Arthur
C. Danto: Simulacros y posthistoria [2ª parte]
Adolfo Vásquez Rocca
09/03/2016
5.
Baudrillard, Simulacro y estetización de la mercancía
Jean Baudrillard, por su parte, cuyas aportaciones más significativas
giran en torno al término “valor de cambio del signo”,
apunta al desplazamiento del valor de cambio de las mercancías
a sus representaciones. El arte era un simulacro dramático en
el que estaban en juego la ilusión y la realidad del mundo, y
hoy no es más que una prótesis estética [Nota
1] (…) también el arte vendría
a ser “la prótesis de un mundo del cual habrá desaparecido
la magia de las formas y de las apariencias” [Nota
2]. Para Baudrillard “hoy el arte está
realizado en todas partes”. Está en los museos, está
en las galerías, pero también en la banalidad de los objetos
cotidianos; está en las paredes, está en la calle, como
es bien sabido; está en la banalidad hoy sacralizada y estetizada
de todas las cosas, aun los detritos, desde luego, sobre todo los detritos”
, y sentencia: “La estetización del mundo es total”.
Pero a lo que, según Baudrillard hay que temerle es a la “estetización
de la mercancía (…) hay que temerle a la transcripción
de todas las cosas en términos culturales, estéticos,
en signos museográficos. Nuestra cultura dominante es eso: la
inmensa empresa del almacenamiento estético que muy pronto se
verá multiplicado por los medios técnicos de la información
actual con la simulación y la reproducción estética
de todas las formas que nos rodean y que muy pronto pasarán a
ser realidad virtual. Una realidad virtual que, en gran medida, no es
sino creación de realidad o hiperrealidad.
En La guerra del Golfo no ha tenido
lugar [Nota
3] y en muchos otros lugares avisa al ciudadano
actual carente de posibilidades críticas, conceptuales o éticas
a causa de la desinformación ambiental, al cual le resulta
imposible distinguir qué es realidad y qué invención
entre la enorme masa de novedades audiovisuales con que es abrumado
a diario, los conceptos de verdad y de mentira son ya algo obsoleto.
6. El sistema del arte, la forma sentimental de la mercancía
y la desilusión imaginaria del mundo.
Baudrillard, un escritor fascinado por los rituales de la imagen
en las sociedades posmodernas, consideraba que la mayor dificultad al
hablar de arte contemporáneo es la resistencia que este mismo
ofrece a ser visto [Nota
4], esto es, a su voluntad de sustraerse al secuestro
de la mirada, a un circular sin dejar huella, de resistirse al rito
contemplativo de la pintura y a la tradición reificadora del
consumo artístico , a su acosamiento sistemático en su
acepción mercantil del cuadro como objeto de transacción
y bien atesorable, su obstinación por no ser subsumido bajo el
régimen de la visualidad de masas, bajo el melancólico
designio de ser la forma sentimental de la mercancía.
Los escritos de Baudrillard, tributan a una
obsesión que ya estaba en sus primeros libros: el signo y sus
espejos, el signo y su producción febril en la sociedad de
consumo, la virtualidad del mundo y La transparencia del mal
[Nota 5]. En
La economía política del signo estudiaba con un
enfoque materialista la mercantilización del signo; en sus
libros posteriores (Las estrategias fatales, El crimen perfecto,
América), volverá sobre su argumento con una torsión
crítica: de qué forma la mercancía y la sociedad
contemporánea están consumida por el signo, por un artefacto
que suplanta y devora poco a poco lo real, hasta hacerlo subsidiario.
Lo real existe por voluntad del signo, el referente existe porque
hay un signo que lo invoca. Vivimos en un universo extrañamente
parecido al original –las cosas aparecen replicadas por su propia
escenificación –señala Baudrillard [Nota
6].
El simulacro puede apuntar al "exterminio
de realidad" ("no-realidad") esto es, a una forma vacía,
aunque Baudrillard lo identifica, más bien con la hiperrealidad,
"más real que lo real", simulacro como "proliferación
de demasiada realidad". Es así que si en el simulacro
"lo real está desapareciendo, no es debido a su ausencia;
sino, precisamente porque hay demasiada realidad. Y es este exceso
de realidad lo que pone fin a la realidad".
El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta
que no hay verdad. El simulacro es verdadero.
La idea de simulacro en su sentido post-estético es caracterizada
por Baudrillard a partir de modelos de la simulación artística
del tipo de ready-made o la iconoclastia contemporánea de Warhol
[Nota 7]; mostrando
asimismo las consecuencias que este fenómeno produce en estado
actual del arte, lo que Baudrillard llama el "complot" del
arte [Nota 8].
El complot de los medios, podríamos decir, después que
Marshall McLuhan señalara la máxima que "el medio
es el mensaje”, pues bien, cuál es el complot de los
medios, el de CNN por ejemplo, su simulacro mediático que produce
perplejidades, como ese enigmático eslogan: “Está
pasando, lo estás viendo” ¿Qué quiere decir
eso? ¿Qué lo que no estás viendo no está
pasando? Y qué sucede si se dice “no lo estás
viendo, pero está pasando” o “no está pasando
pero lo estás viendo”, lo que a menudo es el caso, en
el proceso cínico de manipulación de la información,
cuando se trata de inflar hechos mínimos y minimizar hechos
gigantescos. La relación entre la publicidad y el hecho publicitado
es una relación interna, no es que pase una cosa y se informe
a la población, en muchos casos es a la inversa, se informa
a la población y gracias a eso pasa algo como lo que se está
informando [Nota 9].
Es así como la lógica hiperreal del montaje que anula
el proceso contradictorio de lo verdadero y lo falso, de lo real y
lo imaginario, nos conduce directamente a la célebre fórmula
de McLuhan: "el medio es el mensaje”.
La pintura se reniega, se parodia, se vomita a sí misma en
deyecciones plastificadas, vitrificadas, congeladas. Los artistas
visuales y conceptuales contemporáneos no consienten en que
sea el Sistema de las Artes –con sus Instituciones y funcionarios–
quien se ocupe de la administración e inmortalización
del desecho.
Warhol, dice Baudrillard, ya no pertenece a la vanguardia ni a ninguna
utopía. Con sus imágenes puras, indefinidamente reproducidas,
repetidas y multiplicadas en serie, con la reapropiación lo
que hace, él es quien mejor expresa la desaparición
del arte como acto creativo. Warhol se identifica puramente con lo
maquinal. No usa la máquina para rehacer arte, explotando la
técnica para crear ilusión; sino que Warhol emplea técnica
para reproducir automáticamente los objetos ya fabricados,
ya sea una lata de sopa o el rostro de una estrella del cine, para
entregar la ilusión pura de la técnica.
“Cuando Warhol pinta sus
Sopas Campbell en los años sesenta, se trata de un atisbo
del brillo de la simulación y de todo el arte moderno: de
un solo golpe, el objeto-mercancía, el signo-mercancía
se vuelve sagrado de una manera irónica: es el único
ritual que nos queda, el ritual de la transparencia. Sin embargo,
cuando pinta las Soup Boxes en 1986, ya no hay fulgor, ya está
en el estereotipo de la simulación. En 1965, se atacaba el
concepto de originalidad de una manera original. En 1986, se reproduce
la inoriginalidad de una manera poco original. En 1965, es todo
el traumatismo estético de la mercancía irrumpiendo
en el arte, tratado de una forma al mismo tiempo ascética
e irónica (el ascetismo de la mercancía, su lado a
la vez puritano y férrico, enigmático, como decía
Marx) y que simplifica de un solo golpe la práctica artística.
La genialidad de la mercancía, el genio maligno de la mercancía,
suscita una nueva genialidad del arte: el genio de la simulación.
Nada queda de esto en 1986, o se trata simplemente del genio publicitario
que viene a ilustrar una nueva fase de la mercancía.”
[Nota
10]
El núcleo del dilema expuesto por Baudrillard
está en esto: o bien la simulación es irreversible y
no hay un más allá de la simulación, no hay un
acontecimiento, es nuestra banalidad absoluta, una obscenidad de todos
los días, el nihilismo definitivo y nos preparamos para una
repetición insensata de todas las formas de nuestra cultura
en espera de un nuevo acontecimiento imprevisible –¿pero
de dónde podría venir?–; o bien hay por lo menos
un arte de la simulación, una cualidad irónica que resucita
cada vez las apariencias del mundo para destruirlas. De otra forma,
el arte no haría más que encarnar su propio cadáver.
Hace falta que cada imagen rete a la realidad del mundo, hace falta
que en la imagen alguna cosa desaparezca, pero no hace falta ceder
a la tentación del vaciamiento, de la entropía definitiva,
hace falta que la desaparición siga viva: ahí está,
para Baudrillard, el secreto del arte y de la seducción.
Baudrillard, a partir de la categoría
de la seducción, desplaza en sus consideraciones a la producción.
El mundo no parece ya unido por encadenamientos productivos, sino
por procesos de seducción. Es la desaparición tanto
de lo real como del mundo de las finalidades objetivables de la producción.
7. Ver y ser vistos, de la frivolidad a los juegos de seducción
Vivimos en un universo frío, la calidez seductora, la pasión
de un mundo encantado es sustituida por el éxtasis de las imágenes,
por la pornografía de la información, por la frialdad
obscena de un mundo desencantado [Nota
11]. Ya no por el drama de la alienación, sino por
la hipertrofia de la comunicación que, paradojalmente, acaba
con toda mirada o, como dirá Baudrillard, con toda imagen [Nota
12], y, por cierto, con todo reconocimiento.
Esa visión del mundo y su lectura de los acontecimientos en
tiempo real es algo que se va a extrañar. Porque la realidad
está hoy envasada al vacío, busca ser preservada a largo
plazo, y de este modo ha desaparecido el oxígeno que permitía
su combustión. El pensamiento de Baudrillard funcionaba como
una bocanada de ilusión que regeneraba esa combustión
[Nota 13].
Para Baudrillard la peor de las alienaciones no es ser despojado por
el otro, sino estar despojado del otro; es tener que producir al otro
en su ausencia y, por lo tanto, enviarlo a uno mismo. Si en la actualidad
estamos condenados a nuestra imagen, no es a causa de la alienación,
sino de su fin, es decir, de la virtual desaparición del otro,
que es una fatalidad mucho peor.
Ver y ser vistos, esa parece ser la consigna en el juego translúcido
de la frivolidad. El así llamado momento del espejo, precisamente,
es el resultado del desdoblamiento de la mirada, y de la simultánea
conciencia de ver y ser visto, ser sujeto de la mirada de otro
[Nota 14], y tratar
de anticipar la mirada ajena en el espejo, ajustarse para el encuentro.
La mirada, la sensibilidad visual dirigida, se construye desde esta
autoconciencia corpórea, y de ella, a la vez, surge el arte,
la imagen que intenta traducir esta experiencia sensorial y apelar
a la sensibilidad en su receptor.
No existe ya la posibilidad de una mirada, de una mirada
de aquello que suscita la mirada, porque, en todos los sentidos del
término, aquello otro ha dejado de mirarnos. El mundo ya no
nos piensa, Tokio ya no nos quiere [Nota
15]. Si ya no nos mira, nos deja completamente indiferentes.
De igual forma el arte se ha vuelto por completo indiferente a sí
mismo en cuanto pintura, en cuanto creación, en cuanto ilusión
más poderosa que lo real. No cree en su propia ilusión,
y cae irremediablemente en el absurdo de la simulación de sí
mismo.
Baudrillard intuye la evolución de fin de milenio como una
anticipación desesperada y nostálgica de los efectos
de desrealización producidos por las tecnologías de
comunicación. Anticipa el despliegue progresivo de un mundo
en el que toda posibilidad de imaginar ha sido abolida. El feroz dominio
integral del imaginario sofoca, absorbe, anula la fuerza de imaginación
singular.
Baudrillard localiza precisamente en el exceso expresivo el núcleo
esencial de la sobredosis de realidad. Ya no son la ilusión,
el sueño, la locura, la droga ni el artificio los depredadores
naturales de la realidad. Todos ellos han perdido gran parte de su
energía, como si hubieran sido golpeados por una enfermedad
incurable y solapada [Nota
16]. Lo que anula y absorbe la ficción no es la
verdad, así como tampoco lo que deroga el espectáculo
no es la intimidad; aquello que fagocita la realidad no es otra cosa
que la simulación, la cual secreta el mundo real como producto
suyo.
Baudrillard exhausto de la esperanza del fin certifica que el mundo
ha incorporado su propia inconclusibilidad. La eternidad inextinguible
del código generativo, la insuperabilidad del dispositivo de
la réplica automática, la metáfora viral [Nota
17]. La extinción de la lógica histórica
ha dejado el sitio a la logística del simulacro y ésta
es, según parece, interminable.
En una entrevista en Le Monde [Nota
18], se recreara, pero ya no enfrentando a los totalitarismos
comunistas con los fascismos capitalistas, sino enfrentando a las
células terroristas mundiales contra las democracias neoliberales.
Ahora bien, independientemente de las discusiones ético políticas
globales suscitadas, lo relevante del caso es que la posibilidad misma
de lo enunciado por Stockhausen y Hirst es sintomática de un
cambio en la perspectiva dea Baudrillard se le preguntó qué
quería decir al describirse como un autor “metaléptico
y viral”. Sin pensarlo demasiado respondió: “Metaléptico
es tomar el efecto por la causa, invertir o romper el desarrollo racional
de las cosas. Viral es un poco lo mismo: ya no hay causalidad, lo
que hay es un enredo de conexiones. Esto corresponde un poco a la
idea que me hacía de un pensamiento radical que ya no es crítico
y racional pero que desestabiliza el juicio y la escritura. Se trata
a la vez de un deseo, de un sueño, y casi de una estrategia
sistemática de inversión de las cosas o de prolongación
al infinito de las concatenaciones hasta la catástrofe, por
lo menos virtual.
8. Seducción y pornografía; el mundo sin coartada dramática
El desafío de la diferencia, que constituye al sujeto especularmente,
siempre a partir de un otro que nos seduce o al que seducimos, al que
miramos y por el que somos vistos, hace que el solitario voyeurista
ocupe el lugar del antiguo seductor apasionado. Somos, en este sentido,
ser para otros y no sólo por la teatralidad propia de la vida
social, sino porque la mirada del otro nos constituye, en ella y por
ella nos reconocemos. La constitución de nuestra identidad tiene
lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que me objetiva,
que me convierte en espectáculo. Ante él estoy en escena,
experimentando las tortuosas exigencias de la teatralidad de la vida
social. Lo característico de la frivolidad es la ausencia de
esencia, de peso, de centralidad en toda la realidad, y por tanto, la
reducción de todo lo real a mera apariencia[Nota
19].
Disney existe para ocultar qué es el país “real”,
toda la América “real”, una Disneylandia (al modo
como las prisiones existen para ocultar la “lacra” que es
todo lo social en su banal omnipresencia, reduciéndolo a lo estrictamente
carcelario). Disneylandia es presentada como imaginaria con la finalidad
de hacer creer que el resto es real, mientras que cuanto la rodea, Los
Ángeles, América entera, no es ya real, sino perteneciente
al orden de lo hiperreal y de la simulación. No se trata de una
interpretación falsa de la realidad (como la ideología),
sino de ocultar que la realidad ya no es la realidad y, por tanto, de
salvar el principio de realidad [Nota
20].
Mas allá de la “sociedad del espectáculo”
[Nota 21] y “el
imperio de lo efímero” se instala la “norma de consumo”
en el plano de las necesidades sociales, también gobernadas por
dos mercancías básicas: la vivienda estandarizada, lugar
privilegiado de consumo, y el automóvil como medio de transporte
compatible con la separación entre el hogar y el sitio de trabajo.
Ambas mercancías —y en especial, desde luego, el automóvil—
fueron sometidas a la producción masiva y la adquisición
de ambas exige una “amplia socialización de las finanzas”
bajo la forma de nuevas o ampliadas facilidades de crédito (compra
a plazos, créditos, hipotecas, etc.). Más aún,
las dos mercancías básicas del proceso de consumo masivo
crearon complementariedades (crédito hipotecario y automotriz)
que producen una gigantesca expansión de las mercancías,
apoyada por una diversificación sistemática de los valores
de uso [Nota 22].
El individuo se ve obligado a elegir permanentemente, a tomar la iniciativa,
a informarse, a probarse, a permanecer joven, a deliberar acerca de
los actos más sencillos: qué automóvil comprar,
qué película ver, qué libro leer, qué régimen
o terapia seguir. El consumo obliga a hacerse cargo de sí mismo,
nos hace “responsables”, se trata así de un sistema
de participación ineludible [Nota
23].
La moda ha contribuido también a la construcción del paraíso
del capitalismo hegemónico. Sin duda, capitalismo y moda se retroalimentan
[Nota 24]. Ambos
son el motor del deseo que se expresa y satisface consumiendo; ambos
ponen en acción emociones y pasiones muy particulares, como la
atracción por el lujo, por el exceso y la seducción. Ninguno
de los dos conoce el reposo, avanzan según un movimiento cíclico
no-racional, que no supone un progreso. En palabras de Baudrillard:
“No hay un progreso continuo en esos ámbitos: la moda es
arbitraria, pasajera, cíclica y no añade nada a las cualidades
intrínsecas del individuo”[Nota
25]. Del mismo modo es para él el consumo un proceso
social no racional. La voluntad se ejerce –está casi obligada
a ejercerse– solamente en forma de deseo, clausurando otras dimensiones
que abocan al reposo, como son la creación, la aceptación
y la contemplación. Tanto la moda como el capitalismo producen
un ser humano excitado, aspecto característico del diseño
de la personalidad en sociedad del espectáculo.
La sociedad de consumo supone la programación de lo cotidiano;
manipula y determina la vida individual y social en todos sus intersticios;
todo se transforma en artificio ilusión al servicio del imaginario
capitalista y de los intereses de las clases dominantes. El imperio
de la seducción y de la obsolescencia; el sistema fetichista
de la apariencia y alienación generalizada [Nota
26].
La tesis de Baudrillard es que la peor de las alienaciones no es ser
despojado por el otro, sino estar despojado del otro; es tener que producir
al otro en su ausencia y, por lo tanto, enviarlo a uno mismo. Si en
la actualidad estamos condenados a nuestra imagen, no es a causa de
la alienación, sino de su fin, es decir, de la virtual desaparición
del otro, que es una fatalidad mucho peor.
Nuestra soledad demanda un espejo simbólico en el que poder reencontrar
a los otros desde nuestro interior. Buscamos en el espejo la unidad
de una imagen a la que sólo llevamos nuestra fragmentación.
Con estupor tomamos las últimas fotografías posibles,
un patético modo de certificar la experiencia o de convertirla
en colección. Pareciera que la fotografía quiere jugar
este juego vertiginoso, liberar a lo real de su principio de realidad,
liberar al otro del principio de identidad y arrojarlo a la extrañeza.
Más allá de la semejanza y de la significación
forzada, más allá del "momento Kodak", la reversibilidad
es esta oscilación entre la identidad y el extrañamiento
que abre el espacio de la ilusión estética, la des-realización
del mundo, su provisional puesta entre paréntesis.
Los rostros del otro, rostros distantes a pesar de su cercanía,
ausentes a pesar de su presencia, los miramos sin que ellos nos devuelvan
la mirada. La alteridad no es más que un espectro, fascinados
contemplamos el espectáculo de su ausencia.
La seducción es un desafío, una estrategia que siempre
tiende a desconcertar a alguien respecto a su identidad, al sentido
que puede adoptar para él. Las apariencias pertenecen a la esfera
de la seducción, mucho más allá de las apariencias
físicas y el intercambio entre los sexos. La seducción
a la que Baudrillard se refiere es “al dominio simbólico
de las formas” [Nota 27]
y no al dominio material a través de la estratagema.
La hipertrofia de la comunicación que, paradojalmente, acaba
con toda mirada o, como dirá Baudrillard, con toda imagen [Nota
28] y, por cierto, con todo reconocimiento. El mundo se disfraza.
Baudrillard sostenía que los medios masivos
de comunicación y la sociedad del espectáculo han generado
una desmaterialización de la realidad, focalizando la mirada
posmoderna hacia el mundo de las pantallas, lo que convierte a la comunicación
en un fin en sí misma y en la medida absoluta de interpretación
de los sucesos.
Nuestro mundo moderno es publicitario en esencia. Tanto así que
se podría decir que ha sido inventado nada más que para
hacer publicidad en otro mundo. No hace falta creer que la publicidad
haya venido después de la mercancía: hay, en el corazón
de la mercancía (y por extensión en el corazón
de todo nuestro universo de signos) un genio maligno publicitario, un
embustero que ha integrado la bufonería de la mercancía
y su puesta en escena. Un escenógrafo genial (quizás el
Capital mismo) ha dirigido al mundo hacia una fantasmagoría de
la que todos somos por fin víctimas fascinadas [Nota
29].
La tarea del Occidente moderno ha sido la mercantilización del
mundo, entregarlo todo al destino de la mercancía, su puesta
en escena cosmopolita, su puesta en imágenes, su organización
semiológica [Nota 30].
Lo que hoy se presencia más allá del materialismo mercantil
es una semiurgia de todas las cosas a través de la publicidad,
los media y las imágenes. Incluso lo banal se estetiza y musefica.
Todo se dice, se expone, se expresa, todo adquiere fuerza de extroversión
y deviene signo. El sistema funciona menos gracias a la plusvalía
de la mercancía que a la plusvalía estética del
signo [Nota 31].
Baudrillard, da por muerta la lógica de la producción
(la teoría de Marx, en El Capital). Pero no es el logos de la
“reproducción”, lo que sustituirá a la vieja
lógica de la “producción”. Sino un nuevo (a
la vez que siempre antiguo) logos-reproductivo-de-señales y no
de objetos. Nuevo logos que se ha ido apoderando del mundo. El logos
de la reproducción de las “señales”, no es
como la reproducción-de-objetos (mera producción industrial).
Son las “señales” en lugar de los “objetos”,
los que se producirán y reproducirán ahora: una semiurgia
universal, que actuará al margen de la lógica marxista
y al margen de la Economía política.
La semiurgia de la moda se opone a la funcionalidad de la esfera económica.
A la ética de la producción, se opone la estética
de la manipulación, de la duplicación y de la convergencia
en el único espejo del modelo: Sin contenido, ella, la moda se
convierte en el espectáculo que los hombres se dan a sí
mismos de poder, que tienen de hacer significar lo insignificante.
El mundo del simulacro, como simulación de tercer orden (capital-a-préstamo)
y de cuarto orden (titulización-de-deuda), muestran este mundo
informacional y comunicacional, en el que Capital también ha
adoptado su funcionamiento. Del mismo modo que la sociedad, ya no se
organiza entorno al trabajo (en las fábricas), sino entorno a
la Información (en la Tweeter, Facebook , world wide web, etc).
“La matriz de lo urbano ya no es la de la realización de
una fuerza (la fuerza de trabajo), sino la de la realización
de una diferencia (la operación del signo). La metalurgia se
ha convertido en semiurgia.” [Nota
32].
Si el Capital ya no es producción de objetos, sino de informaciones
o señales, entonces el Capital funciona como un mensaje: emisión
de señales-deuda, mercados bursátiles de señales-índices,
títulos de deuda como puras señales-sin-producción.
Palabra-control como llave de paso que permite el acceso del sujeto
al sistema cibernético de los cajeros y la financiación,
etc. Código puro de señales, código genético
del capital, código semiótico del mensaje cifrado.
Con la producción ha habido pues una orgía de lo real
y de su crecimiento. Se han recorrido todos los caminos de la producción
y de la superproducción de objetos, de signos, de mensajes, de
ideologías y placeres. Hoy todo está liberado y las cosas
quieren manifestarse. Los objetos técnicos, industriales, mediáticos,
todos los artefactos quieren significar, ser vistos, ser leídos,
ser registrados, ser fotografiados de manera obscena.
Baudrillard supo desafiar las formas de lo inhumano en el mundo contemporáneo:
la abstracción del capital, la ironía de la moda, la ritualidad
del terrorismo, la obscenidad de la información, temas que más
que suscribir un programa filosófico convocan un imaginario y
dan cuenta de un particular estado de ánimo, el de la posmodernidad.
De allí que la literatura del futuro esté mucho más
cerca de las obras de Baudrillard, que de las novelas de ciencia ficción
que actualmente infestan el mercado. Los libros de Baudrillard también
pueden ser leídos como indagaciones detectivescas que en cierta
forma pueden recordar las ironías de Alphaville de Godard,
como una literatura que narra y piensa, que abarca los fenómenos
despojados definitivamente de una coartada dramática.
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En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
- Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS. 29 | Enero-Junio,
2011 (I)
– VIRILIO, Paul, Ville panique, Ailleurs commence ici,
Galilée, 2004.
Para
saber más
Nota
1: BAUDRILLARD, Jean, La ilusión y la desilusión
estéticas. Caracas, 1997.
Nota 2:
Ibid, p. 50.
Nota 3:
BAUDRILLARD, La guerra del Golfo no ha tenido lugar, Ed.
Anagrama, Barcelona, 1991.
Nota 4:
BAUDRILLARD, Jean, Illusion, désillusion esthétique,
Sens & Tonka. París, 1997, p. 46.
Nota 5:
BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal, Ed. Anagrama,
Barcelona, 2001.
Nota 6:
BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Kairós, Barcelona,
1993..
Nota 7:
BAUDRILLARD, J., La ilusión vital. Siglo veintiuno
de España Editores, Madrid, 2000, p. 57
Nota 8:
Cuando Warhol pinta sus Sopas Campbell en los años sesenta,
se trata de un atisbo del brillo de la simulación y de todo
el arte moderno: de un solo golpe, el objeto-mercancía, el
signo-mercancía se vuelve sagrado de una manera irónica:
es el único ritual que nos queda, el ritual de la transparencia.
Sin embargo, cuando pinta las Soup Boxes en 1986, ya no hay fulgor,
ya está en el estereotipo de la simulación. En 1965,
se atacaba el concepto de originalidad de una manera original. En
1986, se reproduce la inoriginalidad de una manera poco original.
En 1965, es todo el traumatismo estético de la mercancía
irrumpiendo en el arte, tratado de una forma al mismo tiempo ascética
e irónica (el ascetismo de la mercancía, su lado a la
vez puritano y férrico, enigmático, como decía
Marx) y que simplifica de un solo golpe la práctica artística.
La genialidad de la mercancía, el genio maligno de la mercancía,
suscita una nueva genialidad del arte: el genio de la simulación.
Nota 9:
BAUDRILLARD, J., El complot del arte. Ilusión y desilusión
estéticas. Amorrortu Editores, Madrid, 2006.
Nota 10:
RUIZ, Raúl, Discurso con ocasión del grado Doctor Honoris
Causa otorgado por la Universidad de Valparaíso, conferido
el 15 de Marzo de 2011.
Nota 11:
BAUDRILLARD, Jean, "Duelo", Fractal N° 7, octubre-diciembre,
1997, año 2, volumen II, pp. 91-110.
Nota 12:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Baudrillard; Cultura, Simulacro
y régimen de mortandad en el Sistema de los Objetos”,
En Cuaderno de Materiales, Nº 23, 2011, 705-714 / ISSN: 1139-4382,
Universidad Complutense de Madrid UCM.
http://www.filosofia.net/materiales/pdf23/CDM45.pdf.
Nota 13:
BAUDRILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1994.
Nota 14:
VALIENTE NOAILLES, Enrique, “Jean Baudrillard o el encanto del
lenguaje”, en La Nación, Edición impresa,
11 de marzo de 2007.
Nota 15:
BAUDRILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Anagrama,
Barcelona, 1994.
Nota 16:
LORIGA, Ray, Tokio ya no nos quiere, Plaza & Janes. Colección
Ave Fénix. Barcelona, 1999.
Nota 17:
BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Ed. Kairós,
Barcelona, 1993.
Nota 18:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “William Burroughs: Literatura
ectoplasmoide y mutaciones antropológicas. Del virus del lenguaje
a la psicotopografía del texto”, En NÓMADAS, Revista
Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas - Universidad
Complutense de Madrid, NÓMADAS. 26 | Enero-Junio.2010 (II),
pp. 251-265. http://www.ucm.es/info/nomadas/26/avrocca2.pdf.
Nota 19:
Le Monde, “Baudrillard: metaléptico y viral”,
octubre de 1999.
Nota 20:
SONTAG, Susan, Sobre la Fotografía (1975), México
D.F., Alfaguara, 2006VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Baudrillard;
de la metástasis de la imagen a la incautación de lo
real", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA.
ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59.
http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf.
Nota 21:
BAUDRILLARD, Jean, Simulacres et simulation, Galilée,
Paris, 1981.
Nota 22:
Existen dos intentos recientes de utilizar el concepto de fetichismo
de la mercancía para explicar la cultura capitalista del siglo
XX. Uno de ellos es, desde luego, la crítica a la “industria
de la cultura” elaborada por Horkheimer y Adorno en Dialéctica
de la Ilustración, y el segundo es el análisis
desarrollado por Guy Debord y otros miembros de movimiento situacionista
en los años sesenta. Parodiando la frase con que se inicia
El capital, Debord afirma que “toda la vida de las sociedades
donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia
como una acumulación inmensa de espectáculos”,
y agrega que el espectáculo “en todas sus formas específicas,
como información o propaganda, publicidad o consumo directo
de entretenimiento”, debe ser visto como “una relación
social entre las personas mediada por imágenes”. Como
tal, la “sociedad del espectáculo” es “la
realización absoluta” del “principio del fetichismo
de la mercancía”. Si bien Baudrillard admite la influencia
de los situacionistas, rechaza sin tapujos sus ideas: “No vivimos
ya la sociedad del espectáculo... como tampoco los tipos específicos
de alienación y represión que ésta conlleva”.
Podemos presumir que ello se debe a que conceptos como los de alienación
y represión presuponen la existencia de algo alienado o reprimido.
Debord afirma decididamente que la sociedad del espectáculo
implica una forma distorsionada de relación social, habla de
“la praxis social global escindida entre realidad e imagen”
y dice que “dentro de un mundo puesto realmente de cabeza, lo
verdadero es el movimiento de lo falso”. Todo lo anterior es
rechazado de plano por Baudrillard, para quien realidad e imagen,
falso y verdadero, se confunden de manera endémica en el mundo
hiperreal de la simulación.
Nota 23:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Baudrillard; Cultura, Simulacro
y régimen de mortandad en el Sistema de los Objetos”,
En Cuaderno de Materiales, Nº 23, 2011, 705-714 / ISSN: 1139-4382,
Universidad Complutense de Madrid UCM. http://www.filosofia.net/materiales/pdf23/CDM45.pdf
Nota 24:
LIPOVETSKY, Gilles, L'Ere du vide, París, 1983, pp.
7, 14.
Nota 25:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La moda en la Posmodernidad.
Deconstrucción del fenómeno "fashion"; http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca2.htm
En NÓMADAS. 11 | Enero-Junio.2005 Revista Crítica de
Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad Complutense de Madrid.
Nota 26:
BAUDRILLARD, Jean, The Consumer Society, SAGE Publication,
1998, p. 100.
Nota 27:
DEBORD, Guy, La sociedad del espectáculo, Ed. Pre
–Textos, Valencia, 1999, cap. II La mercancía como espectáculo.
p. 51 y siguientes.
Nota 28:
BAUDRILLARD, Jean, Contraseñas, Ed. Anagrama, Barcelona,
2002, p. 32
Nota 29:
BAUDRILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1997.
Nota 30:
BAUDRILLARD, Jean, "Duelo", Fractal N° 7, octubre-diciembre,
1997, año 2, volumen II, pp. 91-110.
Nota 31:
BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal, Ed. Anagrama,
Barcelona, 2001, p. 22.
Nota 32:
Ibid.
Nota 33:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Facebook; del desprecio de las
masas a la «sabiduría de las multitudes»",
En Revista Almiar Nº 66, 2012, MARGEN CERO, Madrid
http://www.margencero.com/almiar/facebook-desprecio-masas/.
Nota 34:BAUDRILLARD,
Jean, El intercambio simbólico y la muerte, Monte
Ávila Editores, Caracas, Venezuela, 1980.
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DATOS
DEL AUTOR:
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. Postgrado Universidad Complutense
de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del
Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización
Antropología y Estética. Miembro de la Sociedad Española
de Estética y Teoría de las Artes. Profesor de Postgrado
del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso. Profesor de Antropología y Estética
en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés
Bello UNAB. Profesor Adjunto Escuela de Psicología y de la
Facultad de Arquitectura UNAB. Miembro de la Cartera de Árbitros
de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado
de México UAEM (Revista “El ornitorrinco tachado”
- Archivos Universitarios de Investigación Artística)
Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación
Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo
Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas
en Diálogo, Argentina. Miembro del Consejo Editorial Internacional
de Revista Praxis. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional UNA, Costa Rica. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades
em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande
do Sul, Brasil y del Cuerpo Editorial de Sophia –Revista de
Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador–. –Secretario Ejecutivo de Revista Philosophica
PUCV.
Asesor Consultivo de Enfocarte –Revista de Arte y Literatura–
Cataluña / Gijón, Asturias, España. –Miembro
del Consejo Editorial Internacional de 'Reflexiones Marginales' –Revista
de la Facultad de Filosofía y Letras UNAM. –Miembro Titular
del Consejo Editorial Internacional de Errancia, Revista de Psicoanálisis,
Teoría Crítica y Cultura –UNAM– Universidad
Nacional Autónoma de México. Consultor
Experto del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad
(CNIC). Artista conceptual. Crítico de Arte.
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