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'El tren se llevó todo'
Cyntia Moncada
22/02/2007



Paredón, Ejido de Ramos Arizpe en Coahuila, México, fue una de las poblaciones más afectadas por la privatización del ferrocarril y la cancelación del tren de pasajeros, puesto que la economía de sus habitantes, además de la agricultura y la ganadería, estaba basada en el comercio y utilizaban este medio de transporte para ofrecer sus productos en otros municipios.

A la hora que pasaba el tren de pasajeros, las señoras se apresuraban a ofrecer antojitos mexicanos: tacos, enchiladas, dulces típicos, refrescos, botanas. Los pasajeros estiraban los brazos desde la ventana para comprar comida envuelta en papel estraza y refrescos en vasos desechables, todo a precios bastante accesibles.

‘El pueblo vivía del ferrocarril, se vendía comida, se trabajaba en el ferrocarril. Cuando lo quitaron la gente no tuvo más remedio que irse a las ciudades’, comenta Alma Hernández, comerciante, quien ha pasado toda su vida en Paredón.

‘Dicen que lo van a poner, pero ya perdimos la esperanza. Nos quitaron la principal fuente de empleo y el gobierno local nunca hizo nada’, añade su esposo, Agustín Rodríguez.

Estación Patios, 1928

Los habitantes de Paredón hablan del ferrocarril con la nostalgia de quien recuerda mejores épocas. El viento chifla en cada rincón y ya no hay señoras, hombres o niños vendiendo comida a los pasajeros del tren dos veces al día. Desde hace años se dejó de escuchar el griterío de la gente: ‘¡Tacos, enchiladas, cocas, chicharrones!’. Los colores que invadían la estación han desaparecido: ahora este pueblo parece más desierto que nunca.

Actualmente el huésped principal es el mar del desierto, esa tierra rojiza que al ser elevada por el viento simula el sonido de las olas del mar. A lo lejos podían apreciarse niños cabalgando entre esa polvareda roja, cegados por los remolinos y pese a eso avanzando seguros porque conocen el territorio, les pertenece.

La estación, emblema del estado, está siendo reconstruida para montar un museo, pero esto nunca regresará a los habitantes los años perdidos, al contrario, les recordará en cada visita el tiempo en que todo estuvo mejor y cómo se les arrebató la estabilidad.

La alegría de este pueblo emblemático ya no es tan notoria y sus calles están pobladas por las miradas perdidas de ancianos que recuerdan los tiempos de trabajo en el ferrocarril. Ahora en torno a las vías sólo quedan ruinas de ferrocarriles y máquinas, trenes abandonados, pedazos de aluminio entre la hierba crecida, y un par de guardias siempre atentos, a la defensiva, resguardando un tesoro arrebatado.

 

Imagen: Estación Patios, 1928, cortesía del Archivo Municipal de Monclova.

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DATOS DE LA AUTORA

Cyntia Moncada (Saltillo, Coahuila, México, 1984). Licenciada en Comunicación por la Universidad Autónoma de Coahuila. Periodista. Ha publicado en los diarios La Prensa de Monclova y Vanguardia de Saltillo, y en las revistas La Humildad Premiada y Perfiles, entre otras. Es becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Coahuila (periodo 2006-2007) en el área de crónica.