Antes que le lloviera la fama tardía
y merecida a Roberto Bolaño, suponía que a los miserables
restos de gloria que se le pegaban junto a los tramos finales de su
fuerza física, estaba la nunca bien concluida metamorfosis del
poeta al narrador. Bolaño era un poeta ‘desconocido, sin
universidad’, y tenía el rótulo de ‘poeta
chileno’, país de poetas. (Sólo nombro a Gonzalo
Millán y a Oscar Hahn, para no ir a las llamadas vacas sagradas
de ayer, ahora y siempre.) La prosa no se devora ni traga como una boa
a un poeta que siempre se la jugó por la poesía y literatura,
pero lo puede poner en el mercado. En nuestra época, la prosa
narrada en el género novela es la vedette y el infrarealista
poeta autor de Los perros románticos y La Universidad desconocida,
libro post mortem este último, no habría dado vuelta la
gran página de la escritura si hubiese permanecido aferrado a
su poesía. Bolaño escribía los gérmenes
de cuentos en su poesía narrativa y era cuestión de tiempo
que cambiara de género, por decirlo de una manera prosaica. Hizo
historia cuando ocurrió ello.
Los poetas sobreviven en la marginalidad y orilla del mercado lector,
pueden llegar a ser autores de culto, siempre restringidos, voces ‘secundarias’
en el escaparate mediático, detrás y lejos de los rockeros,
pintores, narradores, artistas de cine, animadores de TV, políticos
de ocasión, futbolistas, modelos, conejitas, y vendedores de
alguna pomada, terroristas, encantadores de serpientes y mesías,
ilusionistas a tiempo completo.
La poesía no es negocio/La
poesía no negocia/El negocio de la poesía/son sus palabras
nuevas/luminosamente usadas, oscuras/imposibles, desconocidas/siempre
verdaderas/lenguaje intransable /Poesía no subastada//pública
y privada/sin dueño/ con duende/Palabra sobre palabra/el poema
tiene un peso específico/como el aire/que tú respiras/cuando
escribo estas palabras. /RG).
Bolaño, no sólo escribía y vivía la poesía
con sus pares transgresores mexicanos, los desafiantes infrarealistas,
que probablemente para la intelectualidad como Octavio Paz y el consagrado
establecimiento cultural mexicano, no sólo eran parias, sino
lúmpenes, poetitas menesterosos de la palabra. Incorregibles,
inútiles canallitas del verbo arado en el mar. Ellos, los de
abajo, mostraban los dientes y seguramente el establecimiento se reía
a carcajadas. La poesía tiene caminos más o menos similares
en América latina, salvo algunas excepciones, hay mucho silencio,
y esas grandes figuras han tenido compañía de los escenarios,
la historia, embajadas, desde luego su gran e innovadora poética,
lucidez, y porque han abrazado la vanguardia de su propio instinto,
un nuevo lenguaje y su carne siempre le perteneció al Olimpo
por obra y gracia de su instinto y también por apoyos oficialistas.
Son definitivamente inspiradores. (¿Hoy el marketing es el dios
de la palabra?) Bolaño despreciaba, al parecer, estas dotes,
características, que las veía muy marcadas en Paz, Neruda,
a quien no le dio cuartel, aunque perdonó al mexicano finalmente.
Muchos de estos vanguardistas per se, kamikazes poéticos, poetas
biográficos, relámpagos, malditos delirantes de las tribunas
y cafés, tan necesarios, aborrecidos por la academia, abandonan
el circo de tres e infinitas pistas en que se transforma la maratón
poética llena de obstáculos. Algunos se salen de las pistas
y mueren antes de tiempo, o se hacen humo. Bolaño escogió
el camino de la resurrección e insurrección, cambió
de género, aunque nunca dejó de ser poeta, porque es una
enfermedad incurable. En España, al igual que Neruda, cambió
su vida, pero no su literatura, como el vate de Isla Negra. Curiosamente
dos poetas interesantes que acompañaron la bohemia de Neruda,
murieron jóvenes: Alberto Rojas Jimènez y Romeo Murga,
como Mario Santiago Papasquiaro, el mítico co-fundador de los
infrarealistas, (Real Visceralismo en la vida real) Ulises Lima de Los
Detectives Salvajes. Murió arrollado por un automóvil
en el DF, tal como vivió, en velocidad permanente. Imagino que
su cuerpo fue a la morgue, que conocí una noche de visita a comienzos
del 69, porque un primo mexicano, médico, laboraba allí
y las estadísticas que leí aún dan vuelta en mi
memoria como los pasillos interminables, fríos, del último
paradero de muchos mexicanos. Bolaño, ganador obsesivo y afortunado
de concursos de provincia en el Reino de España, mantuvo su impronta
como si fuera el último de los mohicanos. Alguno de sus pares
le reconocieron finalmente, y aunque decidió controlar su propio
timón, convivió como un Llanero Solitario y fue el único
que le disparó, hizo, pum, pum, al Boom latinoamericano. Solo
Mario Vargas Llosa opinó favorablemente del autor de Los Detectives
salvajes, en medio de un silencio sepulcral de las restantes estrellas
vivas del boom. Ahí ya construía su mito y disparaba con
sus balas de plata. Las raíces del mito Bolaño también
están en su fuerza poética y la historia de sus personajes
que se mueven por las ciudades del mundo. (No es suficiente el paisaje,
en literatura o estar en muchos lugares). Es un francotirador innegable
contra el establecimiento literario y son los poetas sus blancos favoritos,
al menos en sus libros, aunque tampoco se le escapó el chileno
José Donoso y otros más. Solidario con sus gustos literarios
obsesivos e implacable burlón de los que descalificaba como autores.
Esta época era una suerte de Guerra Fría, monótona,
la década más intensa de la pasión viva de Bolaño
por la literatura y la polémica, cuando tenía auditorio.
La correspondencia urgente, urgida,
perentoria, necesaria, solicitada al poeta chileno, Enrique Lihn, autor
de la magnífica Pieza oscura, resultó finalmente su tabla
de salvación, en momentos en que la asfixia le consumía
y los caminos se le habían estrangulado, coagulado en la garganta.
Al principio, relata el mismo Bolaño, la respuesta fue seca y
hosca. Conociendo a Lihn, algo que no tuvo el privilegio Bolaño,
al principio producía distanciamiento, pero después entraba
en materia como un colega, afable, lúcido, abierto, exigente
y sincero, tal como seguro respondió al desolado autor de Los
Detectives Salvajes y náufrago existencial en ese entonces. No
sabía cómo ni para donde remar. La historia está
plagada de maestros, guías, consejeros, simples y lúcidos
lectores, críticos audaces y también aduladores, mesías
de papel machè. Pound y Eliot hicieron historia, dieron un ejemplo
de humildad y compromiso. Para Pound no había amigos, sino compañeros
de juego, repetía Jorge Teillier. T S y el magnífico Ezra,
cambiaron la poesía inglesa con unas bien afiladas tijeras de
il miglior fabbro, al podar La Tierra Baldía.
Lihn, primero rechazó los poemas de Bolaño, en alguno
de mis escritos lo he comentado y posteriormente vio en ellos al poeta.
No es fácil ser objetivo, es difícil ponerse en el lugar
del poema del otro, es más complejo aún revelar lo inefable,
traducir lo invisible, poner el oído justo en el ombligo de la
poesía. Lihn era un crítico lúcido, honesto, confiable,
asertivo, no más comprometido con el lenguaje que asociaba a
sus lecturas, cultura y propio aprendizaje y modo de ver, sentir y creer
descifrar donde había poesía. Acertó el autor de
Putas asesinas de tocar la puerta del Poeta de paso, (Poesía
de paso) libro que consagró a Lihn internacionalmente (Premio
Casa de Las Americas) y que conservo su primera edición en mi
biblioteca con su dedicatoria simple y directa. Su letra neurótica,
sin pretensiones de posteridad. La caligrafía nos recuerda a
las personas, al menos a mí me sucede y si uno hace alguna memoria,
recuerda el gesto del autor.
Bolaño, de acuerdo con los
datos biográficos más confiables, leía como una
aspiradora en su cuarto en el Distrito Federal y no sòlo acompañaba
a sus amigos en la bohemia callejera en el mítico café
La Habana de Bucareli, y ejercía la poesía a viva voz
por las calles y escenarios, tertulias improvisadas, oficiales, del
DF. Tiempos sin timón aparente, en el delirio. Asonadas, descargas
de fusilería, estallido de granadas, fuego, fuego del verbo amanecer,
palabras cortadas por el filo de la navaja de los días iniciáticos,
únicos, imborrables, irrepetibles.
El mensaje de Lihn fue no correrse, como dijo Vallejo en París,
y Bolaño también cumplió. Lihn era partidario,
me consta, del tiempo completo, literatura total, cuadrar el círculo
del ejercicio poético y artístico. Fue poeta, narrador-novelista,
cuentista- ensayista lúcido, profesor universitario, director
de revistas, de talleres literarios, perfomance, amante voraz del lenguaje,
sin concesiones, y Bolaño siguió ese camino, salvo que
la patria de su literatura era América latina, aunque los libros
son de donde uno los lee y reescribe para siempre en la memoria. Las
páginas y las historias, como la poesía, habitan los cuartos
y los veranos, como las madrugadas tibias o los amaneceres fríos,
lluviosos. Es el no lugar para el lector, aunque se hable de literatura
regional, compartimente en estancos a los autores, la obra vuelve al
sitio del crimen, donde realmente la vive y recrea el lector. Bolaño
conocía ese secreto de la obra abierta, llena de historias, escrita
para un curioso y ávido re-lector, mecanismo que puso a funcionar
como un reloj con su bomba de tiempo a punto de estallar. El pertenecía
al camuflaje de lo real en la ficción de lo in-verosímil,
un espejo de múltiples caras, cual de todas más oscuras.
Construía laberintos sutiles, armaba crucigramas, trazaba rutas
paralelas, puentes sobre ríos infinitos y en el horizonte, en
algún lugar del camino puede asomar un gran y desolado desierto.
En ese inmenso espacio, vive y muere la vida. para acomodarse en las
secretas esquinas de la noche.
Le pregunté un día a Lihn por Roque Dalton, poeta que
Bolaño conoció y al cual se le refiere como un dato del
mito del autor de 2666, y me dijo sin pensarlo dos veces, que su cabeza
estaba en otra cosa, porque Dalton, aunque hizo una obra inmensa, para
Lihn, se necesitaba respirar con los pulmones de la poesía las
24 horas del día, sin distracción alguna. Según
Lihn, Neruda abandonó la vanguardia y la dejó en manos
de Nicanor Parra, para su asombro, autor del cual Bolaño se siente
algo más que deudor agradecido. Parra le dio las gracias porque
lo volvió a poner en la gloria literaria como autor de culto,
aunque el antipoeta ha sobrevivido más allá de su propia
poesía y es un maratonista de tranco largo, firme y seguro, un
verdadero corredor de fondo. Neruda y Lihn fueron narrados en Las Putas
asesinas y el vate sureño en una novela sorprendente, poco tomada
en cuenta a veces, por los críticos bolañistas, como lo
es El nocturno de Chile. Hay maestría en esas páginas,
un ambiente degradado, la ambigüedad, personajes reales en sordina,
un crítico literario famoso y vivo aún, odiado por Lihn.
Ambos autores, formaban parte privilegiada de su biblioteca privada,
como Huidobro, aunque su mujer, Carolina López, destaca que a
pesar de todo tenía a Neruda, pero, digo, es que su fantasma
es más real de lo que se puede pensar para cualquier autor chileno
y latinoamericano. En El Aleph de Borges está retratado Neruda.
El propio Bolaño lo comentó.
Bolaño y Lihn se devoraron
en su momento Las Residencias nerudianas y después se distanciaron
de él. Borges pudo ser un gran personaje literario, y lo fue
de sí mismo, pero Bolaño al parecer respetó a un
autor que siguió con particular devoción. El mismo Bolaño
es un personaje de novela, a partir no solo de su vida, sino más
bien de sus obsesiones frente a la literatura y otros autores. Su mujer,
cuenta que hablaba con los autores, separaba los libros por afinidades,
alineaba autores y de hecho se enfrascaba especialmente con los chilenos
en críticas abiertas. Solamente se detuvo cuando la enfermedad
se lo impidió y tuvo que dedicarle más tiempo a la literatura,
porque posiblemente vislumbraba un final cercano. Se habla del mito,
su impacto en Estados Unidos, que se deben estar escribiendo varias
biografías, aparecen nuevas novelas, un documental de su juventud
en México editado en España (La batalla futura), y en
ese orden, el crítico español y amigo del autor de Estrella
distante, Ignacio Echevarría, por encargo de la Universidad Diego
Portales de Chile, donde se aloja La Cátedra Bolaño, escribirá
un perfil el año entrante. Echevarría hace mitología
al creer que Bolaño se ganó enemigos en Chile entre los
intelectuales por decir que los dos mejores poetas de Chile son Enrique
Lihn y Nicanor Parra. Grandes poetas ambos, sin duda, y he escrito numerosos
artículos sobre ellos porque además los conocí
en plena creación poética, sino porque en el país
de la Mistral hay unos cuantos poetas y de distinto linaje y provenientes
de parras propias y muy diversas, lo que convierte en magnífica
la poética castellana. Los españoles solo conocen a Neruda,
no les ha interesado mayormente la poesía chilena, ni siquiera
al ídolo de Bolaño, Parra, editado en una antología
por el propio Echevarría hace unos pocos años, (Recientemente
otra de Carmen Balcells) y ya tiene 96 años. La poesía
no vende, no es materia de atención, y tal vez dos Premios Nobeles
chilenos en poesía, un Cervantes, un Reina Sofía, un Rulfo,
intimida, a más de alguno. El propio Manco de Lepanto, diría:
Cosas veredes, Sancho, en el país de Bolaño están
los molinos de viento. ¿Qué habrá bajo las piedras
de Chile?, se interrogarán los hombres de Castilla. ¿Más
poetas? La poesía chilena descansa en varios pilares y su templo
es muy amplio como el alma de cada lector. Y la palabra es polvo, desierto
de Atacama/río Bío Bío/Mapocho oscuro/ ¿tiempo
sin límite, Patagonia/o perdido, Proust?... Todos somos estudiantes,
como en el primer día de clases, profesora.
Bolaño fue más allá de sus gustos personales, criticó
abiertamente a algunos autores chilenos, especialmente narradores, especialmente
poetas. Ironizó en una respuesta a Rodrigo Pinto sobre el conocimiento
y estado anímico de la poesía y los poetas de Chile: ‘En
un país como Chile, donde hasta los expertos en poesía
no tienen ni idea de qué es un dímetro coriámbico,
resulta peligroso definirse como poeta’ La esfera de la poesía
supera la gramática, a pesar de las medidas versiculares y los
metros, ritmos y considero un poco académico este coro que aparece
expresado con lujo y detalle en el taller al que asisten Los detectives
infrarealistas super salvajes. Las normas y reglas son buenas, para
romperlas.
En su novela Estrella distante,
Bolaño afirma que la poesía chilena va a cambiar el día
que leamos correctamente a Enrique Lihn. O sea, dentro de mucho tiempo,
ironiza. De esta y otras maneras literariamente o de viva voz, rayó
la cancha con dos poetas: Parra y Lihn. Esa es y era la pasión
de Bolaño, definirse por sus autores favoritos, su apuesta en
el límite y en el hábito de la provocación. La
literatura chilena carecía de un polemista de este nivel de compromiso
con la propia literatura. Una suerte de ejercicio feroz. Morder la oreja
y enseñar los dientes. Bolaño estuvo hasta el final de
sus días arriba del cuadrilátero. Su padre boxeaba. ¿Una
herencia inmaterial? ¿O una vocación propia?
Un material interesante para estos perfiles o biografías, son
las cartas entre Lihn y Bolaño, sugerencias, aprobaciones, críticas,
opiniones, apoyos, que le salvaron la vida literaria en el momento preciso.
La literatura como un espejo biográfico frente al abismo y la
(a) ventura. Más allá probablemente de Parra, un zapador
del establecimiento, quien casi lo duplica en años vividos, y
que en algunos períodos disfrutó su propio oficialismo.
Bolaño no tuvo patria (América latina que puede ser todo
y nada), trabajó y vivió en un camping, siempre a la intemperie
literariamente hablando, y anteriormente en las calles del DF, apropiándose
de las páginas físicas, ajenas de los libros en venta
en las librerías del Distrito Federal, cuna de sus sueños
juveniles. Fue un vendimiador de su propia suerte y parra, cosechó
finalmente los frutos de su viña.
Borges se sentía honrado con el título de ‘El mito
escandinavo’, ya que su candidatura al Nobel se transformó
en una eterna ficción que nunca se hizo real. Bolaño,
que también comienza con Bo y tiene seis letras, sabía
de antemano que nunca sería Premio Nobel y posiblemente ignoraba
que se transformaría en un mito literario. Quizás el Mito
Bolaño comenzó a tomar fuerza real en Sevilla, el día
de su última aparición pública, donde recibió
todas las adhesiones, reconocimientos y afectos posibles de escritores
y admiradores. Sevilla me mata, tituló su conferencia, sus últimas
relucientes, irónicas, destempladas palabras desde la asfixia
casi total, la más final, impostergable, y a los pocos días
falleció, era junio del 2003. Tuvo mucho humor y remarcó
su condición de latinoamericano, a pesar que su cuerpo ya estaba
más del lado de allá: ‘¿Que quieren que vaya
a un tablado flamenco? Se equivocaron, una vez más, conmigo.
Yo sólo voy a un rodeo mexicano o chileno o argentino. Y una
vez allí, entre el olor a bosta fresca y copihues, procedo a
quedarme dormido y a soñar’ Palabras premonitorias. Pero
ya era un personaje descrito en Soldados de Salamina, por el escritor
español y amigo, Javier Cercas. Las señales son precisas:
un vigilante de un camping y escritor no realizado. Bolaño deambulaba
en las páginas de la historia literaria y era cuestión
de tiempo transformarse en un referente para una nueva generación.
Al poco tiempo se fundió en el mar Mediterráneo, en una
ceremonia vikinga, como fueron sus deseos. Por esos días escribí
un largo Email a Roberto Bolaño y el destinatario había
partido, es cierto, pero las palabras volaron como sus cenizas, en paz.
El telón de fondo de Los Detectives salvajes, son estos poetas
que se inician en la vida, puristas, frescos, solos contra el mundo,
audaces, insertos en la sociedad mexicana que ellos re-construyen en
su imaginario y dinamitan con el pájaro de fuego de sus palabras.
Pero hay tanta podesía y podetas, que el paisaje huye de la palabra.
La literatura de Bolaño es la literatura de los demás,
toda la literatura que tenga en su memoria el autor y como si fuera
un menú sin fronteras, añade platos y postres, bocadillos,
cócteles, incluidos los bajativos y eructos. Los Detectives salvajes,
es una novela biográfica, reconocida por el propio Bolaño
y solo el poeta idealista llamado García Madero, no es real.
Después de todo, la poesía atravesó su vida. Es
mejor entender esto, que no fue una circunstancia, para entender a Bolaño.
Sus personajes, incluido él, migran en las páginas de
sus historias en una contrastante geografía que es parte de su
vida y de otras. El desierto de Sonora, un espejismo real, donde la
poesía adquiere la fuerza de ninguna dirección en la imagen
de la poeta pionera del real visceralismo, Césarea Tinajero.
En el revés de toda moneda, la poesía no es moneda corriente.
En Literatura no hay una última palabra y en Bolaño, menos.
Las palabras traen otras palabras.
Bibliografía complementaria del autor sobre la obra y vida de
Roberto Bolaño. Todos los textos se encuentran diseminados por
Internet, desde el año 2002 aproximadamente. En algún
momento los ordenaremos por fechas. Van tal y como los fui encontrando
en la Red. Posiblemente existan otros. Si usted, amigo internauta, conoce
alguno que no esté recopilado en estas páginas, por favor
háganoslo llegar. No se olvide que Roberto Bolaño se reescribe
asimismo. (RG)
1. La cabellera del piel roja
2. El sótano de Babel
3. Que el hígado se lo coman otros
5. Se borró la película de Bolaño
6. El sueño de los Detectives Salvajes
7. La tonada chilena de Bolaño en Buenos Aires
8. Las putas asesinas
9. El fantasma de Bolaño en Buenos Aires
10. ¿Vuelve Bolaño?, es que no se ha ido
11. De archivos viejos y futuros. Bolaño sigue en cartelera
12. Premio Diáspora Roberto Bolaño
13. Los frutos ocultos de Bolaño
14. Email a Roberto Bolaño
15. El carnaval de Bolaño
16. Mi penúltima palabra y el francotirador: Parra, Neruda, Bolaño
17. Post Bolaño que estás en el mar y vienes volando
18. Bolaño vs. Bolaño
19. El boom de Bolaño
20. Bolaño baja el telón de la narrativa chilena
21. Anoche tuve un sueño con Bolaño
EPÍLOGO
La crítica norteamericana consagró a Bolaño como
el ‘último beatk’, un viejo rockero, trashumante,
sin patria, creador de una banda de poetas infrarealistas, un detective
salvaje, lejos del mundanal ruido del mundo editorial y de los grandes
e icónicos congresos de literatura. Así entra en su vida,
según la también mítica cantante estadounidense,
Patti Smith, quien rindió homenaje en España a Roberto
Bolaño, un autor que ha marcado su vida, reconoce. Es ella, quien
acaricia suavemente con su mano el rostro de Bolaño en un póster,
motivo de esta nota, que se disparó en muchas direcciones, como
corresponde a un escritor de la complejidad y versatilidad del poeta
y narrador chileno, Ella lo conoció después de su muerte,
pero le bastó la lectura de Los detectives salvajes, un libro
que pensó haber escrito, pero ya tenía autor. Patti Smith
vincula también a México a su desarrollo artístico
y enriquecimiento de su vida espiritual y cultural la patria literaria
adoptiva de Bolaño, con su perdón. Smith considera que
su química con Bolaño es el fondo místico del artista-artista,
que le conecta ‘con Whitman, Ginsberg o William Blake’.
Lo que dice y hace Smith en
la acción y memoria de Bolaño, es un guiño al mito
y a la influencia de que es capaz de ejercer su escritura y visión
de mundo. Me parece más viva la literatura e impronta de Bolaño,
que las últimas dos décadas del flamante Premio Nobel
2010, Mario Vargas Llosa, con el permiso de mis lectores, unas cuantas
‘galgas y galgos’, tal vez, cruzando la línea del
Ecuador con el garbo de una bailarina del Bolshoi. No dejen que la imagen
se apodere de nuestras convicciones más íntimas y si hemos
de sumarnos a la retórica, que sea con pleno convencimiento y
maestría. Es el derecho a la palabra sagrada, única y
veraz, como la mejor mentira del mundo.
Patti Smith nació en Chicago, proviene de una familia muy pobre
que le inculcó el arte desde niña. Acaba de editar su
primer libro, Éramos unos niños (Just kids), donde cuenta
su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe. Fue
su etapa más dura en las calles y en las drogas, una experiencia
límite, vital para adentrarse en el mundo del arte, como Baudelaire
se lo había enseñado. Todo ocurrió en Nueva York.
Con ese libro se ganó uno de los premios más codiciados
de Estados Unidos y con el cual ella soñaba desde joven: el National
Book Award.
Musa mítica musical de la paz, underground del 70 neoyorquino,
alucinante de alcucinógenos, Patti Smith, decidió contar
la pasión de su vida con Robert y la de él, como crecieron
en medio de la carencia. Smith no robaba libros como Bolaño sino
comida para matar el hambre de aquellos tiempos turbulentos. Ella se
siente en medio de dos Robertos, ha dicho, y tiene deudas con México,
país que descubrió y asimiló a través de
experiencias ‘entrañables e importantes’. Fue en
México donde comenzó a escribir. La patria literaria,
si se pudiera decir, de Bolaño. Patti compartió sus grandes
y más difíciles momentos creativos como el fotógrafo
Robert Mapplethorpe, quien falleció en 1989. Él fue su
amante, amigo, confidente, cómplice. ¿Qué más?
_________________________
DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.