Tryno Maldonado,
Temporada de caza para el león negro,
Colección Narrativas hispánicas,
Editorial Anagrama,
México, 2009,
124 pp.
Esnob. Actitud muy común en el mundo del arte. Término
definido, según la Real Academia Española, como: ‘Persona
que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos
a quienes considera distinguidos’.
Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977) en su segunda novela, Temporada de
caza para el león negro, satiriza el arte contemporáneo,
sujeto a los caprichos de un mercado que infla o minimiza a los creadores,
según su conveniencia.
Mediante un narrador testigo (cuyo nombre nunca es revelado), uno de
los tantos amantes que Golo, un malogrado pintor esnob, tuviese en vida,
conocemos el rápido encumbramiento de éste, a quien describe
–entre otras cosas- como analfabeta funcional, adicto, maniaco,
bisexual, feroz, impredecible, aferrado a sus viejos Converse, que ‘daba
más la impresión de ser un niño bien con una semana
sin bañarse’ (p. 12). Características que permean
su obra, catalogada por un crítico mordaz como perteneciente
a la Generación Atari, cuyos integrantes, todos de origen mexicano
y nacidos a finales de los setenta, parecieran haber sido afectados
mentalmente por jugar con dicho videojuego –el cual, en efecto,
es la distracción favorita de Golo-.
El estilo de Golo, abstracto y con un toque de figurativo, se cotiza
bien en el negocio, invadido por yuppies, donde ‘los precios,
cada vez más altos, y en gran medida sobrevaluados de común
acuerdo en un círculo vicioso del mercado, no era algo que espantara
a los compradores' (p. 20). Lo cual no logra sino hacernos recordar
la célebre cita del extinto poeta español Antonio Machado:
‘Todo necio confunde valor con precio’.
Así, las obras que éste emprende –por lo general,
drogado- y que no son sino viles tomadas de pelo, son disputadas por
las galerías Martha Herrera y Fernández Fiallo, quienes
desean tenerlas en su catálogo.
Digo ‘viles tomadas de pelo’, pues no podría considerársele
de otro modo al cubo mágico que pinta de rojo (famoso ya en su
posteridad), o al cuadro de Rauschenberg (uno de los principal representantes
del pop-art estadounidense) que compra para jodérselo intencionalmente.
Al
ascenso de Golo, claro está, contribuye el propio narrador, quien
se refiere a sí mismo como un junior con máster en Filosofía
del Arte, influido por el expresionista abstracto Rothko, cuya máxima
frustración es no poder dedicarse a crear, dado su daltonismo.
El narrador, mediante una estructura fragmentaria y plena de discordancias
temporales, rinde testimonio sobre su difunto amado con un lenguaje
coloquial, de fraseo breve y contundente.
Al parecer, se halla bajo los efectos de alguna sustancia (¿éxtasis?
¿cristal? ¿hiperbólico?), ya que vuelve, obsesivamente,
sobre algunas frases, párrafos o capítulos completos,
a mencionar datos o anécdotas ya proporcionados, como al admitir
que llegó a querer a Golo; al referir las circunstancias –por
demás escatológicas- en que ambos sostenían relaciones;
o al recordar la historia del anónimo abogado que cazaba leones
negros, mismos que Golo plasmaba en su pintura.
Mas Golo nunca está contento. Ni con el dinero, ni con el renombre,
ni con todo lo que se inyecta, inhala, fuma, bebe o se introduce (caso
de los supositorios de opio que comparte con su pareja, en un claro
guiño a la célebre novela Trainspoitting, de
Irvine Welsh). Vive temeroso de morir a los 27, como los rockstars Janis
Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison…
Insaciable y autodestructivo, empeñado en arruinar todo a su
alrededor (como cuando destartala una instalación de un Tsuru
en partes, en una de las escenas más cómicas de la novela),
Golo resulta, no obstante, un personaje de indudable carisma, inmerso
en una atmósfera decadente, caótica, tan voraz como él
mismo, que hasta sin quererlo realiza obras maestras, como el baño
que deja inutilizable en uno de sus episodios maniacos.
Maldonado en Temporada de caza para el león negro recrea los
caprichos del arte, hechos por gente caprichosa para gente caprichosa.
Baste citar un caso actual: las exorbitantes pujas por los cadáveres
de animales en formol, del británico Damien Hirst.
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DATOS DE LA AUTORA:
Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa,
México, 1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas
por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora
de www.homines.com.
Subdirectora de www.revistaespiral.org
Ha participado en los talleres literarios de los escritores mexicanos
María Baranda, David Toscana, Cristina Rivera Garza, Andrés
de Luna, Federico Campbell, Anamari Gomís y Antonio Deltoro.
Textos suyos han sido publicados en España, Chile, México,
Estados Unidos, Brasil y Colombia.