Texto
de Borja Martín – Andino incluido en el catálogo
“Pueblo en vivo”, instalación urbana realizada
en la localidad de Torrijos (Toledo) por los artistas Santiago Roose
y Pilar Soler en febrero de 2006. Fotografías del autor.
‘ y en un abrir y cerrar de ojos, sin saber muy bien cómo,
la niña se encaramó a la repisa de la chimenea. Y efectivamente
el cristal del espejo se estaba disolviendo, deshaciéndose entre
las manos de Alicia como si fuera una bruma plateada y brillante’.
[Nota 1]
En
los primeros días de febrero de 2006, el barril de Brent tiene
un valor de 66 $. El salario mínimo interprofesional queda fijado
en 540´9 € mensuales. El precio de la vivienda libre subió
un 12´8 % el pasado año. En enero de 2006, 68566 personas
más han pasado a engrosar las listas del paro. La inversión
publicitaria aumentará en un 80 % en este mismo año. Se
invertirán 1683´89 millones de € en I + D en el ejército
español. En 2005, los españoles vimos una media de cuatro
horas diarias de televisión. Somos 9´13 millones de internautas
en el país. El día siete de febrero, la pintura de Gauguin
‘Dos mujeres’, fechada en 1902, ha sido vendida en la casa
londinense de subastas Sotheby´s por 18 millones de €.
Indolente
ante tan densa niebla, la maquinaria social continúa inspirando
los engranajes del aparato espectacular. A día de hoy, nuestra
pasividad aún aviva con desidia la célebre cita de Feuerbach
esgrimida por Guy Debord en el inicio de ‘La sociedad del espectáculo’
[Nota 2]. Se trata
de una sencilla cuestión ya planteada por el grupo Internacional
Situacionista en la década de los sesenta: el mundo globalizado
de la sociedad postindustrial se revela en todo el esplendor de la trampa
cartesiana, la del sujeto ontológicamente independiente del mundo
que le rodea, de la realidad emancipada del individuo. Pero no nos llevemos
más a engaño, lector, pues en nosotros comienza y acaba;
recordemos a Husserl: es la realidad vivencia intencional de la conciencia.
Cara
a cara contra el cristal interpuesto por el espectáculo, mirando
a su través nuestra supuesta realidad emancipada, sin posibilidad
de rotura ni revolución en nuestra época del estado del
bienestar, la solución se plantea como ejercicio alquímico:
cegar su otra cara, verter el plomo, azogar el cristal y convertirlo
en espejo. Eso es ‘Pueblo en vivo’, el planteamiento de
nuevas situaciones, la expresión de la individuación,
de la toma de conciencia, el desarrollo de la infinidad de vectores
en que consisten las miradas, telas de araña son las techumbres
del cielo. Emisores y receptores en uno solo, como dueños del
momento y el espacio. El ejercicio del mirar en brazos de la sorpresa,
inquieta, se vuelve la mirada por donde acaba de pasar, como cuando
sin saberlo, cruzamos repentinamente ante un espejo y el fugaz reflejo
nos obliga a recoger nuestros últimos movimientos, con una cierta
extrañeza impresa en la retina. Y el final de esta acción
pasa por la tranquilidad de ver nuestro rostro al otro lado, certificando
así que no está tan solo donde tiene que estar, sino que
es el nuestro. Alguien ha transformado el cristal en espejo ante el
asombro de los habitantes de este pueblo. Quienes lo han hecho observan,
dignos, a la cámara, con sus guantes amarillos de trabajo. Roose
& Soler, los trabajadores del azogue…
Ciertamente,
la intervención es atípica: no encontrarás aquí
artistas, lector, no el parapeto sacralizado de la sala expositiva,
ni la obra de arte encerrada en sus supuestos y tocada por la mano de
dios. Es esta la demostración de que la existencia de otras vías
es posible, otro trazado de caminos e itinerarios (tan urbanos), que,
sin tener por qué eliminar a los ya existentes, sujetos a las
necesidades de épocas que precedieron, sí pueden completarse
como válidos e incluso más auténticos, en cuanto
que transcurren por el margen afectivo de la relación entre el
ciudadano y su espacio vital. Y es que quizá el arte, o mejor
aún, la idea del arte que danza actualmente en la sociedad, haya
caído en su propio ensimismamiento y en exclusiva le interesen
sus propios designios, siendo olvidado su punto de partida, las personas.
Tal vez mis palabras sean especulación, pero es que de espejos
se trata, esto no es literatura. Errar, divagar, derivar e itinerar…
‘Pueblo
en vivo’ es algo efímero, lo es tanto como el adorno de
las calles en una celebración popular sentada tradición.
Como un campamento gitano, es errante, exportable, itinerante, su lugar,
en consecuencia, es el camino, se instalará en cualquier asentamiento
humano por el espacio finito de unos días. Su base y su premisa
son la vida y las relaciones entre los individuos de una colectividad,
el devenir y los minutos, pasado, presente y futuro conectados en un
punto. El arte de vuelta a la gente, libre en su medio, en la vida cotidiana,
que se hace eco de uno de los lemas del punk: ‘reclama las calles’.
La sorpresa, tan del gusto romántico por ser uno de aquellos
‘placeres de la imaginación’, como los nombrara Addison,
es uno de los componentes de este montaje. Sorpresa del espectador ante
la transformación del paisaje urbano aciago en su cotidianeidad,
escenario para el juego del escondite y la revelación. Y quien
se encuentre con lo cotidiano lo hará en forma de imágenes
extranjeras invitando al diálogo en el idioma local. La obra
de arte se desmaterializa, tanto, que se convierte en reflector e incluso
en envoltorio, piel que espera la asimilación con la persona
que le dio forma, continente hueco que anhela cobrar su pleno sentido.
La
propuesta de Roose & Soler nace por tanto de la buena disposición
de los habitantes de esta localidad en el proceso de recuperación
de la obra de arte, dispuestos a comprenderla y sin temerle al aura
que pudiese emanar, pues sin duda en estas circunstancias ha desaparecido.
No es esto sino un ejemplo de cómo poder superar una de aquellas
dificultades que la obra debe afrontar en nuestra época [Nota
3]. El ‘aquí’ y ‘ahora’ que
esta pierde al ser reproducida, esa autenticidad perdida, es absolutamente
doblegada al crecer las imágenes ante los ojos de todos. Imágenes
aumentadas, copiadas, multiplicadas, expuestas. Las fotografías
que los torrijeños han cedido de forma anónima y desinteresada
configuran la atípica iconografía que reviste sus calles.
Es necesario dejar aquí constancia de su buen hacer y confianza
al respecto, debe esto recordarse. Sus fotografías domésticas,
sin un valor artístico, plagadas de recuerdos y vivencias, son
extractos púdicos del ámbito de lo familiar y lo endogámico
que pierden su vergüenza a los ojos de todos. La imago coniuncto
popular es la fórmula de la amalgama transmutada en un despliegue
catóptrico, una fantasía digna de los delirios especulares
de Athanasius Kircher. Imágenes que se transubstancian en la
carne de quien proceden, y se tutean. El pueblo es más que nunca
dueño de su identidad frente a la disipación mental del
espectáculo.
En
conversación con Pilar Soler, destaca escucharle que uno de los
motivos por el que disfruta con el arte en la calle, terreno en el que
siempre se ha movido, es el contacto directo de la obra con la gente,
circunstancia en la que cualquier hecho es posible y susceptible de
completarse con los designios y ocurrencias del paseante. Queda abierto
el juego cuyas reglas conocemos. Haga usted con la obra lo que quiera,
está a su entera disposición. Y ríe al imaginar
con qué facilidad cualquiera, por ejemplo, le puede dibujar unos
bigotes a su vecino sobre los carteles. Parece que la máxima
duchampiana del ‘se ruega tocar’, está más
presente que nunca. Y Santiago Roose puntualiza que ‘es el pueblo
el origen y la desembocadura de la intervención, girando sobre
sí mismos, alrededor de las imágenes; con ellos el círculo
completa su curvatura’. El pueblo, la pieza clave del conjunto,
el fragmento imprevisible que culmina la diversidad sostenida y equilibrada
del proyecto.
De
la realidad a la representación y viceversa, el mapa de la localidad
se ofrece como un espacio de juego psicogeográfico, el planteamiento
para las posibles derivas de los ciudadanos que, sin un orden lógico
(o cualquier otro tipo de orden funcionalista) se sorprenderán
de encontrar elementos inusuales en el urbanismo cotidiano, e inusuales,
curiosamente, por la inclusión, que es mera redundancia de sus
experiencias en el mismo plano del espacio. Con la intervención,
los vectores x, y, z, configuraciones primigenias de lo real, son asimiladas
a espacio, tiempo y emotividad [Nota 4] . ¿Pues qué es
lo que indican las señales de tráfico intervenidas, sino
un nuevo orden reglamentario en la semiótica de los sentimientos?
La
mirada del otro, la ruptura del límite de lo privado ante una
circunstancia puntual en la que el azar juega: cuando lo interno sale
a flote con la propuesta de Roose & Soler, en las calles acontece
el carnaval. La duda y el desconcierto juegan a su favor. Ante la población
se superpone el carácter festivo, de algo excepcional, en que
las calles se engalanan con carteles y banderas, cuando lo lúdico
inflama a las personas. Y lo paradójico del mirar lo privado
en lo público, mientras se celebra la inversión de papeles.
El engaño de las apariencias, el disfraz, los días en
que grandes y pequeños se escudan tras la máscara para
desatar su libertad cohibida por las normas, y en extraordinarias circunstancias,
en que lo más insignificante de cara a los demás sale
a la luz. El escondite del cuerpo ante la exhibición íntima.
Paradojas del azogue… Experiencia, novedad y aprendizaje entre
las personas que conviven. Convivencia y diálogo, apertura a
los dos recién llegados visitantes, la confianza está
en la base de la propuesta. Que cuando todo se recoja un poso de acción
y resistencia al abandono permanezca instalado en el recuerdo, motor
de un constante día a día. Pues será ese el valor
de la obra que nos incumbe desde estas páginas.
Nota 1: LEWIS CARROLL, ‘Alicia en el País de las Maravillas
/ A través del espejo y lo que Alicia encontró allí’.
Cátedra, Madrid, 2003. Pág. 244.
Nota 2: ‘Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a
la cosa, la copia al original, la representación a la realidad,
la apariencia al ser… lo que es sagrado para él no es sino
la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún:
lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece
la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión
es también para él el colmo de lo sagrado’. LUDWIG
FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de ‘La esencia
del cristianismo”. Citado en GUY DEBORD, ‘La sociedad del
espectáculo’, pág. 3. Edita Librería Asociativa
Traficantes de Sueños, Madrid.
Nota 3: Véase al respecto el célebre ensayo ‘La
obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica’,
WALTER BENJAMIN en ‘Discursos interrumpidos I’. Taurus,
Madrid, 1973.
Nota 4: ‘El término psicogeografía, sugerido por
un iletrado Kabyle para designar el conjunto de fenómenos que
algunos de nosotros investigábamos hacia el verano de 1953, no
parece demasiado inapropiado. No contradice la perspectiva materialista
de los condicionamientos de la vida y del pensamiento causados por la
naturaleza objetiva. La geografía, por ejemplo, trata de la acción
determinante de las fuerzas naturales generales, como la composición
de los suelos o las condiciones climáticas, sobre las estructuras
económicas de una sociedad y, en consecuencia, de la concepción
que ésta pueda hacerse del mundo. La psicogeografía se
proponía el estudio de las leyes precisas y de los efectos exactos
del medio geográfico, conscientemente organizado o no, en función
de su influencia directa sobre el comportamiento afectivo de los individuos.
El adjetivo psicogeográfico, que conserva una vaguedad bastante
agradable, puede entonces aplicarse a los hallazgos establecidos por
este tipo de investigación, a los resultados de su influencia
sobre los sentimientos humanos, e incluso de manera general a toda situación
o conducta que parezca revelar el mismo espíritu de descubrimiento’.
GUY DEBORD, extracto, en ‘Les Lèvres Nues’ número
6, septiembre de 1955.