Se sumergió y consumió
en sí mismo como el pez banana. La realidad busca explicaciones
más allá de sus capacidades. El silencio nos hace pensar
equivocadamente que las palabras sobran. Es un dicho viejo y pegajoso,
repetido. Me distancio de las palabras que sobran. Jerome David Salinger,
terminó aparentemente con todo lo que le sobraba, la vida que
no quería cargar como un cuerpo independiente, silvestre, al
aire libre.
Se encajonó en su propia distancia y se ausentó hasta
el final de sus días, a su manera. Casi lo volvió a ver
solamente su espejo y su contacto mayor, más íntimo, pasó
a ser su inodoro. Ese mismo que se subastó reluciente como si
nada hubiese pasado, después de su muerte: flamante, útil
y que podría transmitir lo que sus fanáticos seguidores
buscaban en un Salinger que no necesitó de despedidas para cumplir
con el ritual del misterio. No borraba huellas ni pistas, simplemente
guardó el mundo en la caja vacía de los recuerdos por
olvidar. Al final solo vimos un inodoro blanco, albo, tradicional, como
si todo lo escrito después de El Guardián entre el
centeno (The Catcher in the Rye) lo hubiese lanzado por
el desagüe de la vida.
Nadie debiera rendir cuentas a nadie,
si no es un funcionario público. Y desde luego son los que menos
rinden cuenta. Y un escritor, después de todo cuando hace uso
público de su palabra, ya no puede borrarla. ¿Este es
el pasajero que debiera entrar en el tren de Kafka? ¿Viajar como
la nube errante que también te lleva a paraderos desconocidos?
¿El no espacio, no lugar, no tiempo? Nadie debe escribir por
ti la última palabra. ¿JD Salinger convirtió en
humo sus palabras? El mito crece a expensas del misterio, de lo no dicho
ni actuado, aparentemente el rumor es la ola que se apodera de lo que
pensamos es o se ha transformado el personaje.
El era pasajero de su propio misterio, huía de sí mismo,
no solo de la gente y ni a él parecía importarle lo que
venía por delante después de entrar a la gloria literaria,
que abandonó por sentirla un compromiso quizás más
pesado que la Segunda Guerra Mundial, donde combatió y se trajo
todo el abandono que pudo acumular y vivir por el resto de su larga,
compleja, frustrada, impenetrable solitaria y huraña vida. ¿No
salió de de asombros abismal? Quizás comprendió
que la deshumanización del ser humano que poblaba la humanidad
y se sacaba sus ojos cuervos en el frente de batalla y en los sórdidos
campos de matanza y concentración, era una realidad que tomaría
cuerpo, no de paz, precisamente, con el correr (roer) de los años.
Toda descripción especulativa afirmada en algunas anécdotas,
declaraciones, desplantes del personaje, puede terminar en retórica
pura, aunque los hechos sean reales, se repita hasta obsesionar al público
lector o a quien realice una pesquisa para descifrar algo que pertenece
a una compacta madeja de hilo.
Yo esperaba El Tren de Kafka, cuando El Sótano adquiere
su verdadera y real personalidad y comienza a soñar la sombra
como si la luz existiera para contradecirla o justificarla. La máquina
circular de la infancia resoplando un viaje a la gran memoria donde
el oso hiberna y sueña blancos sueños sin un libreto que
los respalde. Una cosa es la etiqueta y otra que lleva el envase, que
sucede cuando se agita y pasa el tiempo. Cada cerebro tiene su manera
de procesar el medio que le rodea, sirve y agrede. Hay un gran depósito,
bolsones diseminados de soldados post conflictos armados que navegan
con sus antiguas brújulas, sobrevivientes tocados por el mortal
y esquizofrénico gusano de la guerra. Deambulan en psiquiátricos,
bares, en sus hogares solitarios y suelen atacar en supermercados, universidades,
escuelas, aeropuertos o aviones. No se descuelgan jamás del frente
de batalla, la trinchera perdida, la selva, el desierto, los lugares
más extremos donde se pierde casi todo cuando se termina con
vida.
J.D.S. cuando regresó de la
segunda gran guerra planetaria, probablemente le preguntaba a cada día
cuando se miraba al espejo que hacía ahí acompañándole
con exactitud y puntualidad. Especulo sobre su encierro y la patada
que le dio al mundo después de la gran fama que tuvo con la venta
del Guardián. Imposible saber donde se perdió o recobró
finalmente, por qué huyó sin parar desde que se subió
al Queen Elizabeth en 1951, rumbo a Londres, cuando su libro entraba
en la ruleta del azar del mercado. Todo fue tan exitoso que no lo aguantó.
No puedo saberlo, si desconozco por qué no encuentro el otro
par del calcetín aunque he comprado varios pares iguales. Aún
así pierden a su hermano. Son los misterios más simples.
Yo recuerdo haber perseguido una vez por la carretera aledaña
al Canal de Panamá al Queen Elizabeth, el crucero que cruzaba
por las Esclusas de Pedro Miguel, como si llevara flotando una pequeña
ciudad por las aguas. Ahora se que ahí estuvo J D Salinger, en
una fuga sin fin. A mí el verano se me descolgaba por las orejas.
El trasatlántico, que formaba parte de la saga de las Queens,
flotaba, solo flotaba ante mis ojos fluidamente y unas manos se despedían
desde lo alto de la cubierta. ¿Todos somos pasajeros kafkianos?
Atrás, la selva nos recordaba que estábamos en tierra.
Todo esto es parte de la memoria y el paisaje. Se cumplió un
año de su muerte, nada sabemos si escribió algo más,
y Kenneth Slawenski acaba de publicar una biografía en la editorial
Galaxia Gutenberg. El título de la obra es casi un chiste: J.D.
Salinger: una vida oculta. Y ese fue su ejercicio de vida, una
constante en la espiral de su silencio, esconderse, taparse con su sombra
y crear una atmósfera de misterio alrededor de él y su
obra. ¿Qué estará escribiendo y haciendo Salinger?,
se preguntaba la prensa y la gente e inclusive sus amigos que fueron
quedando en el camino. Algunas vagas señales rescataban los paparazzis,
como esas fotos que reflejan la angustia del solitario personaje, algo
le molestaba aparentemente y el gesto lo traducía. Quienes se
han detenido en sus personajes y en el mismo, atribuyen su comportamiento
a los traumas de la guerra, a una visita que hizo a los campos de concentración
nazi, a su concepción del arte: literatura y espiritualidad,
porque Salinger se sumergió en El evangelio según
Sri Ramakrishna, y aprendió el Vedanta y la meditación.
De esto da cuenta en una nota Daniel Verdú. A su regreso del
horror, se casó con la alemana Sylvia Welter y a los ocho meses
canceló ese compromiso. Una relación fulminante. ¿No
estaba preparado para tanta realidad? ¿Ya afloraba el irascible,
díscolo, huidizo, gelatinoso J.D.S.? Entraba y salía de
un imparable proceso de fugas y contrafugas contenidas por la fragilidad
misteriosa de si mismo. Verdú precisa, citando tal vez la biografía:
‘Salinger se peleó con su mentor Whit Burnett, quien había
publicado The Young Folks, su primer relato; se enemistó
con medio gremio editorial, exigió que su foto no apareciera
en la contracubierta de sus libros y acabó enfadado con sus mejores
amigos (como su editor inglés James Hamilton). Al publicarse
la novela, se pasó las horas deseando que desapareciese de las
listas de los más vendidos’.
Difícil dar con la cara de
la moneda de algunas personas. Desbrozó un bosque de 36 hectáreas
en Cornish en búsqueda de sol y paz. Ahí se atrincheró
con Claire, su segunda esposa, y dos hijos. Se relacionó con
los jóvenes de su entorno, apunta Verdú, -ya lo sabíamos,
es historia vieja, la de un soldado agotado por su existencia y fama,-
y al ser traicionado por un estudiante que publicó un trabajo
destinado para una escuela, volvió a su concha. Su misticismo
para algunos, olía a enajenación. Sentía el medio
hostil que se filtraba por sus coyunturas y no podía ablandarse
ante las amenazas de muerte. Rechazó una invitación de
Jacqueline Kennedy a la Casa Blanca, lo que no es poco decir, y seguramente,
ya estaba ausente. Su ego, de acuerdo con sus lecturas Zen, rechazaba
esos actos mundanos, quizás. Pero una frase Zen también
dice que cuando llegues a lo alto de una montaña, sigue ascendiendo.
Todos los fuegos ya eran artificiales probablemente para J.D. Salinger.
(Una biografía son datos, pesquisas, revisión de la obra
del personaje, todas las anotaciones y superficialidades posibles sobre
un autor. Se ahonda solo en lo que se ve. Lo que está detrás
del espejo, resulta ser lo más valioso en un autor. Jerry, al
parecer, de acuerdo con una conferencia revelada ‘despuès
de la biografía, no era una persona tan huidiza, se relacionaba
con sus vecinos hasta donde pudo, seguramente, y viajaba a fiestas con
un amigo en Londres. ¿Más letra menuda para el mito?).
Las fotos robadas a la imagen de Salinger,
dan la impresión que quería darle una patada en el culo
al mundo. Se distanció del mundo y del mercado. Puso las vallas
interiores contra las de la publicidad. Difícil entrar en ese
cuerpo largo, huesudo, apartado del mundo exterior, vivo como un árbol
alejado del bosque. Sonny o Jerry, le decía a algunos de sus
allegados, que cosa tan rara o común, en verdad da lo mismo.
Lo que debemos atender finalmente, es su obra. Que haya tenido de novia
a la frívola de Oona, hija del dramaturgo Eugene O Neill, a quien
no amó y después se casó con Charles Chaplin, es
más bien anecdótico. Pesa, tal vez, a la hora de los recuentos
frustrantes, y porque Carlitos Chaplin, fue un personaje grande en su
siglo que pudo haberle irritado. No debió ser pena de amor, sino
simple ego. En esa época podía tenerlo.
Curiosamente, en el anecdotario referido a Salinger, el asesino de John
Lennon, Mark Chapman quería ser famoso y hacerse notar. En la
mañana del 8 de diciembre compró en Nueva York un ejemplar
de El Guardián entre el centeno- tenía varias copias-
e hizo guardia en el edificio Dakota. Lo demás es historia.
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.