas consignas hubiera
sido la de reducir y extender todos los delirios al marco de las significaciones
paténtales, y su secuela.
Un trabajo de capital importancia [Nota
8] ha sido dedicado al estudio de esa secuela por Deleuze
y Guattarti, y es un tema que rebasa por completo los límites
de lo que quisiera ser este texto.
Diremos sólo que el psicoanálisis pisa un terreno peligroso,
un terreno donde 'la Medicina se convierte en Justicia y la terapia
en represión' [Nota 9].
Justicia y represión que han sido constantes en el tratamiento
de la (enfermedad mental y que tienen un carácter similar en
el psicoanálisis científicas) en cuanto a motivaciones;
porque no hablamos sólo del tratamiento dado a la enfermedad
desde el punto de vista clínico, sino del tratamiento desde el
punto de vista de la teoría científica.
La psicosis ocupa respecto del psicoanálisis el mismo lugar del
escollo que el problema del Estado en el marxismo. En ambos casos la
coletilla es la burocratización, el culto a la personalidad -frase
que aplicada a la psicoterapia analítica adquiere un sentido
lúcidamente nuevo-, la dogmatización del método
y su infección del liberalismo. Es esa ponderada (humanización)
de la locura lo que obliga a la Medicina justiciera a instaurar una
terapia represiva.[Nota 10]
Desde la erradicación territorial hasta la codificación
científica, pasando por el confinamiento, el loco ha recorrido
un largo camino de fiscalización de la razón contenida
en un código penal implícito, esgrimido con una finalidad
relevante para los controles de la cultura; y el psicoanálisis
ha sido incapaz de rebatir la tradición, no tanto por lo precario
de su innovación como por lo desgraciado de su restauración.
Conceptos como posesión demoníaca, enfermedad mental,
o esquizofrenia, nos hablan de una sociedad, de una civilización
y de una cultura, de sus temores y de sus ambiciones, pero en absoluto
dicen nada sobre la persona del enfermo, y mucho menos sobre lo específico
de la enfermedad.
Nota 1: RORTY, Richard, "El Progreso
del Pragmatista", en Interpretación y Sobreinterpretación,
Umberto Eco, ED. Cambridge University Press, Madrid, 1997, Cáp.IV.
Nota 2: ECO, Humberto, Interpretación
y Sobreinterpretación, ED. Cambridge University Press, Madrid,
1997, p.59.
Nota 3: STEINER, George, Presencias reales,
Editorial Espasa calpe, Buenos Aires, 1993, p.63.
Nota 4: Ibid. p. 63
Nota 5: Ibid. p. 63
Nota 6: SONTAG, Susan, Contra la interpretación
, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 1996, p. 333
Nota 7: SONTAG, Susan, Contra la interpretación
, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 1996, p. 333
Nota 8: DELEUZE y GUATTARI, La sagrada
familia. En PARDO, José Luis, Transversales. Texto sobre textos.
Editorial Anagrama, Barcelona España, 1977.
Nota 9: FOUCAULT, Michel, Historia de la
locura en la época clásica. Editorial Fondo de Cultura
Económica, México, 1967.
Nota 10: PARDO, José Luis, Transversales.
Texto sobre textos. Editorial Anagrama, Barcelona España, 1977,
p. 110.