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La templanza del azogue
Borja Martín-Andino
26/11/2006


Texto de Borja Martín – Andino incluido en el catálogo “Pueblo en vivo”, instalación urbana realizada en la localidad de Torrijos (Toledo) por los artistas Santiago Roose y Pilar Soler en febrero de 2006. Fotografías del autor.


‘ y en un abrir y cerrar de ojos, sin saber muy bien cómo, la niña se encaramó a la repisa de la chimenea. Y efectivamente el cristal del espejo se estaba disolviendo, deshaciéndose entre las manos de Alicia como si fuera una bruma plateada y brillante’. [Nota 1]


En los primeros días de febrero de 2006, el barril de Brent tiene un valor de 66 $. El salario mínimo interprofesional queda fijado en 540´9 € mensuales. El precio de la vivienda libre subió un 12´8 % el pasado año. En enero de 2006, 68566 personas más han pasado a engrosar las listas del paro. La inversión publicitaria aumentará en un 80 % en este mismo año. Se invertirán 1683´89 millones de € en I + D en el ejército español. En 2005, los españoles vimos una media de cuatro horas diarias de televisión. Somos 9´13 millones de internautas en el país. El día siete de febrero, la pintura de Gauguin ‘Dos mujeres’, fechada en 1902, ha sido vendida en la casa londinense de subastas Sotheby´s por 18 millones de €.

Indolente ante tan densa niebla, la maquinaria social continúa inspirando los engranajes del aparato espectacular. A día de hoy, nuestra pasividad aún aviva con desidia la célebre cita de Feuerbach esgrimida por Guy Debord en el inicio de ‘La sociedad del espectáculo’ [Nota 2]. Se trata de una sencilla cuestión ya planteada por el grupo Internacional Situacionista en la década de los sesenta: el mundo globalizado de la sociedad postindustrial se revela en todo el esplendor de la trampa cartesiana, la del sujeto ontológicamente independiente del mundo que le rodea, de la realidad emancipada del individuo. Pero no nos llevemos más a engaño, lector, pues en nosotros comienza y acaba; recordemos a Husserl: es la realidad vivencia intencional de la conciencia.

Cara a cara contra el cristal interpuesto por el espectáculo, mirando a su través nuestra supuesta realidad emancipada, sin posibilidad de rotura ni revolución en nuestra época del estado del bienestar, la solución se plantea como ejercicio alquímico: cegar su otra cara, verter el plomo, azogar el cristal y convertirlo en espejo. Eso es ‘Pueblo en vivo’, el planteamiento de nuevas situaciones, la expresión de la individuación, de la toma de conciencia, el desarrollo de la infinidad de vectores en que consisten las miradas, telas de araña son las techumbres del cielo. Emisores y receptores en uno solo, como dueños del momento y el espacio. El ejercicio del mirar en brazos de la sorpresa, inquieta, se vuelve la mirada por donde acaba de pasar, como cuando sin saberlo, cruzamos repentinamente ante un espejo y el fugaz reflejo nos obliga a recoger nuestros últimos movimientos, con una cierta extrañeza impresa en la retina. Y el final de esta acción pasa por la tranquilidad de ver nuestro rostro al otro lado, certificando así que no está tan solo donde tiene que estar, sino que es el nuestro. Alguien ha transformado el cristal en espejo ante el asombro de los habitantes de este pueblo. Quienes lo han hecho observan, dignos, a la cámara, con sus guantes amarillos de trabajo. Roose & Soler, los trabajadores del azogue…

Ciertamente, la intervención es atípica: no encontrarás aquí artistas, lector, no el parapeto sacralizado de la sala expositiva, ni la obra de arte encerrada en sus supuestos y tocada por la mano de dios. Es esta la demostración de que la existencia de otras vías es posible, otro trazado de caminos e itinerarios (tan urbanos), que, sin tener por qué eliminar a los ya existentes, sujetos a las necesidades de épocas que precedieron, sí pueden completarse como válidos e incluso más auténticos, en cuanto que transcurren por el margen afectivo de la relación entre el ciudadano y su espacio vital. Y es que quizá el arte, o mejor aún, la idea del arte que danza actualmente en la sociedad, haya caído en su propio ensimismamiento y en exclusiva le interesen sus propios designios, siendo olvidado su punto de partida, las personas. Tal vez mis palabras sean especulación, pero es que de espejos se trata, esto no es literatura. Errar, divagar, derivar e itinerar…

‘Pueblo en vivo’ es algo efímero, lo es tanto como el adorno de las calles en una celebración popular sentada tradición. Como un campamento gitano, es errante, exportable, itinerante, su lugar, en consecuencia, es el camino, se instalará en cualquier asentamiento humano por el espacio finito de unos días. Su base y su premisa son la vida y las relaciones entre los individuos de una colectividad, el devenir y los minutos, pasado, presente y futuro conectados en un punto. El arte de vuelta a la gente, libre en su medio, en la vida cotidiana, que se hace eco de uno de los lemas del punk: ‘reclama las calles’. La sorpresa, tan del gusto romántico por ser uno de aquellos ‘placeres de la imaginación’, como los nombrara Addison, es uno de los componentes de este montaje. Sorpresa del espectador ante la transformación del paisaje urbano aciago en su cotidianeidad, escenario para el juego del escondite y la revelación. Y quien se encuentre con lo cotidiano lo hará en forma de imágenes extranjeras invitando al diálogo en el idioma local. La obra de arte se desmaterializa, tanto, que se convierte en reflector e incluso en envoltorio, piel que espera la asimilación con la persona que le dio forma, continente hueco que anhela cobrar su pleno sentido.

La propuesta de Roose & Soler nace por tanto de la buena disposición de los habitantes de esta localidad en el proceso de recuperación de la obra de arte, dispuestos a comprenderla y sin temerle al aura que pudiese emanar, pues sin duda en estas circunstancias ha desaparecido. No es esto sino un ejemplo de cómo poder superar una de aquellas dificultades que la obra debe afrontar en nuestra época [Nota 3]. El ‘aquí’ y ‘ahora’ que esta pierde al ser reproducida, esa autenticidad perdida, es absolutamente doblegada al crecer las imágenes ante los ojos de todos. Imágenes aumentadas, copiadas, multiplicadas, expuestas. Las fotografías que los torrijeños han cedido de forma anónima y desinteresada configuran la atípica iconografía que reviste sus calles. Es necesario dejar aquí constancia de su buen hacer y confianza al respecto, debe esto recordarse. Sus fotografías domésticas, sin un valor artístico, plagadas de recuerdos y vivencias, son extractos púdicos del ámbito de lo familiar y lo endogámico que pierden su vergüenza a los ojos de todos. La imago coniuncto popular es la fórmula de la amalgama transmutada en un despliegue catóptrico, una fantasía digna de los delirios especulares de Athanasius Kircher. Imágenes que se transubstancian en la carne de quien proceden, y se tutean. El pueblo es más que nunca dueño de su identidad frente a la disipación mental del espectáculo.

En conversación con Pilar Soler, destaca escucharle que uno de los motivos por el que disfruta con el arte en la calle, terreno en el que siempre se ha movido, es el contacto directo de la obra con la gente, circunstancia en la que cualquier hecho es posible y susceptible de completarse con los designios y ocurrencias del paseante. Queda abierto el juego cuyas reglas conocemos. Haga usted con la obra lo que quiera, está a su entera disposición. Y ríe al imaginar con qué facilidad cualquiera, por ejemplo, le puede dibujar unos bigotes a su vecino sobre los carteles. Parece que la máxima duchampiana del ‘se ruega tocar’, está más presente que nunca. Y Santiago Roose puntualiza que ‘es el pueblo el origen y la desembocadura de la intervención, girando sobre sí mismos, alrededor de las imágenes; con ellos el círculo completa su curvatura’. El pueblo, la pieza clave del conjunto, el fragmento imprevisible que culmina la diversidad sostenida y equilibrada del proyecto.

De la realidad a la representación y viceversa, el mapa de la localidad se ofrece como un espacio de juego psicogeográfico, el planteamiento para las posibles derivas de los ciudadanos que, sin un orden lógico (o cualquier otro tipo de orden funcionalista) se sorprenderán de encontrar elementos inusuales en el urbanismo cotidiano, e inusuales, curiosamente, por la inclusión, que es mera redundancia de sus experiencias en el mismo plano del espacio. Con la intervención, los vectores x, y, z, configuraciones primigenias de lo real, son asimiladas a espacio, tiempo y emotividad [Nota 4] . ¿Pues qué es lo que indican las señales de tráfico intervenidas, sino un nuevo orden reglamentario en la semiótica de los sentimientos?

La mirada del otro, la ruptura del límite de lo privado ante una circunstancia puntual en la que el azar juega: cuando lo interno sale a flote con la propuesta de Roose & Soler, en las calles acontece el carnaval. La duda y el desconcierto juegan a su favor. Ante la población se superpone el carácter festivo, de algo excepcional, en que las calles se engalanan con carteles y banderas, cuando lo lúdico inflama a las personas. Y lo paradójico del mirar lo privado en lo público, mientras se celebra la inversión de papeles. El engaño de las apariencias, el disfraz, los días en que grandes y pequeños se escudan tras la máscara para desatar su libertad cohibida por las normas, y en extraordinarias circunstancias, en que lo más insignificante de cara a los demás sale a la luz. El escondite del cuerpo ante la exhibición íntima. Paradojas del azogue… Experiencia, novedad y aprendizaje entre las personas que conviven. Convivencia y diálogo, apertura a los dos recién llegados visitantes, la confianza está en la base de la propuesta. Que cuando todo se recoja un poso de acción y resistencia al abandono permanezca instalado en el recuerdo, motor de un constante día a día. Pues será ese el valor de la obra que nos incumbe desde estas páginas.



Nota 1: LEWIS CARROLL, ‘Alicia en el País de las Maravillas / A través del espejo y lo que Alicia encontró allí’. Cátedra, Madrid, 2003. Pág. 244.


Nota 2: ‘Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado’. LUDWIG FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de ‘La esencia del cristianismo”. Citado en GUY DEBORD, ‘La sociedad del espectáculo’, pág. 3. Edita Librería Asociativa Traficantes de Sueños, Madrid.


Nota 3: Véase al respecto el célebre ensayo ‘La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica’, WALTER BENJAMIN en ‘Discursos interrumpidos I’. Taurus, Madrid, 1973.


Nota 4: ‘El término psicogeografía, sugerido por un iletrado Kabyle para designar el conjunto de fenómenos que algunos de nosotros investigábamos hacia el verano de 1953, no parece demasiado inapropiado. No contradice la perspectiva materialista de los condicionamientos de la vida y del pensamiento causados por la naturaleza objetiva. La geografía, por ejemplo, trata de la acción determinante de las fuerzas naturales generales, como la composición de los suelos o las condiciones climáticas, sobre las estructuras económicas de una sociedad y, en consecuencia, de la concepción que ésta pueda hacerse del mundo. La psicogeografía se proponía el estudio de las leyes precisas y de los efectos exactos del medio geográfico, conscientemente organizado o no, en función de su influencia directa sobre el comportamiento afectivo de los individuos. El adjetivo psicogeográfico, que conserva una vaguedad bastante agradable, puede entonces aplicarse a los hallazgos establecidos por este tipo de investigación, a los resultados de su influencia sobre los sentimientos humanos, e incluso de manera general a toda situación o conducta que parezca revelar el mismo espíritu de descubrimiento’. GUY DEBORD, extracto, en ‘Les Lèvres Nues’ número 6, septiembre de 1955.