Salma
Hayek paraliza, pone en off la realidad con sus encantos. La realización
en Frida Kahlo, la pintora que entró al lienzo de la vida en
unos colores únicos, irrepetibles, perdurables francamente, refleja
su pasión por arrancarle todos los tiempos y despojarla de ese
mal oficio de no ser, sino declinar e instalarse en el sucio vacío
estuche del conformismo.
Única por plantársele a la vida siempre por delante, Frida,
empujó a la realidad siempre un paso más allá con
ese talante lleno de colorido, acción, sinceridad aterradora,
deslumbrante belleza y un talento que crece con los años, como
siempre, regateado en vida.
Ya se escuchan no pocas voces que esta no es toda la Frida que hizo
historia, pero sabemos que el celuloide es un espacio restringido para
una vida común y corriente, y en este caso, cómo pintar
con sus mismos colores una vida tan colorida, puede ser una interrogante
a resolver.
Frida Kahlo pasó a la historia porque hizo lo que su corazón
le dictó y en esa época no es poco decir, y en cualquier
otra. Es su espíritu el que debemos recorrer con la divina Salma
Hayek, el derroche de vida, la pasión, el salvajismo natural
de este maravilloso animal que nos parió México, sin consultarle
a nadie en el mundo.
Sus ojos parecen robados al fuego, su cabellera fue hecha para el brillo
y el viento que ella misma agitaba con su paso y movimientos. Lo que
fue y no fue, siempre se lo entregó a la vida y allí se
instaló, con el amor de su vida, el pintor Diego Rivera, con
la pasión de su genio, de su hermosura de diosa genital. Un icono
de México dice la publicidad, el marketing de pasarela, de la
banalidad banal. Es, a mi juicio, parte de la gran raíz de México,
país de pintores colosales, y ella entra hoy a Hollywood de la
mano del éxito como lo conocemos hoy, tan exitista, pero debemos
buscar en la artista, la mujer, su lucha contra la adversidad, y sumar
todos sus placeres y sufrimientos, para rescatarla desde la hondura
de su dolor casi perfecto.
Nació para vivir la vida y los grandes desenlaces, torear el
destino, carga su época como una huérfana que sólo
busca el amor, pero que lucha denodadamente contra la adversidad y por
conquistar cada peldaño en su propia existencia. No pidió
ni le dio cuartel, ni un gramo de sombra, a la vida y a su voluntad
de ser y hacer.
Vivió en el extremo de la punta, y en la orilla del otro extremo,
como en el centro del vórtice, cuando fue necesario, y casi siempre
lo fue.
Caló hondo en su tiempo, Frida, y si fue toda de carne y hueso,
una estampa de realidad viviente, transmitía la fuerza innegable
de un espíritu superior y más allá de su tiempo,
el que hoy se recoge a raudales en tantos y diferentes escenarios, que
sólo conducen, a esta enigmática, ardiente, dolida, apasionada,
delirante, temperamental, sensual, erótica, volcánica,
yaciente, vital, dulce, desgarrada de si misma, la Kahlo soporta todos
los calificativos, porque ella es su propio adjetivo, siempre nuevo,
cambiante. Mujer de renuncias y retornos, en el amor, la política,
siempre con pasión, de uno a otro lado de la esquina.
Su vida fue ese huracán en tierra firme. Su visión de
tempestad, no evitaba que permaneciera firme en sus convicciones, atada
a sus propios cimientos. La vida siempre le empujo una cuarta más
allá de lo permitido, desde la temprana poliomelitis que sufrió
a los seis años al trágico accidente que cambió
su vida, la inició en la pintura y al crucificó en vida.
Fue amiga de Trotski, cuando llegó a México en los años
37, dicen que su amante ocasional, conoció a Bretón, el
padre del surrealismo, expuso por primera vez en Nueva York de manera
individual, al año siguiente en París, pero nunca dejó
de ser Frida Kahlo, porque había nacido para ejercer su propia
e inclaudicable pasión. Vino a pintar la vida y el dolor, a amar
en 47 silbantes años, cuando en 1907, al siglo en sus albores
se le ocurrió parir a la Kahlo, de madre mexicana y padre alemán.
Los tiempos estaban frescos aún en el lienzo, pero ella decidió
arribar con esas mágicas vestimentas de diosa semivencida. Tuvo
la rara sensación desde un inicio que venía con menos
tiempos que el habitual, y se entregó a la revolución
en todas sus manifestaciones diarias, porque ella fue un compromiso
con la vida y lo que le rodeaba.
Su pasión, querida Frida, es su mejor color, la pintura que nos
deja sin alienta y ciega al mismo tiempo, porque es innecesaria su explicación.
Quien la trajo, sabía lo que hacía, usted sólo
siguió el cortejo de la vida sin claudicar. Usted abrazó
el universo con ese amor gitano que nace en algún lugar y nunca
muere, sus blancas ropas albas, me traen tanto recuerdos, de que un
espacio nunca termina por ser ocupado. De tantas formas usted, personalísima,
secreta, popular, nos dejó en sus ojos, lo que sus cuadros hoy
hablan y nos revelan.
Índice iconográfico
1. Autorretrato como tehuana o Diego en mi pensamiento
o Pensando en Diego, 1943.
2. Frida frente al espejo con dos perros, fotografía de Lola
Álvarez, 1952.
3. Frida en la cama, pertenece a la colección del Museo Frida
Kahlo, Coyoacán.
_______________________
Para
saber más